No te enamores

بواسطة xAllMyLifex

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Allison West está enamorada de Oliver Parker, el hermano de su mejor amiga, Sarah Parker. Después de una seri... المزيد

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37

Capítulo 29

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بواسطة xAllMyLifex

Escuché como se le caía el teléfono al suelo al ser consciente de quién era la persona que la estaba llamando: la había llamado su hija. Oí como maldecía por lo bajo cuando se le calló el móvil. Si soy sincera, creo que la he llamado porque pensaba que no lo iba a coger. ¿Quién contesta a un número que no tiene guardado en sus contactos? Yo, por ejemplo, no lo hubiera cogido.

Mientras tanto, Oliver no me quita los ojos de encima, está atento a mis reacciones, a mis movimientos. Al ver lo nerviosa que estaba me cogió de la mano que tenía libre y me dio un leve apretón. Con aquel simple gesto consiguió que me relajara un poco, aunque no lo suficiente. Se dio cuenta de ello y empezó a acariciarme los nudillos con las yemas de sus dedos muy lentamente, aquello sí que me relajó.

—¿Allison? ¿Eres tú?— por su tono de voz parecía que no se creyera que la estaba llamando su hija. —¿Esto es algún tipo de broma telefónica? Si ese es el caso, no tiene ninguna gracia.

—No mamá. Soy yo, Allison. Tu hija.

La hija que abandonaste cuando todavía no era capaz de vivir sin su madre. Toda la rabia y los otros sentimientos acumulados de todos estos últimos años estaban saliendo a flote. No sabía que había estado reteniendo todos aquellos pensamientos. De repente me vino a la memoria un recuerdo. Tendría seis o siete años, no me acuerdo muy bien de la edad. El caso es que volvía a casa del colegio y le pregunté a mi padre por qué mi madre no venía a recogerme del colegio como lo hacían las madres de los demás niños. Mi padre nunca sabía que contestarme pero sé que se esforzaba para ocupar también el lugar de mi madre. Los días pasaban y yo seguía sin saber de ella, lo peor era que los niños también me preguntaban por mi madre, incluso los profesores. Muchas veces había vuelto a casa llorando por culpa de mis compañeros de clase, por suerte, las madres de Sarah e Isaak han llegado a cuidarme como si fuera su propia hija. Siempre les estaré agradecida. Ellas fueron las encargadas de solucionar las cosas en el colegio, hablaron con los profesores y con los padres de los niños, aquello hizo que las preguntas constantes por mi madre cesaran.

Oliver me miraba con preocupación de nuevo, entonces fui consciente de que estaba llorando. Me limpié las lágrimas y dejé de pensar en aquella época. Ahora ya tenía la oportunidad de hablar con mi madre y preguntarle por qué se había ido.

—Lo siento— tartamudeaba. —Ahora no puedo hablar. Ya te llamaré— colgó el teléfono a los pocos segundos de decirme aquello, sin darme la oportunidad de decirle nada más.

No me lo podía creer. Miré atónita el teléfono. Tanto lío con mi padre para esto. Sinceramente, para nada. ¿No tenía que decirme algo muy importante? ¿Qué ha pasado con eso? ¿Y qué pasa con mis preguntas que necesitan ser contestadas? ¿Cuándo iba a llamarme? Esas eran algunas de las muchas preguntas que me rondaban por la cabeza en estos momentos.

Volví a marcar su número pero esta vez no descolgó. A lo mejor mi padre tenía razón y lo mejor habría sido no ponerse en contacto con ella. La culpa, de todas formas, seguía siendo mía. Siempre es mía. Pensé que cuando la llamara cogería el teléfono y nos pondríamos a hablar como una madre y una hija normales. También pensé que preguntaría por cómo me iba la vida, los estudios y que me pediría perdón por haberme abandonado. Jamás se me habría pasado por la cabeza que mi madre no iba a querer hablar conmigo. ¡Si era ella la que se quería ponerse en contacto conmigo! Joder, que desastre. Tiré el teléfono encima de la cama.

—¿Qué te pasa?— me preguntó Oliver. Se le veía preocupado. He perdido la cuenta de cuantas veces me ha mirado con esa expresión. Seguro que piensa que hubiera sido mejor no salir conmigo para no tener que hacer frente a mis problemas, que no son pocos. —¿Qué te ha dicho?

—Me ha dicho que lo siente mucho pero que ahora no puede hablar conmigo, que ya me llamará—me pasé las manos por el pelo de forma histérica. Aquello era superior a mí.

—Ally, cálmate. A lo mejor la has llamado cuando estaba trabajando y por eso ha tenido que colgar— sé que estaba intentado animarme pero no estaba funcionando. —Estará ocupada en estos momentos. Seguro que es eso, tu dale tiempo.

—Oliver...

—Lo sé, tienes razón. Es extraño que quiera ponerse en contacto contigo y que cuando lo consigues ya no quiera hacerlo— me abrazó con fuerza. Cuánto había necesitado que alguien me diera un abrazo.

—¿Pues sabes qué?— le miré. —Ya me llamará cuando le de la gana. Yo ya he dado el primer paso, ahora le toca a ella— dije convencida. Oliver parecía alegrarse por mi decisión.

—Exacto. Olvídate ahora de este tema y céntrate en los estudios. Ahora es a lo que más importancia le tienes que dar.

—Mierda Oliver. Se me había olvidado completamente que tengo que ponerme a estudiar— me puse como loca a sacar todos los libros y apuntes que me había llevado a su casa.

—¿Estudiar? ¿Ahora?— se quitó la camiseta. —Podríamos retomar lo que habíamos dejado a medias— me mordí el labio, sabía que aquello le provocaba.

—Me gustaría, pero va a ser que no. Ya he perdido mucho tiempo hoy, y ahora te toca a ti quedarte con las ganas— le guiñé el ojo. Seguidamente me quité yo también la camiseta. A ese juego podíamos jugar los dos.

—Está bien. Pero voy a ayudarte a estudiar— asentí. Al instante nos pusimos manos a la obra. Me sorprendí cuando lo vi centrarse en los libros sin ni siquiera mirarme.

Al principio fue a mí a quien le constó centrarse. Mi cabeza no dejaba de pensar en mi madre, en mi padre, en Sarah... Poco a poco fui olvidándome de ellos y centrándome en la Segunda Guerra Mundial, en el teorema de Gauss, etc. Oliver me explicó un poco de cada asignatura y me ayudó bastante. Perdimos la noción del tiempo. Nunca me había parado a pensar lo inteligente que era Oliver en verdad.

[...]

Finalmente, el día de hoy había sido una montaña rusa de sentimientos. Primero la discusión con mi padre por culpa de Sarah, y después la llamada de teléfono con mi madre. Pero no la llamada en sí, si no cómo me había respondido. Oliver me había ayudado a sobrellevarlo todo, le debía un montón. Por otro lado, el caos de este día había hecho que olvidara que todavía tenía que hablar con Simón. Todavía tenía que solucionar las cosas con él y me había prometido que tenía que hacerlo ese mismo día, pero las condiciones no han sido las adecuadas. De todos modos, no me iba a dar por vencida, todavía no. Se me había ocurrido una gran idea, o eso pensaba yo.

—Oliver, ¿podrían venir Isaak y Simón a cenar?

Después de que Oliver me ayudara a estudiar, decidimos bajar al salón a ver una película. Y sí, estuvimos estudiando un montón. Me dejó sus apuntes de cuando todavía iba al instituto y la verdad es que me han ayudado un montón.

Ahora estábamos los dos sentados en el sofá viendo Divergente. Oliver se había leído todos los libros de la saga y además era una de sus películas favoritas. Cuando me lo dijo me pilló por sorpresa, pero me alegra descubrir más cosas sobre él que no sabía. Había imaginado que Oliver era igual que todos: un chico malo, mujeriego y sin corazón. Es cierto que ha salido con muchas otra chicas, pero no creo que sea malo y ahora me niego a pensar que no tiene corazón. Nunca tenemos que dejarnos influenciar por las opiniones de los demás. Creo que pensé esas cosas de Oliver porque Sarah las decía, y ahora puedo comprobar que no son ciertas.

—¿Estás segura? Después de lo que has vivido hoy igual te vendría bien descansar— pasó su brazo por mis hombros haciendo que pudiese apoyarme en su pecho.

—Sí, estoy segura. Me vendrá bien para distraerme y dejar de pensar en mis padres— cerré los ojos cuando noté que me acariciaba la cintura.

—Podemos hacer otra cosa para distraernos— sonrío con picardía.

—Oliver...— no pude evitar reírme. Se me había insinuado ya tres veces por lo menos. —Esta noche, te lo prometo— le di un beso en la mejilla.

—Está bien— me dio su teléfono, gesto que me sorprendió bastante. —Llama a Simón mientras termino de ver la película— asentí.

Me levanté del sofá y me fui a la cocina a llamar por teléfono, no quería molestarle. Era la primera vez que alguien me ofrecía su teléfono. La curiosidad me decía que mirara el teléfono de Oliver por si me escondía algo importante, es decir, si hablaba con otras chicas. Pero mi parte racional me impedía hacer aquello. Él había confiado en mí para dejarme su teléfono, no podía invadir su privacidad. Por ejemplo, yo no escondo nada en el móvil, pero no me gusta ir dándoselo a la gente para que lo mire.

Agradecí aquel gesto. Entré en contactos para buscar el número de Simón y poder llamarlo. Intenté no prestar atención a todos los contactos femeninos que tenía guardados. Había contado más de veinte. Vale, sí que estaba prestando atención. No podía permitir que aquello me molestase. Cuando encontré el número de Simón lo llamé enseguida. Por suerte, no tardó nada en contestar.

—Hey, Oliver. ¿Qué pasa?— crucé los dedos para que no me colgase.

—Simón, soy Allison— de repente no escuché nada. Silencio. Comprobé si me había colgado y no, la llamada seguía en marcha.

—¿Está bien Oliver? ¿Por qué tienes su teléfono? No se lo deja a nadie— su voz sonaba normal, no podía notar si seguía enfadado conmigo.

