49. ¿Sin rencores? (Penúltimo capítulo)

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Cuerpo y alma. Una gran y una pequeña razón, lo que conforma al ser vivo como un todo indivisible.

«El alma "dice" yo.

El cuerpo; "hace" yo.»

¿Qué es un cuerpo sin alma? Un cadáver que, tarde o temprano, se pudre.

¿Qué es un alma sin cuerpo? Un suspiro que, tarde o temprano, se desvanece.

Volviendo a la gran y la pequeña razón ¿Qué razón reside en el acto sexual? Tachado como sucio, mundano: un bajo instinto animal... No, no hay voz de la pequeña razón en ello, o eso creen los adoctrinados. No obstante, no es un acto que pertenezca exclusivamente al cuerpo, pues este es indivisible de su pequeña razón, y un cadáver jamás podría sumirse en el desbordante éxtasis de un orgasmo. Jamás podría entregar amor.

¿Qué es, entonces, sino la voluntad misma conectándose a lo que cuerpo y alma son?

Vida. Dócilmente la pequeña razón, la voluntad de poder, se entrega a la gran razón; se funde con esta.

En condiciones afectivas ideales, lo que reside en el acto sexual es un vínculo, contacto íntimo con la vida misma.

"Cuídate de aquellos que por privarse de un trozo de carne, han perdido un trozo de alma", JK leyó más de una vez, sin recordar dónde. Él sabía que los cuerpos y su contacto no son despreciables, sino grandes pilares de lo que nos vuelve humanos.

«El alma sabe que pertenece al cuerpo como un todo. Incluso si acabo de perderlo, mi alma lo extraña, lo piensa y lo recrea hasta apagarse...». Tocando, besando; realidad fue lo que sus sentidos dijeran, y estos sólo clamaban por un poco más de piel, algo más de roce; calor y la energía de ambas almas sobre la cama.

«No hay forma más gloriosa de despedirse de la vida que estrechándola en un último encuentro».

—Vy... —Habló en su oído. Sostuvo los adis de su alien con ambas manos, sabiendo lo que con ello estaba provocando— Me haces feliz... Ven, súbete.

JK sonreía extasiado entre besos y caricias. Vy lo recostó boca arriba en la cama y se sentó sobre él para hacer todo el trabajo... La temperatura del ambiente ascendió rápido, como sólo su caprichoso, impulsivo, hermoso y amado alien sabía causar. Qué fácil era dejarse llevar en sus brazos y adis, incendiar el corazón de ambos sobre la cama ignorando los detalles de la física cuántica, los misterios del alma, la filosofía de la que el astrónomo no entendía. La vida y la muerte; nada.

Amar. Sólo importaba amar.

El alma que resistió contra la muerte por siglos al fin se sentía limpia, ligera y libre. Estaba a gusto, podía aceptar la muerte si se daba así, «justo así», pensó entre gemidos al sostener las caderas que se posaban sobre las suyas, sus pensamientos volcados en un extasiante desorden de bonitos recuerdos y el placer del presente como medalla de oro.

Sentía haber ganado una extensa carrera.

«Siempre supe que enamorarme sería catastrófico, que tendría miedo y causaría daño... Pero, jamás imaginé que se sentiría tan bien», añoraba entre suspiros, sosteniendo las manos de su estrella dorada.

«Que un abrazo, un beso... y un poco de sexo podría endulzar incluso la muerte», se regodeó sosteniendo la mirada de su amado cuando este se irguió sobre él, acomodándose... amaba sus expresiones sobradas de picardía y placer a cada centímetro que se adentraba en él.

«¿Cómo no amar al alma que me hace sentir vivo, incluso mientras muero?», JK vaciló. Ambos cuerpos estremecían, el alma del humano perdía la consciencia entre cálidas olas de placer... cerró los ojos dejándose llevar. Juraría haber estado en una tranquila playa de cielo naranja, violeta y púrpura, envuelto por aguas tibias sobre la arena.

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