Capitulo 64

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- No puede ser. - Revoleé los ojos al escuchar la voz divertida de Zabdiel detrás de mí.

- Cállate y ayúdame antes de que lo mate. - Zabdiel tomó al gato con sus manos mientras me mostraba las garras y parecía relajarse cuando lo alejaban de mí. - Esa bestia me odia. - Zabdiel acarició su cabeza y le sonrió con ternura. - ¡No puedo creerlo! ¿Sabes hace cuánto tiempo estoy intentando tranquilizarla? ¡Más de una hora! ¡Sólo para que no termine comiéndose la cara de Christopher! - Zabdiel rió mientras la gata se metía uno de sus dedos a la boca y los tomaba con sus pequeñas patitas.

- Tal vez es porque sabe que intentas meterla en una caja. - Fruncí mis cejas mientras acomodaba el moño.

- No quiero que sepa lo que es. - Zabdiel volvió a revolear los ojos mientras dejaba a la gata adentro de la gigantesca caja. Le sonrió por última vez y luego se alejó. La gata se acorraló en una de las esquinas y me mostró sus dientes junto con una de las garras. Hizo el ruido que seguía haciendo desde que la había recogido del refugio. No entendía cómo a Christopher le había parecido adorable.

- ¡Al menos hazle agujeros para que pueda respirar! - Me dijo mientras salía de la cocina. Percibía una sonrisa que me ponía extrañamente enojada.

- ¡CLARO QUE IBA A HACERLE AGUJEROS! - Fruncí el ceño aún más y miré a la gata. - ¿Necesitas agujeros? - Maldije en voz baja mientras tomaba de uno de los cajones de la cocina, un cuchillo. Con rapidez, lo clave repetidas veces haciendo agujeros lo suficientemente grandes como para que entrara oxígeno e intentando no desarmar el hermoso moño rojo que sobresaltaba demasiado en contraste a la caja negra.
Apoyé mi mano sobre la tapa para mantener al gato encerrado antes de que intentara escaparse otra vez. Zabdiel había sido el primero en recogerlo apenas abrí la puerta y saltó de mis brazos.

Me odiaba. Y yo la odiaba a ella. Así que estábamos a mano.

- ¡____ nos hizo la comida! - Escuché gritar a Erick, que estaba entrando por la puerta que se encontraba abierta. Joel venía detrás de él. Sus colmillos estaban afuera y tenían un brillo en los ojos que era espeluznante.

- ¡Maldita sea! ¿Qué es lo que huele tan bien? - Joel se sentó sobre la mesada y me miró con atención. Erick se paró junto a mí y lamió sus labios.

- ____, todavía no es Navidad. No tenías que regalarnos la cena. A veces eres tan considerada. - Antes de que alguno de los dos intentara tomar la caja, la agarré entre mis brazos y la puse sobre la barra. Erick y Joel fruncieron las cejas como si no entendieran nada. Escondieron sus colmillos hasta que ya no podía verlos e intentaron hablar.

- No tienen ni idea de lo que me gustaría que se la comieran para sacar a esta pesadilla de mi vida, pero es un regalo para su hermano y no creo que tolere la idea de que ustedes dos se lo coman. - Erick caminó hasta mí con una sonrisa.

- ¿Le regalarás a Christopher un gato? A él no le gustan los animales. - Revoleé los ojos y me senté. Puse una mano sobre la caja para calmar a la fiera que intentaba sacar la tapa para escaparse de mí, otra vez.

- Bueno, éste sí. Le encantó. Y yo lo odio. Pero como sé que lo hará feliz... - Joel me sonrió de una manera perversa y entrecerré los ojos. - ¿Qué? - Le dije de mala manera.

- ¿Si eso lo hace feliz? - Dijo casi citando mis palabras. - ¿De qué película romántica te sacaron a ti? - Golpeé la mano de Erick que se acercaba peligrosamente a la caja.

- De ninguna maldita película romántica. La mascota no odiaría a la maldita protagonista si fuera una jodida película romántica. Pero sé que a Chris le va a encantar y sólo es un regalo... - Me encogí de hombros.

Christopher Where stories live. Discover now