—Sí, está bien. Me ha dejado su móvil para que te llamara. Solo te llamaba para invitaros a cenar a Isaak y a ti en casa de Oliver— igual aquello no iba a ser tan buena idea como pensaba.

—¿Seguro que te parece bien?— dijo con ironía. —De todas formas iremos, será divertido. Llegaremos sobre las diez, cuando termine de ensayar— y sin decir nada más colgó. Supongo que ya sabía cuál era la dirección.

Me giré en dirección a la puerta para volver al comedor con Oliver, pero este ya se encontraba apoyado en el marco de la puerta. Me miraba sonriente. Me acerqué a él y le di el teléfono, todavía un poco mosqueada por la cantidad de números de chicas que tenía guardados.

—¿Qué te ha dicho?— miré como se guardaba el móvil en el bolsillo.

—Que sí, que vendrán a cenar— me colocó un mechón de pelo que se me había puesto en medio de la cara detrás de la oreja. —¿Por qué me has dado tu teléfono? Podría haber llamado a Simón desde el mío— me crucé de brazos delante de él.

—Quiero que confíes en mí y que veas que no tengo nada que esconder. Tu me cuentas muchas cosas sobre ti, tengo la impresión de que no sabes muchas cosas sobre mí y, en el fondo, eso me duele porque te quiero y no quiero que pienses cosas que no son.

—Oliver...— no me dio tiempo a decir nada más. Me cogió por la cintura haciendo que rodeara su cintura con mis piernas para no caerme. —No tienes que demostrarme nada, confío en ti. No he mirado tu móvil, solo he llamado a Simón. Lo juro.

Me besó. Rodeé su cuello con mis brazos. Me subió encima de la encimera pero antes tiró con desesperación todo lo que había allí. No pude evitar reírme mientras me besaba el cuello. Todavía se encontraba entre mis piernas. Le acaricié la espalda notando cada parte de ella, sus músculos bien ejercitados. Me acerqué todo lo que pude a él, haciendo que mis senos se pegaran a su pecho. Vi cómo no podía quitar la vista del escote que se me había formado, y sin más dilación, me quité el sujetador.

—Joder Allison, eres una caja de sorpresas— empezó a darme besos húmedos por el pecho.

La verdad es que ni yo misma me reconocía. Pero es que aunque no lo parezca había vivido ya tantas cosas con Oliver que poco a poco había perdido la vergüenza. Antes me ponía muy nerviosa cada vez que me tenía que ver desnuda, tenía un montón de complejos, a quién iba a engañar. Ahora es todo lo contrario. Ahora sé que le gusto, que le gusta cada parte de mí, de mi cuerpo. Y no ha sido solo por él, yo también he aprendido a aceptarme. Los pelos, los granitos, las estrías son normales, y no hay que avergonzarse de nada. Y en ese aspecto, había conseguido quererme a mí misma.

—Allison...— Oliver gimió mi nombre cuando metí mi mano por dentro de sus bóxers acariciando su miembro ya erecto.

Volvió a besarme con desesperación, y yo no pude evitar sonreír en medio del beso cuando lo hizo. Él también sonrío. Sin duda esto era lo mejor que me había pasado en todo el día. Estaba consiguiendo dejar la mente en blanco para solo centrarme en Oliver.

Se bajó los pantalones e intentó bajarme los míos. Pero le fue imposible. Justamente hoy llevaba unos pantalones súper pegados que no sabía ni cómo me podía circular la circulación. Me miró con sus ojos verde esmeralda completamente dilatados, le brillaban por la excitación, y además tenía los labios hinchados por la fuerza que hacíamos al besarnos. Creo que no éramos conscientes de lo mucho que nos habíamos necesitado. Oliver me bajó de la encimera y se arrodilló delante de mí. Con toda la delicadeza que pudo consiguió bajarme los pantalones. Para mi sorpresa empezó a darme besos allí donde las costuras de los pantalones me habían dejado marcas. Cerré los ojos cuando noté que cada vez sus besos iban subiendo más y más, me temblaban las piernas. No quería que parara. Pero paró. Se levantó y se quedó mirándome. Abrí los ojos.

—¿Qué pasa? ¿Por qué paras?— le pregunté sonrojada. Ahora mismo tenía mucha calor.

—Allison, acaban de llamar a la puerta— miré el reloj del microondas, eran las diez y cuarto. Habíamos pasado tanto tiempo con los preliminares que se habían hecho las diez de la noche.

—Mierda, son Isaak y Simón— si no los hubiera invitado a cenar... —Podrías abrir tu mientras yo me cambio, cierta persona me ha dejado en bragas— cogí la camiseta de Oliver y me la puse.

—Claro, les abro la puerta y les recibo con mi erección— miré hacia abajo y la vi. A pesar de la situación aquello me hizo gracia. Volvieron a llamar a la puerta.

—Vale, voy yo. Sube a cambiarte y luego subiré yo— le di un beso en la frente y fui a abrir la puerta. La cosa es que yo no era consciente de mis pintas hasta que Isaak me avisó.

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