CUARENTA

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Alexandra

Estaba jodida, estaba realmente jodida.

Me enamoré, me enamoré de Alessandro Torricelli no sé en qué momento pasó y cómo fue que pasó porque no lo entendía porque no sabía ¿Como fue? No lo sé, no sé cómo fue que yo me enamoré de él, me había dado cuenta de eso luego de aquella linda noche que pasamos en esa camioneta, fue tan lindo y tan especial ese momento que no pensé que él hiciera ese tipo de cosas pero al ver cada detalle esa noche me sentía como una princesa, una princesa que estaba siendo cotejada por un príncipe, pero no podía hacerme ilusiones Alessandro se casaría con el Elena y serían felices y yo pasaría a la historia.

No sé en que momento pasó, solo me di cuenta esa misma noche, mientras la lluvia nos acobijaba y las luces del auto hacia el momento más íntimo solo podía mirarlo dormir, se veía tan tranquilo y tan pacífico que no podría cansarme de mirarle, acaricié su cuerpo con mi dedo con cuidado al igual que su rostro, lo acaricié para, poder sentir su calidez y fue ahí donde me asuste, me había enamorado de Alessandro y entendía mi sentir cada que lo veía y estaba cerca de mi, me gustaba y mucho era un hombre magnífico, tan guapo y tan sexy que no podía sacarlo de mi mente ¡Mi mente! Me encantaba como me sentía estando con él, él era un verdadero pecado ¡Como me pudo pasar esto a mí!

Azote mi cabeza contra mi mesa, tenía unas enormes ganas de llorar, jamás pensé que eso me pasaría a mi, bueno, me enamoré una vez en secundaria y mi mandaron al demonio por mi aspecto y me dolió y ahora tenía miedo de sentir algo por Alessandro, tenía miedo de que mi corazón saliera afectado. Pose mis manos sobre mi cabeza como si sintiera que algo se iba a caer sobre ella y me lastimara.

-Buenos días-.

Levante mi cara y al hacerlo me encontré con Elena... ¡Elena! ¡¿Qué demonios estaba haciendo ella en mi oficina?! ¿Será que Alessandro le dijo en donde trabajaba? ¿Ella sabe quien soy yo? ¡Lo sé, lo presiento! Pero si ella supiera quien era yo no tendría una sonrisa en la cara ni me hablaría tan tranquila sino lo contrario se lanzaría sobre mí para poder golpearme y hacerme sufrir, joder, no, no solo me pasan ese tipo de cosas a mí y solo a mi. Aclare mi garganta y me puse de pie arreglando mi falda.

-Buenos días, señorita Herrera-. Sonreí.

Estrechamos nuestras manos en un saludo formal y cordial.

-Querida te dije que me llamaras Elena-. Me guiño el ojo.

-Perdón ¿A que debo tu visita? Y... ¿Como supiste donde trabajo?-. Pregunté confundida y necesitaba saber como es que ella sabe en donde trabajo.

Elena tomó asiento en una de las sillas enfrente de mi escritorio y yo en la otra enfrente de ella. Se cruzó de piernas al igual que yo para así posar su bolso sobre sus piernas.

-Antoine, mi suegro, me paso tu contacto ya que deseo que me ayudes-. Sonrió mostrando sus hoyuelos.

-Dime ¿En qué puedo ayudarte?-.

Fue lo peor que pude hacer en ese momento preguntar en qué podía ayudarla ya que simplemente me tomo de la mano para ponerme de pie de mi lugar para así sacarme de mi oficina, ti estaba tan confundida pero entonces cuando me encontré en el departamento en el que ella y Alessandro vivirían sentía que mi corazón latía con tanta fuerza que tenía miedo de que se fuera a salir de mi pecho y que Elena lo pisará dañandolo por completo, el lugar era muy bonito no lo iba a negar que hasta yo me sentía tan celosa de que ese lindo palacio fuera para ella y Alessandro, joder, él no sale de mi mente.

Mire cada pared de color blanco, los grandes ventanales al igual que el techo que era de vidrio sólido resistente a la lluvia y granizo, el lizo era de madera y cada detalle de casa era estilo vintage uno podría jurar que es viejo pero tenía terminados modernos.

-¿Qué te parece?-. Pregunto Elena abriendo sus brazos mostrándome el lugar sin dejar de sonreír y yo con unas ganas de romperle la cara.

Aclare mi garganta y asentí con la cabeza.

-Perfecto ¿Qué deseas hacer con él?-.

Saque mi tableta de mi bolso para comenzar a tomar fotos del departamento por si ella decía que deseaba hacerle algún tipo de decoración ya tenía las fotos para así recomendarle algo y a alguien porque yo no pensaba hacerlo, no quería estar en un lugar donde él viviría con su novia y prometida.

-Quiero que queda cien por ciento vintage querida, quiero paredes de ladrillo sabes o no se que será bueno ¿Tu que dices?-. Se cruzó de brazos.

Suspire.

-Esta bien, conozco a alguien que podría ayudarte con lo que deseas-.

Sus ojos de abrieron como platos cuando dije lo que dije así que ella se acerco a mi tomándome de mis brazos asustandome un poco. Era raro tenerla cerca de mi.

-¡No! Pero que cosas dices nena, yo te quiero a ti trabajando aquí, vi lo que hiciste en la oficina de mi suegro así que quiero que tu lo hagas-.

Iba negarme nuevamente pero entonces la puerta se abrió y al girarnos nos encontramos con Alessandro que entraba al departamento con algunas maletas y detrás de él estaba su hermana, su hermana la podría distinguir por cualquier lado, ella estuvo en una clase conmigo en el instituto e incluso trabajamos juntas, de seguro que no me reconocerá antes era muy gorda y ahora dudo que ella sepa quien soy. Nuestras miradas se encontraron y todo quedó en silencio esto podría parecer mucho a una escena de telenovela en donde el protagonista y la amante se encuentran y todo se mueve muy lento y solo sus corazón palpitan rápidamente.

Así era como sentía ese momento tan difícil para mí.

-Amor, que bueno que volviste, ella es Alex trabajará en la decoración de nuestro departamento-. Le comento pero él no dejaba de verme-. Alex él es mi novio y prometido Alessandro Torricelli-.

Solo pude asentir con la cabeza, Elena me acerco a él y ambos nos tomamos de la mano en un saludo que hizo que una corriente eléctrica recorrerá mi cuerpo, Carajo.

-Un gusto Alex-. Saludo.

-El gusto es mio señor Torricelli-.

Como deseo que la tierra se abra y me coma.

Quédate Conmigo +18Where stories live. Discover now