32♤ -《José》

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     Isis partió con José hacia Madrid, al amanecer. Los esperaban cinco días largos de viaje para llegar a Palacio. Para entretenerse en la travesía, tomó varias hojas de su baúl y se dispuso desde ahí a escribir una bitácora. Anotaba los pequeños pueblos por los que José pasaba y por los que se detenían para abastecerse o descansar. Era como un diario en el que iba detallando todo tipo de aventura con la que se topaban.

Una noche, cuando se detuvieron en un pueblo muy cercano a Madrid, cansados y hambrientos, cenaron en una pequeña posada que, para su suerte, aún estaban sirviendo comida decente. Isis a esas alturas casi daba por olvidados sus modales finos, total nadie la conocía allí sólo José y era de su entera confianza. Pidieron platillos similares y comieron en silencio hasta que ambos sólo veían sus bebidas, concentrados e Isis interrumpió.

— ¿No crees que fue muy estúpido hacer este viaje, José? – preguntó. El cochero la observó por unos segundos sin saber qué responder, hasta que rompió la tensión riéndose e Isis reaccionó de la misma manera.

— Perdone que me ría, señorita Isis. Es que... prácticamente ya estamos en Palacio, ¿y se quiere echar para atrás?

— Lo sé, perdona. Quizás sólo me están traicionando los nervios. Al menos tengo con quien platicar. Gracias por aceptar este reto.

— De no haberlo hecho, me habría despedido.

— Tienes razón, hombre. Lo hice con Fernando, ¿cómo no hacerlo contigo?

— Respecto a eso, ¿no se arrepiente de haber terminado con el Capitán? – preguntó, en un tono más serio.

— Pues claro que lo hago. Perderé mi casa en Fuerteventura. – bromeó.

— ¿Sólo por eso?

— Por supuesto que no, José. Pero Fernando es igual a todos esos cobardes de la Marina, no arriesgan nada.

— Señorita Isis, ¿ha pensado en qué pasará si encuentra a su padre, con vida?

— Olé, que estás muy preguntón esta noche.

— Disculpe, ya no preguntaré más. – contestó cohibido.

— No, no, descuida. – lo calmó. – Pues no lo he pensado, porque no quiero hacerme falsas ilusiones... no quiero crearme escenarios y luego toparme con otro. ¿Tú sí crees que esté vivo?

— El océano es muy misterioso, señorita Isis. Hay posibilidades, sí. Pero puede que ya no sea el mismo Capitán Armando Salazar que usted conoció.

— ¿Tú qué sabes de las leyendas del mar, eh? – dijo, cruzándose de brazos y poniéndole más atención. – ¿Fuiste marinero o algo así?

— Mi padre... era pirata. – sonrió con la mirada hacia abajo. – Él me contaba muchas historias. Barcos fantasmas, personajes temibles, criaturas, monstruos... y todo sonaba tan real.

— ¡Quién lo diría! ¿Mi padre supo de eso?

— No. Temí que no me contratara, si sabía de mi procedencia.

— Hiciste bien. Pues creo que mi padre está en uno de esos barcos fantasmas, ¿sabes?

— Eso que repetía el hombre, "que era un monstruo", pero a la vez decía que estaba "vivo"... debe hacerla estar preparada señorita Isis, para lo que sea.

— Tengo miedo, ¿sabes?

— Sería muy raro que no lo tuviera.

— Hay otra cosa muy curiosa en todo esto, "los hombres muertos no cuentan cuentos", ¿te suena?

— Para nada. Pero entre los piratas, las historias de muertos vivientes son muy comunes.

— ¿Cómo es que en tierra no ocurre nada de eso?

— Sí pasa, pero son otras criaturas. – José bebió lo último que estaba en su vaso y exhaló. – ¿Cuándo escuchó al primer hombre decir algo sobre su padre?

— En el refugio. El hombre parecía perturbado, un poco más que éste. Dijo que Salazar había matado a toda la tripulación. 

— Y también sólo lo dejó a él, como al de la Marina. – comentó José, sospechoso. – Siempre deja a uno vivo, para que "cuente el cuento".

— Porque él, como "hombre muerto" no puede hacerlo. – ambos se vieron, como si por fin hubiesen armado un rompecabezas.

— Creo que, muy a su manera, su padre ha intentado hacerle saber que no está muerto. Puede que esté bajo un hechizo.

— Tiene sentido.

— Eso sí, la manera en que luzca no será igual a como se fue.

— Con más razón debo averiguar qué pasó. Y si de verdad hay un hechizo, romperlo.

— No vaya a decirle algo de esto al rey, o alguien de la Marina Real, no van a creerle. Pensarán que ha enloquecido de verdad.

— Creo que algo de locura he de tener para hacer este viaje, ¿no?

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDove le storie prendono vita. Scoprilo ora