29.

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Jace y Daemon buscaron a Lyanna durante toda la noche por el agua, pero tuvieron que irse sin lograr su cometido por la herida en el pectoral izquierdo de Daemon que ya había logrado hacerle palidecer a causa de la pérdida de sangre.

Cuando llegaron a Rocadragón, Daemon estaba devastado, había perdido a su segunda hija y la herida que Aemond le había causado antes de acabar en el agua junto a Vaghar preocupó bastante al Gran maestre.

La noche para ellos no había acabado como habían deseado pero peor fue la reacción en Desembarco del Rey cuando a los dos días llegó un cuervo procedente de Bastión de Tormentas para contarles con gran pesar que Aemond Targaryen se había enfrentado a dos dragones y había pedido la vida en el mar.

Alicent cayó al suelo devastada, rompiendo en llanto mientras Helena se encerraba en sus aposentos para llorar casi enloquecida. Aegon rompió todo lo que se encontraba a su alrededor y discutió con Otto Hightower durante todo el día por no permitirle ir a Rocadragón y matar a todos los negros en aquel preciso momento.

Pero cuando este le dijo orgulloso que la única hija de Daemon también había perecido en aquel lugar, Aegon tuvo que contenerse para no golpear a su abuelo, y descargó toda su rabia contra uno de los guardias reales del castillo.

Cuando terminó de destrozar tanto el rostro de aquel pobre hombre como su puño que se acabó desgarrando a causa de los golpes, se dirigió hacia Fuegosolar y alzó el vuelo dirigiéndose hacia Bastión de Tormentas.

Dentro de él no sabía si lo que deseaba realmente era matar a Lord Borros por haber exigido de vuelta a Lyanna junto a él o buscarla desesperado por la inmensidad del océano hasta lograr encontrarla.

No podía dejar de sentir como algo dentro de él ardía como si Fuegosolar hubiera descargado la potencia de su fuego dentro de su cuerpo intentando acabar con él.

Aquella sensación para Aegon era completamente nueva, jamás se imaginó sentir algo similar ni que algo le causara tanta rabia e impotencia a la vez.

Voló por el cielo con una velocidad imparable, intentando llegar cuanto antes a Bastión de Tormentas rezando por primera vez en su vida, creyendo en los siete dioses que todos veneraban solo por qué le dieran la oportunidad de encontrar aunque fuera el cuerpo de Lyanna.

Y cuando llegó a Bastión de Tormenta un fuerte dolor en el pecho le provocó una sacudida imaginándose que ella hubiera chocado con aquellas enormes piedras y hubiera muerto de forma dolorosa y lenta.

¿Por qué le afectaba tanto imaginarse que ella hubiera podido sufrir? ¿Qué diablos había provocado esa chica en él?

Aegon llevó a Fuegosolar hacia la orilla y miró frunciendo el ceño mientras bajaba de su dragón como algunos niños creaban un círculo rodeando algo que les llamaba realmente la atención.

-¡Apartad!- espetó Aegon caminando hacia los niños con la esperanza de encontrar a Lyanna.

Pero cuando llegó y los apartó encontró a su hermano sin parche que cubriera su ojo y una pierna completamente ensangrentada.

Se agachó a su lado y apoyó su cabeza en su pecho en busca de pulso, pero para su sorpresa, Aemond tosió con fuerza provocando que los niños salieran corriendo apresuradamente al pensar que aquel hombre había vuelto de la mismísima muerte para matarles.

-Desearía matarte con mis propias manos…-susurró Aegon poniéndose de pie mientras se llevaba una mano al pelo- te dije que te apartaras de ella, que no te acercaras a…

Y se quedó en silencio cuando vio en la lejanía de aquella orilla, justo al lado de una gran roca repleta de musgo, otro cuerpo que habían tirado las olas.

Se quedó por un momento paralizado, temeroso de que Lyanna estuviera sin vida, que no pudiera sentir su corazón latir de nuevo.

Y en ese momento Aegon lo comprendió al fin, se había pasado todo ese tiempo intentando esquivar los sentimientos que le provocaba Lyanna por miedo al futuro, a la guerra que se avecinaba buscando asi no tener una debilidad en el bando contrario, y eso solo le hacía sentir más idiota de lo que se había sentido jamás.

Si no era capaz de mostrar todo aquello que ella se había encargado de hacer florecer dentro de él solo podía pensar sobre sí mismo que era un auténtico cobarde.

¿De qué le servía ganar esa guerra que se aproximaba si ella iba a acabar odiandole o muerta cómo podía ya estarlo?

Corrió sin perder más tiempo, corrió como si se le fuera la vida en ello y cuando llegó y giró el cuerpo de Lyanna con toda la delicadeza que pudo, tuvo que detenerse durante un segundo y sintió como se le amontonaban las lágrimas alrededor de los ojos.

¿De verdad estaba llorando?

Vió su rostro algo azulado y sus labios morados a causa del frío y con temblor llevó su dedo al cuello de Lyanna en busca de pulsaciones.

De eso dependía todo de lo que sería capaz de hacer.

Si ella estaba viva su rabia disminuiría considerablemente, si no era así reduciría a cenizas Bastión de Tormentas y mataría a Aemond antes de que pudiera recuperarse.

En ella estaba la decisión que Aegon acabaría tomando.

La chica del antifaz// Jacaerys Velaryon & Aegon Targaryen Where stories live. Discover now