Feroz. Aullidos {Capítulo 40}

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Elizabeth le veía en los rincones como si él fuera otra persona, devorando labios ajenos, haciendo acciones de comportamientos rebeldes en plena escuela, presumiendo su belleza, jugando con su cuerpo, y bailando con los que consumían marihuanas detrás del campo de educación física... - Eso último John no era tan así, cambió, cambió tal grado que parecía que el chico que ella había conocido ha muerto.
Y hacía esas cosas sin sentidos...
¿Y todo para que?

Todos los días vestía hermosamente distinto que derretía a todo el mundo e incluso a los profesores jóvenes.

—Me gusta tu nuevo combinado de colores del pelo, te queda muy lindo.—Le coqueteaba una joven profesora a John por las canas blancas, que para ella pensaba que eran teñido pero no en realidad.

En casa Elizabeth apenas le veía, eran las circunstancias tan ajenas que comían en variables horarios.
La familia también, Rakel se ocupaba en trabajar en una florería llevando siempre encargos a los vecinos en su domicilio, el señor Hermen Armando tenía más que nunca trabajo en uno de los puertos debido al desastre por la gran tormenta que causó.
Así que era de esperarse, Elizabeth ya comenzaba a creérsela que después del beso había perdido a John Grangerford a quién conoció cuando lo vió a primera vista en ese banco de dinero.

Era hora, tiempo de hacer esa llamada que tanto había dejado pasar y que pensaba no hacerlo después del pacto infantil con su hermanastro que la obligó prometer, si, ése mismo pacto: Mejor muertos que separados.
Era el momento de poner en marcha el plan de lo que se había proponido.

* * * *

En el teléfono público a un lado de gran supermercado, Elizabeth bajo nervios marcó los números que nunca esperaría marcar que la conectaría con el ser que no ha visto ni hablado en mucho tiempo.

La niebla barría las calles de los estacionamientos, la gente del pueblo iban igual hacer las compras, las aves blancas jugaban en los cielos y un caballo que no se lo veía rechinaba en alguna parte.

— ¿Hola? —Se oyó del otro lado la voz de un hombre.

Guillermo

— ¿Hola? —El hombre cuando atendió lo habían agarrado en un momento inoportuno de estar revolviendo papeles de documentos en una oficina. - Hola ¿con quién...?

— H-hola, papá.

— ¡Mi hijita!

— ¿Te sorprendo?

— He... si, un poco.

— ¿Te... ando molestando? Suena... raro.

— Mmm estaba..., estoy en mi oficina de trabajo. Un colega me pidió...

— No tienes que explicar nada, papá. Tranquilizate.

— No esperaba tú llamado, Liz. Esperaba que me escribieras.

— Y yo esperaba que contactará conmigo de una o u otra, no lo hiciste ¿porqué?

Guillermo soltó un suspiro. Buscaba en su cabeza un pretexto como dejarla tranquila a su hija.

La hija volvió hablarle:

— Papá, hace tiempo que no oía tú voz. Seguro que no has envejecido nada.

Liz, las canas dicen otra cosa. —Guillermo, apretó los labios dejando una pausa, luego continuó serio. - Mira, hay cosas... que no vas a entenderlo.

— Si... me hubiera dejado vivir con vos lo hubiera hecho en entenderte.

— No es tan fácil.

Feroz. AullidosWhere stories live. Discover now