La Comandante A, Victoria Heldman ha desaparecido de la faz de la tierra. Nadie la ha visto en mucho tiempo.
Alpha tiene la misión de encontrar a la mujer que hace temblar el cielo y la tierra junto con sus hermanos. Mike Windsor tomó el control co...
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Mike Múnich, Alemania
Durante todo el trayecto hasta el Castillo no dejo de pensar en las palabras que había soltado Hans. La habíamos encontrado. Al fin, la gran Victoria Heldman volvía a su hogar, donde pertenecía.
A mi alrededor se volvió una fiesta dentro del helicóptero. No paran de cantar y tomar Champagne. Yo solo los veo. Los detallo bien y noto que muchos de nosotros hemos bajado de peso, lucimos más cansados de lo normal y seguimos luchando solo para verla a ella.
—¡La encontramos! —grita Diana y me abraza, se lo respondo y ella no deja de sonreír —. No lo puedo creer, estoy por estallar de la alegría. Hay tantas cosas que quiero contarle, tantas cosas que nos hemos perdido...
—Tranquila, Diana. Todo a su tiempo. Recuerda que está saliendo de aislamiento después de cinco meses, no sé si aún debas decirle sobre tu compromiso —sugiero —. Además, no sabemos en qué estado está.
—¡Claro que se lo diré! ¡Dios, muero por decírselo ya! ¡Me voy a casar!
Sonrío.
Estoy muy feliz por ella y por Sasha. Después de todo lo que pasó, mi amigo se las ingenió para comprar un anillo en París y proponerle matrimonio tres segundos antes de despegar.
—Estamos llegando al Castillo Heldman, prepárense para descender —nos sentamos todos y al cabo de unos minutos, nos deshacemos de los cinturones y bajamos.
—Comandante Londres 01 —habla un general del ejército alemán, hacemos el saludo militar.
—Descanse, soldado.
Asiente.
—Berlín 01 y Berlín 02 están cerca de Ucrania, señor. Se estima que llegarán aquí con Berlín Zero en unas pocas horas.
—Excelente.
—Debo informarle que el Comandante Berlín quiere verlo.
Asiento.
Me voy junto a Thomas y lo encuentro en su oficina.
—Windsor.
—Heldman —me acerco a él.
—¿Cuál es tu intención con mi hija?
—¿Señor? —me toma desprevenido su pregunta.
—Responda, comandante.
—Amarla, señor.
—¿Amarla, comandante? —asiento —. ¿Por qué debería creer en su palabra?
—Usted es libre de creer en lo que quiera, pero le dejaré en claro que quiero estar con su hija. La quiero de verdad y nunca haría algo a propósito para dañarla.
