19♤ - 《Honras fúnebres》

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Pasó la semana en que se tenía previsto el regreso del Sigilosa María. Nadie traía noticias, no había señas de la nave, ni de sus tripulantes. Sólo el silencio. Fernando llegó a casa de los Salazar sin esperanzas. Doña Inés preguntó con su mirada por alguna razón de su esposo, pero fue suficiente el tono lúgubre con que Fernando la vio y comenzó ese "Doña Inés, yo..."; la señora salió entre enfadada y triste del recibidor hacia su habitación. Solo se escuchó un portazo, seguido de gritos y llanto.

- Yo tenía una corazonada con ese viaje. - le dijo Isis a Fernando, con sus ojos vidriosos. - ¿Qué vamos a hacer ahora, Fernando?

- Lo lamento. - respondió y la abrazó, causando que Isis soltara el llanto. - Sabes que estoy para ti.

- Perdí a mi padre y a mi prometido... siento que me muero. - gimió.

- Comprendo tu dolor. No será fácil superarlo... pero no te dejaré sola.

- Gracias.

En el despacho, había un retrato del Capitán Salazar de pie, orgullosamente viendo hacia el horizonte. Vestido con su traje negro y blanco; Isis lo observaba con lágrimas humedeciéndole sus mejillas, reclamándole a Dios por qué se lo había quitado. Todos sus antecesores habían muerto de la misma manera, ¿por qué su padre no podía esquivar aquella suerte? "Malditos piratas. Malditos todos", pensó Isis con ira. Sentía la necesidad de matarlos, tal como su padre lo hacía. Antes, le parecía más un acto heroico, pero ahora comprendía que su padre lo hacía por venganza. Ella podía sentirlo. De haber nacido hombre, quizás seguiría su legado.

Luego del mes cumplido, de no saber nada del Capitán Salazar y su tripulación, la Armada Real de España celebró las honras fúnebres por los hombres perdidos en esa misión. La familia del teniente Lesaro, la esposa del oficial Moss, los hijos del oficial Magda estuvieron presentes. Isis reconocía a casi todos los que se encontraban unidos en gran congoja por lo sucedido. No hubo manera precisa de saber cómo o dónde ocurrió el naufragio. El mismo Rey Felipe V asistió a la ceremonia y se acercó exclusivamente a Doña Inés e Isis.

- Lamento lo ocurrido. - dijo, en un castellano con acento extranjero.

- Gracias, majestad. - contestó Doña Inés, con una reverencia.

- Mis palabras no traerán de vuelta al Capitán Armando Salazar, quien tuvo mucha influencia dentro de la Armada Real, pero sepan que estaré dispuesto a escuchar cualquier petición que deseen hacer. Pueden visitarme, sin audiencia previa. Yo estaré para ustedes.

- Estamos muy agradecidas, su católica majestad. - sonrió Isis, inclinándose.

- Armando las amaba muchísimo, no lo duden. - suspiró. - Debo continuar mi camino. Por favor, recuerden lo que he dicho. Tengan un día lleno de bondad y consuelo de Dios. Con permiso.

- Adelante, majestad.

- Muchacho. - le dijo por último el rey, a Fernando. - Eres todo lo que tienen. Cuídales, por favor.

- Lo haré, majestad. Cuente con ello. - respondió de manera muy educada el joven Capitán. Y el rey se retiró del lugar.

Por más que fuera el más alto monarca de España, Isis no sentía nada de emoción por verle de nuevo. Era tercera vez que tenía el gusto de encontrarse con el rey, pero nada haría que su padre y su prometido, regresaran a la vida.

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowWhere stories live. Discover now