29♤ - 《Enfrentando a los Capitanes》

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       Isis se quedó fuera del salón, escuchando todo lo que decían. No sabía quiénes estaban dentro, se conformaba con estar enterada. José, llegó unos segundos después con la bolsa a sus espaldas.

— Capitán Quevedo, señor. – comenzó uno de los guardias que llevaba sujetado al hombre. – Hemos atrapado a este hombre, sospechoso de piratería, casi ahogado en altamar con dirección a La Española, ha estado hablando sobre el Capitán Salazar... dice que está vivo. – dijo de manera discreta.

— ¿Qué te sucede, hombre? ¿Qué disparates has venido gritando todo este tiempo? – preguntó el Capitán que estaba a cargo de las audiencias en ese momento.

— Salazar... – continuaba el hombre, entre llanto y euforia. – Salazar mató a la tripulación del barco. ¡Salazar es un monstruo!

— ¿Y sólo te dejó vivir a ti? – bufó el uniformado.

— Los hombres muertos no cuentan cuentos, dijo el Capitán. Los hombres muertos no cuentan cuentos. – repitió con sus ojos muy abiertos.

— ¡Llévenselo!

— ¡No! ¡No! ¡Los hombres muertos...!

— ¡No quiero escucharlo más! – ordenó Quevedo.

— Pero yo sí. – entró diciendo Isis. Al principio, tenía todo el valor reunido en el pecho, para enfrentar a quien estuviera dirigiendo la sesión. En cuanto vio que eran alrededor de quince hombres más en el salón se intimidó un poco, sin embargo, mantuvo su aparente valentía. No había de otra, no podía salir corriendo. Notó que, entre aquellos hombres, estaba Fernando quien la miraba con cierto temor y preocupación.

— ¡Señorita Salazar! – respondió el Capitán que dirigía la audiencia. – ¿Qué hace aquí?

— Las casualidades de la vida me trajeron hoy, a este lugar. – contestó altanera, adentrándose aún más en el salón. – Me pareció escuchar el apellido de mi padre, así que vine a ver qué sucedía.

— Sí, pero no es lo que usted cree. – dijo Quevedo, con hartazgo. – Estos imbéciles, están mal de la cabeza.

— ¡No! ¡No es cierto, señorita! – gritó el hombre acusado. – ¡No estoy loco! ¡Yo lo vi! Ahí estaba él, con su barco... en esa isla maldita. Los hombres muertos no cuentan cuentos...

— ¡Basta! – interrumpió el Capitán con enojo. – ¡Llévenselo!

— ¡No! – se rehusaba el hombre forcejeando entre los guardias.

Isis no pudo detener lo que mandaba Quevedo y solo veía con pena, cómo el hombre iba gritando lo mismo, asegurando que el Capitán Salazar estaba vivo y que "los hombres muertos no cuentan cuentos". Ella esperó a que el hombre saliera del salón, y el Capitán le hizo señas a Fernando para que sacara a Isis de ahí.

— Vámonos, Isis. – le murmuró Fernando, tomándola del brazo. – Estás haciendo el ridículo.

— ¡Déjame! – le arrebató el brazo, dando unos pasos hacia Quevedo. – ¡Se trata de mi padre! – gritó. – Del mejor Capitán de la Armada Real, alguien a quien ninguno de ustedes podrá igualar, porque se nota que no tienen los mismos pantalones que él. Tratan de ocupar su lugar, pero les queda tan grande. – lamentó.

— Señorita Salazar – le amenazó el Capitán, poniéndose de pie. – Le pido que por favor se retire.

— ¿Y si no, qué? – le retó. – ¿Ninguno de ustedes se ha preguntado qué pasó con mi padre? – respondió llorosa por la ira. – Porque es una pregunta que yo me hago todas las noches. ¡Todos aquí, escucharon a ese hombre! Dijo que mi padre está vivo ¿y se quedan sentados, como si nada?

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowWhere stories live. Discover now