Capítulo 12. Más Vale

234 71 47
                                    

—Tú padre estaba preocupado por ti —dice Guasú, sus cabellos rosas brillan en la oscuridad y el brillo de sus joyas resaltan el color de su piel.

—Y yo por él, y mis hermanos.

—Es justo por eso que vine, para que te quedes tranquilo, iré a visitar a Hisa, también para hacerle saber que sus hermanos están sanos y salvos.

—¿Dónde? —pregunto con felicidad y extrema euforia.

—No puedo decirlo, espero me comprendas.

—Sí... entiendo, pero me basta con saber que están a salvo. Gracias, en serio.

—Por otro lado... me dijo que te diera esto —me pasa un pedazo de plástico, al comienzo no lo distingo, hasta que lo alzo a contra luz y veo que se trata de una tarjeta Black.

—¿Qué le pasa a papá? —pregunto en burla—. El viejo está delirando... ¿No sabe que en el bosque no sirve el dinero?

—No te burles de tu padre, Luriel.

Guasú me da un sape, todos creen que tienen el derecho de darme uno... pero bueno, también me los merezco, no me haré del tonto.

—¡Ya! Pero no entiendo ¿Qué quiere? Que salga al mundo.

—En efecto.

Entrecierro mis ojos, sacudo la cabeza y río porque se supone que soy un fugitivo que no deberían encontrarme fácil... o eso es justamente lo que Franco desea que pase.

—Tu padre y Orkias dicen que no deben estar ocultos... que deben salir al mundo, disfrutar y hacer callar a sus enemigos.

—Suena muy Orkias, la verdad.

—Solo, no pierdan el foco. Tienen fe en que van a poder dar una imagen de descontrol y absoluta altanería, pero que serán capaces de destruir de forma inteligente a sus enemigos.

—Diles que lo haremos, gracias Guasú

El espíritu desaparece y me deja solo a mi en el bosque.

Aun intento entender el mensaje, porque quiere que vivamos al público, haciendo fiestas y viviendo el descontrol, se qué moralmente eso jugará en contra de Franco, pero intento resolver el dilema de que quizás es más fácil estar ocultos.

Guardo la tarjeta en el bolsillo, ahora debo ir junto a mis amigos a contarles los nuevos planes.

Me volteo de nuevo hacia la casa, y mientras voy caminado veo a dos personas en la oscuridad, hablando muy bajo, en primera me acerco con precaución, pero al ver prenderse 2 cigarrillos me tranquilizo por que logro dilucidar a Zunú y a Rodrigo.

—¿Ya se van ?—pregunto y ambos  se sobre saltan

—No –responde Zunú —. Vamos a partir mañana, pero el grupo de Juanjo, Vega y Gus si, ya se van.

—¡¿Qué?! —pregunto alterado—. Voy a buscar a Juanjo, necesito hablar con él.

—Creo que fue a hacer una ofrenda a pombero —Zunú se lleva un cigarro a la boca y lo inhala—. Mejor si lo esperas, ya viene enseguida.

—Gracias... —digo a penas.

Entro a la cabaña y doy un pequeño golpe a la mesa. Respiro profundo y trato de que el enojo no me tome de prisionero, de verdad no quiero que Vega as vaya. ¿Pero que puedo hacer?

<<Tranquilo, respira, eso ni siquiera es importante >>

Veo la puerta de la habitación de Vega abrirse, ella tiene el cabello en un moño a lo alto, vestida del traje negro característico de las misiones, sus ojos están pintados y en su cuello se ven los tatuajes que tiene en la piel.

Al levantar la vista da conmigo, por lo que intenta volver a entrar a su cuarto, pero logro detener la puerta.

—¿Pediste ir ya? —pregunto, ella traga fuerte y afirma.

—¿Tan mala es mi compañía?

—No quiero tener esta conversación, si no tienes nada que decir... sobre la misión, sobre cosas importantes...

—Resolver esto es importante, Vega.

—No hay nada que resolver, sabemos a donde va todo esto.

—¿A dónde? —insisto.

—A un corazón roto y el otro intentando sanar — susurra con enojo.

Retrocedo al darme cuenta que tiene toda la razón, sus ojos están llenos de enojo y sus labios tiemblan de enojo, pero finalmente respira profundo y habla.

—Me gustas y es un peligro —confiesa—. Te gusto y es un cataclismo anunciado, porque si pasa algo aquí —se acerca y mi corazón late con fuerza—. La única que va a salir lastimada voy a ser yo. Y esta vez me elijo, cuando en un futuro utópico, suponiendo que nuestra historia está escrita por la mano benevolente de alguno de nuestros dioses, en ese momento en que tu amor por Iracema sea un recuerdo y no un impulso iracundo de llenar tu vacío, en ese entonces, quizás haya chance.

>>Por el momento, seamos amigos ¿Quieres?

—No puedo ser tu amigo —confieso—. Quizás tengas razón, pero los 2 somos demasiado grandes para saber que aquí no hay llama de amistad.

>>Yo no seré tu amigo, nunca, y lo sabes. —Ella traga fuerte, se ve tan hermosa en sí traje de combate. Cierro la distancia entre ambos, me acerco a la comisura de sus labios y hablo ahí, así de cerca.

>>Te ves radiante, tal como tu nombre lo dice. Esta noche huyes, pero un día vas a volver a estar con él lobo hambriento, y no sé si quieres ser mi predadora o mi presa, pero de que alguien se come a alguien es más que un hecho.

Ella queds en silencio, congelada, y antes de que diga algo, me acerco y le beso en la comisura de sus labios.

Wow, qué piel tan suave, y que ganas de haberme desviado unos cm.

—Yo voy a estar para ti —me dice sin mirarme, y eso no sé porque me da tanta ternura—. Te voy a apoyar y voy a luchar en el campo de batallar por y para ti... pero no sé hasta donde me entregue por una tontería.

>>Pero para que te quede claro... —me mira a los ojos—. La presa puede jugar a estar muerta en las fauses de su predador, y cuando menos se lo espere, es capaz de dar el golpe mortal.

Y esa es la razón por la que me tiene así, esa actitud me pone al 100, su lado engreído, su personalidad de bruja y hechicera, su ego desmedido.

—Me voy —dice alejandose—. Ni se te ocurra hacerle daño a los espíritus, porque o si no a mi regreso te romperé loa huesos, Luriel.

—¡No te preocupes! —digo sonriendo —. Cuando la señora regrese todo estará en su lugar.

—Eso... no hagas tonterías, Cario.

Ella sale y me deja suspirando, estoy por irme, pero me cruzo con Juanjo quien está del otro lado viéndome con cara de enojo, estoy seguro que lo vio y oyó todo.

—¡Compórtate! —ordena.

—Sí señor...

—Tienes algo que decirme...

—De hecho —le paso la tarjeta que me dio papá y se queda mirando.

—¿Qué está pasando? —pregunta.

—Déjame, te pongo al día, quizás y está es la solicitud a nuestro drama...

—Más vale que sí... más vale, o te voy a amarrar en algún poste.

Los rebeldes [Libro 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora