Feroz. Aullidos {Capítulo 31}

6 1 0
                                    


— ¿John?

Elizabeth se llevó la mano en la boca y quedó mirándole. Los segundos transcurrían y él no daba señal de respirar.

— ¿J-John... estás jugando?

El joven no se movía y su piel se estaba poniendo color tiza.

No había elección, Elizabeth comenzó, sin saber bien lo que hacía, apoyó ambas manos en su pecho y presionó con fuerza, una y luego otra, y otra, creyendo que lo revivirá. Más pasaba los minutos intentando reanimarlo a John, la angustia se le hacía insoportable.

— Vamos, no me hagas esto..., pequeño demonio. —Ella dejó de presionar su pecho y tomó con timidez su cara con ambas manos. - V-vamos, regresa... no te... dejaré ir. Abre... los ojos por dios. John, John... ‐ No había respuesta. - No, no, no...

Elizabeth quitó las manos de él y una se la llevó para cubrirse la boca. Se quedó ahí y pronto algunas lágrimas escaparon de los párpados.

De repente las salpicaduras de sangre con saliva le dieron de lleno en la cara, Elizabeth en vez de tomar asco en el despertar de su hermanastro, lo sujetó por los hombros deprisa para ayudarlo enderezarse un poco.

— Qué susto —Ella dijo con ahogo en su voz.

John respirando fuerte se aferró a los brazos de la primera persona que vió, veía confundido para todas direcciones como si pensará que el monstruo todavía anduviera acechandole.

— No me gustó que me hiciera esto, no..., no fue... gracioso. —Elizabeth, habló con voz quebrada, muy tímida escondía la mirada entre el cabello húmedo de sudor y sangre evitando mirarlo a los ojos porque él seguía aferrándose a sus brazos. - No juegues más... así, Grangerford.

John tardó en darse cuenta que estaba a salvo, y cuando logró hacerlo apoyó la cabeza aliviado en la pechera de ella. Elizabeth lo sintió quebrado, lo sentía que lloraba en silencio...

— Ya... estás en casa, Grangerford —Su hermanastra le hablaba pausada a la vez que estaba temblando de adrenalina. Le apoyó la mano al raz del cabello de la parte de encima de su nuca y se estremeció por tocarlo. - L-lo lograste, lo lograste ¿si? Lo conseguiste... lo que... nadie, en fin, estás en casa, en casa..., vivo.

Se olvidaron del tiempo estando así, Elizabeth esperaba que los padres adoptivos llegaran a casa pero no venían, no sabía si había trascurrido media hora, o una hora o dos horas en la misma posición.

Entonces Elizabeth con timidez y cuidado quitó la mano de su nuca y luego le sostuvo por los hombros.

— Ey, mírame. A la amanecer vamos a la clínica..., no creo que Rakel y Hermen vengan hoy. Tienes... grandes heridas, debo ir... te tengo que parar la hemorragia. —Ella con valentía le siguió antes de decidir en ponerse de pie. - Te llevaré creo ahora, ¿conoces algún vecino que nos pueda llevar?

John Grangerford tenía los ojos dilatados, todavía lo espantoso de lo que le sucedió lo seguía reviviendo las imágenes frente a sus ojos. Tardó en dar una respuesta y cuando lo hizo fue extraño:

— Chica, mírame a mi mejor, ya..., ya no estoy sangrando, ¿eh? Tranquila mi amor, no estoy sangrando. Y... no me duele más.

— ¿Grangerford? ¿Eh? —Se estremeció.

— ¿No lo ves? ¿Ves?

El joven se abrió la campera de jean rotosa y enseñó sin mirarse en asi mismo dónde tenía heridas que asomaban de la remera a igual hecha pedazos.

Feroz. AullidosWhere stories live. Discover now