Feroz. Aullidos {Capítulo 27}

8 2 0
                                    


Elizabeth

Bajé y fui a la sala de estar para notificar el aviso sobre la mancha grande color rojiza oscura hallada a quienes sean que me cruzará en el camino, como a Rakel, Hermen o a Grangerford, quién sea porque las emociones me ganaban la partida. Pero al llegar me detuve en seco a un lado de la entrada; había olvidado acerca de los invitados y todavía seguían en la casa.
Era una pareja que intentaban, no sé, la chica que creo que es María, trataba de pegarle con los dos brazos al muchacho rubio de pelo corto. Al sentir mi presencia se detuvieron y me miraron con expresiones expectantes.

Formulé unas palabras con dificultad notoria hacia ellos y luego me alejé enseguida para buscar a Rakel y Hermen.
Esos dos me pusieron nerviosa, no quería que me vieran y tampoco yo a ellos.
Pero lo que más me extrañó fue la mirada de ése muchacho rubio y mirada..., no sé como describirlo, ha sido... mirada desacostumbrado diría yo.

Apuré pasos rapiditos y alcancé la cocina, en el interior se hallaban el señor Armando Hermen sentado comiendo tostadas con un vaso de jugo, Rakel entre buscando en la heladera como si se le hubiera perdido algo, y nada menos que John Grangerford de pie, apoyado su trasero en la mesada esperando que se calentará la pava en el fuego, éste último volteó a verme con una ceja alzada.

Bufé con la nariz y me di la media vuelta para marcharme por dónde vine. De hecho no me gustó para nada como me miró Grangerford, fue como si hubiera visto meterse una extraña en la cocina sin avisar. En fin regresé al cuarto y me metí de nuevo al baño a encerrarme.
Me senté sobre encima de la tapa cerrada del inodoro y quedé yo con los pensamientos.

No pasó mucho tiempo que de pronto se empezó a escuchar los sonidos de sirenas como de la policía o ambulancia. Frunci en ceño y me levántate para salir de ahí adentro. Escuchaba las voces después de que estaban llamando a alguien, luego se hizo más frecuente, me detuve a mitad del camino a prestar atención de quién estaban llamando.

Entonces me di cuenta y recordé otra vez esa mancha espantosa.
Me acerqué a la ventana asomarme y miré hacia abajo. No lo puedo creer, hay patrullas y los vecinos curiosos del pueblo comenzaban aproximarse al lugar.

Me llevé la mano en la boca cuando percaté más que la marcha oscura rojiza vista, un oficial halló un pantalón y lo traía colgado sobre una vara de madera, no sólo era eso, había sangre, apenas, pero suficiente como para saber que en esa parte del patio sucedió algo más que una tragedia.

De repente me choque con la mirada de aquel muchacho que me había visto, miraba hacía acá. Entonces me puse nerviosa y enseguida cerré la cortina.

Más tarde. Si, más tarde me enteré de la desaparición de unos de los chicos que acompañó a la pijamada en esa noche a John.
Nadie lo podía encontrar. Era un hecho en su búsqueda porque la policía no esperaron que transcurriera 24 horas, enseguida se pusieron trabajar cuando el señor Hermen mencionó por teléfono sangre para obligarlos que los agentes vinieran a comprobar sin rodeos.

También un oficial alto de pelo negro y piel blanca, que le llaman mayor, estuvo preguntando acerca de lo que le pasó a esa puerta trasera. Nos interrogaron a todos para acumular datos en sus investigaciones, y bueno, yo dije la verdad. Les dije desde que pisé los pies en la isla y de antes que conociera a Los Torres Thomsons, he vistos cosas, escuchado sandeces extrañas sobre la bestia, por ejemplo en ese bar que tenían una cabeza rara de un animal grande. Les conté todo, bueno casi todo, no incluí el ataque de ése extraño perro que quiso atacarnos a John y a mi por supuesto. Tampoco John lo hizo.

* * * *

Cuando todo se tranquilizó, también los pasos de los días se tranquilizaron. Pero no para mí hermanastro y también a mi.

Feroz. AullidosWhere stories live. Discover now