Capítulo 14. Cicatrices.

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All I Want – Kadoline.

 

Íbamos en el taxi camino a mi antigua casa. Sentía que el mundo se me venía encima por cada calle que pasábamos, sentía que el dolor en mi estómago se acrecentaba en cada esquina que fijaba la mirada. Toda mi mente se comenzó a llenar de recuerdos, desde la tienda para mujeres donde vendían ropa íntima, hasta esa cafetería que aún estaba en su mismo estado y seguían vendiendo las hamburguesas más ricas con sus batidos de chocolate más deliciosos que existía en la historia.

El clima no estaba siendo de ayuda. Me había acostumbrado tanto al sol. Me había acostumbrado demasiado al calor. Aquí todo era tan gris. Las paredes, el cielo, el suelo, las personas. Lo único que resaltaba eran los autobuses y los abrigos de colores chillones que las chicas usaban. Pero ni eso, ni siquiera eso podía hacer que esto se sintiera como a mi hogar, todo me hacía sentir mil veces más solo.

Miré a mi lado, Rain seguía con la cara metida en la bolsa de papel. Me reí un poco y pasé mi mano por su cabello, ella volvió a respirar agitada. Asomó su rostro solamente para sacar su cabeza por la ventana. No estaba acostumbrada al horario, ni al clima, ni a nada de por aquí. Ella necesitaba más que tiempo para poder sentirse bien.

Todo el mundo en las calles iban caminando con tranquilidad. Me preguntaba cuantos de ellos sufrían en secreto. Cuantas personas estaban a punto de morir de tristeza. Cuantas habían recibido la mejor noticia de sus vidas. Cuantas estaban disfrutando de un nuevo inquilino en casa. Cuantas habían despertado y rogado a Dios que les diera un minuto más de felicidad. Cuantas estaban al igual que yo preguntándose qué es lo que estaba pasando en su vida. Cuantas se arrepentían de lo que hicieron la noche anterior. Me preguntaba si la señora que estaba cruzando la calle estaba molesta por la forma en que el hombre del taxi la miró, o si estaba feliz de que alguien, aunque sea un deshonesto e idiota hombre la mirara. Me preguntaba cuántas sentían lástima por los demás, cuántos por sí mismos.

Me daba miedo llegar a casa, me daba miedo saber con qué me encontraría. Tenía miedo de enfrentar a mi familia de nuevo. Tenía terror de ver a mi madre, pavor de ver a mi hermana. Tampoco sabía cómo sería el volver a ver a mi padre. Estaba tan molesto con él. Todo aquí estaba destinado a fracasar y si me rompía, no habría una segunda oportunidad para mí, este sería mi fin. Colapsaría hasta morir.

Llegamos a casa, fue inevitable. Entregué el dinero al taxista. Al salir del auto, Rain ya estaba parada al lado de mí con su maleta colgada al hombro, no era muy grande pero tampoco era pequeña. Nos quedaríamos aquí por una larga semana.

Contuve el aliento y caminé hacia la puerta principal, aún conservaba mi llave, así que no fue necesario tocar. Abrí la puerta sin cuidado, hacía el ruido que siempre hacía cuando llegaba en un día normal. Rain pasó y no se molestó en mirar hacia ninguna parte, solamente hacia mí. No le dije nada, dejamos nuestras cosas en la entrada.

Ella me miró esperando una orden o una explicación y comencé a sentir que esto era una mala idea, no debí traerla, ni siquiera debí hablarle, no debí venir, no debí subir a ese estúpido avión, esto estaba mal, comencé a caminar hacia atrás y sentí cómo algo tibio se entrelazaba con mi mano izquierda, me giré y Rain estaba ahí mirándome. Señaló hacia las escaleras con su barbilla y medio sonrió. Asentí, ella soltó mi mano.

Aterrado, subí hasta que terminaron las escaleras, por el largo pasillo caminé cerca de mi habitación pero ni siquiera abrí la puerta. Fui directamente hacia la habitación en la que se suponía estaba mi madre. No toqué, simplemente abrí la puerta.

Frente a mí, estaba una mujer a la que no reconocí. En la cama estaba ella, recostada con los ojos cerrados, con ambas manos amarradas a los costados, mientras habían largas vendas sellando las heridas que ella misma se había hecho con una navaja filosa de afeitar. Se había corrido la navaja hacia arriba. Ella no pensaba sobrevivir. Ahora había un cardenal y habría una gran cicatriz subiendo desde su muñeca hasta su coyuntura, que le recordaría lo que hizo por el resto de su vida, lo que nos hizo.

Ps: I Love You (Original) IIWhere stories live. Discover now