Final

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Tris entró corriendo por la puerta de mi habitación mientras tomaba con una mano mi pecho y con la otra mi garganta. Me dolía de todo lo que había gritado. Cuando me di cuenta de que había despertado, mi respiración se calmó de a poco, y mi mano peinó mi cabello hacia atrás. Tantas pesadillas me habían quitado el sueño, y de tan pocas horas de dormir, mis ojos ardían y me imaginaba que estaban rojos, como inyectados en sangre.

Tris se sentó junto a mí en la cama y no dijo nada. Simplemente acarició mi espalda hasta que todo había vuelto a la normalidad. O a la desastrosa "normalidad" que yo vivía.

- ¿Otra pesadilla? - Preguntó, luego de unos cuantos minutos, aún sin detener su mano tranquilizante en mi espalda. Asentí con la cabeza, sin mirarla.

- ¿Cuánto dormí esta vez? ¿Dos horas?

- Tan sólo veinte minutos. - Reí sin una pizca de gracia. - Quedaste desmayada en el sofá, y Johann se ofreció a llevarte a tu habitación antes de irse. Para que estuvieras más cómoda. - Ya me había acostumbrado a despertarme en lugares en los que ni siquiera recordaba haberme dormido. Lo último que estaba fresco en mi mente antes de aparecer en mi cama, gritando, sudando, y aterrada, era, generalmente, el sofá de la sala y una película, el auto de Johann junto con las voces de Tris y él mismo, y hasta a veces recordaba el baño, y un cepillo de dientes. Ya hasta parecía una rutina dormirme y despertarme en mi cama por arte de magia. O por arte de Johann, mejor dicho. - ¿Quieres contarme qué fue esta vez? - Su voz era cautelosa, tranquila, llena de pena. Era el tono de voz que la gente usaba cuando entraba a un loquero y un paciente se le acercaba diciendo cualquier tipo de disparatadas estupideces. Odiaba que las personas usaran ese tono de voz conmigo, y Tris lo sabía, aunque también sabía que no podía evitarlo y que no lo hacía con intención, simplemente quería hacerme sentir mejor.

- No. - Dije seca. Prefería no hablar de las imágenes que rondaban en mi cabeza. Sentía que si hablaba de ellas con otra persona, podrían hacerse reales y era lo que menos deseaba en el mundo. - Ya estoy bien, en serio. - Miré a Tris a los ojos, intentando convencerla, pero por su mirada, sabía que no me había creído ni un poco. Se levantó de la cama y me observó por un largo tiempo, examinó todo mi rostro con sus ojos llenos de preocupación, y finalmente se inclinó para besar mi frente. Cerré los ojos al sentir sus labios fríos chocarse contra mi piel, que estaba prácticamente hirviendo y luego escuché que sus pasos se alejaban al tiempo que la puerta de mi habitación se abría y se cerraba. Y luego desaparecía. Ya no se escuchaba nada, únicamente el sonido de la lluvia que caía fuera del apartamento.

Abrí los ojos, y miré por la ventana, en donde las gotas caían sin piedad y eran reemplazadas por otras constantemente. El clima en Oak Minds, siempre había sido horrible. Desde que habíamos llegado, no había visto un sólo día en el que el sol brillara sin que una nube lo tapara. Cada tanto llovía, pero nunca había pasado de esta manera. Hacía tres días que no paraba de llover, y aún peor, las tormentas venían acompañadas de ruidosos truenos y fuertes vientos que podían hacer que volaras sin ser Mary Poppins, y sin tener su mágico paraguas.

Zabdiel era el causante de todo esto, y saberlo me dolía. Me dolía pensar en él, más que otra cosa, porque hacía ya, más de una semana que no cruzaba una mirada ni una sola palabra con los Vélez. No había ido a la escuela, por lo tanto se había facilitado el tema de evadirlos, y mi teléfono llevaba muerto más de cinco días, porque me negaba rotundamente a cargarle la batería. Tener comunicación con el exterior de las cuatro paredes que conformaban mi habitación, significaba tener noticias de los Vélez. Y no sabía si estaba del todo preparada para verlos. Y menos a Richard.

El director del instituto Oak Hills, había llamado dos veces en ocasiones diferentes del día, pidiendo hablar con mi madre o con mi padre, esperando que se pudieran justificar tantas faltas a la escuela, y amenazando con que podría ir a la escuela de verano, por ausentarme en tantas clases. Tris había fingido una voz cualquiera, haciéndose pasar por nuestra supuesta madre, y se limitó a decir que tenía varicela, o sarampión, justificando que el Doctor Vélez ya me había revisado, y tomaba los medicamentos correspondientes, sólo hacía falta que hiciera reposo para que los remedios pudieran hacer efecto, además, podría contagiar a mis compañeros, y no queríamos comenzar con una epidemia, ¿o sí?

Christopher Donde viven las historias. Descúbrelo ahora