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Aegon era la punta de las estrellas, pinchaba, dolía como cuando miraba la estrella que me recordaba a mi madre en la cabaña. Pero otras veces era la curva de la luna, cuando sonreía, cuando arrugaba los labios perdido en sus pensamientos. Todo el cielo de noche me recordaba a él, toda la maravilla que había nada más levantar la vista me hacía pensar en él. Aún así, no fue hasta que nos separamos que yo logré entender lo que era el amor realmente. ¿Cómo iba a saberlo si jamás lo había experimentado? Pero con él fue todo diferente, fluyó, no me di cuenta hasta que ya amaba hasta las cosas que uno debe odiar de la otra persona. No me importó nuestro primer encontronazo, no me importó que su primer impulso fuera intentar abusar de mí, porque al final de cuenta nada de eso pasó. Todo lo que vino después fue maravilloso, los dos mirando las estrellas desde su cabaña, conociendo placeres que jamás imaginé llegar a experimentar,y volar en dragón. ¿Había algo mejor que todo eso?

Así que cuando Tessarion acabó en la entrada de Desembarco del Rey sólo podía pensar en verle, en ver a Aegon, en volver a fijar mi mirada en él y permanecer quieta admirandole, pero lejos de eso, fue Jace junto a Daemon los que nos recibieron en la entrada.

-He estado pensando cuánto tardarías en venir a buscarle, al hombre que dió la orden de asesinar a mi madre, que robó la virtud de mi prometida y que piensa que puede arrebatarme a mi reina-dijo Jace mirando de reojo a Daeron.

-Padre…-susurré ignorando a Jace y centrándome en Daemon.

-¿Aún me llamas padre?- preguntó sorprendiéndome- mi hija jamás actuaría como lo has hecho tú.

Tragué saliva.

-He venido a enmendar mis errores- di un paso hacia adelante mientras con una de mis manos le hacía un gesto a Daeron para que no me siguiera- a ocupar mi lugar como esposa e hija.

Jace sonrió de medio lado.

-¿Y el perro faldero que te acompaña?-preguntó él.

-Él…-me giré para mirar a Daeron- él se irá si dejáis libre a Aegon.

-¡No!- espetó Daeron.

-¡Si!- le fulminé con la mirada.

-Que suba a su dragón y se aleje- Jace dió un paso hacia mí provocando que Daeron sacara la espada- solo así me fiaré de tu palabra.

Intenté ignorar el nudo de mi garganta y me giré apoyando mi mano en la espada de Daeron.

-Debes irte…-susurré- cuida de Rhaenys hasta que vuelva.

-¿De verdad piensas que me voy a…

Aparté su espada y le abracé bajo la atenta mirada de todos.

-Aemond aún continúa aquí…-le susurré rezando porque nadie nos hubiera escuchado- vete.

Me alejé de él y desvíe la vista hacia Jace.

-Suelta a Aegon-caminé hacia él viendo cómo él me señalaba a Daeron que aún continuaba quieto.

Giré mi cabeza de nuevo y Daeron guardó su espada dirigiéndose hacia Tessarion.

-¿Lo harás?

-¿Hemos hecho algo mal, Lyanna?- Daemon caminó hacia mí y pasó su mano por mi pelo con un ligero brillo en la mirada-¿No ves todo lo que ha pasado a causa de los verdes?

Tragué saliva y suspiré mordiéndome el interior del labio.

-Como he dicho, he venido a enmendar mis errores, pero Aegon es el padre de mi…

No terminé la frase, Daemon me abofeteó con fuerza provocando que las lágrimas que llevaba ocultando hasta aquel momento se asomaran por mis ojos.

-Volviste a revolcarte con ese usurpador…-susurró- avergonzado a tu padre, convirtiéndote en una cualquiera.

-No vuelvas a hacer eso en público- Jace se acercó a nosotros y tiró de mi mano apartándome de Daemon- no olvides que tu hija es la reina de los siete reinos.

Daemon miró a Jace, casi fulminandole con la mirada y sin decir nada más se dirigió al interior de la Fortaleza Roja.

-Soltaré a Aegon- dijo Jace haciéndome un gesto con la mano para que le siguiera- no faltaré a mi palabra.

Le seguí con la mejilla adolorida.

-No le hemos hecho nada, nuestro único interés eras tú y por desgracia sabíamos que vendrías si teníamos a Aegon en nuestro poder- subió las escaleras que daban a los aposentos- y ahora que estás aquí tenemos que hablar de unos temas importantes.

Tenía el corazón latiendo aceleradamente, pero me armé de valor para seguirle al interior de unos enormes aposentos que imaginé que por la grandeza eran evidentemente los suyos.

-Soltaré a Aegon, pero deberás permanecer junto a mi, sin promesas falsas, sin mentiras entre nosotros- agarró mi mano y tiró de mí al centro de la habitación- como cuando nos conocimos por primera vez.

-De esa Lyanna ya no queda nada…-susurré.

-Claro que queda-dijo apartandome un mechón del rostro- sólo hay que hacer que vuelva.

Le miré con atención más asustada que nunca. ¿Qué pasaría conmigo si Aemond no me sacaba de allí?

-Irás a ver a Aegon en las celdas y le dejarás las cosas claras, le dirás que no te busque, que…

Se quedó en silencio y pasó su mano por mi pelo.

-Inventate lo que quieras, pero Aegon debe odiarte, si no consigues ese efecto prometo matarle sin contemplaciones.

Asentí asustada.

-Ya conoces el camino-se aclaró la garganta- no hagas ninguna estupidez, estaré vigilándote.

Di un paso hacia atrás dejando que una lágrima resbalara por mi mejilla.

-¿No me dejarás volver a ver a mi hija?- pregunté.

-Tendrás más-sentenció.

Y en ese momento fue cuando me arrepentí de haber dejado marchar a Daeron.




La chica del antifaz// Jacaerys Velaryon & Aegon Targaryen Where stories live. Discover now