INTRODUCCIÓN

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Desear es moverse y hacer que algo suceda. No se puede pretender vivir sin hacer un solo acto que nos recuerde que estamos vivos. Palabras textuales de la Psicóloga: Alaleh Najafian.

Quise resaltar un fragmento de su hermoso mensaje y colocarlo como parte de mi introducción, porque exactamente así me sentía todos estos años, desde que tomé la decisión de dejar mi nido; como lo llamaba antes. Salir de Venezuela, para comenzar una nueva aventura al otro lado del mundo, donde me esperaba un sinfín de experiencias. Algunas maravillosas, y otras con un sabor amargo, pero aceptando que eran partes de mi proceso.

Tenía muchas ideas en mi cabeza. Le daba vueltas y vueltas a pensamientos que solo quedaban empolvados en algunas páginas de mi diario personal. Desahogándome en silencio, pero sin actuar. Sin dar ese paso más allá, de tomar acción y decir: quiero escribir mi propia historia de vida. Era un anhelo desde que pisé por primera vez los Países Bajos.

Fueron infinidades de veces las que me imaginé redactando mis experiencias como extranjera en el viejo continente. Fantaseando en silencio, pero siempre en el mismo lugar; sin accionar, sin mover un solo dedo a causa de miedos absurdos. Por padecer del famoso "Síndrome del Impostor". Me fascinaba procrastinar, dejando todo para otro momento. Eludiendo mis talentos y virtudes, que en el fondo sabía que tenía. Realmente era poseedora de algo muy bueno, pero había decidido dejarlo atrapado dentro de aquellas hojas.

Fue difícil darme yo misma esa oportunidad. Valorar cada escrito. Cada pensamiento. No creía en mis capacidades, pero el universo y la vida me dieron el escarmiento que necesitaba. Un empujón caótico pero a la vez, maravilloso.


Creo que el tema de la pandemia y los encierros, nos tocó a todos. Me atrevería a decir, que a un 90.99 por ciento del globo terráqueo. El mundo entero tuvo que cambiar de manera radical, sus dinámicas y estructuras de vida. La mía no fue la excepción. Me tocó vivir, batallar y convivir de cerca con la muerte durante casi 2 años y medio.

Mi ritmo de vida había dado un giro de 180 grados, cambiando por completo mi perspectiva de ver la vida y la muerte. Trabajar para las personas de la tercera edad ha sido hasta ahora, el mayor aprendizaje que me había tocado manejar y controlar por mis propios medios. Sobre todo después de la muerte de mi progenitora. Me tocó padecer un verdadero suplicio, como lo es la pérdida física de una madre. Ese duelo interno que sientes que nunca se va. Jamás lo superas. Es algo que quedará plasmado durante el resto de mi vida. Sentí que luego de experimentar ese dolor indescriptible, podía asegurar que llegaría el apocalipsis en persona, y yo: Gisselle Petit, lo combatiría.

Siempre escuché decir a una querida amiga: "DIOS SABE A QUIÉN DARLE CIERTAS BATALLAS" Vaya que sí. Ahora más que nunca estoy de acuerdo con eso. Cuando tenemos que enfrentar y superar las dificultades de nuestra vida como mortales, estas nos enseñan y bendicen. Podría ser un potente instrumento en las manos de Dios, para convertirnos en mejores personas. Creo fielmente en eso.

En este libro quiero plasmar lo que se convirtió en mi paraje de salvación. La resistencia, la resiliencia y el amor; que aunque suene muy romántico o cursi, nos mueve, transforma, y libera en todas las facetas de nuestra vida.

Anhelo a través de mi escrito, dejar plasmada la palabra TIEMPO; la herramienta más poderosa y valiosa que tenemos, y que paradójicamente en el mundo espiritual no existe. Es algo ilusorio que sólo experimentamos los humanos en este plano terrenal.

Me llevo conmigo las infinitas historias escondidas tras los rostros envejecidos que transitan entre los pasillos. Cada sonrisa. Algunas miradas que me trasportaron al futuro; un futuro incierto que me permitió echar una mirada frente al espejo. Ese portal donde puedes visualizarte, para percibir cómo sería tu vida dentro de algunos años entre cuatro paredes. Contemplar desde tu propia óptica y perspectiva, tu existencia dentro de un geriátrico.

