Capítulo 70. Algo no anda bien

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El sonido de las aves nocturnas y las ranas llegan a mis oídos. Una sensación de intranquilidad invade mi pecho y la inconformidad me toma de prisionero.

—Necesito comunicarme con Orkias —digo a Juanjo y él levanta la vista.

Baja la pantalla de su laptop y me niega, se supone que no debemos estar en contacto por un tiempo, ya que invadieron nuestras redes y que los de la tribu nos advirtieron que están siguiendo nuestros rastros de energía.

—No, Luriel.

—Juanjo, la última vez que no hice caso a este sentír mi madre murió.

Esta vez la laptop se cerró por completo, él me mira a los ojos y veo como aprieta los labios. Respira profundo, y en ello el sonido de las cigarras comienzan a oírse de fondo.

—¿Es raro? —pregunto y volteó hacia la ventana—. Estamos en abril y se escuchan... Juanjo, algo no está bien, solo quiero saber si el padre de mis hermanos está sano y salvo, al igual que mi padre.

—Bien... mandaré a mis poras —dice—. Los tuyos son muy reconocidos y no podemos dejar que te rastreen ¿Ok?

—Gracias...

Juanjo se va y casi al mismo tiempo en que él cruza la puerta Paulo entra con una carta en mano. Me ofrece una sonrisa. Y la verdad es que no puedo tan siquiera corresponder.

—¿Andan mal las cosas? —pregunta cuando agarro la carta.

—Algo... o sea no sé —miro el papel y lo agito en el aire— ¿Y esto?

—Vega envió un encargo. —cómo es que su nombre aun me genera una especie de agonía.

Solo bajo la carta en la mesita de luz que se encuentra a lado de la ventana y continuo viendo afuera.

—La preocupación hace que arrugues la frente —me dice Paulo y pone un dedo sobre mi piel y esto hace que intente relajarme.

—No tenía idea... —respondo

Él se para a mí lado, yo comienzo a morder mis uñas y analizo el paisaje de la ciudad. En definitiva algo en el aire no me gusta. Siento el peso tremendo de todo esto. ¿Qué mierda? Sé que algo malo está por ocurrir. Ahora ¿qué será? Es la cuestión.

—Todo se va a solucionar, créeme. Y si no, sabes que tienes un ejército.

—Lo sé —le digo—. Pero es a ese ejército al que debo cuidar... de todas maneras, no estoy tan feliz con esto... siento que estoy perdiendo una partida de ajedrez, y no tienes idea como me emputa perder.

—Lo imagino, de todas maneras, te hace ver bien cuando andas con cara de enojado.

—¿Me estas coqueteando? —pregunto y se me escapa una risita nerviosa.

—Quizás... o sea ¿Puedo hacerlo? O eso te pone nervioso.

—Na, para nada. Estoy acostumbrado a deslumbrar...

Su rostro se sonroja y eso hace que me sienta ganador, al menos una victoria. Pero la magia se esfuma cuando veo mi reloj y la preocupado me regresa.

—Tranquilo... —me susurra Paulo.

Mi cabeza comienza a maquinar, hay tantas cosas que ahora mismo estoy pensando, tantas cosas que necesito hacer con urgencia, pero silencio las voces y respiró profundo.

Los pasos de Juanjo suenan apresurados, me preparo para escuchar la noticia. Lo veo serio, no hay ni una gota de color en su expresión, está pálido, tan blanco como una hoja de papel.

—¿Les ocurrió algo? —pregunto asustado.

—No... no ellos están bien —respira profundo.

—Pero...

—Yara acaba de confirmarme que perdieron contacto con mi hermano —dice y eso me dispara el presentimiento —. Cenit ahora lo intenta rastrear, pero su reloj no responde... tampoco el de Hisa.

Me derrumbo en el sofá, lo sabía  algo no está bien. El pecho me aprieta  y el enojo irrumpe mis pensamientos ¿Cómo es posible? Gerardo aislado, Rodrigo perdido e Hisa igual, esto no está bien. Es hacia ahí en donde mi instinto me pide correr.

