Prometo encontrarme © (Comple...

By DominusNano

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Adam Houchein perdió a su padre en un incendio de su antigua casa cuando apenas era un niño y desde entonces... More

BIENVENIDO (A)
SINOPSIS
DEDICATORIA Y REPARTO
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1 | La Bienvenida.
Capítulo 2 | El Trauma.
Capítulo 3 | Los Sprause.
Capítulo 4 | El dibujo.
Capítulo 5 | Madre Nonna.
Capítulo 6 | Lo improbable.
Capítulo 7 | El castigo.
Capítulo 8 | Las indirectas.
Capítulo 9 | La fiesta.
Capítulo 10 | La advertencia.
Capítulo 11 | La apariencia.
Capítulo 12 | El amor.
Capítulo 13 | El ministerio.
Capítulo 14 | Bajo la lluvia.
Capítulo 15 | Los ojos rojos.
Capítulo 16 | La cita.
Capítulo 17 | Lo siento.
Capítulo 19 | Los nanorobots.
Capítulo 20 | Disfraz.
Capítulo 21 | Luciérnagas.
Capítulo 22 | Cigarrillo.
Capítulo 23 | El cazador.
Capítulo 24 | Sucesos nocturnos.
Capítulo 25 | Dejar ir.
Capítulo 26 | Asimilando.
Capítulo 27 | Huérfano.
Capítulo 28 | Provocar.
Capítulo 29 | Vínculo.
Capítulo 30 | Fetiche.
Capítulo 31 | Retener.
Capítulo 32 | Dependencia.
Capítulo 33 | Tatuaje.
Capítulo 34 | Multifacético.
Capítulo 35 | Pacto.
Capítulo 36 | Entropía. (Parte I)
Capítulo 36 | Entropía. (Parte II)
Capítulo 37 | El juego.
Capítulo 38 | Dones.
Capítulo 39 | Garu.
Capítulo 40 | Irregularidad.
Capítulo 41 | Tres personas.
Capítulo 42 | Ni Rey ni Reina.
Capítulo 43 | Parte de algo.
Capítulo 44 | La penúltima máscara.
Capítulo 45 | En la mente.
Capítulo 46 | Pertenecer.
Capítulo 47 | El futuro y el pasado.
Capítulo 48 | El juego final.
Capítulo 49 | Estrellas.
Capítulo 50 | Ayuda.
Capítulo 51 | Pasos.
EPÍLOGO.
AGRADECIMIENTOS
Capítulo Extra | Ethan.
Capítulo Extra | Colton.
Especial de San Valentín.
🌙 OTRAS OBRAS 🌙
🌙 CURIOSIDADES 🌙

Capítulo 18 | Los adjetivos.

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By DominusNano

Adam Houchein

— ¡Adam, sal de aquí! Ve con mamá— escucho a lo lejos la voz de un hombre.

Veo fuego, mucho fuego y humo. Casi no puedo respirar, siento que voy a morir aquí. La madera incendiada cae a montón y temo que pronto me pueda cubrir, apagando mi única oportunidad de seguir con vida.

¡Adam, sal de aquí! Nosotros estaremos bien— sigo escuchando la voz de un hombre y logro observar las siluetas de dos sujetos, parados uno frente al otro. Una de ellas es la que me grita: — ¡Adam, sal!

Sin embargo, yo aún sigo quieto en mi sitio. El miedo me tiene petrificado, temblando en cada hebra de mi cuerpo y con la mirada desplazándose a cada estructura que el fuego derrumbaba.

— ¡Adam, sal!— sigue gritándome esa voz—. ¡Adam!, Papá estará bien, ahora ve con mamá.

Del otro lado, entre tanto fuego, apenas puedo ver la silueta de mamá.

Lo siento... papáes lo único que le digo temeroso antes de salir corriendo hacia la silueta de mamá, que pronto se consume entre el fuego.

Oye, Adam, despierta— siento que me mueven de un lado a otro—. Es sólo una pesadilla.

Y cuando mi mente hace contacto con mi cuerpo, vuelvo a la realidad levándome de golpe. Otra vez esa pesadilla, tenía tiempo sin soñarla.

Cada vez estoy más seguro de que la pesadilla está tratando de recordarme el suceso del incendio. Los traumas definitivamente están regresando, pero algo me dice que está sucediendo con algo más de intensidad. Cuando tengo la pesadilla, un nuevo fragmento se une; el sueño se hace más largo y mi miedo aumenta. No obstante, este último fragmento me acaba de dejar con sentimientos comparados con la culpa. Sentía que yo había provocado algo y le pedía disculpas a papá por hacer eso.

¿Qué fue lo que realmente hice?

— ¿Estás bien?— pregunta una voz femenina al lado izquierdo de mí.

Me giro hacia esa persona y veo que es Daniela, la cual está con una vestimenta diferente a la de ayer. Me mira algo preocupada.

— Perfectamente— respondo ignorando mi pesadilla—. Creo que ya no tengo fiebre, eres una gran doctora— le sonrío.

— ¿Lo dudaste en algún momento?— cuestiona devolviéndome la sonrisa y con una ceja arqueada.

— Por supuesto que no, mi señora— bromeo.

— Por tu bien espero que sea así, mi esclavo— me sigue la broma—. Pero ya enserio, te traje el desayuno a la cama— dice señalando la bandeja que se situaba en la mesita de noche.

En ella reposaban unas tostadas, huevos y mantequilla, junto con un zumo de naranja y una manzana.

— Come, lo preparé con mucho esfuerzo e inexperiencia— dice con una sonrisa de superioridad.

— Si de verdad quieres que alguien le dé el visto bueno a tu comida, nunca digas eso— le informo con amabilidad—. La frase quedaría mejor si dijeras: "Lo preparé con mucho amor y cariño".

— Pero entonces estaría mintiendo, ¿Quieres eso?— cuestiona vacilante—. A la comida no se le puede besar y abrazar. Es más bien como si la estuvieras matando, ya sabes; la cortas, la quemas y te la tragas.

— Sólo es una metáfora.

— No me gustan mucho las metáforas desde que Ethan murió— me informa—. Él hacía eso.

— Lo tendré en mente— trato de dar un intento de sonrisa mientras observo la bandeja—. Tengo que cepillarme los dientes primero.

— Oh, cierto— dice un poco apenada—. Es que estaba un poco emocionada porque por fin aprendí a cocinar algo. Aunque fue con ayuda del celular— admite.

— Felicitaciones— le sonrío de verdad para luego levantarme y caminar hacia la puerta del baño. Pero, antes de entrar en ésta, me doy cuenta de algo—. ¿Cómo cocinaste si parte de la estufa y cocina están quemadas?— le pregunto volteándome hacia ella.

Otra de las razones por la cual no comí bien estos días, fue porque creí que la estufa no funcionaba. Y el malestar no me permitía ir a comprar en el centro del pueblo sin desvanecerme o vomitar en el camino.

—Algunas hornillas aún funcionan— explica—. Oh, y mañana vienen unos señores a arreglar lo que quemé.

— De acuerdo. Ya vuelvo— aviso para luego voltearme y entrar al baño.

Me cepillo los dientes y luego me quito lo único que cargaba puesto para entrar a la ducha. Después de un rato salgo del baño, ya seco y con una toalla alrededor de mi cintura.

Veo a Daniela que está con su celular, recostada en el espaldar de mi cama ya acomodada.

Ahora que me doy cuenta, toda la habitación está perfectamente arreglada. ¿En qué momento la acomodó? Es decir, no soy tan desordenado, acomodo mi habitación en las mañanas. Pero al terminar el día está hecha un chiquero otra vez, motivo por el cual tengo que aprender a ser más ordenado.

— ¿En qué piensas?— pregunta Daniela quitando la vista de su celular, curiosa al sentir mi mirada perdida.

— ¿Cuándo acomodaste mi habitación?— indago.

— Hace como una hora arreglé la mayor parte— explica—. Tu cama la acabo de arreglar. Creo que es mi forma de disculparme por estar ausente estos días.

— Espera, ¿Qué hora es?— pregunto al instante.

Me preparó la comida, acomodó mi cuarto, tuvo tiempo de arreglarse e inclusive tengo la sospecha de que hizo las compras del supermercado al no haberlas hecho yo en los anteriores días. Porque sé que no había pan. ¿Qué tanto tiempo le puede costar eso a Daniela?

— Son las once y cinco de la mañana— me responde mirando su celular—. De verdad duermes mucho, aunque te ves tranquilo cuando lo haces.

— Es mi don y mi maldición— bromeo—. Y hablando de dormir, lo siento por la petición tan peculiar que hice para que durmieras conmigo. Supongo que estaba en un momento de debilidad.

— Claro, culpa a tu debilidad— sonríe con complicidad—. Yo sí diré, sin mal pensar, que si me gustó dormir contigo. Fue mejor que compartir cama con Luke. Larga historia que prefiero omitir.

Yo niego con gracia ante eso último que dijo la castaña y camino hacia el armario pensando en las posibles bromas que le ha podido hacer el casi secuestrador de Santa Claus a sus hermanos.

— Cuando acomodé tu habitación, me llamaron la atención dos cosas; tres cuando saliste del baño— confiesa mientras busco algo decente entre las prendas de ropas.

— ¿Qué cosas pudiste encontrar en mi aburrida habitación?— cuestiono, pero cuando la observo con un libro en la mano mis ojos se ampliaron de una manera considerable. No creí que eso siguiera por ahí.

— Cosa número uno, no sabía que existía un libro sobre chicas— confiesa y siento un ardor subir a mis mejillas—. Aunque te diré que, de las quinientas páginas, sólo cuatro te dicen la verdad. Eso que nunca contradigas a una mujer, es cierto; y no hace falta leerlo en un libro para saberlo.

— En mi defensa, lo conseguí en una convención de libros a un precio razonable.

— Digamos que te creo, porque no es así— se limita en emitir. Luego baja el libro de sus manos y agarra una hoja medianamente grande y fina. Supe lo que era al instante: — Cosa número dos, sabía que uno de mis dibujos faltaban, pero nunca creí que lo tendrías tú.

Creo que ya sé por qué a las mujeres no les gusta que acomoden su habitación. Era una de las últimas páginas del libro, aunque puede, o no, ser una de las que no son reales según Daniela.

— Puedo explicarlo, te lo iba a devolver— articulé.

— Si tuvieras intensión de devolvérmelo, ya lo hubieras hecho. Y no te preocupes, no me molesta— sonrió levemente—. Lo que me sorprende es que no esté en el basurero para ser reciclado. Es decir, no es uno de mis mejores dibujos; el contraste está mal, no usé el tipo de carbonita correcto en algunos lugares y lo hice muy apresurada. Agregando que, con mi buena memoria, sólo los vi unas tres veces.

— ¿Estás loca? Es increíble. Y te lo está diciendo un chico que vivió en la gran ciudad; donde había grandes artistas en cada esquina— le animo—. De hecho, si tendría que calificar ese dibujo en tres adjetivos como lo haría un jurado en un museo, sería: Brillante, perspicaz y curioso.

— ¿Y eso a qué vendría?— exige saber.

Brillante porque sólo necesitaste mirarnos una sola vez para captar nuestra esencia y, a pesar de que digas que no, los tonos negros, grises y pálidos se fusionaron y quedaron en perfecta sincronía para crear tan hermosa obra de arte como lo es ese dibujo. Perspicaz porque representaste cada detalle perfectamente, incluso aquellos que ni nosotros, como modelos, pudimos ver. Curioso porque, si observas bien, el dibujo tiene ciertas cosas que no todo el mundo podría entender en un principio. Como por ejemplo, Thomas tiene un arma— explico—. Al principio tenía miedo de que tal vez en realidad sí llevara un arma consigo, pero luego me di cuenta de que no era así. Tal vez ese detalle sólo represente el hecho de que el chico tiene muy buena puntería, algo que no todo el mundo conoce.

— O tal vez represente el hecho de que el padre de Thomas le haya enseñado a usarla a los diez años— insinúa.

— El padre de Thomas debe de ser alguien estricto como para enseñarle karate a su hijo y que luego aprendiera a usar un arma a tan corta edad— reconozco mientras me volteo de nuevo hacia el armario—. Es eso, o el padre es un policía que quiere heredar el trabajo a su hijo.

— No es un policía, pero sí afirmo que es el demonio personificado. Pero no estamos aquí para hablar de la familia de Thomas— informa de pronto. No obstante, cuando quiero voltearme de nuevo hacia ella, dos manos que se posan en mi cintura me lo impiden—. Hay una tercera cosa sorprendente que descubrí cuando saliste del baño— susurra la castaña en mi oído y luego la siento cerca de mi cuello. Tal y como lo hacía en la biblioteca, lo cual provoca que me ponga rígido; sobre todo porque yo aún no llevo nada puesto y su tacto está rozando parte de mi piel desnuda.

— ¿Y qué es esa cosa?— pude articular a través de tartamudos.

— Que no entiendo cómo no llamas la atención de las chicas con la excelente figura que tienes— confiesa con picardía jugando en sus cuerdas vocales. Sentía que todo el color del rostro se me había ido y casi podía entrar en cortocircuito, hasta que ella besa levemente mi cuello y escucho una risita que descifré al instante como una inofensiva broma: — Considera eso mi venganza por hacerme pasar un mal rato con Christine. Te dejo para que te vistas.

Y no llego a reaccionar bien, cuando ella ya no se encuentra en la habitación. Trato de calmar mi pulso al instante y otras partes de mi cuerpo para no entrar en un estado que no pueda controlar hasta desmayarme. Y sólo cuando cumplo con mi objetivo, proceso las últimas palabras que emitió.

Así que es una chica vengativa, tanto como yo lo puedo llegar a ser... creo que esto me puede gustar.

Con eso en mente y una sonrisa estúpida en mi rostro, empiezo a vestirme. Me decido por ponerme algo cómodo; un conjunto de pijama color azul oscuro. Empiezo a comer lo que Daniela me preparó y luego salgo de mi habitación sin nada en mis pies. Bajo a la sala de estar para encontrarme a Daniela sentado en el sofá grande con su celular; lo que me recuerda que últimamente está muy apegada a él. Ella nunca había hecho eso en estos días.

— ¿Está todo bien?— trato de sonar natural mientras me acerco hacia ella.

— ¿Por qué no lo estaría?— expone ella guardando rápidamente su celular.

— Hoy estas muy apegada a tu celular— explico.

— Oh, es que estaba hablando con mi mamá.

Mamá.

No me ha escrito ni llamado para nada en toda ésta semana. Eso es muy raro en ella y sin embargo no me había preocupado por ello al estar enfermo y ocupado tratando de controlar mis errores. Generalmente cuando ella sale de viaje me llama a cada hora para ver si había "tirado la casa por la ventana". Por supuesto que nunca hice eso... creo.

Aunque cabe agregar que ella nunca había viajado fuera del país.

— ¿Quieres hablar con Elizabeth?— me pregunta Daniela al ver que me perdí por un momento—-. Creo que ella está ahora con mi mamá.

Yo sólo asiento.

— Bien, hagamos una videollamada— propone para luego tocar el icono de videollamada en WhatsApp.

*Llamando a Mamá Margaret*

Uno...

Dos...

Tres...

Cuatro son los repiques que da el celular para que luego aparezca el rostro de Margaret en la pantalla.

— ¡Hola, mamá!— empieza a decir efusivamente Daniela—. ¿Cómo se encuentran por allá?

¡Hola, Dani! Nos encontramos muy bien, ¿Y ustedes?—saluda Margaret.

En la imagen que nos muestra el celular sólo se ve el rostro de Margaret con el cabello atado a una coleta y una chaqueta que cubre sus hombros. En el fondo se yacen lo que parece unas ruinas de yeso y algunas esculturas.

— Excelente— contesta Daniela en una sonrisa—. ¿Dónde se encuentran ahora?

Estamos próximos al Coliseo Romano— informa Margaret enseñándonos sus alrededores. No hay más que grandes estructuras antiguas y llenas de historia.

— ¿No iban a ver al Doctor Henry?— esta vez hablo yo.

Si se fueron a pasear por Roma y no a ver a ese tal Doctor Henry, juro que le haré un berrinche a mamá por dejarme en un pueblo asesino mientras ella está muy bien por allá. Sabe lo que me encantaría ir a países de Europa.

Sí, ayer fue la operación y como dentro de media hora nos dará una charla— explica—. Por lo que decidimos dar un pequeño paseo por los alrededores de donde nos encontramos.

— Eso está genial, mamá— opina Daniela emocionada por su madre—. Una pregunta, ¿No tienes a Elizabeth cerca?

Margaret frunce un poco los labios y mira a sus alrededores. Luego dura unos segundos en decir:

Sí, creo que está comprando unos recuerdos— vuelve a observar a la cámara—. ¿Por qué?

— Adam quiere hablar con ella, ¿Nos la puedes pasar?— cuestiona vacilante Daniela.

Por supuesto, dame unos segundos responde Margaret para luego observar como la cámara se mueve a todos lados, ya que ella está caminando al lugar donde se debe de encontrar mi madre.

Después de unos treinta segundos, puedo ver el rostro de mi madre enfocarse en la pantalla del celular de Daniela. Tiene un atuendo parecido al de Margaret, sólo que tal vez le vea la sombra de unas ojeras. Quizás debe de estar cansada por el viaje.

— ¡Hola, madre que se olvidó de su hijo!— empiezo a saludar.

¡Hola, cariño!— alarga con cierto arrepentimiento en su voz—. Siento no haberme contactado contigo, pero es que aquí no tengo cobertura en mi celular.

— Mamá, tu plan de servicios no abarca otros países— le explico con los ojos en blanco. De cierto modo creo que lo sospechaba.

Puedo sentir cómo Daniela se ríe tímidamente para que mamá no la escuche. Como hijo, ya yo estoy acostumbrado a la falta de inexperiencia de mamá en cuanto a la tecnología.

Oh, yo no sabía eso— confiesa perdida—. ¿Y cómo puedes contactarte con ellos, Margaret?— le pregunta a la mamá de Daniela que creo que está al lado de ella.

Aquí tengo Wi-Fi— escuchamos la voz de Margaret, sin embargo aún no la vemos en el celular.

— Eso es lo que hace toda persona normal, mamá— señalo burlesco.

— Ay, hijo, yo no sé usar eso— admite desinteresada—. Como sea, ¿Cómo se encuentran por allá?, Adam, ¿Por qué te veo tan pálido?, ¿Te hace falta tu mamá?, Daniela, ¿No le estás dando los nutrientes necesarios?— empieza a lanzar preguntas una tras otra, así es mi mamá.

— Cálmate— le digo al ver que no dejaba de preguntar—. Primero, estamos muy bien. Y segundo, no estoy pálido, deben de ser efectos de la cámara— mentí.

No le diría a mamá que estuve enfermo y débil casi toda la semana, eso sólo la preocuparía el resto del viaje y no quiero eso. Además de que probablemente ella sí me llevaría a una clínica cuando llegara.

— Su hijo es muy terco para comer— explica con burla—, casi y le tengo que hacer el avioncito para que coma.

Si no quiere comer, dale unas nalgadas, te doy el permiso para que lo hagas— dice mamá, a lo que yo abro mi boca indignado. Algo me dice que mamá también escuchó a Thomas; lo que me recuerda que aún no he protestado por ello.

— Por supuesto, señora, no dude en eso— le sonríe Daniela.

Adam, tengo muchas otras historias que contarte acerca de las ruinas romanas. Son muy interesantes y nunca nos enfocamos en ellas. Eso se agregará a nuestros relatos cuando llegue, no lo dudes— informa mamá con entusiasmo.

— ¿Me lo prometes?— cuestiono con curiosidad.

— Te lo prometo— responde—. Hasta llevo algunos cuadros para relatar con gráficos. También hay recuerdos.

— Eso es grandioso, mamá— le sonrío.

Elizabeth, ya tenemos que ir al salón principal donde darán la charla— podemos escuchar la voz de Margaret.

De acuerdo— le dice mi mamá a Margaret—. Bueno, ya me tengo que ir— avisa ahora para nosotros—. Hijo, cuídate. Y Daniela, asegúrate de que mi hijo no cometa ninguna locura.

Yo sólo frunzo los labios. Ya va a empezar otra vez.

— Sí, mamá, cómo digas— accedo rápidamente antes de que empiece otra vez con su sermón.

Los amamos, hijos— dicen las dos mamás al mismo tiempo, las cuales aparecen en la pantalla del celular. Luego cuelgan.

Daniela vuelve a guardar su celular. Sin embargo, antes de eso puedo ver que le llega perfectamente un mensaje de Thomas.

"Qué agresiva, vampiresa" Leí. Y Daniela se dio cuenta de que hice eso.

— ¿Por qué Thomas te enviaría un mensaje así?— cuestiono al instante—. Es decir, lo de agresiva lo entiendo. Thomas le dice agresiva hasta a la hormiga que pasa por su mano. Pero, ¿Vampiresa?

La castaña vacila por un instante mientras juega con sus manos. Pero finalmente habla:

— Thomas puede ser muy creativo con los sobrenombres— se encoje de hombros—. Supongo que es porque los vampiros suelen ser fríos, igual como lo era yo. Le dije que a mí no me gustaba ese sobrenombre, recuérdame golpearlo luego.

Yo le sostengo la mirada con una ceja arqueada, tratando de transmitir que no sólo descubrí eso, sino que hablaba con Thomas y no nada más con su mamá. No me molesta en lo absoluto, sólo que no le veo la razón por la cual ocultármelo. Al menos que sea algo muy grave.

— No saques conclusiones apresuradas, ya sabes a lo que te llevó eso— descubre lo que quiero transmitir—. ¿Recuerdas las cosas de las que te hablé ayer?

— Perfectamente— afirmo—. Y aún estoy reprimiendo mis pensamientos acerca de eso.

— Digamos que estamos hablando de esas cosas. Específicamente de un problema que surgió y que tratamos de arreglar— explica.

— ¿Esas cosas pueden ser peligrosas en el trayecto que intenten remendar el problema?— dudo con algo de preocupación.

Daniela ladea ligeramente su cabeza mientras piensa una respuesta:

— No para nosotros.

— Eso no me convence mucho— frunzo los labios.

— No te preocupes, sabemos lo que hacemos— me lanza una sonrisa que logra relajarme—. No es la primera vez que sucede.

— ¿Estás segura de eso?— cuestiono por última vez.

Daniela me mira a través de sus ojos cafés y los tonos oscuros que se fusionan con él. Parece reconsiderar una y otra vez su respuesta mientras que escasos segundos pasan, hasta que emite:

— Totalmente.

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