Capítulo 71. Enemigos

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El plan comienza a ejecutarse. Juanjo fue de un lado del internado. Hicimos una especie de rastreador con una invocación que aprendí del libro de Orkias, él lleva una tatuaje que le dibujé como para que pueda ver qué hace.

Yo por mi parte pienso ingresar al internado. Si esto está bien, todos deben estar en el gran salón en la inauguración. Los nuevos seguro están siendo recibidos por los que ya son de La Colmena, imagino que el ambiente debe ser de pura fiesta... lastima que se los voy a arruinar.

Llego a la puerta y susurro las palabras mientras estiro mi mano al picaporte.

—Kirîme, ejepe'a

La puerta se desvanece, por lo que entro, acomodo mis cintillos del traje y me paso la mano en el cabello, porque ante todo, bien presentable.

Camino por el largo pasillo, paso mi lengua sobre mi labio superior cuando mis oídos comienzan a escuchar a los estudiantes y docentes que se encuentran bien lejos.

Me doy cuenta que el pasillo por el que estoy pasando es el de los dormitorios de profesores, Franco copió la misma estructura del viejo internado. Pobre viejo, ni originalidad tiene para crear su propio imperio.

Sigo caminado cuando siento que alguien me estira del cuello de la ropa para atrás, y al mismo tiempo siento que mis pies tocan algo.

—¡A la mierda! Llegué tarde —dice Mirena, yo volteó y veo que fue ella quien me estiró.

Al momento de que termina su oración una luz roja se encienden, sirenas suenan y del suelo,.comienzan a levantarse pequeños pilares hexagonales. De ellos salen como una especie de líquido negro, aparentemente caliente porque burbujea y humea.

—¡Pisé una trampa!

—Sí, los hay en todo el internado y se activan si no eres de aquí —Mirena se levita y me levanta por los aires.

—¡Carajo!

—Ya saben que estamos aquí —me advierte.

—Bajame allí —le digo apuntando a una esquina—. Ya que empezó la función que la obra sea grande.

Mirena obedece, me baja en el suelo, cuando veo que la brea se junta para formar un monstruo gigante parecido a Mala visión, pero sin forma. Se acerca a mi como una ola, así que atino a correr.

La cosa me persigue, en lo que cada paso activa una nueva trampa, alterno mi camino entre en suelo y la pared de tanto en tanto. Y el pasillo se me hace más largo de lo que recordaba.

Cuando llego al fin a la parte final veo una multitud de gente, no dudo en dar un salto a la habitación y en girar para ver como una especie de pared invisible termina atajando toda la baba negra.

Las personas guardan silencio al verme, nuevos, viejos, jóvenes, adultos, mis aliados, mis enemigos, todos en un mismo lugar.

Franco en la tarima, como Edara a su lado. Yo les ofrezco a todos una vil sonrisa. Hago una reverencia y me doy cuenta que por donde paso se alejan.

La cara de susto y sorpresa de Franco no tiene precio. Ladeo mi cabeza, alzo mis brazos y con júbilo y alegría grito:

—¡Igualdad y respeto! ¿Ya no reciben con calidez a su Cario?

Entre los cuchicheos logro distinguir algún que otro comentario de admiración, pero uno en particular me llamó la atención.

—Nossa —esa voz es de la chica que salvamos en San Pedro.

Volteó y la veo ¿Qué hace ella aquí?

Sacudo la cabeza y vuelvo a lo mío. Ya luego me ocuparé de eso.

Los rebeldes [Libro 4]Where stories live. Discover now