CAOS Y ROMANCE EN TIEMPOS DE PANDEMIA

3 0 0
                                    

Sin duda alguna, la pandemia no solo cambió mi perspectiva de ver la vida y la muerte de otra manera, sino también a muchos en mi entorno más cercano. Empecé a escuchar a colegas hablar sobre sus vidas privadas y sus dinámicas en casa, hijos, familia, madres, padres, trabajo, etc. Creo que sin darme cuenta me había convertido en esa típica persona que escucha los desahogos y frustraciones íntimas de los demás.

Mujeres y hombres expresando sus infortunios maritales cada mañana, seguido de un: "me cambiaron a mi esposa o esposo". Siento que no sé con quién he convivido todo este tiempo en casa.

En la pandemia, se registró la tasa de divorcios más alta en los últimos 15 años. La formalización de las rupturas matrimoniales se duplicó, pasando de 12.382 a 24.551, entre 2020 y 2021. Información consultada en el sitio web y Wikipedia el 14 de agosto de 2022.

Comencé a observar en mi entorno, cómo muchos estaban replanteándose un nuevo estilo de vida; como empezar desde cero algún proyecto. A algunos otros, la muerte los saludaba de cerca, dándoles un empujón; esa imponente sacudida, para abrirse a lo que yo llamo: "un despertar espiritual". Conectar consigo mismo, estar más conscientes y pendientes de los que te rodean. De vivir el presente sin miedo alguno, retomando lo que les apasiona. Otros, dejando atrás esa maleta llena de cosas que ya no aportaban nada a sus vidas. Dándole paso a lo nuevo, o novedoso. Explorando y viviendo de lo que les inspira. Propiciando ese salto cuántico, donde le otorgamos prioridad a nuestra alma, para luego abrirnos hacia lo que nos espera en el mundo exterior.

Creo firmemente que el caos nos llevó a todos a volver a ese inicio con nosotros mismos; sentir el preciado romance interno, el verdadero amor propio basado en la compasión, comprensión y entendimiento. El indudable afecto infinito, que nos llevó a darnos cuenta que está bien caerse, sin el temor a las consecuencias. Es necesario dedicarnos tiempo, sin sentirnos culpables de nada, para así dar lo mejor a otros; incluyendo a los hijos, pareja y sociedad en general. Está bien poner límites sanos con cualquiera, incluyendo a nuestros padres, si es necesario hacerlo por nuestra propia salud física, mental y espiritual.

Mi experiencia en el geriátrico me permitió reconectar con esa Gisselle, que en su momento sentía una presión inmensa de ser reconocida y aceptada dentro de algún grupo o sociedad. Me llevó muchos años entender que estos vacíos provenientes de mi infancia, jamás los rellenaría con algo exterior, ni pareja, familia o amigos cercanos.

El caos nos llevó a todos los trabajadores del geriátrico, a prevalecer más unidos que nunca. De vez en cuando, pasamos de entrar en un estado de risas imparables, a echarnos a llorar. Era nuestra forma de desahogo para liberar la tristeza, y el miedo a la vez. Ese que sentíamos por tanta desinformación e incertidumbre afuera de esas puertas. Me tocó aprender a delegar en aquellas personas que no consideraba confiables. Era eso simplemente, confianza. Como si todas habíamos caído en el mar, y una balsa nos mantenía a flote; abrazándonos mutuamente. 

OLVIDADOS EN EL GERIÁTRICOWhere stories live. Discover now