19♧ - 《La batalla en el Queen Anne's Revenge》

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— ¡Todos en guardia! – gritó uno de los muertos vivientes con parche en su ojo. – ¡Y esperando órdenes!

Los hombres de Barbossa temblaban ante aquellas presencias. Uno de ellos disparó hacia un muerto y la bala lo atravesó matando a uno de sus compañeros. Se escucharon pasos, era el Capitán del Sigilosa María hacia Barbossa, andaba con dificultad, ayudándose de su espada como un bastón. Con cada paso que daba, era como si retazos de su traje se fueran desprendiendo y quedaban suspendidos en el aire.

— Mi nombre es Capitán Barbossa. – se presentó educadamente. – Y he venido ante usted, con cordial intención. – el padre de Isis soltó una risa con sorna. En ese momento, Isis sintió frío en todo su cuerpo. Era su padre, ahí estaba.

— "Cordial intención" – repitió. – ¿Escucharon eso? – dijo más alto. – ¡Este pirata desea ser cordial! – y los hombres del Capitán Salazar rieron, burlándose de Barbossa. – Así que, déjeme mostrarle cuál es mi cordialidad, hombre. Cada vez que suene mi espada, uno de sus hombres morirá, así que le sugiero que hable rápido. ¡Olé, ahí! – dijo, hacia la tripulación golpeando el suelo de la proa con su espada. Tal como lo dijo, uno de los oficiales atravesó su arma en un marinero de Barbossa. – Quizás debería hablar un poco más rápido, Capitán. – golpeteó su espada dos veces más y a la vez, dos hombres más murieron. Quienes sostenían a Isis, tenían tapada su boca para que no gritara. – ¡Olé! – sonrió con  malicia. – ¿Qué es lo que usted tiene que podría interesarme? – preguntó con rabia.

— Hay alguien que ha estado buscándolo, Capitán y por lo cual no convendría que asesinara a toda mi tripulación, ya que esa persona se encuentra aquí.

— ¡No! ¡Nadie me busca! ¡Todos me creyeron muerto por culpa de ustedes! – nuevamente golpeó su espada.

— ¡Papá, detente! – gritó Isis, desde la barandilla, forcejeando de la mano de los dos hombres.

— ¿Qué? – preguntó Salazar, creyendo que era una broma, sin poder ubicar de dónde venía el grito.

— ¡Capitán! – llamó Santos, quien fue el primero en ubicarla. El joven bajó su arma y se quedó observándola. No podía creer que su prometida estaba allí. Lo que menos quería era que lo viera en ese estado. Por un momento, el alivio lo inundaba pues Isis aún tenía sus ojos vendados.

— ¿Isis? – dijo, con un hilo de voz el Capitán Salazar y le borboteaba un líquido negro de su boca. – ¿Realmente eres tú? – esbozó una sonrisa.

— Sí, padre... ¡Suéltenme! – trató de empujar a los oficiales de Barbossa.

— ¿Qué...? – volteó hacia Barbossa. – ¿Por qué la tiene prisionera? – lo amenazó con su espada. – ¡Suéltela ahora mismo!

La señorita Salazar, es parte de lo que quiero tratar con usted.

— ¿Qué? No entiendo, ¿a qué se refiere?

— Mis naves se han visto afectadas seriamente por su mano, Capitán. Así que me parece un precio justo que yo le devuelva a su hija, si usted deja en paz mis naves. ¿Tenemos un acuerdo?

— ¿Hacer tratos con piratas? – preguntó Salazar y golpeó su espada contra el suelo cuatro veces a coro, cuando decía: – ¡Jamás-trataré-con-piratas! – y cuatro hombres cayeron heridos.

— Bueno, sería una lástima que el mundo se perdiera de la historia de una valiente chica que atravesó todo el Atlántico en busca de su padre y que todo lo que hizo fue en vano. – Barbossa hizo un movimiento de cabeza y uno de los hombres puso su espada en el cuello de Isis.

— ¡Señor! – gritó a su vez Santos, para advertirle que la vida de Isis estaba en peligro.

— Una vez pasé por esto. – dijo Salazar por lo bajo, realmente molesto. – Y juré que quien volviera a amenazar a mi hija, no viviría para contarlo. – Salazar lanzó el primer ataque con su espada a Barbosa.

En el Venganza, se desató una batalla de piratas contra no muertos. ¿Y cómo pelear contra seres que eran de aire y restos humanos inmortales? Eran hábiles peleando y los hombres de Barbossa estaban perdiendo. Isis dio un codazo y empujo a cada lado golpeando a sus custodios que estaban distraídos por ver la pelea y al ver cómo morían sus compañeros. Con ayuda de sus hombros, se destapó los ojos poco a poco y comprendió completamente el escenario. Se quedó estupefacta al ver en lo que se habían convertido los hombres del Sigilosa María. Pateó en el abdomen a sus captores para asegurarse de que no se levantarían en un buen rato. Entró al camarote de Barbossa, entre todo, buscó una cuchilla, espada o algo que tuviera filo. Finalmente, encontró un espadachín, le puso encima un pequeño baúl para que hiciera peso y pudiera cortar el trapo con el que le habían improvisado el amarre de las manos. Al tenerlas libres, lo tomó al igual que su espada, cuando la vio y se unió a la lucha.

Los que la tenían tomada, estaban en las escaleras peleando contra unos oficiales de Salazar, que ella no reconocía quiénes eran. Empujó a uno de los hombres y el oficial del Sigilosa María se hizo a un lado para que el hombre cayera. Isis tampoco se asomó al fantasma, se subió a la baranda y resbaló por ella cayendo en cubierta. Tenía que llegar a su padre, verlo a los ojos para romper la maldición, tal como Shansa se lo había indicado. Algunos hombres de Barbossa intentaban capturarla nuevamente, pero se escapaba de forma hábil corriendo o era defendida por los oficiales de su padre. En esa huida, se topó con algo, pero pasó de largo hacia el suelo. Vio hacia arriba y era medio rostro blanco e irreconocible.

— ¿Santos? – preguntó Isis, entre asombro, miedo y tristeza.

— Isis. – escuchó, pero no vio labios que se movieran. Restos de una mano le ofrecían ayuda para levantarse.

— ¿Qué... qué pasó?

— ¡Luego habrá tiempo para hablar! – gritó y defendió a Isis de una espada que venía hacia ella.

— Ayúdame a llegar a mi padre, solo así se romperá la maldición.

— ¡Vale! 

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon