04♤ - 《El Capitán en Las Canarias》

317 29 0
                                    

Unos días previos al cumpleaños número quince de Isis, Fernando llegó a casa de los Salazar con una carta que enviaba el Capitán. Ella se sentó con urgencia en una de las bancas del jardín y leyó:

"Querida Isis:

Deseo de todo corazón que tú y tu madre se encuentren bien. El motivo de mi carta es para disculparme, amada hija, puesto que no podré llegar a casa el día de tu fiesta de cumpleaños, he encontrado un grupo de bucaneros cerca de Las Canarias, y tengo que hacer mi deber. Todo estará bien. Por favor, celebra como nunca, al lado de tu madre, de Santos y Fernando. Te amo.

Tu padre, Armando Salazar".

- ¿Todo bien? - indagó Fernando, quien se encontraba sentado al lado de Isis, esperando alguna señal o palabra por parte de su amiga.

- Sí, sí... dice que no podrá estar en mi cumpleaños. - abrió mucho sus ojos. - ¿Y si le pasó algo? ¿Crees que esos piratas...?

- Tranquila. La Marina habría sido la primera en enterarse.

- Fernando, dime cualquier cosa que escuches sobre mi padre. - apuró la joven.

- Hasta ahora, sólo he escuchado que es el mejor Capitán que ha tenido la Corona. - contestó el joven, muy tranquilo y seguro de que era lo que su amiga deseaba escuchar. Isis sonrió y soltó la tensión en sus hombros.

- Gracias al cielo que estás a mi lado. - Isis tomó una de las manos de Fernando, quien carraspeó sonrojado. El joven le ofreció una sonrisa un poco incómoda. - ¿Está todo bien?

- Perfectamente. - respiró él.

Ambos caminaron un rato más por el jardín, donde Isis le comentaba sobre la celebración y quiénes estarían invitados, los detalles, la música, pero en su mirada persistía un dejo de tristeza.

- Todo sería perfecto si mi padre lograse venir para ese día. - lamentaba Isis, con su brazo entrelazado con el de Fernando.

- No es que no quiera venir y lo sabes.

- Claro, hombre. Pero me da tanto miedo cuando se va a esos viajes.

- Las Canarias no están muy lejos.

- ¿Sabes? Tienes razón. No me preocuparé más por ello, sé que él tendrá todo bajo control. Confío en que regresará sano.

- Quizás no sea ese mismo día, pero tendrás muchos más para celebrarlo a su lado. - le animó el joven.

- Oye, ¿y cómo va esto de tu asenso? La última vez que hablé con mi padre, me comentó que ibas cerca de conseguirlo.

- Estoy enlistado, sí. - sonrió el joven, con timidez. - Reúno varios méritos. La mayoría gracias a tu padre, he de admitir.

- Vale, pero tú también has logrado cosas por tus propios medios. "Capitán Fernando Alonso de Torres y Córdoba", ¡suena formidable!

- Me hace mucha ilusión, no lo niego. - se vanaglorió un poco. - Seré uno de los capitanes más jóvenes de la Marina Española.

- ¿Y qué piensas hacer? Es decir, ¿cuál será tu ocupación?

- En varias misiones con tu padre, la he pasado bien. Pero siempre he sido subordinado... un oficial, un guarda, pero... ¿Capitán? - dijo con duda.

- Bueno, eres teniente ahora... diriges navíos pequeños. ¿Qué tiene de diferente?

- Serían viajes al Caribe, Isis. Como tu padre, exactamente. Es más riesgo. - se notaba la preocupación en su voz.

- Pero tienes más ayuda, también.

- A veces, olvido que tú también sabes mucho sobre esto, perdóname. - dijo, viéndola con suavidad. Isis sólo bajó la mirada, sonriendo.

- Anda, tienes los méritos, la experiencia, apoyo, ¿qué más? Si yo estuviera en tu lugar, tomaría la misma carrera de mi padre: atrapar piratas asquerosos, y acá entre nos, - dijo con voz más quedita y cerca de su amigo. - el Caribe, dicen que es mucho más hermoso que todo lo que puedas ver en mares europeos, ¿eh? Te instalas en La Española, y listo. Tú sabrás mejor que yo.

- Prefiero San Juan. Aunque los nativos, a veces son un problema, pero está menos contaminada.

- Pues será San Juan, La Española, Cuba... no importa, pero el Caribe suena tan hermoso cuando lo describen. Salvo por la plaguilla de piratas y corsarios.

- Creo en una limpieza total de ellos, algún día.

- ¿Qué hay de este Barbanegra, por cierto?

- Tiene arrasada La Florida. Se instaló en un pequeño pueblo de allí... San Agustín. Hermoso, cabe mencionar. Pero con él a cargo, quién sabe cómo estará. Es una Tortuga, en el continente.

- Mucho he oído de Tortuga.

- La Sodoma y Gomorra pirata. Horrible. - se escandalizó ante la imagen mental que se formaba.

- ¿Sabes? Siempre tuve pesadillas con ese tal Barbanegra.

- ¡Y no es para menos! Se encierran muchos mitos en su figura, pero no son más que eso... mitos, querida. Por lo demás, es un hombre común y corriente.

- ¿No crees en los mitos del mar? - se sintió curiosa.

- Nunca he sido testigo de nada extraño. Sólo son habladurías. - dijo Fernando, mostrando cierta superioridad. - No existe nada extraño en el mar, te lo aseguro. Pero, tantos días bajo el sol, la soledad, la deshidratación o la ebriedad, más que pasas días sin ver un pedazo de tierra, puede causar alucinaciones, eso ni qué.

Doña Inés, llegó a interrumpir la charla de los jóvenes para avisarles que la cena estaba lista, y que se dieran prisa. La pareja la siguió, aún con los brazos entrelazados.

Por la noche, previo a dormir, Isis abrió el baúl que se encontraba a los pies de su cama y siempre estaba asegurado con un candado mediano. Sacó de él algunos apuntes que hacía en los viajes con su padre, conversaciones que escuchaba en aquellas reuniones importantes o mitos del mar que leía en las obras de la biblioteca familiar. Le gustaba hacer dibujos de los piratas, a su total imaginación. Además, si el lugar al que iban con su padre, le gustaba, acostumbraba a pintarlo, colocaba la fecha y el nombre del lugar.

Sabía casi todos los mitos, desde los griegos, los fenicios, algunos vikingos, hasta los últimos que se levantaban en torno a un hombre llamado Davy Jones y su barco fantasma El holandés errante. Que Barbanegra poseía poderes sobrenaturales con su barco y que había una hermandad de piratas, que habían atrapado a la diosa del mar en un cuerpo femenino. Todos tenían argumentos bastante lógicos, como para ser simples inventos de los piratas que por ebriedad o deshidratación habían inventado.

Luego de actualizar sus apuntes sobre Edward Teach, que tenía arrasada la Florida, volvió a guardar todo en el baúl y escondió la llave bajo el colchón. Escuchó los pasos de la mucama afuera de su habitación y se apresuró a fingir que ya estaba metida en la cama.

- Vengo a dejarle su jarra de agua, señorita. ¿Desea algo más? - preguntó Juana.

- No, con eso estoy bien, te lo agradezco.

Juana le ordenó las sábanas encima a Isis y le deseó buenas noches, antes de salir. La joven, soñó que Barbanegra tenía de rehén a su padre, en una casa tan lujosa como la que vivía ella, en medio de una playa paradisiaca.

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon