LUCHA ESPIRITUAL

1 0 0
                                    

Aquello se había convertido en una lucha entre Nora y mi persona. Desde sentir olores particulares en mi habitación, hasta escuchar pasos muy contundentes en la madrugada. En ocasiones, se encendía y apagaba la campana de mi cocina. Era un saboteo perenne. Tuve que armarme de valor y sentarme con mi pareja. Debía explicarle lo que ocurría, con lujos y detalles. Al principio, como todo holandés nacido en este país, se lo tomó con gracia. Recuerdo que su primera reacción fue soltar una carcajada a todo dar; pero luego, al transcurrir las semanas, las persianas de las ventanas se bajaron por sí solas, mientras trabajaba en nuestro hogar, sentado frente a su computadora. Era algo que no tenía explicación.

Nuestras peleas se habían convertido en algo recurrente, hasta rebosar el vaso. Una de esas noches, él me insultó en alemán. Estaba dormido, pero dijo lo siguiente: Verdammt; que traducido al español significa: ¡Maldita!

En ocasiones, mis momentos de meditación eran interrumpidos. Esa entidad también cambiaba la música que reproducía en mi teléfono, con melodías de cabaret, interpretadas por mujeres como Zarah Leander, Marika Rokk y Rosita Serrano; siendo entre las cantantes y bailarinas preferidas del Partido Nacionalista Obrero Alemán.

Sabía que todas esas actitudes no eran de él. Primero, porque no solemos tener esas peleas. Jamás, en nuestra relación de casi 11 años juntos. Sentía que todo se estaba saliendo de control. Un día, mientras pedía a mis ángeles que me protegieran de todo mal, tuve una revelación.

Amor de madre. Ese lazo infinito inquebrantable que todos tenemos, y que rebosa los niveles de conciencia humana, traspasando las fronteras espirituales. Un cordón umbilical que tendremos por el resto de nuestra existencia humana. Aún no soy madre, pero sé con certeza que es un amor que jamás tendrá fin.

Mi madre falleció físicamente cuando yo apenas tenía 26 años de edad, debido a un cáncer que nos llevó a todos a volver a nacer en muchos aspectos de nuestras vidas. Fueron momentos muy duros para toda la familia. Creo que los que han tenido que pasar por esta terrible enfermedad, saben todo lo que conlleva. El dolor y la angustia que no tiene descanso. Que consume no solo al que lo padece, sino a todos los involucrados. Pero su espíritu y ese amor incondicional por sus hijos, seguía más fuerte que nunca; trascendiendo y protegiendo a los suyos.

Palabras que recuerdo como si fuera hoy: "Tranquila mi niña, mi tesoro más apreciado. Todo lo que estás viviendo traerá un gran aprendizaje para ti y un impacto de forma positiva. Con el pasar de los años lo entenderás. Continúa luchando, porque todos estamos contigo en esta transición de tu vida. Con Dios TODO, sin él NADA. No desistas.

Al día siguiente, me fui a hablar con la señora Indah Wati. Le supliqué que me guiara. Que me orientara y me dijera qué hacer. Ella me respondió, luego de mostrarme una sutil sonrisa:

—Serás mi última misión antes de partir a otro plano. Nada de lo que estás viviendo es casualidad. Todo tiene su causa y efecto.

Obviamente yo no entendía, por qué me estaba ocurriendo esto. No concebía cómo aquella alma cruel se había antojado justamente en mí. Me repetía siempre en mi mente las mismas preguntas, como una grabadora ambulante.

Limpié mi casa en total profundidad e hice las respectivas oraciones en voz alta, que quedarán siempre en mi memoria:

—CASA DE JERUSALÉN, DONDE JESUCRISTO ENTRÓ Y AL PUNTO EL MAL SALIÓ. ASÍ QUIERO QUE SALGA TODA ENERGÍA QUE ESTÉ PERTURBANDO EN MI HOGAR Y A LOS MÍOS; ENTRANDO Y LIMPIANDO, INUNDANDO DE LUZ Y AMOR TODO LO QUE TENGO A MI ALREDEDOR. PAZ CRISTO, CRISTO PAZ, PAZ CRISTO, CRISTO PAZ, AMÉN. Palabras textuales que recité durante aproximadamente 15 días, desde que me levantaba de mi cama, hasta irme en las noches a dormir. Lo realizaba en compañía de mi pareja.                     

OLVIDADOS EN EL GERIÁTRICOUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum