36. Gigi y Agust.

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Minutos atrás, cuando Vy recién salía de casa y se elevaba en el vehículo sin saber qué iba a encontrar, Agust se alejaba en sentido contrario; hacia lo profundo, abordando el ascensor... ¿Abajo? ¿Subterráneo? No exactamente. Tomando en cuenta la forma esférica y hueca de la nave, era Vy quien se dirigía al núcleo mientras Agust, atravesando kilómetros de metal en un par de segundos, se dirigía al exterior; a la coraza donde las criaturas naturales no sobreviven.

En aquella zona la nave ya no parece una granja milenaria dentro de una bizarra ilusión óptica, sino justamente lo que es: una nave espacial. La habitación de Gigi y Agust no era la excepción, estaba recubierta de una sola pieza de material sintético, blanco y perlado. Con curvas por todas partes, los muros fueron diseñados con ondas donde tenues luces turquesa rellenaban el espacio vacío sin estorbar a la bella vista del universo sobre sus cabezas. Una cúpula translúcida los separaba del espacio exterior. El calefactor era un cubo de cristal con fuego real en su interior, el que también servía de lámpara y mesita entre los felpudos sitiales donde la pareja solía sentarse a charlar y leer... Un estudio, la pared llena de libros al estilo antiguo era vital para Gigi. El jacuzzi y el acceso al baño lateral; los lujos de Agust, así como la puerta a la sala de control de la nave, justo a un lado.

Al centro... la gran cama redonda parecía una nube flotando en el ambiente.

Sí; la mejor habitación de la nave era esa, la que debía pertenecer al capitán pero, ya que Vy no quería estar lejos de su papá, se la dejó a la "feliz pareja"... La que ya no era tan feliz.

Agust entró dejando la mampara cerrarse automáticamente tras de sí, sus piernas apenas obedeciendo sus órdenes. Estaba mareado, sus oídos abstraídos ¿O realmente había tal silencio en el ambiente que sólo su corazón se percibía? Le estaba costando demasiado acercarse, como respirar.

Gigi estaba ahí, hecho una bolita en la cama le daba la espalda, hundido y casi perdido en la esponjosa manta blanca como si fuera un nidito de nubes. Las maravillosas fibras sintéticas del futuro decoraban y daban cobijo perfecto, pero no secaron sus lágrimas, estas se evaporaron veloces. Ya no estaba llorando, jamás lo hacía y, de ceder a las lágrimas como en aquel caso, estas se calmaban pronto convirtiendo el dolor en resentimiento. Era Agust quien lloraba enmudecido en ese momento, temía acercarse y ser rechazado, pero necesitaba de él. Avanzó veloz los últimos pasos hasta lanzarse a la cama, lo abrazó firmemente por la espalda para hundir el rostro entre sus rizos y el "manto de nubes"... Gigi se lo permitió simulando indiferencia, alzando la vista a las estrellas. Pensaba ¿Dónde y cómo estaba Vy? Estuvo a punto de levantarse e ir por él, siquiera debía llamarlo. Realmente iba a hacerlo... cuando se percató del leve temblor a su espalda. Era Agust quien lloraba prendado de él, rogando su compañía.

¿Y a él no le importaba?

Le dolió. Le dolió hacerse consciente de su propia falta de interés, de cuán abandonada tenía la relación con su esposo. Él... él amaba a Agust ¿Cierto? No podía ser indiferente a su sufrimiento ni mucho menos disfrutarlo. Pasando de la última disputa, en la que dado a la presión ninguno de los dos demostró un ápice de empatía; lo amaba.

Lo amaba cada día, cuando Agust rondaba por la casa sólo para dejarle un beso en el cuello, mostrarle alguna estupidez, o tratar hacerlo reír con sus chistes "tontos". Cuando lo ayudaba con sus tareas sólo para que pudiesen retirarse un poco más temprano a dormir. Cuando le llevaba el desayuno a la cama, sólo para que se quedara con él un poquito más... unos cuántos minutos más... Sí, Agust hacía todo eso por él, y Gigi lo amaba por ello, con todo y sus "hábitos vulgares".

Pero ¿Qué hacía Gigi a cambio?

¿Qué daba a entender su actitud?

«¡Vy es mi prioridad!», él mismo acababa de lanzarlo con tanta rabia que no dejaba a su pareja en el segundo, sino el último lugar posible dentro de su corazón.

ÜbermenschWhere stories live. Discover now