63- Primer paso

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El resto de nuestra pequeña escapada de la “realidad”, sorprendentemente, fue bastante alegre, yo había llamado a Jenny para que me cubriera en el turno de urgencias, ella, luego de soltar un gruñido de absoluta frustración, accedió a cambiar mi turno. Con la agenda libre por el resto del día, Dante nos llevó al pequeño pueblo en las cercanías, almorzamos en el pequeño restaurante de comida tradicional que tenía una vista privilegiada al lago, la dueña del local, una mujer mayor, salió de la cocina solo para besar ambas mejillas de mi peligroso novio y luego repetir el acto conmigo, habló de lo mucho que a Dante le gusta su lasaña y lo feliz que estaba de verlo finalmente en pareja. Durante la comida no pude quitar la sonrisa de la cara y a pesar de que él se veía más gruñón a cada mención que hacía sobre el trato de la robusta mujer con él, sobre lo cariñosa que había sido, la diversión nunca dejo la mirada verdosa del hombre que me acompañaba. Dante había permanecido con sus gafas lo que llevaba del día y sinceramente, sentía que lo miraba como idiota embobada a cada segundo, era como volver el tiempo atrás, pero no exactamente, eran los mismos ojos, las mismas facciones, pero ya no era el chico larguirucho de aquel entonces, Dante se había vuelto un hombre, uno sumamente peligroso que si bien me trataba con adoración la mayor parte del tiempo cuando no estaba discutiendo conmigo, me dije a mí misma que jamás debía olvidar quien era, en quien nos había convertido los años y el mundo.

Cuando terminamos de almorzar, paseamos casi una hora por el pueblo y los pequeños locales comerciales antes de que el móvil de Dante sonara, con una mueca contestó la llamada y la puso en altavoz sin dudar, aquellos actos espontáneos de confianza y lealtad, todavía hacían que se me atascara el aire. Este mundo estaba lleno de sangre y desconfianza, todos velaban por su propia espalda y egoísmo, los propios hombres de mi padre me detestaban por mi sangre, por quien era mi varadero progenitor, pero Dante jamás había dudado en darme todo en bandeja de plata, la parte oscura de mi interior, aquella que vivía en la misma desconfianza hacia todo el mundo, me decía que era imposible que él hiciera todo eso solo… Por mí.

Por amor, pero la otra parte, la que lo conocía desde que tenía uso de memoria, me decía que ni siquiera debería ponerlo en duda.

— Mario. — Saludó Dante.

— Señor, Pappa Santiago, ha convocado a una cena oficial, todos los capitanes estarán en ella, sus padres también, — Informó.

— Pappa no mencionó nada ayer. — Señalé algo confundida.

— Por supuesto que no, piensa hacerlo oficial. — Dijo Dante, Mario aún estaba en la línea.

Me di cuenta de que Dante tenía razón y el que no supiéramos al respecto era simplemente porque…

— Es una prueba — Señalé — Pappa quiere ver si soy capaz de enfrentarme a sus hombres, por eso no nos dijo nada. 

Dante era su mano derecha y tenía sus propios capitanes, por supuesto, no eran reconocidos oficialmente, ya que Pappa era el Capo, pero cuando Dante se hiciera cargo, todos sabían que los hombres de su padre ya estaban en la edad de jubilarse y por ello, Dante traería a su propia gente.

—Si requiere nuestra presencia, madam, solo debe ordenarlo, los hombres de Dante son suyos también. — Señaló Mario en la línea, mi peligroso hombre asintió hacia mí.

Me tomé un minuto para meditarlo, llegar con una escolta como ellos, definitivamente enviaría un mensaje, pero no estaba segura de que fuera el mensaje que quería dar.

— Gracias Mario, pero no creo que sea necesario. — Señalé. Dante se despidió y cortó la llamada.

— ¿Qué necesitas? — Preguntó Dante luego de guardar el móvil y apoyar su mano en mi cadera.

Criada por la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora