Prometo encontrarme © (Comple...

By DominusNano

81.8K 6.8K 680

Adam Houchein perdió a su padre en un incendio de su antigua casa cuando apenas era un niño y desde entonces... More

BIENVENIDO (A)
SINOPSIS
DEDICATORIA Y REPARTO
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1 | La Bienvenida.
Capítulo 2 | El Trauma.
Capítulo 3 | Los Sprause.
Capítulo 4 | El dibujo.
Capítulo 5 | Madre Nonna.
Capítulo 6 | Lo improbable.
Capítulo 7 | El castigo.
Capítulo 8 | Las indirectas.
Capítulo 9 | La fiesta.
Capítulo 10 | La advertencia.
Capítulo 11 | La apariencia.
Capítulo 12 | El amor.
Capítulo 13 | El ministerio.
Capítulo 14 | Bajo la lluvia.
Capítulo 15 | Los ojos rojos.
Capítulo 16 | La cita.
Capítulo 17 | Lo siento.
Capítulo 18 | Los adjetivos.
Capítulo 19 | Los nanorobots.
Capítulo 20 | Disfraz.
Capítulo 21 | Luciérnagas.
Capítulo 22 | Cigarrillo.
Capítulo 23 | El cazador.
Capítulo 24 | Sucesos nocturnos.
Capítulo 25 | Dejar ir.
Capítulo 26 | Asimilando.
Capítulo 27 | Huérfano.
Capítulo 28 | Provocar.
Capítulo 29 | Vínculo.
Capítulo 30 | Fetiche.
Capítulo 31 | Retener.
Capítulo 32 | Dependencia.
Capítulo 33 | Tatuaje.
Capítulo 34 | Multifacético.
Capítulo 35 | Pacto.
Capítulo 36 | Entropía. (Parte I)
Capítulo 36 | Entropía. (Parte II)
Capítulo 37 | El juego.
Capítulo 38 | Dones.
Capítulo 39 | Garu.
Capítulo 40 | Irregularidad.
Capítulo 41 | Tres personas.
Capítulo 42 | Ni Rey ni Reina.
Capítulo 43 | Parte de algo.
Capítulo 44 | La penúltima máscara.
Capítulo 45 | En la mente.
Capítulo 46 | Pertenecer.
Capítulo 47 | El futuro y el pasado.
Capítulo 48 | El juego final.
Capítulo 50 | Ayuda.
Capítulo 51 | Pasos.
EPÍLOGO.
AGRADECIMIENTOS
Capítulo Extra | Ethan.
Capítulo Extra | Colton.
Especial de San Valentín.
🌙 OTRAS OBRAS 🌙
🌙 CURIOSIDADES 🌙

Capítulo 49 | Estrellas.

968 103 21
By DominusNano

Adam Houchein

— Adam, no te tengo confianza cuando haces esto— emite Thomas con cierto miedo jugando en sus cuerdas vocales.

— No te preocupes, Tommy, seré bueno.

— Es que esto está oscuro.

— Es evidente, idiota.

— ¿Y si me haces cositas malas, aun cuando me dices que serás bueno?

— ¿Te refieres a que te amarre otra vez? Lo siento, pero no hago el mismo truco de magia dos veces.

— Podrías violarm…

Destapo los ojos de Thomas cuando conozco la intención de lo que dirá, solo para que vea que se está ridiculizando entre tanta gente. Sus palabras quedan inconclusas, y sus ojos se inyectan de sorpresa cuando vislumbra lo que se encuentra a través de la oscuridad. Su boca queda entreabierta, y sus manos bajan del moño que rodea su cuello, el cual se estaba deshaciendo ante su nerviosismo. Más me costó hacer que se pusiera su traje de pingüino, que lo que le está durando.

Noto cómo sus ojos se desplazan por cada persona del lugar, por cada objeto que decora este entorno, y también cómo sus neuronas trabajan para saber qué es lo que pasa aquí. No es muy difícil de averiguarlo, en realidad, solo se tiene que ver las expresiones sonrientes en el rostro de las personas. También de felicidad, melancolía en algunos, y euforia. Sin embargo, nadie habla, nadie grita, y nadie se mueve de su lugar. Porque todo eso le pertenecía a solo una persona en este momento. En este instante.

Aris.

Thomas le sostiene la mirada. Ella se encuentra a unos pasos en frente de él, donde solo tierra y algunos pétalos en el suelo se sitúan entre ellos. La vampira viste elegantemente, con un vestido rojo pasión que llega hasta un poco más arriba de sus rodillas. No tiene escote y es ajustado en los lugares indicados, resaltando realmente el bonito físico que posee. Su cabello rubio se encuentra suelto y algo alborotado, teniendo algunas ondulaciones en las puntas. Ella se pintó sus labios del mismo color que su vestido, y, he de admitir, que eso provoca que sus ojos se noten muchos más brillantes en este momento, añadiendo que esos mismos orbes observan con un gran amor y cariño al chico rubio que tengo a mi lado.

Daniela se encuentra al lado de ella, justo en la misma posición en la que yo estoy con mi amigo. Su vestido es similar al de Aris, solo que el de ella es un azul oscuro que ciñe se cuerpo adecuadamente. Además de que es un poco suelto a partir de su cintura. Su cabello castaño con reflejos rojizos se encuentra en una trenza suelta que descansa sobre su hombro y sigue hasta alcanzar la parte baja de su pecho. Sus ojos adquieren una peculiar chispa cuando me ve, y me he dado cuenta, ahora, que ella tiende a morder su labio inferior cuando me ve a mí en traje. Quizás reprimiendo alguna risa, porque yo no suelo vestir así. Aunque a mí y a mi cerebro entumecido no nos importa en este instante, porque me estoy concentrando directamente en ella y las emociones que me hace sentir en este momento.

Las hermanas Sprause son algo que, sin duda alguna, se tiene que apreciar y conocer. Sin embargo, a pesar de eso, me trato de centrar en la situación que nos compete para no parecer un estúpido.

Mis entrenamientos me han ayudado a tener una perspectiva más amplia de las situaciones, y en este momento mi sentido agudo de la audición me ayuda a apreciar los latidos veloces que da el corazón de Thomas en este instante al deslizar sus ojos por toda la silueta de su amada. Una sonrisa vacilante tira de sus labios, y detallo cómo algunas gotas de sudor bajan de su melena rubia y acarician sus mejillas.

— Que no te dé un infarto, que no me traje la ambulancia— le advertí en un murmullo al ver su estado. Obviamente era broma, o eso esperaba.

Thomas posa sus ojos en mí, y una particular sonrisa, diferente a la que le lanzó a Aris, gobernó sus labios. Su mirada titilaba con incredulidad.

— ¿Tú hiciste esto?— indagó en el mismo tono de voz bajo. Su expresión cambió rápidamente ante algo, y lo supe al instante—. Pero…

Negué con mi cabeza sin que él terminara la oración, interrumpiéndolo, prácticamente.

Me dispuse a dar otra mirada a los alrededores, y detallé con cierta nostalgia el todo. El patio trasero de la casa de los Sprause había sido mínimamente modificado para la ocasión, y casi todo era obra de la novia de mi amigo. La iluminación se vio forzada a brindarnos algo más de su luz ante la noche que nos acompaña, colocando unos cableados con bombillas adicionales a los que ya estaban. Solo que, a diferencia de esos que parecían globos del deseo chinos, a estos lo rodean algunas botellas de vidrios y demás materiales de reciclaje que hacen del escenario un espectáculo. Mesas con manteles y sillas a su alrededor se esparcen por todo el lugar, teniendo como centro de mesa una decoración propia de la flora que Margaret plantó en este mismo lugar. Existen algunos toques pequeños, pero que brindan una hermosura casi imperceptible al campo; como los pétalos de rosas a nuestros pies, las velas encendidas que se encuentran en el centro de los arreglos florales, los cuadros colgados en los troncos de los árboles que Daniela pintó para Thomas y Aris, y también algunos roces de hielo impregnados en las raíces de los grandes macizos, lo cual es un efecto que Garu inevitablemente hizo al estar cerca de nosotros, más no visiblemente por la presencia de los invitados. Los cuales, por cierto, no son muchos por consecuencia de salvaguardar el secreto que oculta el lugar; son solo algunos hombres lobos de la manada de Bennys Hills, una pequeña parte tratable del equipo de fútbol americano que sufrió conmigo aquel día, la madre del amigo inestable al lado de mí, Augus, el señor William, Edward el guardaespaldas, el chofer Louis, la misma familia de vampiros, y un regalo musical de orquesta que trajo mi ídolo para la circunstancia.

Todo esto me hizo pensar en aquellos momentos felices que nos da la vida, y que no hay que desperdiciar por nada en el mundo. Ni siquiera por el tormento de un momento que nubla nuestro camino, que es a lo que se refiere Thomas cuando denoto su mirada. No podía dejar que la muerte de mi madre y la presencia cercana del clan enemigo me desvíen de los instantes felices, de aquellos que tienes que disfrutar porque puede que nunca más los vuelvas a presenciar, como el despertar de un amigo que, hasta hace poco, estaba entre la vida y la muerte. Hay que disfruta el momento. Vive. Solo vive. A eso se refería mi progenitora. Que esté feliz en circunstancias como estas no es pecado, al contrario, creo que mamá me machacaría si se diera cuenta de mis últimas actitudes.

Vuelvo a posar mi atención en Thomas, y le lanzo una sonrisa ladeada llena de tranquilidad.

— No te preocupes, hay que saber aprovechar las oportunidades que nos da el destino— digo, colocando una mano en la espalda del rubio—. Vive el momento, Tommy.

Le doy un leve empuje porque, de un momento a otro, él quedó rígido ante la presencia de tantas personas. No obstante, creo que eso basta para que se vuelva a dirigir a su amada, la cual también recibió un empuje por parte de Daniela. Entonces, con eso, ambos fueron avanzando en pasos lentos, pero llenos de seguridad a lo que iban a hacer a continuación. Pude notar el revolotear del corazón de mi rubio amigo, así como su pesada respiración, pero que, además de eso, hubo una conexión entre esos dos seres. Entrelazo que provocó que ellos se encerraran en su universo, en su mundo, o en su sitio. Sus miradas parecieron transmitir toda clase de emociones y sentimientos. Sus sonrisas, vacilantes por la casi irreal situación, brillaron una vez más en sus ojos. Adiviné que sus manos hormigueaban para sentirse el uno al otro, para demostrarse mutuamente que esto es real. Que Thomas en realidad está ahí, vivo. Que ellos han podido estar juntos, a pesar de todo. Que cazador y vampira pudieron romper la ley fundamental que los gobierna; matarse. Y la pudieron remplazar por una más noble y pura; amar. Amarse. Quererse. Sentirse.

