12♤ - 《Reconciliación》

247 29 5
                                    

Al día siguiente, mientras Isis se encontraba en la biblioteca de la casa buscando un libro, su padre llamó a la puerta y entró.

- Tengo excelentes noticias para ti, querida hija. - anunció el Capitán Salazar, yendo hacia su hija.

- ¿Cancelarás el compromiso? - preguntó sin poder ocultar su emoción.

- No. - respondió, viéndola con desaprobación.

- ¿Entonces? No veo qué otras noticias podrían ser excelentes.

- Fernando ha regresado.

- Eso significa que... - Empezó a llenarse de emoción.

- Sí, iremos a Canarias.

- ¡Por fin! - Saltó y corrió a abrazar a su padre. - Prepararé mi equipaje ahora mismo.

- Oye, antes... - la detuvo su padre, por la mano. - Alguien quiere verte.

- ¿Es Santos? - preguntó con hartazgo.

- Creo que le debes una disculpa.

- ¿Yo? - dijo, indignada.

- Ve a hablar con él. Lo necesitas, ¿vale? Tiene buenas intenciones contigo, niña mía. Inténtalo, por favor.

- Está bien. - refunfuñó.

- Te está esperanzo en el despacho.

- ¿Podrías asegurarte de que nadie escuche, por favor? Ni mamá, ni tú.

- Claro. - sonrió comprensivo el Capitán y besó la frente de Isis.

Isis pasó al despacho por una puerta de comunicación interna entre la biblioteca y este. Santos se levantó de un brinco de su silla, cuando escuchó que alguien entraba. En cuanto vio que era Isis, hizo una reverencia desde su lugar y la joven le correspondió el saludo, educadamente sin verlo a los ojos.

- Dijo mi padre que querías hablar conmigo.

- Así es. - suspiró nervioso. - ¿Quieres sentarte? - ambos se acomodaron en un sofá que se encontraba cerca de la entrada de la oficina.

- Pasé dos semanas sin saber de ti, pensé que te habías arrepentido ya. ¿Acaso me darás esa buena noticia?

- Fueron dos semanas donde reflexioné mucho. Y sí, pensé en romper todo compromiso contigo, pero no sin antes decirte que, tenías razón. No era el momento indicado para pedir tu mano, tampoco tomé en cuenta tu palabra, tus sentimientos... y me arrepiento de haberte causado mucho daño, tanto como para que me odiaras. No quiero merecer tu odio. - Tomó la mano de Isis. - Quiero ganarme tu aprecio y en algún momento, tu amor. Pero... no sé cómo. Creí que hacía lo correcto porque esa es la costumbre... - negó con la cabeza rápidamente y se corrigió. - Lo que quiero pedirte ahora, es que me perdones. Prometo escucharte, tomarte en cuenta, hablar contigo antes de tomar una decisión que nos afecte a ambos. - besó la mano de la joven. - Lo último que quiero es que tu vida sea un infierno a mi lado. Y ya si todo esto no funciona, pues... vale, lo dejamos ahí.

- Vaya... esto no me lo esperaba. - contestó al fin Isis, alzando sus cejas.

- ¿Puedes disculparme por todo lo que hice... o no hice? Por haber arruinado nuestra amistad y todo lo bello que llevábamos hasta ese momento. ¿Crees que podríamos empezar de nuevo?

- Santos, esto no es tan fácil.

- Lo sé, sólo... ¿podrías intentarlo? Tu madre me hizo entender que no podíamos romper el compromiso porque medio Cádiz estaba enterado. Así que... no tenemos escapatoria. - dijo, viendo con culpa a Isis.

- Mi madre puede ser muy manipuladora, Santos. No caigas en su juego.

- Eso quiere decir que, ¿no te importaría si terminamos el compromiso?

- Rechazo las tradiciones con todo mi ser. Pero lastimosamente a mi padre y a ti, los conocen no sólo en Cádiz, sino en todo el reino. Y si terminamos con esto, hablarán de mí, no de ustedes dos que realmente fueron quienes arruinaron todo. - dijo tristemente. - No creo poder soportar todas esas críticas. Y tampoco podría irme de Cádiz, porque esa casa que está a mi nombre, y no puedo ocupar hasta que tenga un marido, quedará totalmente inaccesible para mí. - suspiró. - No tenemos escapatoria.

- Entonces, ¿estás dispuesta a intentar perdonarme?

- No te odio, ¿vale? - sonrió avergonzada. - Sólo lo dije porque estaba muy enojada con la situación.

- Entiendo perfectamente.

- Los días que no viniste, te eché de menos. Eché de menos al amigo con el que podía pasar horas contándole mis tonterías, beber té en el jardín, hablar sobre viajes... pero también se tornaba algo incómodo, porque esos momentos era donde tú soñabas quién sabe qué cosas y quizás ni me estabas poniendo atención.

- Sí te escuchaba y puedes preguntarme cualquier detalle, lo sabré. Pero también soñaba despierto con escucharte en nuestra casa, diciendo lo mismo. Imaginaba que te encontraría en casa cuando llegara de la Marina, y beberíamos té en un jardín parecido al de tus padres. Quería que viajaras conmigo, porque sé lo importante que es para ti. - hizo una pausa y se ruborizó. - Imaginé nuestros hijos.

- ¡Dios mío! - se abochornó Isis, sintiendo también cómo se calentaban sus mejillas y se puso de pie.

- Perdóname. Soy muy estúpido... pero así son las personas cuando se enamoran, ¿no? - dijo, yendo tras ella. - Imaginaba toda una vida a tu lado. Es que... me gustas, Isis. - dijo, rápidamente. - Me gusta que pienses fuera del molde, y amaría que nuestros hijos pensaran igual.

- ¡Qué cosas dices, Santos!

- Te imaginaba en mi cama, al lado. - dijo, a sus espaldas. - Dormida, tranquila. Y luego, ver tus ojos celestes, despertando... tu cabello alborotado. - sonrió, viendo el peinado que Isis cargaba ese día.

- No es prudente que digas esas cosas, Santos. - respondió Isis, comenzando a sentirse nerviosa por un cosquilleo incontrolable en su vientre.

- Siendo mi esposa, te diría más... y ya no sería imprudente. - siguió muy cerca de su oído. Isis cerró los ojos, sentía su respiración algo agitada, y se dejaba llevar. - Dime que no provoco nada en ti y me limitaré a cortejarte con detalles sencillos como lo hacen las parejas sin interés el uno por el otro.

- ¡Vale, ya! - se volteó la joven, bruscamente y quedó muy cerca del rostro de Santos. - Lo acepto, sí. Me atraes. Pero pensaba que lo nuestro nunca podía ser y ya me había hecho a la idea que simplemente me veías como una niñita que tenías que proteger, como a una hermana menor. Y vienes tú, a romper esa burbuja... quizás tu propuesta no habría salido mal, si hubiese sido en otro momento.

- Ven acá. - la abrazó fuerte. - Perdóname. Te compensaré por el resto de la vida, por todo lo que hice. - besó su frente, y luego quedaron sus rostros muy juntos. - ¿Me dejarías...?

- Sólo hazlo.

El primer beso de Isis fue tan lleno de sentimientos encontrados. Movida por las reacciones en su cuerpo que hasta ese momento desconocía, quería cada vez más y que Santos no alejara sus manos de su cintura. Él podía sentir la vibra que Isis emanaba y lo impredecible que podía resultar, por ser la primera experiencia de ella. Santos bajó sus labios al cuello de su amada, lo que la hizo lanzar un suave gemido.

- Dios mío, para - dijo Isis, poniendo sus manos contra el pecho del joven, alejándolo un poco.

- ¿Qué sucede?

- No sé cómo terminaría esto, si...

- Yo sí sé. - respondió, agitado. - ¿Quieres averiguarlo?

- ¿Y luego qué? ¿Le dirás a todos tus amigos que te di mi virginidad antes del matrimonio? No, señor.

- Nunca le dije a Fernando lo que sentía por ti, incluso siendo mi mejor amigo, ¿crees que le comentaría algo como esto? Además, me arriesgo a que tu padre me mate y te mande a un convento. Sólo quedará entre nosotros. ¿Quieres seguir?

- Sólo... solo cuida que no nos escuchen. - sonrió Isis y atrajo al muchacho a sus labios, nuevamente.

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowOnde as histórias ganham vida. Descobre agora