18 DE AGOSTO DE 2018

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¡Recuerdo que el fin de semana parecía eterno! Estaba ansiosa. Anhelaba que el tiempo transcurriera rápido, para que el lunes se acercara con premura. Necesitaba comenzar en mi primer empleo oficial, con un salario justo, y todos los beneficios. Los primeros años en los Países Bajos me costó muchísimo conseguir un buen empleo. Trabajé durante varios meses, como dicen: "bajo la mesa", cuidando a los hijos de algunas personas conocidas. Casi todos, eran de madres latinas. Fue una experiencia amena, pero la verdad ganaba muy poco. Luego, intenté trabajar en tiendas, sin embargo, observé que en este país mientras más joven eres, más barato eres; el ingreso monetario es muy bajo. No les niego que sentía mucha frustración cuando notaba que preferían contratar a personas entre 18 y 20 años como máximo, mientras que al pasar de los 20, como era en mi caso, las posibilidades para trabajar en tiendas, restaurantes o cines, era casi nula. A diferencia de otros países donde las personas mayores en trabajos básicos eran más solicitadas.

Algo que también notaba, era que el hecho de tener personas tan jóvenes, la calidad de atención y servicio no siempre era la "mejor". Se podía percibir a leguas, que tenían estos trabajos solo por reunir para poder comprarse un teléfono de última generación, o ropaje. Eso no está mal, pero el hecho de no darles la oportunidad a personas de diferentes edades, me causaba mucha decepción.

También trabajé durante casi 1 año en una empresa de limpieza. Me asignaban cerca de donde vivía, diferentes clientes. Debía ir a sus casas a ordenar y limpiar. En su mayoría eran personas con alguna discapacidad o muy mayores. En una de esas casas conecté con una mujer. Fue mi clienta favorita. Ella también era venezolana. No lo consideraba casualidad sino causalidad. Dulce, así se llama. ¡Su nombre la describe tal y como es! ¡Una mujer dulce, amable, y que cada jueves, me preparaba las mejores empanadas y mandocas para el desayuno! Sí, Dulce es de Maracaibo; una ciudad en Venezuela muy especial para mí. Es la tierra donde nació mi padre, y goza de una gastronomía que suele ser del más allá (coloquialmente hablando). Su gente lleva en las venas, un humor tan único que los caracteriza.

Pero no todo era color de rosas. En ese trabajo también llegué a vivir momentos de frustración, rabia e ira. Muchas veces debía atender a clientes que me hacían sentir como una cucaracha. Creo que no puedo describir con palabras el inclemente repudio. Personas con muchos problemas de autoestima y, como consecuencia, eso los hacía sentir superiores. Tenían una actitud arrogante, y carecían de empatía hacia otros. Pero finalmente, esas malas experiencias formaron parte de mi progreso. De esas ganas de seguir adelante.

Regresando a mi historia en el geriátrico, finalmente llegó el gran día. Agosto 18 del año 2018, ¡vaya fecha! Creo fielmente que son esas señales que los ángeles me envían por medio de los números; y esta fecha no pudo ser la excepción. Recuerden, amigos, las casualidades no existen, todo está perfectamente entrelazado y conectando en nuestras vidas. Todo con un aprendizaje, muchas veces de forma dolorosa, pero es parte del camino. Recuerdo que esa mañana hacía mucho calor. Era la época más esperada para muchos, por ser el mes de agosto el más caluroso; entre comillas. Porque aquí se puede esperar de todo con el clima, en 5 minutos podemos pasar de un sol radiante, y que en un abrir y cerrar de ojos, te caigan encima pedacitos de hielo; todo en ese corto tiempo. Al entrar en el recinto me fui directo al grupo que me asignaron. En este geriátrico dividen y seleccionan a las personas, dependiendo de muchos factores, entre ellos, si pueden valerse o no, por sí solos. Hasta si son capaces de reconocerse a sí mismos. Suena duro, pero es parte de trabajar en este ambiente. Todo eso claramente, con un estudio previo que realiza un médico, en conjunto con el psiquiatra y los psicólogos.

Cada grupo lleva su nombre. Mayormente corresponden a flores: jazmín, lelie, magnolia, klaproos, Aster. A mí me tocó trabajar en el grupo considerado hasta el sol de hoy como el más fuerte; por tratar con personas que sufren de demencia.

OLVIDADOS EN EL GERIÁTRICOWhere stories live. Discover now