Ambos se detienen solo cuando están el uno en frente del otro. Su cercanía es notoria ante los ojos de cualquiera. Y no solo la cercanía externa, sino también la interna. Lo que ellos sienten los une, y forma un vínculo inquebrantable ante toda norma. Las manos de mi amigo, finalmente, dan a parar al rostro de Aris, deshaciéndose de algunos mechones rubios salvajes que taparon su rostro.

Él la contempla, con un gran sentimiento.

Ella lo contempla, con un gran cariño.

Entonces, Aris es la que habla luego de un largo silencio entre todos, luego de lanzarle una gran sonrisa de dentadura reluciente:

— Bienvenido de nuevo a Bennys Hills, mi cazador.

Thomas no responde. De todas formas, reconocíamos que las palabras sobraban ahora. Él se inclina, y solo la besa en un acto de demostrar, para los dos, que esto es real. Que ellos de verdad están juntos. Que ellos pudieron, ante todo. Que ninguna ley, ni siquiera la sobrenatural, pudo separarlos.

Y, honestamente, fue el beso más sincero que he presenciado.

(…)

Quien dijo que hacer una fiesta de bienvenida aparentemente tranquila era fácil, es porque nunca trató con hombres lobos. Ellos eran amigos de Dylan, algunos aparentaban su edad, pero no dejaban de comer. Parecían barril sin fondo, hasta creo que acabaron con la mesa de bocadillos y no tardarían en ir por el pastel. Y eso que la celebración no llevaba ni una  hora de iniciada, por lo que me hizo pensar que, por favor que diosito me perdone por esto, no fue buena idea hacer a un lado el pacto para que ellos pudieran entrar y quedarse por estas zonas.

Fui con una bandeja llena de bebidas hacia ellos, y regresé con la misma bandeja, pero mordida hasta la mitad. Su atuendo elegante no los ayudaba mucho a ocultar su salvajismo. En mi rostro, por otro lado, creo que se notaba la línea fija que formaban mis labios. Ya hasta me había desasido del saco de mi atuendo en un arranque frustrado. Pero no me quería quejar, los anfitriones de verdad estaban disfrutando de…

— ¿Qué mierda están haciendo?— cuestioné abruptamente cuando Thomas y Aris aparecieron en mi campo de visión, quitándome con rapidez lo que quedaba de la bandeja. El rubio, por otro lado, me ajustó aún más la corbata que ya casi se iba a mejor vida también.

No hablaron ni nada. Sus expresiones me parecieron genuinamente extrañas mientras se encontraban peinándome y, básicamente, acomodándome lo que yo me deshice. Aris fue, luego de que le dieron un beso al aire a lo que me habían hecho, la que respondió:

— Es tu momento de brillar— me guiñó el ojo, usando una fuerza antinatural para voltear mi rigidez hacia, de nuevo, la fiesta. En realidad, iba a entrar a la casa para ver qué órgano vendía y así comprar la comida suficiente para que esos seres sacien su hambre—. No creas que no sé lo que preparaste, adicional a esto.

Frunzo el entrecejo, pero se va tan rápido cuando mi vista capta a mi vampira, teniendo en cuenta al instante a lo que se refiere Aris.

— No, no, no— negué rápidamente—. Lo hice casi en inconsciencia. Además, estamos en una fiesta, sería descortés ir…

— Métete tu cortesía ahora por el…— Thomas se calló cuando vio que Aris y mi persona levantamos un puño hacia él, dispuestos a lanzárselo si terminaba esa oración. El rubio se aclara la garganta, y termina de decir con nerviosismo: — A lo que me refiero es que no puedes desperdiciar las oportunidades, ¿Recuerdas? Y esta es una gran oportunidad.

Me rasco la nuca en signo de incomodidad, con mi vista fija hacia Daniela, la cual se encuentra hablando animadamente con William.

— No lo sé— admito con inquietud—. Es que alguien todavía tiene que ayudar a Margaret y a Nicholas en la fiesta.

— Yo lo haré— se dispone de inmediato la rubia.

Antes de que yo pudiera protestar hacia eso, Thomas ya me está empujando y mis pies ya se encuentran casi que enterrados en la tierra, impidiendo que él me lleve hacia ella. Sin embargo, mi rigidez de va cuando Daniela nota nuestra escena, y Thomas casi se va de boca cuando empiezo a caminar hacia mi vampira en un signo de confianza fingida.

Mi rostro forma una sonrisa inquietante, porque mis pies no paran y no tengo ni la más mínima idea de lo que haré cuando llegue hacia ella. Por desgracia, Thomas no terminó de venir conmigo, y solo me hace porra a mis espaldas, por lo que no puedo contar con una excusa sobre él. Así que… simplemente continuaré con lo que mi inconsciencia me permitía al pensar en la vampira. Solo espero, por todos los dioses, no arruinarlo.

Cierro los ojos y cuento hasta diez, tratando de calmarme mientras, sabiendo dónde está exactamente Daniela, me inclino y la agarro de las rodillas para llevarla sobre mi hombro. Digamos que cargarla al estilo saco de papas ya se está haciendo costumbre. Escucho la risa de William, el protestar de la vampira, y apuesto que hasta algunos invitados se nos quedaron viendo. Pero solo presto atención cuando mis sentidos me indican que caminé hasta adentrarme a lo profundo del bosque, un poco lejos de la fiesta y de la música de la orquesta.

Abro los ojos, y solo así capto el patalear de Daniela y también sus gritos:

— ¡Adam Sebastián Houchein, te lo advertí!

Me hubiera gustado escucharla antes, porque no sé cómo lo hizo, ni tampoco la verdadera razón más allá de la vergüenza, pero nuestra posición cambió de pronto cuando, con una mano, sostiene la parte trasera de mi nuca, y con la otra se las ingenió para atrapar mi torso. Entonces, con esas dos partes de mi cuerpo, tira de mí para voltearme y lanzarme lejos de ella. Mi cuerpo dio vueltas en el aire, incitando a que me mareara. Aunque, gracias a los ancestros, noté una rama a las alturas de un árbol y me guindé de ella, girando, para que finalmente cayera encima de la ramificación en cuclillas. Mis rodillas estaban separas, y mis brazos iban por el medio de mi cuerpo hasta que sostenían la rama.

Miré atónito a Daniela y luego entré en pánico cuando detallé la altura en la que estaba.

— ¡¿Estás loca?!— exclamé con los ojos inyectados de conmoción. Aunque, he de admitir, que cierta adrenalina se cierne en mi corazón y provoca que lata con frenesí—. ¡Pude haber muerto!

La castaña se cruza de brazos y arquea una ceja. Desde aquí, a pesar de la oscuridad del bosque, puedo notar cómo su trenza se ha terminado deshacer con la anterior acción, provocando que su cabello termine suelto y con ondulaciones.

— Ahora que sé que puedes curarte, creo que no me importa mucho—aclara, encogiéndose de hombros. Aunque esa sonrisa maliciosa me indica que verdaderamente sí le gustó lanzarme—. Creo que te lo mereces por humillarme. Y también por otras cosas que no enmarcaré ahora.

Mi entrecejo se contrae, pero, antes de emitir algo, la rama hace un ruido. Era un crujido. Uno leve. Luego fue el fuerte, el cual me terminó por derrumbar desde las alturas. La ramificación se partió, aunque ni siquiera sentí en el suelo cuando cerré los ojos por inercia al feroz aire que arribó en mi cuerpo. Ahogué un grito. Mi corazón dio un gran respingo, el cual no escupí por la garganta solo porque sentí que alguien me atrapó desde tierra. Eran unos brazos ligeros que me sostenían en la espalda y en la parte posterior de mis rodillas, pero, a la vez, pude intuir que eran fuertes. Al menos lo suficiente para poder cargarme.

Abrí solo un ojo cuando no impacté, y denoté el puchero fingido que Daniela me daba en un acto divertido.

— El bebito aún necesita de su niñera— se burló. Pero, de nuevo, no me dejó protestar cuando me dejó caer de sus brazos. Aunque creo que el dolor, que ahora se encuentra en mi espalda, hubiera sido más fuerte si no me hubiese sujetado cuando la rama inestable se quebró.

Al instante, sentí la risa divertida de Daniela invadir todo el lugar, haciendo eco hasta en los sitios más recónditos que aguardaba la oscuridad del bosque. Presencié un calor subir por todo mi cuerpo, y se situó en mi rostro, específicamente en mis mejillas. No obstante, antes de que Daniela se diera cuenta, llevé un brazo a mi rostro, tapándolo. Le estaba prestado más atención a mi vergüenza que a mi dolor, el cual ya se estaba reduciendo poco a poco. Vaya que las cosas cambiaban cuando te expones constantemente a los peligros.

— Esto fue un grave error— musité, reconsiderando que, probablemente, lo iba a arruinar a final de cuentas—. No debí de prestarle atención a Aris y a Thomas.

Sin embargo, sorprendentemente, la risa de Daniela se detiene de pronto. Y capto, casi al instante, que su presencia se está alejando lentamente de mí. Solo así quito el brazo de mi rostro, y ladeo la cabeza hacia donde ella está caminando. Mi alarma mental se enciende cuando tengo en cuenta qué es lo que se encuentra en aquél lugar, y que de seguro está atrayendo a la vampira.

Me levanto con rapidez, sin ni siquiera limpiar la suciedad que se encuentra en mi vestimenta por consecuencia de la caída, pero no soy lo suficientemente rápido para llegar a ella antes de que lo descubra.

Daniela se queda rígida, y yo me quedo como una estatua, con una mano a punto de tocar su brazo para atraerla hacia mí. Pero eso es lo único que puedo hacer, porque ya lo vio, y apuesto a que sus neuronas trabajan a toda marcha para armar un plano de la situación.

Hace un tiempo descubrí que el patio trasero de la casa de los Sprause no solo oculta un hermoso jardín, sino que, un poco más allá entre los árboles del lugar, también se encuentra un gran claro oculto con una mediana laguna. El suceso natural también era cuidado por Margaret, de hecho, algunas particulares flores rodean el lugar, pero eso no es lo que sorprende a la vampira, sino el cómo está decorado.

Digamos que en los últimos días no he trabajado solo en la fiesta de Thomas y en los entrenamientos, sino que también he tratado de buscar una forma de hacer evolucionar lo que sentimos Daniela y yo, luego de que últimamente he metido la pata muy seguido.

Aprieto los labios y me dispongo a detallar otra vez el escenario, buscando algún error que pueda provocar que yo desee que la tierra se parta en dos y me trague. No es nada del otro mundo, en realidad; en los árboles, a diferencia de lo que comúnmente estaba, se encuentra guindando un cableado similar a los que están el patio trasero de la casa de los vampiros, solo que, por esta ocasión, los bombillos son rodeados por un papel, al estilo globo chino, que mantiene el diseño de unas mini torres Eiffel, como consecuencia de lo que vivimos ahí. Eso le provoca una leve luminosidad al terreno.

La laguna, por otro lado, se mantiene rodeada por unas flores de girasol que yo busqué y planté, teniendo en cuenta que esas son sus favoritas. No hay muchos peces ahí, de hecho, solo se encuentran dos de particulares colores; uno era completamente negro, y el otro era completamente blanco, como el Ying y el Yang. Margaret también los cuida.

Un caminillo de velas, la cuales creo que Aris encendió, lleva a la entrada de una pequeña cabaña de un solo piso, la cual es más una habitación que estaba abandonada y yo arreglé con la ayuda de Nicholas. Da la casualidad— me han ocurrido tantas que ya me di por vencido—, que nosotros nos encontramos justo del otro lado del caminillo de velas, teniendo la oportunidad de caminar por el rastro de pétalos artificiales, que también lancé en un acto de ceguera amorosa, esparcidos por el suelo que nos conduce al lugar donde ciertas cosas, que solo ella, yo, y la luna, podemos ver y escuchar.

Muy idiota, ¿Verdad? Pero era más el yo esperanzador el que lo hizo. Ahora que me encuentro con ella, no estoy muy seguro de cómo seguirle. Supongo que, tal como hice aquel día en la fiesta de París, tengo que dejar fluir mis sentimientos y emociones, para ver qué es lo que sucede.

Daniela se gira ligeramente hacia mí cuando su cerebro lanza los resultados finales. Una inquisitiva ceja se levanta hacia mí, y una vacilante sonrisa, más de confusión que de felicidad, tira de sus labios.

— ¿Esto es alguna declaración de amor eterno o algo por el estilo?— cuestiona con suave voz. Genial, ya la asusté.

Inflo mis pulmones, y cierro mis ojos a la vez que libero todo el aire, tratando de relajarme. Busco al órgano que se mantiene latiendo con euforia en mi caja torácica, y trato de traducir lo que él tiene para decir.

— Han pasado muchas cosas últimamente, lo admito. Y tú lo sabes— vuelvo a vislumbrar la vista que me concede el claro oculto, y aprecio a mi vampira, cuyos ojos adquieren una chispa de curiosidad y algo de comprensión por lo que estoy diciendo—. Cosas que ninguno de los dos pudo evitar. Cosas que no se pueden olvidar. Cosas que ni siquiera se pueden superar— reconozco y sus labios se mantienen apretados entre los pensamientos que la gobiernan—. Cosas que nos han mantenido sentimentalmente separados por un tiempo, aunque ambos lo tratemos de ocultar. Sé que yo he cometido muchas acciones que no te han gustado, que me he puesto en peligro a pesar de que te lo prometí. Y las promesas son algo valioso, Daniela, lo sé. Pero supongo que he mantenido en cuenta de que ellas siempre se pueden romper cuando hay un bien mayor de por medio. Y no para mí, sino para la persona a la que se le hizo la promesa— mis manos cosquillean para tocar su rostro, y no se le impido nada para que lo hagan—. Quiero arreglar eso. No lo de las promesas, claro, porque siempre querré lo mejor para los demás, sino lo que nos ha mantenido separados. Hay que aprender, mutuamente, cómo separar los momentos felices de los problemas del destino. Hay que saber diferenciar los colores del lienzo que el destino pinta para nosotros; los que destruyen, aquellos que son opacos, y los que reparan, aquellos que son vívidos. Con eso, creo que dos príncipes podrían, incluso, batallar en un campo de ajedrez mientras se aman.

— No existen los príncipes en el ajedrez— opone al instante como la hermana de la chica genio que es. Su entrecejo se arruga, y me lanza una sonrisa ladina.

— En mi juego, lo hacen— aclaro, acomodando un mechón de su cabello castaño para detrás de su oreja—. El punto es que yo no busco olvidar o superar la muerte de mi madre, así como tú no buscas olvidar o superar a la de Ethan— sus ojos brillan con comprensión—. Ambos estamos destruidos, Daniela, porque escogimos colores opacos para llegar al vívido. Pero, ahora que lo tenemos en nuestras manos, que lo podemos tocar y sentir, creo que no hay oposición alguna para buscar aquella reparación que ambos necesitamos. Supongo que hay que vivir nuestra muerte mientras podamos, sin olvidar nuestros errores, porque esos nos hacen lo que somos— mis labios tiran en una sonrisa algo vacilante—. Una victoria es más agradable si anteriormente a ella hay derrotas que te han enseñado. Ambos solo podemos mantener a nuestros seres queridos como momentos felices, pero siempre estarán ahí, acompañándonos, y nosotros tenemos el poder de usar esa memoria como queramos. Tal como el lienzo, para destruirnos o repararnos.

Mis ojos van hacia la cabaña, y los de ella, por consecuencia, también. Mis mejillas no tardan en arder ante lo ocurrido.

— Solo que cuando hice todo esto olvidé completamente lo que acabo de decir, y simplemente me guie por lo que decía el núcleo de mi corazón, lo que conlleva a buscar una reparación mucho más íntima de lo que mi vergüenza puede tolerar— su atención vuelve a caer en mí, y mi garganta empieza a secarse cuando sonríe con picardía y algo de diversión. Las palabras parecen evaporarse de mi cerebro, y lo siguiente que dije ni yo me entendí. Desgraciadamente, solo podía sentir un gran calor en mi rostro—. A lo que me refiero es que… digo, yo… No creo que sea… si quieres no… devolvámonos…

Iba a dar media vuelta para correr a la fiesta, pero la mano de Daniela en mi brazo me lo impidió. Me volví hacia la vampira, aunque traté de bajar la cabeza para que ella no vea el desastre que soy ahora. Me sentía tenso y auténticamente apenado, no sabía muy bien lo que estaba haciendo cuando realicé esto. Sin embargo…

— Creo que me gustaría presenciar y sentir lo que ese lugar puede aguardar. Es una excelente forma de reparar, ¿No lo crees?

Mi vista se alza hacia ella, y noté mi boca entreabierta ante el asombro solo hasta que ella me regaló un castro beso en ellos. Me acarició levemente la mejilla, para luego disponerse a caminar con lentitud hacia la cabaña, mirando aún con fijeza todo lo que nos rodea. Incluso puedo notar cómo niega con gracia y sonríe cuando denota los detalles de la torre Eiffel. Su figura me embelese hasta que la pierdo en la profundidad de la estructura, y no es específicamente por su físico, sino porque me quedo pensando que el todo de Daniela me pertenece. Que tanto ella como yo, tenemos el poder de destruirnos o repararnos mutuamente con solo darnos esta oportunidad.

— ¿Qué es lo que haces, idiota? Ve con ella— me sobresalto por un siseo en los arbustos. Mi vista se dirige allí, y apuesto la fortuna, que no tengo, a que es Thomas. Y lo confirmo cuando el arbusto escupe con fuerza un objeto y rebota con mi cabeza. Es un plástico, y solo basta ver que es brillante para darme cuenta de lo que es—. Recuerda, sin gorrito no hay fiesta. Sé que son seres sobrenaturales, pero hay que tener seguridad, ante todo.

No me hace falta ni abrir la boca cuando escucho ahora a Aris, la cual deduje que apenas estaba llegando por el resonar de sus tacones.

— Thomas.

— ¿Aris? ¿Qué haces con ese sartén? No, no, más concretamente, ¿De dónde lo sacaste?— cuestiona el mismo rubio ante un nombramiento mordaz de su nombre por parte de su novia—. Ay, no, ¿Por qué tienes esa cara de demente? ¿Por qué estás alzando ese sartén hacia mí? Aris, detente, te lo advierto. No des un paso más. Me acabo de sanar, ¿Recuerdas? Mantén la calma y…— un crujido—. ¡Arisbel, con el sartén no! ¡PIES PARA QUÉ LOS TENGO!

Y tras ese grito, dos sombras aparecen y desaparecen de mi vista, asegurándome de que, ahora sí, nos encontramos solos. Supongo que el rubio solo vino aquí para ver hasta qué tanto podía meter la pata. Aunque hasta ahora todo va bien, eso creo. Y espero que siga así mientras termino de ver lo que me depara el interior de esa cabaña en la que, en este instante, entro con algo de inquietud.

El establecimiento, por dentro, era meramente cómodo, a pesar de que era pequeño. Tenía un aire íntimo que toda pareja quiere, e incluso necesita en situaciones. Había una cama matrimonial con edredones rojos al fondo, junto con dos mesitas de noches forjadas con madera de caoba a ambos lados. Un armario casi que vacío estaba situado al lado de la entrada y, junto a él en la otra pared, una ventana que era tapada con una cortina del mismo color que los edredones. Esa, básicamente, era su decoración común. Lo que mantiene un contraste diferente a las demás situaciones es que en el suelo de madera siguen esparciéndose los mismos pétalos de girasoles que había afuera, y llevan justamente a la cama. Lo mismo se podría decir con las velas encendidas que descansan a nuestros alrededores, y dos grandes velones situados encima de las mesas a ambos lados del lecho.

Eso hace que arquee levemente mi ceja y frunza los labios ante un pensamiento. No obstante, la expresión se va tan pronto cuando mis ojos vuelven a caer en Daniela, quien se encuentra a unos pasos de mí, admirando con sutileza el lugar.

— Vaya que te esmeraste— menciona la vampira al voltearse hacia mí. Una sonrisa socarrona curvean sus labios.

— Sí, creo que los detalles del interior fueron obra de tu hermana rubia— admito con una sonrisa vacilante y algo temerosa—. No creo que el fuego de las velas, la cabaña, y mi persona, sean una buena combinación. He tenido una única mala experiencia con ello, y no quiero volver a vivirla.

Daniela ladea ligeramente la cabeza, aunque esa sonrisa sigue sin desaparecer de su rostro cuando llega hacia mí. Mi corazón amenaza con salirse de mi pecho cuando noto el inicio de sus intenciones, y finalmente parece explotar dentro de mí en un revoloteo cuando la vampira pasa ambos brazos por los lados de mi cintura y llegan a la puerta que está detrás de mí para cerrarla con seguro.

— Bueno, será mejor que tus nervios no conlleven a que patees una vela para que esto comience a incendiarse, porque no creo que le prestemos atención hasta que nuestras mentes se aclaren— reconoce con una suave voz,  la cual traspasa con sutileza por el oído al que ella se alzó en un acto provocativo—. Realmente, nunca creí que podríamos llegar a esto, porque el vampiro no ve lo que hace hasta que termine el deseo. Es algo así como la sangre. Pero, en este suceso, el vampiro lastima el cuerpo del humano para satisfacer sus necesidades eróticas. Pero tomando en cuenta de que eres algo cercano a mí especie…— su oración queda inconclusa cuando inserta un castro beso en mi clavícula. Y, por vergüenza no quiero admitir, algo palpita levemente ahí abajo—. No lo arruines, por favor. Al menos para cuidar la salud mental de ambos.

Lo que hicimos a partir de ese momento no lo pensé con mucha exactitud. De hecho, cuando ella atrapó mis labios, mi mente quedó como un CD en blanco, que solo quedó girando en mi cabeza ante los movimientos que nuestros cuerpos ejecutaban en motivación a nuestros deseos. Fuimos a la cama, sí, pero solo lo supe cuando sentí mis rodillas en ella y ambas manos a los lados de la cabeza de Daniela mientras que nuestros labios danzaban entre el espectáculo de fuegos artificiales que nuestros sentimientos encendían desde lo profundo de nuestros cuerpos.

Una cosa que presencié, aparte de todo lo que hacíamos en aquel momento, es que cuando el tacto es ausente, cuando lo desconoces con totalidad porque perteneces al estereotipo de persona que se consideraría virgen al tener una vida amorosa casi nula, es que ese toque se convierte en algo más placentero. Es como si, no lo sé, tienes presente que conservarás esta memoria para siempre, y que tendrás junto a ella un cúmulo de emociones que te harán ver el lado positivo de la vida y la muerte. Con ello, creo que harás lo que sea para proteger este nuevo recuerdo que se adhiere a tu mente, porque ahora forma un pequeño fragmento de tu ser.

La advertencia de Daniela adquiere rigor cuando pasan los segundos. Ella no se esmera en controlar su fuerza ante el momento y, sorprendentemente y aunque no sé de donde salió, yo tampoco la mía. Mis oídos solo captaron el rasgar de nuestras prendas mientras el momento nos caía encima para decirnos que la tela estaba demás en la obra que ambos queríamos ejecutar. Obra, la cual, ella representaba la chica insurgente que concebía estragos en cada rincón de mi cuerpo. Y se confirmaba una y otra vez cuando sus labios invadían nuevas zonas de mi persona y enviaba energías electrizantes que se desplazaban y jugaban por cada escondrijo de mí.

Mi corazón fue aumentando constantemente ante cada acto de la obra, y mi cuerpo, sudado, si cernió en el ella cuando sentí una nueva explosión apoderarse en una parte específica de mí. La condición sobrenatural de Daniela provocaba que, ante todo, su cuerpo se mantuviera frío, pero ese obstáculo no me prohibió ver que ella estaba incendiada por dentro al ejecutar muy bien mi trabajo en este escenario. Ella quería seguir para ver qué ocultaba el telón final, y yo no le puse impedimento para que su vampiresa lo detallara al tener un nuevo control sobre este protagonista.

Mis oídos sintieron un nuevo sonido en el ambiente, fue el crujido de una madera que se formó ante la agilidad de la vampira. Sin embargo, el nuevo mundo formado por las sensaciones explícitas me obstaculizó el seguir sintiendo las situaciones apartes a la obra. Mi mente recobró solo una parte de su función con la intención de pensar lo magnífico que se sentían estos roces y acaricias proporcionados o patrocinados por un amor que se mantuvo inestable en un principio, y que siguió trabajando en nuestro interior hasta transformarse en lo que es ahora; uno fuerte, altruista entre ambas partes, e inquebrantable a pesar de los problemas y las situaciones de tormentas severas que se puedan aproximar al escenario.

Entonces, cuando ambos protagonista recorrieron cada escenificación del otro, cuando ya vieron y se conocieron hasta la más mínima parte descubierta de su contraparte a través de distintas técnicas y movimientos, demostrando su límite y buen aporte en esta obra, pasa el motivo por el cual se construyó este pequeño mundo entre ambos.

El levantamiento del telón final. La última obra.

Nuestros cuerpos terminan totalmente al desnudo luego de que la última inadecuada tela en este nuevo escenario termina destrozada ante nuestro pensamiento ofuscado por la lujuria. Ambos protagonistas saben y reconocen sus relevantes acciones ante este ardiente hecho, y por ello ejecutan sus actos, por el momento, en individual para asegurar una terminación más gloriosa de la misión. La vampira increpa y rebusca nuevas líneas de lo desconocido en mi cuerpo para traspasar y explotar hasta su máxima labor. Mi persona, por otro lado, explora e investiga con la evidencia misma aquello que, hasta hace un momento, excluía de su saber. Y solo así, con esa energía feroz emanando entre ambos cuerpos con quejidos de por medio, ocurre la fusión tan esperada por nuestros sentimientos. Hubo una evolución casi al instante, y luego una explosión de satisfacción al descubrir algo nuevo e innovador entre nosotros que se removía con rapidez.

Finalmente, la obra termina de la forma más increíble que los protagonistas pudieron aportar, y su trabajo conllevó a que ambos cuerpos colapsaran entre sí para luego dar paso al cansancio arrollador que ejercía el éxito de todas las escenificaciones en conjunto. O al menos en mí se siente.

— ¿Puedo preguntarte algo?— indago en una ronca voz mientras acaricio la cabellera de mi vampira. Su cabeza ahora se encuentra en mi pecho y nuestros cuerpos desnudos son cubiertos por el edredón rojo. No nos encontramos mirando, puesto que nuestra atención está puesta en la ventana circular que se sitúa justo encima de nosotros, cuyo vidrio trasparentemente reluciente aporta una extraordinaria vista de la noche con pequeños puntos brillantes, esparcidos por todo su sombrío resplandor.

— Me lo preguntarás de todas formas— menciona ella con una diversión jugando en sus cuerdas vocales. Una sonrisa tira de mis labios ante esa oración, porque tenía toda la razón.

Parpadeé, solo para enfocar aún más el cielo. Algunas zonas de mi cuerpo ardían porque no habían sido curadas, pero lo harían en su momento y eran soportables. La verdad es que nuestros actos fueron de salvajismo puro.

— No sé si esto suene insensible o algo, aunque tienes que tener en cuenta de que yo he escuchado demasiadas historias sobre el poder de las estrellas por cortesía de mamá— señalo antes de todo, sintiendo cómo Daniela traza con su dedo mis tenues abdominales de no deportista—. Pero, ¿Por qué te gusta mirar tanto las estrellas? Ya sabes, si es que hay alguna intención más allá del recuerdo de Ethan.

Me había dado cuenta de ello. Su mirada era gloria pura cuando sus globos oculares captaban los puntos brillantes en el cielo nocturno que se situaban entre ellas como chispas de chocolate en un pastel.

— No lo sé realmente, aunque puedo sentir que algo se mueve en mí cuando lo hago— responde en una suave y baja voz, y su tacto deja de dar círculos en mi abdomen ante algún ideal por parte de ella—. Supongo que me gusta pensar en lo que verdaderamente es imposible en ocasiones, como el del brillar, personalmente, como una de esas estrellas— mi boca se abre, pero, antes de hablar, ella se voltea completamente hacia mí y me coloca uno de sus dedos en mis labios, callándome—. Y, antes de que digas algo, solo es una suposición. Un pensamiento arbitrario para darle una explicación a un hecho que hago por casi inconsciencia. No me vengas con tus filosofías.

Mis labios adquieren una sonrisa al caer en cuenta de que me conoce muy bien. Sin embargo, ella debe de saber que eso no me iba a parar, sobretodo porque poseo un pensamiento el cual tengo la necesidad de soltar para que ella se dé cuenta, finalmente, que ser uno de su especie no es tan malo como ella está considerando. Por eso, cuando Daniela se posiciona a un lado de mí y me quita el dedo de los labios, detallándome fijamente, lo suelto:

— ¿Acaso ves a las estrellas brillar de día?

Su ceja se arquea sutilmente, dando la impresión de que está tratando de escoger entre dos caminos en este momento; o mandar a la mierda mi pensamiento, o tratar de seguirle el hilo a mi enigmático dilema. Y parece que opta por el segundo.

— No, nadie lo hace, ni siquiera con nuestra visión desarrollada.

Asiento hacia esa respuesta, y después me vuelvo a voltear hacia la ventana superior, observando detalladamente el todo. Puedo intuir que ella lo hizo también cuando sentí el mover de la inestable, y casi destruida, cama de madera.

— Sostengo que las personas no pueden brillar si no han cometido errores que les ha enseñado a apreciar aún más la vida o, en tu caso, muerte. Tal como las estrellas, que ellas no pueden resplandecer sin tener oscuridad a su alrededor— reflexiono—. Si haces todo perfectamente, entonces las personas no verán aquel bien que verdaderamente haces. En cambio, si tu pasado se encuentra plagado de errores y problemas que has podido reparar en su debido tiempo, pienso que cada acción que hagas tendrá un valor aún más elevado debido a tu esfuerzo entre la tempestad.

Mi cabeza se vuelve a desplazar hacia ella, pero Daniela no percibe ese pequeño acto, puesto que su mirada sigue en el horizonte aéreo. La luz de la media luna traspasa la ventana y baña su pálida piel, creando un efecto aún más embelesador por la oscuridad del césar de las llamas de las velas. En ese momento, mientras apreciaba toda su sobrenatural presencia, me di cuenta de que lo de nosotros ya se había transformado en algo mucho más grande, en algo mucho más agradable e inalterable. Ella era mía y yo era de ella. Y pensar eso solo alzaba mi felicidad a unos límites que nunca creí poseer en momentos como estos.

— Pienso que, aquello que tú consideras que vuelve oscura tu existencia, es lo que provoca que brilles con tanto fervor— mis labios amenazan por desplegar una gran sonrisa cuando ella lo hace. Sin embargo, la reprimo hasta decir: — Y ese es el brillo que tanto me ha enamorado de ti.

Una escena extra se añade esa oración; un pequeño, pero significante, beso en su mejilla, que provoca que su dulce risa divague por todo el lugar, amenazando con que mi frágil corazón se salga.

Y, bueno, creo que las palabras no enmarcarían lo loco que me ha vuelto ella. Creo que llegué a ese punto que tanto esperé.

Continue Reading

You'll Also Like

28.1K 3.8K 24
𝐒𝐀𝐅𝐄 𝐇𝐄𝐀𝐕𝐄𝐍━ ✧°*❝I wanna be yours❞✧°*. 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐐𝐔𝐄 Angela Weber encanta a Edward Cullen sin siquiera saberlo. Actualizaciones: Todos l...
6.2K 168 31
Aqui encontraras libros nuevos para leer
4.3K 692 35
El evento navideño que estabas esperando. 31 días de pura diversión navideña. Preguntas, mini retos, saludos y cultura general navideña en este nuevo...
41.6K 3.2K 82
Chico Inteligente, Léeme No ignores mis cartas por favor