DESCUBRIMIENTO OPORTUNO

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Debido a la condición de Felicia tan progresiva con su demencia, y algunos momentos repentinos de lucidez, era sumamente difícil entablar o continuar la secuencia de su historia. Me sentía frustrada; tanto, que llegué a pensar en rendirme y pasar la página con aquella historia de amor.

Transcurrieron varios meses luego de darme por vencida, hasta que un día, una de las enfermeras se dirigió a nuestro team y nos dijo:

—Miren lo que encontré en uno de los cajones, cuando estaba ordenando las pertenencias de la señora de la habitación 112.

Lancé la vista y me acerqué rápido para ver qué tenía en su mano la enfermera. Mi cabeza hizo "Puffff". Era UN DIARIO, tipo álbum; con fotos y fechas cronológicas de su vida, desde sus 17 años aproximadamente.

Inmediatamente le dije a la enfermera que dejara el diario donde lo encontró. En los geriátricos el tema de las pertenencias de los clientes es sumamente delicado. Es privado, he incluso, está prohibido hacer uso de cualquier información personal. Esto que hizo la enfermera, de tomar ese diario y mostrarlo a personas desconocidas; no allegadas, o familiares directos, podía ocasionarle problemas legales.

No les voy a negar que una parte de mí se moría por tomar ese diario. Pero lo que hice al pasar los días, fue entregar el gran tesoro a su hija, para que ella hiciera lo correcto con este.

Anna, la hija de Felicia, me miró con gesto amable. Me comentó que su madre era una mujer que amaba escribir poemas y cualquier tipo de cosas. Que era muy común para ella, ver libros de toda índole desde su infancia y que una de las grandes frustraciones de su madre era llegar a convertirse en una gran escritora; pero que eso se había quedado en un simple anhelo, y por ello, su madre invirtió toda su energía en formarse como secretaria. Hizo cursos de mecanografía para llegar a ser una de las mejores en su época. Logrando codearse entre la más alta élite de la política holandesa.

Entre mi risa nerviosa, pero muy cautelosa, le dije a Anna que a mí en un futuro no muy lejano, me gustaría escribir un libro de mi vida como extranjera en los Países Bajos. Ella tomó mi mano y me entregó el diario. Me dijo que se lo devolviera a su madre o que lo botara. Su expresión era como si ya no le importara nada sobre la vida de su madre. Admito que me sacó un poco de lugar su reacción. Sobre todo, porque yo aún conservo los álbumes de mi madre, que guardan los recuerdos de mi nacimiento, y todo lo que una vez escribió. Sobre ese amor que solo las que son madres conocen. Sobre lo emocionada que estaba por mi llegada, al ser su primera hija. Mi madre lamentablemente falleció de cáncer a sus 47 años de edad, pero aún permanece ese olor a su perfume, impregnado en el álbum de mi nacimiento. Es maravilloso ver su letra, y quedarme horas leyendo alguno de los textos donde describe cuándo apareció mi primer diente, o la primera palabra que dije.

Me resultaba difícil imaginarme a una persona tan desinteresada por saber la vida de su madre, y más aún, cuando ella seguía viva. Sin pensarlo dos veces me atreví a tomar el libro de Felicia y llevarlo a mi casa. Tenía muy clara mi intención; lograr finalmente conocer cómo terminaba su historia. Aquella que en su momento de lucidez me había contado. Sabía que si ella aún lo conservaba, a sus 99 años de edad, era por algo.

Me fui a mi casa, y en la trayectoria del bus, sentía mi corazón exaltado. Era como si me había robado el tesoro más preciado de alguien. Obviamente debo aclarar, que el diario se lo devolví a Felicia al día siguiente. Pasé toda la noche leyéndolo. El diario estaba prácticamente intacto. Como si se hubiera detenido el tiempo.

Octubre de 1941. Felicia mantuvo una relación durante casi 1 año con un chico alemán llamado Wolfgang. Ella se refería a él, como el mayor amor de su vida. Describe aquellos ojos azules, con sutileza, agregando que era su alma gemela. Una conexión tan fuerte y sublime, que llegó a concebir a una niña, como resultado de ese amor. Embarazada a sus 18 años, sin saber qué hacer y con mucho miedo, tomó la decisión de tenerla. Ella se dirigió a Wolfgang para contarle primero antes que a sus padres. Él se dirigió hacia ella para darle la noticia de que debía partir a la guerra. La reacción de Felicia exponía confusión y frustración. Luego de esto, decidió guardar en silencio su embarazo. Wolfgang al otro día debía ir a Berlín, y no quería arruinarle sus planes.

Entre lágrimas y con mucho miedo, Felicia se dirigió al día siguiente a la Marina. Estaba decidida a contarle a Wolfgang el resultado del fruto de su amor, pero la vida les había hecho una mala jugada; el barco ya estaba zarpando, y Felicia no pudo ni despedirse de aquellos ojos azules, ni contarle la gran noticia. Sin consuelo alguno, y con sus ojos inundados con lágrimas, se dirigió a su casa para contarles a sus padres todo lo ocurrido.

Cada día, Felicia se dirigía al puerto de la marina en Den Haag, con la esperanza de que un golpe de suerte, o el destino, les permitiera volver a reencontrarse. Los años transcurrieron, pero Felicia jamás supo de aquel chico de ojos azules, con esa sonrisa cautivadora que le robó el corazón. Solo guardaba entre sus cosas personales, una foto que Wolfgang le había regalado, y por supuesto, aquella hermosa niña, fruto de ese amor. Anna le recordaba a través de su mirada, y sus hermosos ojos azules, todo el intenso y verdadero amor que vivieron aquel año de 1940; como lo describe en su apreciado y valioso diario.

Recuerdo que al terminar de leer el diario de aquella mujer, me quedé sentada durante varios minutos, pensando. Aunque la verdad, sentí que habían pasado horas sin mediar palabra. Corrí a explicarle a mi pareja todo lo que había descubierto. Hubo un silencio muy breve. Luego, él me preguntó:

—¿Ahora que harás con esta información, Gisselle?

Al otro día, muy temprano,me dirigí a mi jornada de trabajo como siempre; pero esta vez, con el corazónextremadamente acelerado. Necesitaba devolver aquel diario a su dueña. 

OLVIDADOS EN EL GERIÁTRICOWhere stories live. Discover now