Feroz. Aullidos {Capítulo 26}

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Durante la pillamada. 

Uno de los chicos se levantó del piso y con cautela fue dejando atrás a sus amigos de la pijamada que estos dormían, con la necesidad de ir al baño. Luego se detuvo en seco Romeo al pasarle por la mente lo que John le recordó antes de pegar los ojos; debía aguantarse preferible hasta la amanecer o hacerlo en una botella.

— ¡Diantres! —Se quejó en un aire de susurro.

Caminó hacia la parte de atrás de adentro de la casa y se cruzó con un cuadro de espejo, se detuvo y se observó el rostro moreno, luego continuó camino hacia la puerta, la abrió y salió al patio, giró y cerró la puerta despacio tratando de no hacer ruido. Al dar dos pasos adelante primero miró su retorno, se rascó la nuca y continuó buscando un espacio del jardín deprisa para bajarse sus pantalones.
En ése preciso momento ni un grillos, ni aullidos y nada se oía en los alrededores del pueblo, en lo único que escuchaba el chico era sus propias pisadas sobre el césped.

Halló un árbol rodeado con arbustos, y se bajó el pantalón junto con el boxer, luego se agachó tiritando del frío de la madrugada...

— ¡Maldita, maldita seas! No debí comer tantos ñoquis y sidra. Carajos, si por una vez oyera a mi madre y le hiciera caso... —Romeo, se hablaba así mismo. — Vamos, rápido que me van a comer.

En ese precioso momento su corazón se le saltó al escuchar una rama romperse proveniente para el lado de la casilla de herramientas. Sus ojos se le puso blancos y evitó hacer las necesidades, así que con sumo despacio se subió el boxer pero al quererse subir el pantalón algo peludo le jaló desde las rodillas. Antes de que le pudieran arrastrar, éste pataleó como un pez y se zafó rápido dejando atrás su pantalón, se arrastró y logró Romeo ponerse de pie para echar a correr.

Ni llegó al tercio camino que ése animal lo alcanzó, lo tomó con las dos manos, lo alzó en alto como a un muñeco y luego lo aventó tirándolo contra el portón.

Romeo estaba con respiración agitada y confundido cuando levantó apenas la cabeza del suelo e intentó mirar al monstruo que se le venía encima con pasos ligeros. Empezó a llorar por su vida y trató de gritar al pedir auxilio, pero únicamente balbuceaba las palabras.

— A-auxilio..., au... xilio, no, no..., no. Por favor..., que... al-guien m...e ayu...

Sus ojos inundados de lágrimas se le pusieron turbios, vió esa cosa, lo cuál Romeo reconoció a ése animal como a un licántropo negro de ojos azules, con una mandíbula muy grande pero de perro.

— Auxilio, ayu... da, aux...ilio.

En ese segundo de su último aliento de esa palabra, la bestia había apoyado su pata trasera sobre la cabeza del chico y se la fue aplastando lentamente causando un chasquido y el sonido crujiente de la carne y hueso ablandandose y rompiéndose. La sangre salpicó en varias direcciones una vez que la bestia tuvo completo la cabeza machacada bajo su pata, cuando levantó la pierna observó, - lo que parecía formarse una sonrisa en la mandíbula al licántropo. - pedazos de carnes y hasta un ojo suelto.

La bestia inclinó su lomo con gruñidos, y le comenzó a comer los trozos que quedaba de la cabeza machacada, masticaba y tragaba con voracidad, al ojo lo dejó al final para luego lamerlo y masticarlo como a un chicle.

Después de unos minutos de satisfacerse y alimentarse, con las dos manos arrastró el cuerpo - Que aún todavía le quedaba un pedazo de cabeza. - y lo llevó consigo al otro lado del portón.

* * * *

Elizabeth

Algo la despertó a las 4:05, apenas pudo dormir unos minutos. Elizabeth se enderezó con fastidio y se llevó la mano para apoyarla detrás de su nuca unos momentos, así, hasta que con un ligero bostezo bajó el brazo y después miró a su costado, a la cortina cerrada que cubría de la otra cama.

Feroz. AullidosWhere stories live. Discover now