—Vamos al internado —ordeno poniéndome de pie.

—¡Estás Loco! —me grita Juanjo—. Tú no iras a ninguna parte.

Río, porque no hay forma en que me pueda detener. Voy hasta el perchero que se encuentra al costado de la puerta, agarro mi traje negro y me lo coloco. Acomodo los cintillos de mi ropa de entrenamiento y le muestro el dedo del medio a mi amigo.

—A mi no me vas a detener, Juanjo. Así que ¿Vienes o te quedas?

—No puedes hacer esto —se queja, mira a Paulo, pero viene a mi lado de una vez—. Te odio.

—Paulo. Avisa al resto, nos vamos —digo.

—¿Cómo? —dice él —No pueden ir solo ustedes dos a enfrentarse en el internado.

—No solo somos nosotros dos —digo y le doy una palmada a la espalda de mi amigo.

—Cierto... somos cientos. —contesta Juanjo.

—Los poras —murmura Paulo—. De todas maneras es peligroso.

—Sí, lo es para ellos. Ahora, informa a los tuyos y a Cenit, que planeen una estrategia de contraataque por si haga falta. Pero conociendo a Iracema, está va a ser una pelea silenciosa... nosotros vamos a ir a detonar el barullo.

Paulo solo asiente.

Juanjo se coloca los guantes  e invoca a pombero. En ese momento somos teletrasportados en segundo en un bosque muy espeso.

Estamos en la ciudad de La Colmena. Ciudad a dónde se cambió el internado. 

En medio de los exuberantes bosques. Franco eligió este lugar no sólo por su belleza, lo hizo, porque está rodeado de bosques, agua, y la ruta de los cerros de Acahay.

¿Y qué tiene de importante este lugar?

Oro y diamante en el suelo, minerales que potencian los poderes. La Diosa Luna debe estar complacida por la cantidad de energía que puede tomar de aquí. Lo que el no sabe es que yo también la voy a servir. Ahora la competencia será ver quien es mejor siervo.

—Voy a liberar a mis poras para rastrearlos —dice Juanjo y yo niego.

—Sí lo haces solo vas a caer en ma trampa de esa arpía —escupo mi Veneno.

—Luriel, controlate —me pide al ver que cierro mis manos en puños.

La verdad es que cada segundo que pienso en Iracema la rabia se me acumula en el estómago. Sí, fui un mal novio. Tiene derecho a odiarme por ello, incluso puedo entender que esté de lado de su padre... pero secuestrar a mi hermana... eso...

—¿Luriel? —pregunta Juanjo—. Escúchame. Pensemos cómo nos vamos a mover.

—Voy a invocar a Jaguarete —informo a mi amigo mientras dibujo en el suelo un círculo y un punto en el medio—. Vamos a encontrarla, y haremos que ella venga a nosotros... mientras —apunto en dirección al internado—, manda a tus poras a liberar a Gerardo y que lleven un mensaje a loa Rebeldes.

—¿Qué estupidez quieres hacer? —pregunta

—Nada malo, solo un show para los invitados... mostremos al mundo quienes son los Rebeldes y qué es La Colmena. Basta de secretos... basta de cortinas de humo, que vean nuestros poderes de una maldita vez.

—Estás loco, Luriel... eso...

—Estoy loco, no hay dudas. Y esta jugada es la que va a descolocar a Iracema, créeme.

—Bien... —dice cansado—. Te obedezco porque simplemente sé que algo no está bien...y esta es la carta desesperada que voy a jugar.

—Confía en mi...

—Lo hago, por eso estoy aquí...

Golpeo el hombro de Juanjo como un gesto de hermandad y me dejó llevar, invocó a Jaguarete y esto fluye, como lo planee ahora solo falta que inicie la guerra.

Los rebeldes [Libro 4]Where stories live. Discover now