47- Livierato y Pinalli

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Encontrar a Dante, o a Pappa, no fue tarea difícil en realidad, si no hubiera sido por los gritos que se escuchaban desde la apertura de la puerta de entrada, las filas de hombres a cada lado de la pared del pasillo hacia su oficina, era un mapa más que suficiente, no tardé en darme cuenta de que la elección de lugar de cada hombre, no había sido aleatorio. Al lado derecho estaban los tenientes de Pappa. Exclusivos de Pappa y al otro lado, había una cantidad de hombres que, siendo todos jóvenes, algunos los había visto solo una que otra vez por el pasillo, y los que estaban casi llegando a la oficina, al inicio de la "fila", no los había visto jamás, pero la mirada que me dieron me dejó en claro que ellos sí me conocían, mediante avanzada entre ambas hileras de enormes músculos llenos de testosterona, recibí algunas miradas curiosas, otras inclinaciones cabeza, saludos respetuosos, mientras otros, simplemente me ignoraron, pero ninguno de ellos me detuvo, no al menos hasta llegar hasta las puertas y disponerme a entrar a la oficina.

Solo Entonces, una mano me tomó por la muñeca cuando traté de empujar la puerta.

— Podrá llamarte su hija, pero no tienen ningún lugar en la jerarquía, Pequeña Chiara. — Alonzo sujetó con mayor fuerza mi muñeca, apreté los dientes, manteniéndole la mirada, negándome con todo mi orgullo a dejarme pisotear.

— ¿Y Quién rayos eres tú para decir eso? — Pregunté casi en un ronroneo. Puse una sonrisa felina en los labios y mientras soltaba mi mano suavemente, como quien le trae sin cuidado, dejé que mis ojos lo recorrieran de pies a cabeza. — Cuidado, ni Dante ni Pappa negarán darme tu cabeza como regalo de navidad.

Alonzo me fulminó con la mirada, pude ver el desprecio en su mirada, sabía por qué, todos lo sabían, me atrevía a apostar que al menos un tercio de los hombres de Pappa no aprobaban mi adopción o la de Anna… Anna…

La tensión se hizo palpable, no necesitaba ser parte de alguno de ellos para entender lo que estaba pasando, era un eslabón perdido en la jerarquía, pero contaba con la protección de la cabeza y el heredero. Aun así, el primero en iniciar una riña sería condenado, los hombres de Pappa eran leales y fuertemente conocidos por su camaradería, incluso si no estaban de acuerdo, no se levantarán contra Alonzo, quien era el consejero más cercano de Pappa.

— Vuelve a tu mundo, doctorcita, no tienes nada que hacer aquí, no eres más que…

El clic de la Glock silenció la voz de Alonzo por el costado de mi rango de visión, vi el brazo de alguien pasar junto a mi rostro, el arma apuntando directamente a la sien de Alonzo que estaba delante de mí, el calor de un cuerpo masculino cerca de mi espalda, sin tocarme.

— Mil disculpas madam, estos perros viejos no saben respetar la mano que les da de comer. — El tono ronco y burlón del hombre a mi espalda hizo que la mirada de Alonzo se volviera letal.

— Esto es traición, Pappa…

— Pappa no es mi Capo. — Lo cortó el hombre. — Don Dante sí. Y Madam Chiara cuenta con la protección de mi Capo, así que, una puta palabra más y te vuelo la maldita cabeza.

Tuve que contener el estremecimiento que quiso recorrerme al escuchar la frialdad de su voz. Alonzo retrocedió, volvió a su lugar, apoyado sobre la pared. El hombre a mi espalda no bajó su arma. Solo entonces, cuando me dí cuenta que el molesto hombre de Pappa no insistía, me giré parcialmente, encontrándome con unos profundos pozos oscuros, tanto que no podía notar el centro, de cabello azabache y tez bronceada, un hombre apuesto de rasgos masculinos, mentón cuadrada, él me dio una amable y divertida sonrisa, casi parecía imposible que fuera el mismo en conjurar aquella amenaza.

— ¿Tu nombre? — Pregunté, negándome a flaquear.

— Mario, Madam, para servirle — Dijo con el mismo tono juguetón y carismático, no pude evitar devolverle la sonrisa cuando hizo la imitación de una reverencia, los hombres detrás de él… Hombres de Dante, comprendí, mantenían su mirada fija en los que se apoyaban al otro lado de la pared, sus manos puestas sobre sus armas que reposaban en el costado de sus caderas o sobre sus torsos. — Permítame.

Criada por la mafiaOnde histórias criam vida. Descubra agora