Deseo a través de mi libro, rendirle un pequeño tributo a todos los que ejercen en este complejo, pero satisfactorio campo laboral. Las enfermeras, asistentes, médicos, personal de servicio, cocineros, y todas las personas que día tras día hacen lo mejor que pueden, para ofrecerle a estos angelitos una mejor calidad de vida, hasta el final de sus días

Sin duda alguna la mejor decisión de mi vida, fue vivir esta gran experiencia de trabajar para ellos. Cada lágrima, risas e infinidades de anécdotas, las llevaré conmigo plasmadas en mi corazón; un corazón agradecido por tanto.

Que mi experiencia le sirva a cualquier alma que se sienta en estos momentos atrapada en cualquier circunstancia de la vida. No quiero que te rindas. Es necesario que entiendas que nada ocurre por casualidad. Todo está fríamente calculado bajo los designios de nuestro ser supremo. Tenemos objetivos que en su mayoría, son incomprensibles para el entendimiento y la mente humana; pero estos traen consigo bendiciones a futuro, aunque estemos ciegos y exhaustos de pensar lo contrario.

Hoy, valoro cada minuto de mi vida. Estoy agradecida por lo que tengo, y siento una gran satisfacción personal y profesional, por haber superado el mayor de mis retos: servir y dar amor a personas que en su momento fueron simples extraños, pero que con el transcurrir de los meses, formaron parte de mi nueva familia; convirtiéndose en un lazo irrompible. Serán siempre mis abuelitos, aunque no lleven mi sangre, porque el universo se encargó de colocarlos en mi camino, para hacernos compañía, y ofrecerles todo el amor que en vida pude darle a muchos.

Fui testigo de algunos amores que florecieron a escondidas. Esos que perdurarán por siempre en mi mente y en los corazones de todos los que fuimos parte de ellos. Me convertí en cupido en infinidades ocasiones. Un puente o canal para conectar con tantas personas, que me dieron la inspiración para escribir sus historias. Fueron mi motor principal para que este libro se hiciera realidad.

Algunos de ellos se convirtieron en mis ángeles protectores; salvándome de personas y situaciones que hasta el sol de hoy, no sabría cómo explicar. Incluso, no hubiese podido estar aquí en este momento contándolo.

Mi nombre es Gisselle Petit, nací en Venezuela, Barcelona, estado Anzoátegui; una ciudad donde se percibe el olor a mar y un sublime sol radiante. Admito que jamás le di la importancia que merecía, hasta que mi vida dio un giro de 180 grados. Me enamoré de un holandés, y decidí tomar un nuevo rumbo al viejo continente: Países Bajos.

Desde muy niña, tuve una conexión especial con las personas de la tercera edad. Me interesaba ver desde otra perspectiva, cómo era su mundo a través de mis ojos, y sentir al igual que ellos, su pequeño universo cuando se reducía a cuatro paredes. Vislumbrar a algunos con la dicha de tener familias numerosas, donde unos cuantos se acordaran de ellos. Sin embargo, otros no corrían con la misma suerte. El caso es que fui criada y muy consentida bajo el techo de mis abuelos. Mi conexión con ellos iba más allá de un dulce; se trataba de ver la sonrisa de ambos cada mañana, y sentir ese amor tan infinito y sublime. Por supuesto que no les quitaré crédito a mis valientes padres por traerme al mundo, y otorgar lo mejor de sí mismos, a mí y a mi hermano; pero la admiración tan especial que sentía, no solo con ellos, si no con muchos abuelitos que encontraba en mi vida cotidiana, era un sentimiento diferente. Algo especial y único.

Recuerdo como si fuera ayer, un día antes de partir a lo que sería mi nuevo hogar, las palabras de mi abuelo: Limardo Romero, fueron contundentes y muy emotivas:

—Mi nieta querida, siempre estaremos contigo en esta, y las próximas vidas. Así que no te preocupes por nosotros. Ve, y cómete el mundo. Porque no hay límites; solo si persisten en tu cabeza.

Vaya despedida. Sabía perfectamente que ese último abrazo, no solo sería la despedida de un viaje, sino un adiós..., hasta que nos volvamos a reencontrar en otras almas y, si acaso, reconocernos en otra vida.

OLVIDADOS EN EL GERIÁTRICOWhere stories live. Discover now