Feroz. Aullidos {Capítulo 35}

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Cuando Elizabeth y John llegaron a casa a las 16, se sorprendieron en no hallar a Rakel y Hermen.

Elizabeth le insistió en llevarlo al hospital por el ardor que tenía, pero John rotundo se negaba como un niño caprichoso, temía, no quería que se supiera su caso.

Estaba muy nervioso John, así que ella le dió su espacio yendo abajo para esperar hasta que fuera a dormirse. No quería estar al lado suyo cuando se ponía nervioso, jamás se sabría de lo que se puede esperar de ése joven perturbado. Así que subiría a verlo cuando Rakel y Hermen volvieran de dónde sea que se hallan ido.

Así que era él que se robaba los trozos grandes de carnes... - Elizabeth, se dió cuenta.

Abrió su libreta y anotó sobre eso en la mesa de la cocina.
Anotó sobre John; los días de la pérdidas de sangre, los pelos salidos venidos de sus heridas grandes y feas, anotó el color de sus pupilas, anotó su físico que era igual y que no había cambios de músculos crecidos...
Dejó el lapicero y suspiró cansada. No podía creerlo que esto estuviera pasando.
¿Él mencionó hombre lobo? Es absurdo. Tal vez sea como un resfriado y luego pase.

Elizabeth quería creer y aferrarse a eso del RESFRIADO, era lo mejor para su salud porque sentía un gran cariño por él después de todo este tiempo que vivían juntos bajo este mismo techo. Si se angustió cuando esa bestia lo estaba queriendo devorar; imagina cómo se sentiría si la persona que estima mucho cambiará de forma a un tamaño de dos metros con garras, pezuñas y dientes monstruosamente afilados, inconsciente, deseando matarte porque no reconocería a nadie.

Elizabeth con otro suspiro volvió a su anotador. La pregunta: ¿Por qué la sangre, porque orina sangre?
¿Por qué le salen pelos en las cicatrices cerradas casi desaparecidas?

Iba a investigar.
Tenía netbook pero casi no le servía, tenía teléfono pero tenía mala conexión de Internet y las webs eran lentas para entrar a páginas. Las únicas webs para estudiar en su investigación quedaban en las computadoras de la biblioteca del colegio y a ella nunca la enviaban a esa área para estudiar y no tenía un pase para que un guardia de allí le permitiera el acceso. Necesitaba uno pero debía conseguir la aprobación de la directora, de tres maestros, además incluían Rakel y Hermen... Uff.

Tal vez... sólo había una persona que podría pedirle su ayuda para meterse ilegalmente pero ése alguien era un obsesivo aficionado de cosas que no existen, que buscaba respuestas en ella a toda costa.

El Internet de la web de su celular no decía mucha info, en cambio las computadoras de la biblioteca estaban programadas para hallar los archivos guardados que no tienen las redes.

Llegó el miércoles y John se ocultaba en dónde sea en el colegio, dejó de grabar podcast, se aislaba mientras podía, mientras por del otro lado estaba Elizabeth esforzándose secretamente intentando conseguir ayuda para su hermanastro.

A la noche, en la cena debían los dos fingir que todo marchaba bien y darles esperanzas de que todos los días iba a ser un buen día.

Cuando se adentraron al cuarto cada uno por su cama, John abrió su cajón y sacó su cigarrillo y sin encender se lo llevó a la boca, luego se lanzó a la cama para contemplar el techo, los dos estaban extendidos mirando el techo cada uno en su cama, con diferentes pensar, divididos por la pared de cortina de siempre.

De pronto habló ella recordando dar una confesión:

Conocí a un chico en las clases de artes y pinturas.

John alzó una ceja y miró para el lado de la cortina cerrada que los separaban.

Ella le continuó sin desviar los ojos al techo:

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