12.

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Bostecé estirándome mientras apretaba contra mi pecho la cabeza de alguien, sintiéndome realmente cómoda en aquella cama.

Hasta que las imágenes de la noche anterior me invadieron por completo.

-¡Ageon!-grité apartándole de un manotazo.

Él se levantó sobresaltado y me miró cubriéndose con las sábanas.

-¿Qué diablos haces aquí?

Se puso de pie y se tambaleó algo mareado mientras yo a duras penas intentaba levantarme.

-Fue la leche de amapola- le apunté con el dedo intentando incorporarme- no creas que te dejé dormir en la cama por puro placer.

Aegon me miró llevándose una mano al pelo, pero en cuanto vió la mueca de dolor que hacía al ponerme de pie, rodeó la cama y se acercó a mí.

-Me duele mucho…-intenté ahogar mi llanto.

-¿Qué ha pasado?- preguntó apoyando sus manos en mis hombros y obligándome a girar cuando una lágrima resbaló por mi mejilla- tienes toda la espalda repleta de sangre…

Me giró de nuevo mientras me agarraba con fuerza para clavar sus ojos en mi, unos ojos que parecían asustados.

-¿Te lo hice yo?

Su pregunta me sorprendió. ¿Qué era capaz de hacer cuando se encontraba borracho?

Pero no pude responder, la puerta se abrió de golpe y Helena clavó sus ojos en nosotros.

-Madre te busca- su voz sonaba seca y distante, nada parecida a la primera vez que hablé con ella.

Aegon se apartó de mí soltando un suspiro y tras dedicarme una última mirada, recogió su ropa del suelo y salió de la habitación sin dignarse a mirar a Helena.

Ella en cambio, continuó quieta observandome mientras dejaba su postura para cruzarse de brazos.

-¿Has compartido lecho con mi esposo?

-Hemos dormido.

Sonrió entrando en sus aposentos mientras observaba la cama.

-No hace falta que mientas, querida- cogió una de las sábanas con los dedos algo asqueada- Aegon no duerme con mujeres, Aegon se revuelca con ellas y se va.

La miré con algo de lástima, pero me asusté cuando caminó está vez hasta llegar a mi.

-Te recomiendo que bebas el té que le diré al gran maestre que te prepare- sus ojos se clavaron como cuchillas en los míos- no quiero bastardos correteando por el castillo, y menos que alguien haga peligrar la posición de mis hijos.

Se hizo a un lado mientras yo intentaba asimilar todo lo que había dicho.

-Y ahora vete de mis aposentos- esquivó mi mirada.

Sin decir nada caminé a duras penas hacia la puerta intentando soportar el dolor que me causaba moverme.

En cuánto abrí la puerta, mi mirada se cruzó con la de Aemond que se dirigía hacia las escaleras.

Cerré la puerta de los aposentos de Helena y me apoyé en la puerta incapaz de continuar andando. ¿Cómo podía dolerme tanto?

-¿Estás bien?

Para mí sorpresa, Aemond dejó de caminar y se dirigió hacia mí.

Y me rompí incapaz de continuar aguantando aquel dolor.

-¿Te ha visto el gran maestre?-  me cogió en brazos y bajó conmigo las escaleras dirigiéndose hacia la cocina donde me horrorizaba volver a entrar.

Cuando llegó al último peldaño desvío su único ojo, ojo frío y severo hacia mi rostro.

-No me has contestado.

Tragué saliva y asentí.

-Ayer me vió.

Aemond no dijo nada más, caminó hacia la cocina y abrió la puerta.

-Delnay- se dirigió hacia la anciana- si alguna de tus chicas anda así por el castillo, madre te haría pagarlo.

Me dejó en el suelo mientras yo posaba mis manos en la encimera intentando no acabar en el suelo.

-Tenemos invitados en el castillo- su voz era tan fría que heló mi sangre por un momento- procura que estás cosas no las vean.

Y sin decir nada más, salió de la cocina dejándome a solas con el mismo monstruo que la noche anterior me torturó.

-Ya has oído- su voz me hizo cerrar la mano en un puño- vete a tu habitación, este día no saldrás de allí.

Asentí e intenté caminar a duras penas hacia las escaleras.

-Espero que no haya próxima vez- su voz me hizo frenar de golpe- no quiero rameras entre mis chicas.

Puse los ojos en blanco y me giré incapaz de continuar soportando aquello.

-¿Ramera?

La anciana asintió con actitud severa.

-¿Cree que va a poder torturarme siempre que desee?- pregunté caminando hacia ella.

-Para eso estoy aquí-contestó- para educaros y convertiros en…

Con fuerza tiré todo lo que había encima de la encimera sobresaltandola.

-Llegué a este castillo obligada por uno de los príncipes- intenté aguantarme el nudo de mi garganta- no elegí estar aquí, así que le aseguro que haré lo posible para irme en cuanto tenga una mínima oportunidad.

Delnay dejó atrás su cara de susto, y para mí sorpresa me abofeteó con fuerza al mismo tiempo que Baela abría la puerta de la cocina.

-¿Puedo saber qué…

Se quedó en silencio observando el suelo repleto de comida y levantó la vista hacia nosotras mientras yo me llevaba una mano a la mejilla.

Detrás de ella unas manos fuertes se posaron en sus hombros y me sorprendí al ver al hombre de pelo plateado que acompañaba a Rhaenyra en el carruaje tener tanta confianza con Baela.

-Delnay…

La voz del hombre pareció tener algún efecto sobre la anciana que se apartó rápidamente de mi.

-Venia a buscarte- Baela se aclaró la garganta aún confundida.

La miré, pero de nuevo volví a mirar al hombre de pelo plateado.

-He estado hablando con padre y…

-¿Tu padre?

Los ojos de aquel hombre se clavaron en los míos y sentí una extraña sensación recorrer mi cuerpo.

-¿Le conozco de algo?

Mi pregunta pareció sorprenderle, porque se apartó de su hija y dió un paso dentro de la cocina.

-Me resulta curioso…-susurró casi para sí mismo- pero yo podría hacer la misma pregunta.

La chica del antifaz// Jacaerys Velaryon & Aegon Targaryen Onde histórias criam vida. Descubra agora