Feroz. Aullidos [Capítulo 8]

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Elizabeth. S.

Me despierto muy mal y con la cabeza dándome mareos por el movimiento del barco, se tambaleaba y los sonidos de las olas eran demasiados ruidosos. De pronto tengo ganas de vomitar, abro la puerta del lado izquierdo de la camioneta, sacó la cabeza a la superficie sin levantarme y descargo el café frío que había bebido anteriormente, lo vomite haciendo un charco oscuro. Quedé unos momentos así para respirar, luego la vista enfocó en unas zapatillas rojas Nine que estaban allí cerca del desastre, luego levanto la cabeza lentamente hacia arriba y era alguien que se estaba poniendo de pie en la otra camioneta que era 4X4.

— ¿Bonito no? —Anunció él.

Quedo petrificada poniéndome más pálida de lo que estaba. Era John Grangerford, el chico del escándalo en la televisión.

Lo observé que sacó de su bolsillo un pañuelo, levantó su pierna a un lado y comenzó a limpiarse lo salpicado.

— L-lo..., lo... siento. —Tartamudeo. - En serio... no..., no lo, no te vi.

Él no contestó, se había quedado por el momento distraído haciendo su limpieza en la zapatilla.

De verdad me apena, que me entró la vergüenza y cerré la puerta con cuidado para regresar a recostarme de nuevo y tratar de dormir para olvidar y no discutir con un desconocido.

John. G.

Me quedo pensando toda la noche lo divertido que fue aquella fiesta, no tan divertido como esas muchachas, las dos hijas del teniente cazador de tiburones que iba a bordo.
Bailamos a lo loco, bebimos hasta vomitar, reímos hasta que nos doliera los estómagos, incluso... me besé con una de ellas en una caliente apuesta.

Si, como canté esa canción, esa canción que cuando estaba en mi banda la habían prohibido tocarla en las giras de los escenarios, y haberla cantado volví a sentirme vivo. Pero hubo un problema en una parte de la letra cuando la cantaba, vi una silueta que me resultó familiar, era como un tímido bichito colándose en la fiesta...
¡Ay, que tierna! - había pensado cuando cantaba y bailaba en aquel momento porque ya estaba algo borrachín.
Y si, era la pequeña Lisi, quise decir Elizabeth Shepherdson. Recuerdo que había pensado en la fiesta; ojalá esa niña se uniera con nosotros a jugar, así... nos conocemos más al fondo. Pero no, tuvo que huir como una cucaracha por las escaleras.
En eso pensé en toda la noche, en ella. Es completamente difícil pensar que esa chica bonita que parece un renacuajo sea mi media hermana, difícil sentir que sea mi hermanastra porque cuando la vi en la fiesta allí oculta por unos minutos, algo en mi interior me atrapó por la borrachera, sentí... deseo de ella, de tomarla entre mis brazos y posar mis labios sobre su cuello.
¿Qué digo? Eso es enfermizo, pero al ser honesto... sentí eso.

Sacudi la cabeza en negación y abri la puerta de la 4X4, apoyé un pie y luego otro quedándome sentado, había acladecido y hace un frío a morir. De pronto la puerta se abrió de la camioneta roja y esa chica Elizabeth sacó la mitad del cuerpo y luego sin esperarme vomitó casi en mis zapatillas.

* * * *
Seguramente se habrá disculpado Shepherdson por lo que le hizo en partes de mis tenis, eso creo, pero aún así no la entendí lo que me dijo porque ella había tartamudeado.

Que va. Ahora han pasado las horas, y en esté preciso momento había yo volteado la cabeza para mirarla a la chica allá abajo, sentada sola en una banquilla que hay en las orillas del barco. Elizabeth Shepherdson estaba ahí sin hacer lo que se llama, nada, a diferencia de los demás que habían participado en la fiesta del otro día, la gente del barco se encontraba al otro lado a mi izquierda, riendo, comiendo y haciendo berrinches, en cambio volví la mirada a mi derecha, la volví a mirar. La chica estaba con los auriculares puestos con un pequeño aparato en su palma de la mano; debe estar oyendo música.

La temperatura había subido un poco con el sol, pero más nos adentraramos al área donde se encuentran las islas, la temperatura comenzó a descender.

Esto había sido un viaje de lo más loco, creí que me iba a aburrir mirando los océanos y olas, pero cuando supieron que era cantautor, la gente del barco quería algo más, un pedazo de mi, deseaban que los hicieran divertir.

Aún no me he acercado a mi hermanastra para interactuarle, quizás lo haga cuando falte una hora para embarcar a la Gran Malvinas y no la deje escapar.

Eso hice cuando elegí el momento indicado cuando la vi andando de paseo, entonces le construí el paso justo cuando iba dar vuelta la esquina para llegar a las escaleras de bajada...

Elizabeth. S.

Que aburrimiento...
Se supone que un barco es interesante, pero llega un momento de una parte del paso de las horas abordo que el aburrimiento te come viva.

Estaba recorriendo el lugar, cuando vi a los lejos las escalinatas del barco para bajar a proa, bueno, creo que se llama así, no estoy segura.

Iba abrazada a mi misma por el viento frío que envolvía todo mi cuerpo; las prendas que llevaba encima no eran suficientes abrigos para que me entibiada la sangre. De repente alguien me obstruyó el paso justo antes de llegar a la escalinatas, alzó poco a poco la vista y luego miro alto a esa persona que intervino mi camino.
La piel seguramente se me puso de gallina y la cara se tonó roja al verle. Era Grangerford que me estaba viendo algo serio y curioso, éste al parecer... ¿me estaba estudiando?

— Buenas, hola. —Saludó, Grangerford.

— H-hola. —Digo sin otra cosa que se me ocurriera en mente.

— ¿Como te va?

— Bien.

— Me parece cool. —Dijo él al cruzarse de brazos y apoyar el hombro a un lado de la pared.

— He... debo pasar, disculpe... —Digo intentado cruzar por el lado del chico pero él vuelve a interferir mi avance. Alcé la mirada y le digo. — ¿Puedo?

— ¿Poder que cosa?

Esto se está poniendo feo... - pienso. - Y retrocedí unos tres pasos.

— He mejor iré por otro camino..., pero... antes que nada ¿hay..., tienes algún problema? —Le digo con algo de amargura.

— ¿Problema yo? No. No.

— ¿Y entonces?

— Soy John por cierto. —Presumió al decir su nombre al extender la mano para saludar.

— L-lo sé. —Le contesto mirando su mano aún al aire.

— Tienes que estrecharla y luego lo mismo presentarte.

— ¿Presentarme dices?

— Ha ha.

De repente nos interrumpió el sonido ése que hace los barcos cuando avisan que están llegando a destino.

Wow. Se acabó el tiempo, eres lenta. Hasta prontito, chica. —Musitó John, al cruzar por el lado mío y dirigirse dirección a los coches. Así sin más.

Feroz. AullidosWhere stories live. Discover now