Capítulo 22. Desastre.

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Tengo a Thalia de rodillas, ocupándose de Anastasia. Cuanta falta me hacia esto.

Los suspiros de ambas llenan la habitación,  y más cuando estiro de las cadenas que llevo en las manos.

Decido que quiero obtener más de Thalia, así que me muevo con mayor velocidad, ella se separa de Anastasia por un segundo, pero regresa ni bien puede.

Anastasia llega al clímax, lo sé porque se separa de inmediato de Thalia, así que creo que debo hacer que mi bruja Auris también llegue, estiro su cadena para dejarla con la espalda recta, tomo su rostro y con la mano libre muevo mis dedos en la cima de su sexo. Ella gime con fuerza, y me veo tentado a meter un dedo en su boca.

—¡Qué bien se ven, por los dioses! —escucho decir a Anastasia quien está aún ida por el orgasmo.

Finalmente, Thalia suelta un gemido más fuerte que el resto, y esa es mi señal, ya puedo dejar de controlarme.

La vuelvo a poner de rodillas para que quede de cuatro y la embisto con fuerza. Ella dice mi nombre y soy conciente de que está volviendo a llegar,

¡Cómo me gusta escuchar mi nombre cargado de su placer!

—¡Por los Dioses Cariem! —dice ella sumida en encanto—. ¡Qué delicia!

Giro la cadena en mi mano, para generar más presión en su cuello, provocando que vuelva a tener un orgasmo.

—¡Ufff! —dice Anastasia —. Me matan que sean tan sensuales. Por favor, no reprimas esa expresión de placer, Jakury.

Obedezco a lo que pide mi esposa, me libero, suelto también un gruñido, salgo de Thalia y sin dudar me arrojo en la cama.

Al segundo ambas vienen hacia mi y comienzan a llenarme de besos, entre el pecho, el cuello y los labios.

—Cómo estrañaba esto —me habla Thalia—. El placer de tenernos, el sabor de los orgasmos en mi piel.

—No lo voy a negar —Anastasia se aleja y se tira en el colchón mientras se saca la cadena—. Ya me hacía falta servir a mi amo y a mi bruja. Estos meses han sido una bosta.

—Apoyo —digo mientras me pongo de pie—. Y aunque los problemas siguen allí, al menos esto sirve para liberar tensiones.

—La verdad —Thalia se pone una bata—. Los problemas siguen allí, y seguirán un buen tiempo, pero no podemos dejar que nos destruya. Y para ser honesta, los necesitaba así.

—Deberias decirlo —Anastasia también agarra una bata y se ata el cinturón —. Más que tu magia requiere de alimentarse de esto. No tengas vergüenza... conejita traviesa.

—Pasa que los veía muy estresados —Thalia va hasta su vasija, en la que solía guardar su energía—. Pero lo hicimos justo a tiempo —señala su interior—. Ayer termino mi última ración de energía mágica.

Anastasia y yo nos miramos de manera cómplice, Thalia hace un gesto sin comprender.

—O sea que tenemos tarea importante y complicada señor rector... nuestra bruja podría morir de hambre.

—Sería muy irresponsable de nuestra parte... —digo—. Así que creo que deberíamos sacrificarnos y darnos una ducha los tres juntos...

—Por el bien de nuestra bruja  todo sacrificio es válido —Anastasia finge su voz y Thalia ríe por ello, pero finalmente suelta su jarrón, lo pone en su lugar, así que voy y la agarro de la cintura y la alzo en mi hombro derecho.

Llevo a la chica entre risas al baño, y Anastasia nos sigue como si estuviera yendo camino a la dulcería.  Bajo a Thalia frente a la tina, pero abro la ducha en vez del grifo.

—Yo quiero —dice Thalia sacándose la bata—. Que hagas eso que sabes hacer —me dice y luego mira a Ana.

—Yo estoy a favor a todo lo que sea Hot y lo sabe —responde.

Sonrío, hace mucho que no hacemos esto. Con decir que hace mucho no nos dábamos ni una caricia.

—Bien —Digo y voy hasta el estante de hierbas que tengo en la pared  escojo lavanda y salvia, las coloco en mis manos y machaco para ir a arrojarlo en la bañera, así el aroma inunda la habitación—. Me gusta que sean atrevidas.

Me meto bajo el agua, ambas me miran, y eso ya me puso duro de nuevo.

—De rodillas —ordeno y obedecen ambas.

El agua cae por mi cuerpo, por lo que aprovecho para limpiarme.

—Ana... besala —de inmediato obedece. Me acerco a ellas y les pido que se separen. Cuando estoy por dar la siguiente orden el encanto se fue a la mierda.

Alguien golpea la puerta de la habitación con desesperación y escucho mi nombre.

—Cariem —Es Edara —. Cariem, se qué estás, necesito urgente de ti.

—La odio —suelta Ana—Esa mujer me vibra tan feo.

Se levanta y sin vueltas sale del baño.

—Ana, ponte ropa —digo, pero tarde la chica ya tiene la puerta abierta.

Con torpeza me pongo una toalla al rededor de la cintura. Y al salir a la habitación ya tengo a Edara mirando boquiabierta el espectáculo.

—Perdón, no quería interrumpir...

—Ya lo hiciste —responde Ana—. ¿Qué pasó?

—Una emergencia...

—¿Qué emergencia Edara? —pregunto y la mujer se queda congelada al ver a Thalia salir del baño con una bata.

Edara intenta hablar, pero es como si los nervios la superarán.

—¡Merlis! Por los dioses —se queja Ana

—Atacaron la comisaría donde estaban Mortel y Orkias... ambos se escaparon... Franco está allá, quiere que vayas.

—¿Por? —pregunto intentando ocultar mi felicidad.

—Hay rastros de la magia de Luriel, quiere que lo rastrees.

Thalia suelta una carcajada y va por un vaso de vino al frigobar, los tres volteamos a verla, en serio parecía haber enloquecido.

—¿Rastrear a mi hermano, tía? El chico está hospedado en un hotel en Villarrica desde hace 3 horas.

Me gustaría decir que me sorprende, pero la verdad es que no, ya sabía que Orkias y Mortel iban a insitar un plan así  por eso me pidieron tanto papeleo en el banco para que Luriel tenga acceso a dinero.

—Pero sabes, vamos a ir, nada más mara divertirnos y saber como mi padre burló un protocolo de seguridad... ahora ¿Sí Franco es Inocente, por qué no le pidieron ayuda a él, sabes algo, tía?

Eso si me sorprende, la altanería de Thalia suele ser algo normal. Pero que ataque a su tía y que evidencie a Franco es algo que me enorgullece.

—¿Qué insinúas, Thalia?

—Yo nada... solo dejo la pregunta en medio de la mesa.

>>Vamos a ir, en 40 minutos —Thalia se acerca con su copa de vino a la puerta —. Que Franco aguarde, total, el desastre hecho está.

Cierta la puerta  bebe lo que queda del vino en la copa y hace una reverencia mientras Ana aplaude.

—Eso nos puede poner e  peligro —advierto.

—Me importa tres carajos, ahora quiero terminar lo que iniciamos, nos preocupamos luego del desastre.

Los rebeldes [Libro 4]Where stories live. Discover now