Epílogo

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Los vio de lejos en Tsukigakure, no podía mentir, la vio primero a ella.

El Festival de la Cosecha se estaba llevando a cabo en ese momento y la aldea estaba llena tanto de turistas como de residentes que vivían en las veredas aledañas y se pasaban de puesto en puesto disfrutando la variedad de alimentos frescos que había, así como toda la muestra cultural. Pero los murmullos y la conglomeración de gente se estaba formando alrededor de una de las casetas de juegos y se acercó solo para comprobar que el cabello que había visto de reojo y se le había hecho extrañamente familiar por el particular peinado realmente pertenecía a quien creía que pertenecía. Estaba vestida en un pantalón negro ligeramente holgado debajo de las rodillas con un portakunais atado con una venda a su pierna derecha, tenía unas sandalias de tacón bajo y una blusa estilo chino de color rojo con un ligero escote, de lo que se alcanzaba a ver de piel en su pecho se podía apreciar el inicio de un tatuaje bajo su clavícula derecha con el que probablemente había ocultado las cicatrices que le habían quedado allí del interrogatorio al que fue sometida por sus hermanos. Esta vez no hubo saltos emocionados por atinar todos los tiros, solo una sonrisa altanera se dibujó en su cara y la mirada asesina a todos los especímenes masculinos que se atrevían a verla era ella misma quien la dirigía.

Antes de preguntarse si estaba sola o no, un hombre dio un paso al frente y ella sin borrar la sonrisa se le acercó y lo besó con confianza. El pequeño en el fular y sostenido adicionalmente por sus brazos emitió un ligero lloriqueo y él trató de mecerlo para arrullarlo y evitar que rompiera en llanto llamando indebidamente la atención sobre su persona, se había arriesgado solo por su curiosidad pero era peligroso que lo vieran, así que les dio la espalda y se fue. Caminaba por las diferentes calles sin que fuera evidente que huía pero iba un poco más rápido de lo que normalmente hacía, desde la batalla en la que sus hermanos fueron asesinados había dejado de espiar las comunicaciones y de vez en cuando lo carcomía la consciencia el no saber qué había sido exactamente del destino de su salvadora que posiblemente debió ser juzgada como una traidora, le alegraba verla bien y que después de todos los años que habían pasado continuara con el Hyūga a su lado. Giró en una esquina, se había retirado bastante de la zona del festival y había reducido la velocidad pues su hijo nuevamente estaba a punto de llorar por los movimientos durante ese trayecto, así que ahora era el momento de hacer lo posible por calmarlo y de ser posible que se durmiera, fue entonces cuando levantó la cabeza para continuar su camino que se la encontró de frente

- Has perdido habilidad — ella estaba comiendo lo que parecían unas frutas cubiertas de chocolate

- Ya no la necesito — aferró al pequeño, no podía esconderlo pero tenía que enfocarse solamente en protegerlo a cómo diera lugar — Tenten, si me van a llevar primero déjame poner a...

- Cállate Ryuuken — fue inevitable para él sonreír por esa frase

- Es solo Ryu ahora

- Ryu — su voz había cambiado un poco, era más madura y sonaba calculadora — no se parece a ti — le fue imposible no reírse

- Afortunadamente heredó todos los rasgos de su madre — su cabello color caoba cobrizo y sus ojos color miel, nada que le recordara a él mismo o a sus dos hermanos mayores

- ¿Cuánto tiene?

