Capítulo 73. Una guerrera

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Sabrina se acerca a Nain, pero Iracema invoca a sus espíritus y transforma sus navajas en gigantes espadas, casi del tamaño de mi Takape.

Ella ni se inmuta por la muerte de su cómplice, es más, casi, casi es como si no hubiese ocurrido.

—¡¿Qué diablos quieres, Sabrina?! —Pregunta

—Vengo por tu ex novio... —asegura la rubia—. Si me lo entregas te dejo seguir con lo tuyo.

—¿Entregartelo? 

Iracema comienza a reir y viene hasta mi, me observa, se relame el labio, y debo admitir que se ve sexy haciendo eso, al mismo tiempo es la primera vez que su expresión me da miedo, del real, del que me hace entender que no es más la inocente palomita. 

Ella apoya una de las espadas en mi mejilla, y el corte ni siquiera es lo que hace que reaccione, más bien es el hecho de que haya pasado su lengua sobre la hoja de su arma y haya oscurecido por completo su mirada. La ficha me cayó. Ella en verdad decidió ser esto, no hay verdad, no hay motivo, no hay luz que la haga arrepentirse, ella desea ser el alma oscura en la que se ha convertido. 

Traigo aire en una bocanada, cuando ella ataca a Sabrina, sin dudar, y al cuerpo, creí que había cortado en dos a la joven. Sin embargo de cosas sorprendentes hablamos el día de hoy, Sabrina disolvió su cuerpo, como si fuera una mancha de pintura en el aire, como si no fuera real. 

Iracema invoca fuego sobre su espada, Sabrina sonríe, se reconstruye a unos metros de ella. Saca de su bolsillo una especie de frasco de vidrio y lo arroja en el suelo, esto hace que miles de arañas de sedas doradas salgan del piso, las mismas se van haciendo cada vez más grande segundo a segundo, Iracema ahora las ataca con sus espada. Pero el fuego no las extingue. Naim por su parte hace una invocación y logra hacer que las arañas se peguen unas contra otras, las mueve con el baile de sus manos en el aire, y los insectos se hacen una bola gigante.

Obviamente todo esto fue nada más y nada menos que una gran distracción, Sabrina mueve sus manos en el aire, como si estuviera hilando humo, de sus dedos salen trenzas blancas que van creciendo, al cabo de unos segundos unas figuras humanas comenzaron a colgarse de los hilos. Logro identificar que susurra palabras en un dialecto que no comprendo, porque no es Guaraní, ni latín.

Las figuras negras son altas, y terrorificas, creo haber leido algo sobre espíritus sombras y sus poderes provenidos directamente del Añakua. Estas comienzan a atacar a Iracema. Sabrina intenta acercarse a mi, pero Aguará y los poras de Ira se lo impiden. Así que aprovecho el momento e intento escapar. Estiro con fuerza, a ver si logro quitar al menos una mano. 

Me percato que Hisa acaba de despertar, al igual que Juanjo, Rodrigo sigue inconciente. Tengo que podes escapar. Aprovechar esto, y matar a una de las dos o huir. 

—Luriel... —Me grita Mirena—. Te vas a dislocar el hombro...

No es una mala idea, si me disloco el hombro me va a dar la oportunidad de estirarme más, va a ser doloroso, pero nada que no se pueda aguantar. 

—¡Luriel, no! Conozco esa mirada, no lo hagas —me advierte mi espíritu de combate.

Tarde.

El grito desaforado que sale de mi hace que las que están en medio de su lucha me observen, ambas intenta acercase, pero están tan bien protegidas por los mismos espíritus que ellas pusieron que no pueden acercase a mi. 

Mi brazo finalmente se desliza lentamente por el orificio que me sostenía. Verifico que mis dedos puedan hacer un mar de movimiento para que mi invocación resulte y si puedo, así que digo las palabras. 

—Ejuká ko Ka'avo... —la ventala de darme cuenta que esta cosa es una planta, me da ventaja. 

Lo que hice fue invocar la muerte de esta planta, todo se vuelve seco. Al instante Juanjo, Hisa, Mirena, Jaguareté y Rodrigo caen al suelo. En eso Mirena logra levitar y alzar a Rodrigo quien aún sigue inconciente.

Los rebeldes [Libro 4]Where stories live. Discover now