02♧ - 《Comienza la búsqueda》

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      Isis llegó a la Marina, orgullosa. Tenía bajo sus órdenes a los oficiales, y estaba realizada por la forma en que había conseguido ese viaje. Los rumores en Cádiz habían corrido. Unos hablaban de lo valiente y poderosa que había demostrado ser, otros la tomaban por loca o traidora, pues se había basado en comentarios de piratas para emprender el viaje. Los comentarios más bajos, eran sobre la sospecha de cómo había convencido al rey para que la apoyara en ese viaje. Y no era para menos, pues era joven, atractiva y con un apellido poderoso, no dudaban que había utilizado eso a su conveniencia. Ella, no le ponía mayor atención a los gritos que surgían entre la población, uno que otro sacerdote acusándola de brujería y tratando de detenerla para llevarla a la hoguera, pero los guardias de la Marina contenían a la multitud enardecida. Tenía una meta clara y no descansaría hasta conseguirla.

— Por aquí, señorita Salazar. – le indicaba uno de los oficiales para que lo siguiera.

El Almirante Yánez se encontraba casi al final del muelle con sus manos entrelazadas hacia atrás, con un gesto de desaprobación, que detuvo cuando se topó con Isis.

— He cumplido, señorita Salazar. – dijo el hombre, con voz tensa. – El NSM Princesa del Mar, está a sus órdenes. Estrictamente llamado así para usted, por su majestad.

— Buenos días, Almirante. – saludó Isis, con una sonrisa de satisfacción. – Me alegra saber que las órdenes del Rey hayan sido acatadas. ¿No le parece un nombre hermoso para ese barco?

— Sin duda. – comentó, amargamente.

— Le agradezco su colaboración, aunque lo haya hecho de mala gana. Recuerde que, en parte fue su culpa, todo esto habría sido más sencillo si usted me hubiera apoyado desde el principio. Pero bueno, ya pasó. – sonrió. – Se me hace tarde, que tenga buen día.

El almirante hizo una reverencia, porque así lo dictaban las normas sociales, pero por dentro estaba insultando a Isis y maldiciendo el momento en que la subestimó.

Con ayuda de los oficiales, Isis subió al Princesa; cuando sus pies tocaron la madera se sintió como en casa. Tenía tanto tiempo de no navegar y lo extrañaba, pero extrañaba más escuchar la voz de su padre dando órdenes. En cambio, escuchó la voz de Fernando, quien portaba de manera orgullosa un traje militar parecido al que su padre llevaba puesto el día que zarparon por última vez.

— ¿Listo, Capitán? – le preguntó Isis, cuando Fernando llegó a besar su mano.

— Listo, primera oficial.

— ¿Qué?

— Mereces ese puesto, ¿no crees? – sonrió con complicidad. – Tienes tantos o los mismos conocimientos que los oficiales que nos acompañan. Además, ya todos están sabidos.

— ¡Gracias! – saltó a abrazarlo.

Desde el muelle, sólo se vio el momento en que Isis emocionada dio un pequeño grito y acto seguido abrazó a Fernando. El Almirante observó la escena y puso sus ojos en blanco, dio media vuelta y se fue del muelle.

— ¡Señor! – le llamó un oficial. – ¿No acompañará la salida del Princesa?

— El Princesa, tiene más poder que yo en este lugar. Le aseguro oficial, que no necesitan de mi "acompañamiento".

El almirante continuó su camino, dejando al guardia confundido. Mientras Cristóbal y José, miraban juntos hacia el barco y despedían a Isis con su ondear de mano.

— Nunca imaginé que fuera capaz de emprender ese viaje. – comentó José, un poco triste.

— ¿Qué tuviste que ver en todo esto? – preguntó Cristóbal, curioso.

— Me interrogó sobre El triángulo del Diablo. Le dije que había escuchado algo, por mi padre. Pero no pensé que sería el inicio de esta aventura.

— ¿Y tú escuchaste esos rumores?

— Sí. El día que dejamos las prendas en la Marina... ese hombre parecía realmente asustado. – recordó, y veía a un punto, como si la escena se reprodujera frente a él, de nuevo. – Todo coincide en que pueda estar allí. Le advertí que podía no ser el mismo que ella conoció.

— Si conoces un poco a Isis, sabes que no se queda de brazos cruzados. Nunca ha sido una niña quieta.

— Me alegra que no lo sea. – sonrió José. – Esté donde esté el Capitán, creo que se sentiría orgulloso de lo que hizo su hija. Tiene sus agallas.

— Quizás sea la Capitana de la que el mundo nunca se va a enterar. – comentó tristemente, Cristóbal. 

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora