10. Anhelo.

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**Cambiamos a narrador omnisciente**

Daban las 29:00 horas en la Nave de Vy, donde el joven Adia paseaba solo entre los nuevos girasoles, entregando energía y luz a sus retoños; haciéndolos crecer unos cuantos centímetros a cada caricia de sus adis ondeantes entre hojas y finos tallos.

Milenios atrás, JK estaba bien abrigado, cortaba leña fuera de su casa a las 17:00 horas, anticipándose al pronto anochecer invernal, cuando los Alpes se cubrirían de nieve y el lago se congelaría hasta la primavera... Pues, mientras Vy contaba tres meses desde que hicieron contacto, en la Tierra habían transcurrido ya cuatro y medio.

Dichosamente para ambos, sin importar tiempo ni distancia, podían hacerse compañía.

— Así que... en el futuro, algunas personas, como tú, tienen diferentes dones —JK solía corroborar en voz alta, pues el "sí" o "no" de Vy eran las respuestas más fáciles de entender—: dones relacionados al manejo de energías en el entorno —otro "sí" en su mente extendió su sonrisa de científico loco— ¡Increíble! ¿El cerebro es capaz de controlar diferentes formas de energía? ¿Incluso la materia?

«¡Necesito entender cómo funciona! Aprender de metafísica, neurología ¡algo me falta!»

— Tu don tiene que ver con la manipulación de la energía presente en los seres vivos —supuso en voz alta, haciendo una pausa tras acomodar un nuevo tronco que cortar.

Toco almas ¡Sus almas! —en su presente, Vy exasperaba un poco; sabía que JK sí entendía el concepto, mas lo negaba por pura necedad— Las plantas, animales y personas tenemos energía vital, por sobre el cuerpo; que tú no la conozcas ni entiendas no significa que no exista.

— Almas. OK —asintió partiendo la madera en dos con un sólo golpe de su hacha. En su tiempo existían máquinas para cortar leña, pero él no perdía la oportunidad de gastar energía; cortar y apilar leña era agotador, por lo que hizo una pausa y se sentó entre los troncos sin cortar para beber un poco de agua—. No te enfades —rió tras dar un extenso trago, fijando la vista en el paisaje teñido de tonos cálidos por el otoño— ¿Sabes? Anoche Trataba de darle sentido a esta situación y, aunque no lo creas; decidí considerar lo que dices. Tirando por la borda buena parte de mis conocimientos científicos, aventurándome con un razonamiento empírico y mi escuálido entendimiento de la filosofía de Nietzsche, llegué a algunas conclusiones: Si las almas existen, son un intermediario entre la energía y la materia capaz de ejercer su "voluntad de poder" sobre ambas. También deben poseer un amplio espectro de intensidad y complejidad que las diferencie, pues dices usar la tuya para alentar la de las plantas, es decir; tu alma es superior a la suya... y la mía, evidentemente.

No entiendo nada, pero sigue —Vy escuchaba embobado, andando a paso ligero. «Al fin cedes y buscas una explicación fuera de tus inamovibles conocimientos, sólo para justificar mi pensamiento. Es muy dulce de tu parte», casi un evento astronómico, y lo disfrutaba, pues sabía que defender la opinión de otra persona era lo más parecido al afecto que aquel torpe corazón humano sabía expresar.

— También...

Las palabras del científico entorpecieron, nada usual en sus monólogos. «¿Te parezco adorable?», la duda cruzó su mente al sentir el cálido sentimiento de Vy envolverlo como una manta, imposible de ignorar. Su repentino sonrojo era justificable por el esfuerzo físico que demandaba cortar leña, pero ¿Qué eran esos titubeos? Él mismo no lo entendía, sacudía la cabeza en negación.

— No me interrumpas —pidió ofuscado— Decía; que las almas deben ser un tipo de voluntad de poder actuando en un plano que, al menos en mi tiempo, aún desconocemos... La... la materia está ligada al espacio, y la energía al tiempo, pero hoy... hoy usamos ambos para romper esas barreras. En eso trabajo; con los agujeros negros... y... ah —«Mierda ¿Qué iba a decir?», se halló de pronto con la mente en blanco—. Las almas más complejas, como la tuya y su don particular, deben causar un fenómeno parecido.

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