- Nueve meses — y había creído tener al menos un par de años más antes que lo encontraran, pero era obvio que al quedarse quieto en una aldea lo iban a localizar tarde o temprano. Después de la persecución del Hyūga en la que se encargó de mostrarle que destruiría personalmente cada una de las guaridas para que no quedara nada y de dejar los sellos en donde los pudiera encontrar, había vivido tres años como un completo ermitaño, moviéndose de aldea en aldea, sobretodo en las más pequeñas y recónditas, trabajando en cualquier cosa que le permitiera sobrevivir el día a día, sufriendo el primer invierno y estando tentado esa vez a hacer algo ilegal, pero finalmente se aferró a su determinación de no ser el de antes y la primavera llegó cuando su desesperación más grande era. Mantuvo su cabello muy corto, pero tras esos años se decidió a volverlo a dejar crecer, desde que era niño siempre había amado su melena larga y era lo único que podía tener de sí mismo. En el transcurso del cuarto año conoció a Suri en Tsukigakure, se iba por semanas, a veces meses a otras aldeas para seguir siendo un ermitaño pues estar en la capital de un país no era una buena idea, pero igual le era imposible no regresar a ella, por ella se había quedado quieto en esa aldea, repitiéndose mentalmente todas las noches que ese sería el último día que estaba en el lugar y tenía que seguir escondiéndose, nunca conseguía irse y el día que se enteraron que estaban esperando un hijo decidió que se establecería del todo con ella. Inhaló profundo el aroma de la coronilla de su bebé, sabía que había estado viviendo tiempo prestado y que el reloj corría en su contra por lo que era un error haberse atrevido a asentarse como si fuera una persona normal y no un criminal. Pero no se arrepentía de nada, su pequeño había valido cada segundo — Tenten... te prometo que iré voluntariamente, pero por favor permíteme llevar a mi hijo con su madre — pedir por ellos era lo único que podía hacer — no tienen la culpa de nada, ella no lo sabe...

- ¿De qué estás hablando? — fue interrumpido, los orbes chocolate se veían confundidos mientras masticaba la última fruta en la brocheta — Ryu... nadie te está buscando

- ¿Qué?

- Vaya, de verdad has dejado de lado tu vida anterior — una sonrisa sincera apareció — te vi de lejos hace un rato y quería comprobar que eras tú... que efectivamente fuiste mejor que todo lo que pasó

- Honré tu sacrificio — hizo una pausa ordenando su cabeza ¿qué acababa de decirle? ¿había entendido bien? — nunca creí merecerlo, y más de una vez el primer año pensé en ir hasta Konoha y entregarme — ella frunció el ceño — pero no podía desperdiciar lo que habías hecho por mí de esa forma

- Te hubiera asesinado en persona si cometías semejante estupidez

- Lo sé ¿Te lastimaron mucho por mi culpa?

- No — se encogió de hombros — después de todo lo que pasé en esa guarida quedan pocas cosas con las cuales me puedan lastimar, ni siquiera tengo cicatrices de mi estadía en esa celda — empezó a reírse — a decir verdad fueron casi vacaciones con mala comida

- Es porque eres más dura de lo que todos creyeron siempre, incluyéndote — la diferencia entre la chica de diecisiete años que había sido secuestrada y la mujer de veinticuatro que estaba frente a él era abismal — no pude darte las gracias como debía en ese momento

- Nunca esperé que lo hicieras

- Gracias Tenten, no hay palabras para expresar lo que esto ha significado — una nueva vida — Me tranquiliza saber que terminó bien para ti también — dijo refiriéndose al Hyūga a quien había visto antes

- Siempre lo valió — y como si lo hubieran invocado, de una de las esquinas apareció el hombre

- Vamos Tenten — la llamó — debemos seguir — ella asintió con la cabeza en su dirección y pareció dudar las palabras a decir

- Me alegra ver que tú también lo valiste — no dijo nada más ni esperó su respuesta, solo le dio la espalda y se fue hacia el castaño quien levantó la mirada, por unos segundos sus ojos se cruzaron, negro contra blanco y vio que él le hacía un ligero asentimiento, en el preciso instante que ella tomó su mano cortó la conexión visual y los dos se alejaron, desapareciendo por completo.

Se quedó unos minutos inmóvil, procesando esa corta pero importante conversación. No lo estaban buscando, nadie lo separaría nunca de su mujer e hijo, Tenten estaba bien. Besó la cabeza de su pequeño sin poder creerlo. 

Todo estaba bien, finalmente estaba en su lugar correcto.

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Ahora sí ¡se acabó! No podía terminar la historia sin darle también su merecido final a Ryuuken, no saben la ternura tan infinita que me produjo este capítulo. 

60 capítulos, realmente jamás pensé hacer algo tan extenso, espero les haya gustado.

Como siempre ¡Gracias por leer!

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Un abrazo virtual gigante.

Att:

Sally K

El Clan KazirgaWhere stories live. Discover now