Feroz. Aullidos {Capítulo 22}

15 2 0
                                    


Elizabeth

Caminé por los pasillos del colegio, siempre odiaba hacer eso a la hora del receso.
¿Por qué?
Porqué muchos rostros se pegaban y me veían raro. Al principio creía que era mi imaginación, pero después me di cuenta que no estaba equivocada.

Muchos de los chicos me llamaban "la rarita" o "monstruito" se había hecho una costumbre.

John

Ahí va ella por el pasillo de los casilleros, sola, con los hombros algo jorobados, con una actitud patética llamando la atención de todo el mundo, incluyendo a los maestros que ponían la vista en ella.

Me sería extraño si alguien se le acercara para hablarle a mi hermanastra, pero dudo si eso ocurriera.

En fin, yo estaba al final del extremo de los casilleros al notar lo sucedido cuando abría el mío y apenas miré de lado simulando a dirección a la mitad del pasillo.

La observé a Elizabeth un poquito justo capturando el momento se le escaparon un par de libros cuando apenas abrió su casillero, algunos se rieron y pocos segundos después los estudiantes olvidaron la escena concentrándose en sus asuntos.

Iba ir a ayudarla pero mis piernas decidieron no querer acudir a mi hermanastra. Era como si mis piernas eligieran en mis decisiones...

Me pasé la mano por mi cabello como de costumbre, luego giré en mi ege para dirigirme al aula de ciencias que me tocaba hoy; a Elizabeth Shepherdson le tocaba pintura, ella lo escogió porque insistió en ser parte por alguna razón.

Siempre fue así, en el colegio para nosotros dos era un mundo distinto, con caminos separados, diferentes gustos y culturas de interés para estudiar. Por eso que casi la mayoría no estudiábamos juntos en una misma aula, únicamente nos cruzabamos en los pasillos o en la cafetería, o la hora de educación física con deportes. Ya ni siquiera no nos buscábamos para entrar en una tonta conversación, y más ahora que le pedí una vez más que se alejara de mi por su bien. Antes se lo decía literario, ahora va enserio nuestras relaciones.

Una jovencita llamada María, tres años mayor que yo, de cabello liso bien rubio y corto por encima de sus hombros, se me acercó con una sonrisa radiante y una voz amable aguda pidiéndome al caminar de mi lado:

— ¿Te puedo ayudar en la tarea de está clase?

— No veo porqué no, si quieres.

— Dime Mari.

— ¿No es un truco?

Jojoj no, tonto.

— ¿A todo el mundo te le ofrece ayudar?

— Soy una chica difícil, Grangerford. En está ocasión está de suerte vos porque necesito compañía. Ambos podemos ayudarnos mutuamente...

— ¿Que decís, María? Tienes la mejor calificación de las clases...

— Oh. Así que me conocés. John Grangerford, no creas todo lo que escuchas. ¿Vamos ayudarmos si o no?

— No quieres hablarlo ¿verdad?

— No. Oírme, soy tú mejor carta.

— Está bien, está bien. Pero si intentas tomar ventajas de mi para ganar puntos te haré ver pajaritos...

— Uy, que miedo.

Volteé el cuello hacía atrás antes de girar el pasillo y la vi por última vez en el día a mi hermanastra, excepto que... un chico que me resultó algo conocido se le acercó por atrás esperando sorprenderla.

Feroz. AullidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora