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Cuando llegamos a la Fortaleza Roja bajé apresuradamente de Fuegoensueño y corrí hacia el interior sin importarme en absoluto nada de lo que pudiera sucederme dentro.

-¡¿Dónde está?!- lloré al encontrarme con Daemon en el salón del trono.

Él me miró con atención, sentado en el trono al que rodeaban seis guardias que me apuntaron con sus espadas antes de que pudiera dar un paso más.

Helena no tardó en entrar detrás de mí. Pude escuchar su respiración agitada y sus pasos temblorosos hasta llegar a donde yo me encontraba.

Pero asustada dió un paso hacia atrás cuando Daemon se puso de pie y lentamente bajó las escaleras del trono provocando que los guardias se hicieran a un lado para darle paso.

Yo en cambio caminé hacia él, completamente destrozada, rezando a los siete por encontrar aún con vida a Aegon.

-Hija mia…

-No me llames hija- lloré golpeando su pecho- si le has hecho daño al único hombre al que he amado en este mundo entonces no quiero…

Solté todo de golpe, quedándome sin aire, y tuve que parar para poder armarme del valor suficiente para volver a mirarle.

-¿Le amas?- preguntó ignorando mis golpes y pasando una mano por mi pelo hasta llegar a mi nuca, solo entonces tiró de mí y dejó que hundiera la cabeza en su pecho rompiendo en llanto.

Me aferré a él rodeándole con mis brazos y lloré con fuerza, incapaz de creer que eso estuviera sucediendo.

-No le he hecho daño alguno…-susurró besando mi cabeza-así que deja de llorar ya.

Me aparté ligeramente de él y le miré con atención, esperando a que se explicara, pero cuando la puerta se abrió y yo giré la cabeza para ver cómo un guardia entraba con un pequeño cojín de terciopelo rojizo que portaba una corona, la corona negra con un rubí en el centro que llevaba Aegon la noche que vino a por mi en Rocadragón, me quedé en blanco.

Helena se hizo a un lado y aquel guardia caminó hacia hincar la rodilla en frente de mi.

-¿Se la has quitado a Aegon?- pregunté.

Daemon caminó hacia el guardia y agarró la corona en sus manos, girándose para mirarme.

-Jace ha muerto- me miró con un ligero brillo en la mirada- y Aegon me dio su corona a cambio de tu mano en matrimonio.

Junte las cejas escuchándole con atención.

-Toda esta guerra empezó por el conflicto entre hombres de no poder hacerse a la idea de que fuera una mujer la que reinara por encima de todos-  me miró sin apenas pestañear- y te doy mi palabra de que acabará si una mujer reina sobre todos nosotros, como debió de hacer Rhaenyra,y créeme hija, ahora que ella no está- elevó la corona y la dejó encima de mí cabeza- jamás nadie lo hará mejor que tú.

-No lo entiendo padre…-susurré- yo jamás he pedido ser la reina de nada, ni siquiera soy Targaryen.

-Claro que lo eres-dijo él- eres mi hija.

Miré a Helena y desvíe de nuevo la vista hacia Daemon que sin dudarlo hincó la rodilla ante mí, provocando que Helena y el resto de guardias le imitaran.

-¿Podré casarme con Aegon?- pregunté provocando la sonrisa de Helena.

-Podrás hacer lo que te plazca- contestó Daemon poniéndose de pie- le tienes en tus antiguos aposentos.

Sonreí entusiasmada secándome las lágrimas y agarrando mi vestido eché a correr hacia el pasillo.

Necesitaba verle, necesitaba asegurarme de que continuaba con vida para poder respirar con alivio.

Y cuando subí las escaleras y abrí la puerta de mis aposentos y le vi recostado sobre mi antigua cama hubiera jurado que mi corazón en aquél preciso momento cayó al suelo.

Me miró y con la voz más atractiva que había llegado a escuchar dijo mi nombre.

Podía jurar que hubiera pasado el resto de mi vida escuchando cómo pronunciaba mi nombre sin cansarme.

-¿Quieres casarte conmigo, Aegon Targaryen?

Y sonrió recordándome que desde que le vi sonreír por primer vez, siempre, siempre busqué verle sonreír de nuevo, como si aquel simple gesto se hubiera vuelto necesario en mi vida, como si todo el mundo desapareciera con su sonrisa.

-Claro que quiero..-susurró.

Y me hizo la mujer más afortunada del mundo.

La chica del antifaz// Jacaerys Velaryon & Aegon Targaryen Where stories live. Discover now