Feroz. Aullidos {Capítulo 21}

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Elizabeth

Misma noche.

Rakel y Hermen, estaban con ojos abiertos preocupados porque llegamos a casa a las 19:17.

En especial la señora de la casa me interrogaba con mirada todo el tiempo para yo soltará la verdad.

Si, ellos estaban muy molestos pero a pensar de ello, nos abrazaron y después nos dieron unos regalitos de aniversario durante la cena, luego el señor Hermen cuando cortaba la porción de torta, Rakel se atrevió a preguntarme:

— ¿Por qué te mueves mucho en la silla, querida mía?

— M-me..., me caí sin querer, resbalé como... una tarada y... me golpeé la espalda. —Inventé inmediato una mentira.

En eso John Grangerford se rió.

¿Qué? No fue un chiste.

Patricio

Horas atrás.
En la carretera.

Los boludos de mis amigos debíamos turnarnos quiénes llevaría el volante, de hecho dos, del Ferrari y la combi-trix; está última así le pusimos a un lado pintada con aerosol violeta con bordes amarillos.
En serio, la apuesta el juego del cigarrillo: Dónde añades un vaso, luego una moneda cualquiera, allí mismo comienzas a recordar debido a que va pasando tú turno picando el papel, hasta que al final la servilleta se debilita y se rompe cayendo la moneda, y adivinen qué, yo soy uno de los perdedores, está noche me toca viajar en la combi-trix llegando a los mejores amigos...
Espera ¿mejores amigos?
Bien. Como decía mientras llevo a casa a los pibes, que están allá atrás fumando cocaína o otras yerbas clásicas, mientras no quitaba la vista de la carretera, apretaba con fuerza el volante por la música que me obligaron a poner en la radio, yo quería clásicos ochenteros, pero no, estaba sonando la put* música del metal de ahora.

Pensaba en mi padre borracho que trabaja en lo nocturno en un taller, un hombre barbudo que te pegaba con el cinturón porque cualquier tontería. Tragué saliva y continué conduciendo ahora pisando el acelerador aún más.

De repente veo por el retrovisor delantero las luces azules y rojas que nos estaban alcanzando.

— ¡La pucha! —Insultó dando un manotazo al volante.

Los otros de atrás desviaron sus cabezas y me preguntaron lo obvio que sucedía. Y les contesté con aire de rabia:

— Tenemos problemas... ¡Ya! ¡Ya! ¡Escondan sus porquerías que nos caen encima!

La patrulla la teníamos pisando los talones, ¿pero porqué se enfocaban en nosotros si conducía levemente normal?

A pocos momentos la bocina nos daba una señal que me detuviera a la orilla del camino.

Obedecí.

"Esto no pinta nada bien." - Pienso.

Mientras mis amigos maldición todos juntos a la vez y no entendía ni un carajo de los que decían o hacían.

Después oí un puertazo y el oficial con pasos pausados fue acercándose al costado de mi.

De pronto me cegó los ojos con su linterna en buen sinvergüenza y dió dos toquecitos en el cristal para que bajará la ventanilla.

Con un suspiro de irritación, obedecí una vez más.

Sentí trás mi espalda como los chicos no podían ocultar sus nervios y temblaban como hojas ante está situación, en cambio yo era el único pedazo de idiota calmado.

Feroz. AullidosWhere stories live. Discover now