Capítulo 41. Cuidado

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Paulo me ayudo a traer a Vega en mi habitación, mientras que Anastasia fue auxiliada por Juanjo y Cenit.

Zunú nos dio instrucciones para hacer un cordón de protección mientras él llega. Por supuesto que puse a Paulo a hacer todo eso.

Yo estoy cargando agua caliente en un recipiente, mientras Mirena se encarga de mirar a La Vega que está recostada en mi cama.

El otro espíritu, que no sé su nombre, acompaña a Anastasia.

Salgo del baño, me acerco a un cajón y tomo una toalla de mano para limpiar el rostro y cuello de Vega.

—Estoy bien —murmura en lo que Mirena le acomoda en cabello.

—Tan bien que tienes los ojos cerrados —digo mientras escurro la toalla y la paso en su cuello.

—Nada que un par de horas de sueño no repare. —arrastra sus palabras

—Está muy débil —Mirena lo dice mientras se sienta a lado de la chica—. ¿Tienes algún aceite de limón o menta para revitalizarla?

—No —contesto

—Los usé todos —dice ella a penas—. Llévame a mi habitación, Luri, en serio me duermo una hora y ya estaré hecha.

—No la podemos llevar —se apresura a contestar Mirena—. En tu estado es peligroso que te quedes sola, podría entrar cualquier ente, o tu propia madre, o Franco, no podemos arriesgarnos.

La preocupación crece en mi, la verdad es que no lo había pensado. Agradezco a las estrellas y a los 7 que Mirena éste aquí y que con su sabiduría me guíe,  porque la verdad que iba a dejar sola a Vega y ya.

—¿Qué sugieres que hagamos? —pregunto

—Solo estar atentos, limpiarla, dejarla dormir, pero no la puedes dejar sola —dice ni amiga—. Ella tiene que estar acompañada, todo el tiempo y más cuando está tan expuesta.

Sigo pasando el paño en el cuello de Vega, la chica tiene los ojos cerrados y su respiración es lenta,  tranquila.

—¿Quieres comer algo? —pregunta Mirena y me da una lección tras otra ¿en serio soy tan poco atento?

—No, Mirena, eres un sol, pero estoy con el estómago revuelto —contesta con la voz arrastrada.

—De todas maneras deberías tomar aunque sea agua —intervengo, me pongo de pie, voy hasta mi frigobar y no puedo evitar reír al escuchar a Vega burlarse.

—¿De verdad crees que tenga agua en esa mini heladera?

—Sí la tiene me convierto en un pájaro en mi forma animal —Mirena me conoce tan bien.

Me pongo de pie, giro hacia ellas, me desordeno en cabello y la herida que me hizo Vega me arde.

—No tengo agua, pero tengo Coca Cola, y alzar el azúcar en sangre es buena idea, mientras y luego voy por el agua.

Vuelvo a mi frigo bar, agarro la lata de Coca y la abro para pasarle a la chica.

—Se cree doctor —se burla de nuevo Mirena.

—Tengo muchas cosas que decir —Vega toma la lata—. Pero voy a aprovechar que es amable y comparte su Coca cola, esto es todo un logro por parte de ña humanidad.

Sonrío, y vuelvo a ponerme a limpiar mi sangre de su cuello. Siento como se mueven sus músculos cuando traga el liquido y veo su piel brillante y pecosa casi como si fuera un ejercicio obligatorio.

—¿Crees que podamos ducharte Vega? —pregunta Mirena y yo la miro con algo de pánico.

—Ni aunque me obligues a ponerme de pie podría —Asegura

Los rebeldes [Libro 4]Where stories live. Discover now