Capitulo 41

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Dejé mi bolso encima de la mesa y suspiré.

Estaba cansada. Recién volvíamos del bar de Bill y había sido un día duro. Bastante, para ser sincera.

Christopher y sus declaraciones eran la primera cosa que aparecía en mi mente. Sus dibujos, el hecho de que él no podía dejar de pensar en mí, ni yo en él, sin contar que la gente hoy en el bar había aumentado más que en las últimas semanas y mis piernas no daban más.

- ¿Quieres algo de beber? Papá y mamá no van a volver hasta muy tarde. Si quieres puedes quedarte a comer. - Tris le habló a Johann que nos había traído luego de nuestra jornada de trabajo. No me molestaba que se quedara a comer, ya que significaba que pediría pizza a la pizzería de siempre y no tendría que comer sus horribles fideos pasados y chiclosos.

- No creo que alguien tenga algún problema con eso... Déjame llamar a mi padre para avisarle. - Johann sacó su teléfono y marcó un número mientras Tris se acercaba a mí.

- ¿Pizza? - Obviamente sí. ¿Qué clase de pregunta era esa?

- Por supuesto, voy a cambiarme. No tengan sexo mientras no estoy. - Vi a las mejillas de Tris tomar color mientras me alejaba riendo.

Era divertido molestarla. Aunque un día de estos, y estaba segura, recibiría una buena cachetada si algo de lo que le decía no le gustaba y ella no estaba de humor como para procesarlo en forma de broma.

Abrí la puerta de mi habitación y un repentino frío recorrió todo mi cuerpo.

¿Por qué hacía tanto frío de repente?

Sobé mis brazos en busca de un poco de calor y divisé la ventana abierta.

Lo más probable es que Tris haya entrado a tomar algo de mi armario y como siempre, en un intento de hacer que su cuerpo de adolescente calentón y lleno de hormonas se enfríe, abrió la ventana y la dejó así.

Dios, odiaba que hagan eso.

La ventana o la puerta abierta, eran mi némesis. Tal vez nunca odie a nadie como odio a las personas que dejan mi puerta o mi ventana abierta. ¿Es que acaso no se dan cuenta que estamos en pleno invierno y yo soy una persona muy friolenta?

Agh, ya me puse de mal humor.

Tiré de mi bufanda. Como usualmente, no quería salir de mi cuello, lo cual me llevó a un pequeño momento de desesperación en el que pensé que iba a dejar esa bufanda en mi cuello para siempre porque no salía o iba a ahorcarme con ella en un intento desesperado de quitármela, o hasta incluso, creí que luego de unos años en los que estaría cansada de que la gente se burle de mí por llevar esa bufanda siempre en mi cuello, me colgaría de ella y me suicidaría por la depresión que eso me traería. Claro que, segundos después de sacar todas esas conjeturas, la bufanda se desenrosco de mi cuello fácilmente.

Me quité la campera y fui a tomar mi pijama (no-tan-pijama) del armario mientras maldecía a Tris por dejar que el frío se estacionara en toda mi habitación. Me saqué el uniforme de camarera y el delantal manchado y lo tiré en la pila de ropa para lavar que estaba en el piso. Rápidamente me puse el pijama sin discutir en frente del espejo con mi propio cuerpo, o incluso, hasta con la ropa que me hacía ver gorda.

Era una vergüenza que un chico tan lindo como Johann Vera me viera con estas pintas, pero mierda que me importaba muy poco. Era Johann. Prácticamente el oficial novio de Tris, casi mi cuñado, por problemas de genética mi no-hermano, y sabía que él no iba a sacarme una foto y no iba a mostrársela a nadie, así que me importaba muy, muy, muy, muy poco que Johann me viera así. En serio.

Me di cuenta que me fruncía las cejas a mí misma mientras veía mi reflejo en el espejo. Normalmente hacía eso... Todo el tiempo. ¿Pero qué podía hacer? Era fea, no tenía remedio, y no me importaba para nada.

Christopher Where stories live. Discover now