Capítulo 16. A divertirse

267 73 26
                                    

Estoy golpeando la bolsa de box que cuelga del techo. Mis manos duelen, pero pienso detenerme.

Recuerdo las llamadas de atención de Anastasia, por lo que corrijo mi postura y continúo. Una patada, otra, un golpe, otro, el dolor se intensifica, hasta que ya veo la mancha de sangre en el saco.

—Carajo —suelto y observo mis nudillos, no me había dado cuenta que ya había manchado la venda.

—Deberias descansar —escucho la voz de una chica, miro a la morena de rastas, siempre olvido su nombre—. Iracema, ¿No es mejor que descanses?

—¿Descansar? —pregunto burlándome —. ¿Qué crees que deba estar haciendo Luriel a esta hora? —pregunto aún dando patadas al saco de box—. ¿Descansando? ¿Durmiendo?

La joven sólo queda en silencio, parpadea y respira profundo.

—Es un fugitivo, no creo que esté haciendo mucho, más que huir.

Se me escapa una risa, en lo que doy otra parada al saco de arena, atajo la bolsa y miro a la chica.

—No tienes idea... ¿Disculpa, cuál era tu nombre?

—Me puedes decir Nain...

—¿Nain? —pregunto

—Sí, es el nombre que escogí  mi nombre anterior no me identifica.

—Ok, Ok... Nain... es evidente que no tienes idea de quién es Luriel Gianti, es el tipo más obstinado, competitivo y obsesionado que he conocido en mi vida, estoy segura que no debe ni dormir por estar entrenando, quien sabe, quizás hasta está planeando como atacar... así que no pienso parar.

—¿Y qué tal si eso es lo que el quiere? Que creas que está entrenado, tu haces lo mismo, te agotas, y no te quedan fuerzas para el día que él ataque.

—Buen punto, pero no me convence —continúo golpeando la bolsa, luego pateando.

—Iracema, debes descansar.

Doy una última patada, la bolsa se parte a la mitad y la arena cae al suelo. Miro a Nain y niego, la respiración me dale entrecortada, pero me sale.

—¿Qué es lo que quieres Nain, de verdad?

—Hacerte compañía, en verdad, te he visto afectada, con una mochila pesada que te niegas a bajar, que te niegas a mirar y dedicarte a llorar.

—¿Llorar? —pregunto ofendida—. Llorar es perder tiempo, es darle a Luriel y sus secuaces lo que buscan, es Joderme, y yo no lo voy a permitir.

Intento retirarme, pero lo que dice Nain hace que me detenga de golpe a mitad de camino, mi sangre hierve y la rabia me nubla la cordura.

—Nadie confía en ti Iracema.

—¡Claro que nadie lo hace! —grito—. Todos se atreven a rumorear a roer mi nombre y mi apellido, acusándome de haber matado a mi propia madre —grito con enojo, pero a la vez con el pecho temblando, los labios igual—. Odio este puto lugar. Odio con todo mi ser a todos y cada uno de los que osan señalarme con el dedo.

>>Ese diario amarillista de el Informante que se sigue corriendo de mano en mano, atreviéndose a maldecir a mi padre! ¿Cómo van a confiar en mi? Sí hay más gente manchando mi reputación.

—Yo creo en ti, Princesa guerrera —y esas palabras bastaron.

Estoy llorando, me abrazo bajo mi cabeza y me tiro de rodillas. Nain se acerca hasta mi, pero no hace más que estar a mi lado de pie.

—No quería hacerte llorar, —dice—. Pero me alegra que lo hagas, es evidente que debes cerrar heridas. Y no está mal que entrenes duro, pero ten en cuenta que parte de hacerte fuerte es estar entera mentalmente y déjame decirte princesa guerrera, que tú no estás bien.

Los rebeldes [Libro 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora