Prometo encontrarme © (Comple...

By DominusNano

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Adam Houchein perdió a su padre en un incendio de su antigua casa cuando apenas era un niño y desde entonces... More

BIENVENIDO (A)
SINOPSIS
DEDICATORIA Y REPARTO
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1 | La Bienvenida.
Capítulo 2 | El Trauma.
Capítulo 3 | Los Sprause.
Capítulo 4 | El dibujo.
Capítulo 5 | Madre Nonna.
Capítulo 6 | Lo improbable.
Capítulo 7 | El castigo.
Capítulo 8 | Las indirectas.
Capítulo 9 | La fiesta.
Capítulo 10 | La advertencia.
Capítulo 11 | La apariencia.
Capítulo 12 | El amor.
Capítulo 13 | El ministerio.
Capítulo 14 | Bajo la lluvia.
Capítulo 15 | Los ojos rojos.
Capítulo 16 | La cita.
Capítulo 17 | Lo siento.
Capítulo 18 | Los adjetivos.
Capítulo 19 | Los nanorobots.
Capítulo 20 | Disfraz.
Capítulo 21 | Luciérnagas.
Capítulo 22 | Cigarrillo.
Capítulo 23 | El cazador.
Capítulo 24 | Sucesos nocturnos.
Capítulo 25 | Dejar ir.
Capítulo 26 | Asimilando.
Capítulo 27 | Huérfano.
Capítulo 28 | Provocar.
Capítulo 29 | Vínculo.
Capítulo 30 | Fetiche.
Capítulo 31 | Retener.
Capítulo 32 | Dependencia.
Capítulo 34 | Multifacético.
Capítulo 35 | Pacto.
Capítulo 36 | Entropía. (Parte I)
Capítulo 36 | Entropía. (Parte II)
Capítulo 37 | El juego.
Capítulo 38 | Dones.
Capítulo 39 | Garu.
Capítulo 40 | Irregularidad.
Capítulo 41 | Tres personas.
Capítulo 42 | Ni Rey ni Reina.
Capítulo 43 | Parte de algo.
Capítulo 44 | La penúltima máscara.
Capítulo 45 | En la mente.
Capítulo 46 | Pertenecer.
Capítulo 47 | El futuro y el pasado.
Capítulo 48 | El juego final.
Capítulo 49 | Estrellas.
Capítulo 50 | Ayuda.
Capítulo 51 | Pasos.
EPÍLOGO.
AGRADECIMIENTOS
Capítulo Extra | Ethan.
Capítulo Extra | Colton.
Especial de San Valentín.
🌙 OTRAS OBRAS 🌙
🌙 CURIOSIDADES 🌙

Capítulo 33 | Tatuaje.

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By DominusNano

Dylan Sprause

Viernes, 8:38pm.

Con todo en mi contra por la proporcionalidad de nuestros cuerpos, el miedo aún persistiendo en mí, y las miles de interrogantes que invaden mi cabeza, llego a casa con Lydia a mis espaldas.

Esto se sentía sólo, pero pude captar una presencia en el piso de arriba.

— ¡Papá!— exclamo en un grito desesperado, Lydia ya había perdido la consciencia hace un rato.

Mi padre inmediatamente aparece al escuchar mi grito de auxilio, al parecer estaba ocupado con unos proyectos de mecánica, ya que llevaba un lápiz en su oreja, y tenía unos cálculos marcados en su brazo. Extraño, pero te acostumbras.

Aunque deja de importarle todo cuando ve que cargaba a Lydia, y de una forma que ninguno de los dos esperó.

— ¡A Lydia le dispararon!, no sé qué le pasa, no reacciona— balbuceo con rapidez, tratando de resumir lo ocurrido.

—Tranquilízate, Dylan— trata de reconfortarme él, pero no lo logra. Nadie podría lograrlo, salvo que ella mágicamente pudiera levantarse.

Papá, con una agilidad sobrenatural, quita a Lydia de mi espalda y rápidamente se desplaza a la cocina para acostarla en una cama quirúrgica improvisada. Es decir, el comedor.

Esperé que mi padre empezara a reaccionar de una manera que yo no puedo lograr en este instante, pero en realidad sucedió todo lo contrario. No se movía, no comenzó a hacer nada, sólo se quedó petrificado en su lugar, examinando de una manera terrorífica a Lydia.

No me inspiraba confianza.

— ¡¿Qué haces?! ¡Haz algo!— tuve que gritar otra vez, como último recurso y probablemente arruinando aún más la situación.

El hecho de que papá pasara de estar tranquilo a aterrorizado en cuestión de segundos, no ayuda a que mi miedo y desesperación desciendan. En el lugar dónde le dispararon a mi hermana, está saliendo un líquido negro, y la abertura se está haciendo más grande, lo que demuestra que no está sanando. Al contrario, ella está empeorando cada segundo.

— Esto normalmente lo hace tu mamá, yo no sé qué hacer— me dice él, claramente asustado. Luego se coloca ambas manos en el rostro, sin dar ayuda aparente.

Y eso estaba mal, pero aún había esperanza. Pequeña e insignificante, pero la había; saqué mi celular del bolsillo y llamé directamente a su teléfono, con la ilusión de que me pudiera dar las indicaciones por esta vía.

Pero nada, mamá tenía el teléfono apagado, probablemente su vuelo al destino sorpresa ya había salido.

Con rabia e impotencia, tiro el aparato con toda mi fuerza al piso, volviéndolo añicos. Y ahora todo estaba en contra; papá consternado, yo con miedo, Aris probablemente aún tirada en el bosque, mi celular muerto, y Lydia a punto de pasar a segunda mejor vida. No se me ocurría nada, mi inteligencia se apagó de pronto ante la incertidumbre, sólo esperaba lo peor.

Hasta que escucho que tocan la puerta principal, y ni siquiera utilicé mis sentidos antes para ver de quién se trataba, sólo abrí la puerta. Tenía la expectación, en ese preciso instante, que cualquier cosa era buena.

Inclusive, la segunda presencia sorpresiva de Christine.

— Coloca esto en la herida de tu hermana— me indica rápidamente ella, dándome una inyección con un líquido verde.

La miré con desconfianza. Esa cosa siempre puede empeorar a mi hermana.

— ¿Qué es esto?— indago, observando con atención la sustancia.

— Hierba medicinal, traída de lo profundo del bosque, ligado con otras sustancias.

—- ¿Hierba medicinal?—- repetí, despectivo. Lo había escuchado, pero no era yo en ese momento.

-— ¡Sí, sólo haz lo que te digo, no hay mucho tiempo! Lydia puede pasar a la muerte final— me ordena con dureza, algo que ni mi familia hacía, y por eso reaccioné.

Me acerco con velocidad hacia Lydia, ignorando completamente su peor estado, y hago lo que Christine me indicó, incrustando con fuerza la aguja en la herida del hombro de mi hermana. Libero el líquido, cubriendo el color y hedor de la lesión, con la sustancia verde y un olor fuerte a hierva.

Luego, por inercia y aunque Christine no me lo haya dicho, busco una pinza quirúrgica en la habitación de cuidados que tiene mamá arriba, y con la misma velocidad vuelvo a la cocina para presionar dicha herramienta en la herida profunda de Lydia. Cabe acotar, que nunca estudié medicina, y que menos mal mi hermana está en la inconsciencia porque me hubiera golpeado por la inexperiencia que le estoy ejerciendo a las pinzas, pero finalmente le saco la bala, y la sustancia negra deja de fluir.

Pero hasta ahí, porque la herida no sanaba, y ella seguía sin reaccionar. En un humano, se vería normal. Pero para un vampiro, unos cinco segundos de inconsciencia, ya serían graves.

Tiré las pinzas a un lugar arbitrario de la cocina, y estaba a punto de utilizar mi impotencia para ir tras Christine y arrancarle la cabeza por el hecho de que me engañó. Pero a los segundos, puedo observar que la herida de mi hermana empieza a sanar lenta e imperceptiblemente.

— ¿De dónde sacaste eso?— pregunta papá, ahora reaccionando al escenario.

No es prudente que haga esa pregunta en este momento, pero pude arreglármelas.

— Del escritorio de mamá— mentí.

No le iba a decir que me lo dio Christine, a duras penas y yo estoy asimilando su comportamiento. Ellos tendrían que verlo para creerme, sino sería un viaje directo al manicomio para mí, ya que supuestamente ella es nuestra enemiga. Pero ahora ya no sé qué pensar, aunque me alegro que papá no la haya sentido gracias al susto, porque sino ya lo hubiera mencionado.

O, quizás, tenía una cosa muy diferente en su cabeza en este momento, y me lo hizo saber:

— ¿Quién le hizo esto a tu hermana?— su tono era molesto, reconociendo que sólo había una clase de personas que podían utilizar esa bala contra ella.

— Cazadores— susurré.

Mi padre asiente sin expresión alguna en su rostro, pero su aura me demostró que toda clase de sentimientos negativos pasaba por su cuerpo. Él casi se dispone en salir de la casa, pero yo lo detengo.

— Papá, sabes que Lydia se lo merecía, por más duro que suene— reflexiono—. Recuerda que los cazadores juegan a una clase de ping pong, cualquier daño que nosotros le proporcionemos, ellos nos lo devolverán aún más fuerte. Quizás con esto se detengan, no vale la pena ir tras ellos a dañarlos o hacerles reclamar el pacto, porque eso sólo lo desestabilizaría. Lydia fue la primera en atacar, y este era el verdadero castigo para ella.

Él entrecierra los ojos, dudando.

— Ellos no debieron encargarse de ello.

— Lo sé— admito—. Pero, ¿Desde cuándo los cazadores hacen lo que nosotros decimos? Apenas tenemos el pacto, y eso ni siquiera fue directamente gracias a ellos. Thomas está lastimado, Lydia también. Aquí acaba el juego, por favor.

Sabía que yo era la balanza en esta familia, y tenía que utilizar mis suplicas para poder, en realidad, equilibrarlo. Y parece que con eso papá pudo convencerse, porque sólo dijo:

— Me avisas cuando tu hermana despierte— y se fue a su oficina en el piso de arriba. Con velocidad, como si un simple acto doblegaría su decisión pacifista.

Pude relajarme entonces, y, echándole una última vigilancia a mi hermana, reconsideré ir hacia Christine, pero ella se marchó tan rápido como llegó, como si tuviera miedo de nuestra reacción verdadera.

Claro que papá la hubiera atacado. Yo, en cambio, le hubiera dado las gracias por habernos salvado, en más de una ocasión.

Adam Houchein

Actualidad.

Una vez narrada la información, el televisor se apagó y el terror me invadió. Empecé a mirar a distintas partes, y, por más raro que suene, todas las personas de la recepción desaparecieron. No había nadie, sólo estaba yo, el aparato que me reportó mi aparente muerte, y mi clon, que también se estaba marchando.

Claro está, no sin antes darme una de esas miradas del demonio mismo. Porque sí, era yo, pero con lo que describiría un aura que inspira miedo absoluto; esos ojos rojos, esa palidez, ese cabello castaño alborotado más oscuro que el mío, incluso los colmillos.

Todo su ser emanaba un: SÍGUEME.

O tal vez sea mi incertidumbre que provoca que yo lo vea así, porque nada tenía sentido. Sí yo estaba muerto, no hubiera tan siquiera llegado aquí; sí yo estuviera muerto, ni siquiera hubiera hecho el papel de mula de carga; sí yo estuviera muerto, entonces mamá también lo estaría. Y, bueno, ella también desapareció con el resto de las personas.

Nada es "lógico", a menos que después de la muerte haya otra vida la cual soportar.

Y bien, puede que esto sea un terrible plan, ya que mi clon no inspiraba mucha confianza, su sonrisa ladina seguía intacta hasta que no la pude ver más porque él siguió caminando fuera del hotel. Tuve que seguirlo, ¿De acuerdo?

Y, claro, ese fue un gran error. Uno de tantos.

Al salir por las puertas corredizas del rascacielos, pude notar al susodicho caminando rápidamente por la avenida. Y era raro porque; no habían autos, no habían personas por las calles, y el cielo estaba nublado, como si fuera a llover. Todo era diferente que cuando entré ahí, y literalmente no habían pasado ni quince minutos.

Pero no me importó, le alcancé el paso, cruzando en varias calles y callejones inestables, demostrando que, al parecer, mi clon conocía mejor a París que yo. Y seguí así por ocho minutos, los cuales fueron llenos de suspensos para mí porque no conseguí ni a una sola persona en las calles, demostrando una tétrica escena de alguna película de terror donde el único habitante aparente eres tú.

Hasta podría decirse que llego al punto de no saber en dónde estoy, ni cómo devolverme. Me detengo sólo cuando la persona con mi mera presencia también lo hace.

Y empiezo a detallar mejor el lugar, otro grave error.

Estamos en un callejón sin salida. Sigue sin haber personas cerca y está oscuro. Estoy seguro de que veo la luna y eso hace que me confunda, ya que anteriormente estaba nublado, y antes de eso era de día. Eso es imposible, parece como si… una fuerza sobrenatural cambiara el ambiente.

Y sólo he visto a una persona hacerlo, y me di cuenta de las consecuencias de mis pasos al instante.

Con miedo a ser devorado en los siguientes minutos, empiezo a retroceder. No obstante, al voltear, me doy cuenta que detrás de mí hay otro edificio.

Esto no tiene sentido, estábamos encerrados por edificios.

¿Cómo entramos aquí?

— No debes de seguir a desconocidos, Adam— empieza a decir con voz maliciosa el aparente clon, porque a los segundos vuelve a cambiar su vestimenta, su cuerpo, todo. Ese humo negro aparece a su alrededor, y cuando se disipa, deja ver a un ser desconocido con esmoquin. No era Christine, pero eso no significa que ella no esté cerca, proporcionando su don, si es que logré entender la habilidad que poseen los vampiros. Él aún no me mira al rostro, sigue inerte mirando una parte de la pared del gran edificio. Sin embargo, se me hace conocido… familiar. Su cuerpo lo he visto en algún lado—, puede ser peligroso, sobretodo para ti.

Después de que él dijera eso último, se desvaneció entre un humo negro, dejándome solo en la solitaria jaula de paredes de concreto.

O al menos eso pensé durante unos segundos.

Cuatro personas saltaron desde las azoteas de los edificios, me rodearon desde las esquinas. Son tres hombres algo corpulentos y una mujer caracterizada por poseer mechas moradas en su cabello y estilo algo Punk.  Aunque, observándolos bien y teniendo en cuenta de que un humano moriría al saltar desde esa altura, son pálidos y sus ojos son rojos intenso, similares a los de Daniela aquella noche terrorífica e iguales a la persona que creí que seguía, pero ahora me doy cuenta de que él me acorralaba a mí.

No estoy muy seguro de que estos seres que me rodean sean exactamente humanos. Y eso hace que el miedo y horror se apoderen de mi cuerpo, provocando que quede petrificado mientras que ellos se acercan y me asechan.

Estaba perdido, no podía atacarles, ellos me ganarían, eran cuatro criaturas sobrenaturales con una fuerza descomunal. No podría ni con cuatro humanos, sólo podía pedir clemencia, esperando que ellos recapacitaran.

Sin embargo, antes de articular palabra alguna, una esperanza apareció entre una luz intensificada y ardiente que no me esperaba, pero algo inquietante removió el baúl de mis miedos. Tampoco mis hambrientos acompañantes lo aguardaban; Una parte del callejón se empezó a incendiar, abriendo una alucinante grieta como si la realidad misma se hubiera distorsionado o quemando. O, en otras palabras científicas, era un portal que mostraba a través de él a una mujer.

Las llamas se fueron extinguiendo, y el portal cerrando, dejando a la vista a la persona que rompió el suspenso terrorífico que nos rodeaba.

No era una mujer, era una chica, que podría ser fácilmente igual o un poco mayor a mí. Es excesivamente alta, podría decir que casi de mi tamaño; tiene el cabello lacio color negro y cargaba un vestido ajustado del mismo color que le llega a un poco más arriba de las rodillas, con un lindo escote en forma de triángulo y mangas cortas. No le puedo ver el rostro, puesto que carga una mascarilla que oculta su boca y nariz. Sólo le puedo ver sus ojos, característicos de un asiático que le brillaban tal llama indestructible y con una furia inquebrantable.

Pero más que su apariencia, me llama la atención otra cosa. Y no sólo a mí, a los seres que me rodean también lo hacen; su gran y larga katana que relucía con la misma determinación que poseía su dueña.

La mano derecha que la sostenía tiene en su alrededor un tatuaje de un dragón rojo de largo cuerpo, el cual es muy llamativo.

Bien, era extrañamente atractiva, casi podría decir que era la chica ideal para alguien tan ególatra como Luke. La pregunta era, ¿De verdad era una esperanza? ¿O todo lo contrario?

El cuestionamiento fue respondido cuando, sin previo aviso, la mujer se acercó rápidamente a la persona o vampiro más cercano que tenía, cortándole la cabeza con dicha katana y a la vez quemándole ésta, al igual que el cuerpo.

No sé cómo hizo eso, el cuerpo sólo se quemó espontáneamente. Su agilidad y precisión eran increíbles, a través de la forma en la que sostenía el arma se podía ver la experiencia y determinación que poseía. Es como ver un combate de esgrima, con muertes y fuego peligroso de por medio.

Pasó la cuchilla del arma por es asfalto del callejón tan lentamente, que dos de los hombres se sintieron inquietantes y fueron a por ella. La chica no sé cómo lo hizo, pero estaba lista para todo; esquivando uno de los golpes, imperceptibles para mí, que había dado el primer hombre y, en un fallo desconcentrado, cortó el cuerpo del hombre por la mitad. Con el otro, bueno, fue menos sangriento, sólo tuvo que saltar ante una patada baja que daría el segundo hombre, y al caer sólo le incrustó la espada en el pecho. Incendiando, por supuesto, el cuerpo de ambos hombres como si fueran gasolina.

Sólo quedaba la chica de mechas.

Mi última acosadora estaba asustada, pero aun así no huyó, en cambio, sus ojos rojos brillaron con más intensidad y abrió la boca, mostrando unos grandes colmillos. Fue un completo misterio, porque la actitud de la chica me hizo pensar que estaba obligada a atacar, como si le esperara algo aún peor por el hecho de que no lo hiciera.

No obstante, ese pensamiento fue desplazado cuando afirmé rotundamente que esos seres eran vampiros, y me asechaban.

El último chupasangre fue rápidamente tras la chica, pero ésta es más rápida y rebana con la misma velocidad a la vampira, cortándola por la mitad mientras aparecía un aura llameante de un dragón alrededor de la desconocida del tatuaje. Sentí su fuego, y el calor que emanaba, a la vez que la última asaltante se desintegraba en el suelo gracias al fuego.

Ya no había nadie más en el callejón; sólo la chica y un chico que era más miedo e incertidumbre que persona, o sea, yo.

Por mi mente pasaba que ahora seguiría yo, que terminaría como los otros, pero lo que sucedió a continuación me desconcertó más que la batalla; ella sólo levanta su pulgar, desvaneciendo toda su aura diabólica, y me lanza una mirada que pude deducir como tierna, para después clavar su katana en el piso y ser incendiada junto con ésta, desapareciendo entre las llamas.

Yo quedo ahí paralizado por un instante, autodigiriéndome todo el miedo al fuego que quiso fluir en mi cuerpo, para luego no tener rumbo fijo de qué hacer ahora.

Miro a mi alrededor, el callejón ahora sí tiene salida y los rayos del sol lo iluminan. Y una basura y contenedor, que no había antes, apareció ante mis ojos.
Salgo del callejón totalmente perdido. Vuelvo a ver la carretera, junto con sus tiendas y, lo más importante, múltiples personas.

Estoy de nuevo en la ciudad, y eso me alivia un poco. Todo lo que pasó produjo un leve dolor de cabeza en mí, procesando todo con rapidez para llegar a la conclusión de que Christine está haciendo todo lo posible para lograr su cometido de matarme. Pero esta vez, sí estuvo cerca, y todo por mis impulsos.

Me propongo llamar a mamá y decirle que me perdí como solía ser en una ciudad tan grande como New York, o al menos usar Google Maps, pero al sacar el celular de mi bolsillo, me doy cuenta de que está apagado, totalmente descargado. No lo he puesto a cargar desde que salimos del pueblo.

Definitivamente, las bienvenidas no eran lo mío.

Recorrí a mi segunda opción; Preguntarles a las personas.

Toqué con mi dedo el hombro de una señora que iba pasando justo en frente de mí, para llamar su atención.

— Disculpe, ¿No sabe dónde queda un hotel alto, elegante, con una alfombra roja y vidrios relucientes?— le dije las características que pude observar en los minutos que estuve en dicho edificio.

No sé cómo se llama el hotel, y eso no ayuda mucho a mi explicación.

— Excusez?, Je ne parle pas votre langue— me dice la mujer en su acento francés.

Cierto, aquí hablan francés. Yo sólo asiento hacia la mujer y me voy de allí sin saber qué dijo, y esperando que no me haya insultado.

Recorro a mi tercera y última opción, caminar entre los callejones y recordar por dónde fue que me metí, teniendo la ilusión de que cualquier ser se apiade de mí y pueda aparecer antes de que mamá se dé cuenta que me fui del hotel sin un mapa.

(…)

Eran alrededor de las 9:30pm cuando estaba arreglándome la corbata roja del esmoquin de pingüino mientras me miraba en el gran espejo de la pared de la habitación que hospedábamos, para ver cómo me quedaba.

Y si estoy pensando eso es porque sí, evidentemente pude llegar a dar al hotel. Me lastima la desconfianza que le tienen a mi sentido de la orientación. Sé que dicen que soy un perdido en la vida, pero tampoco par tanto. Digamos que estuve en plan «Buscando el maldito hotel» por aproximadamente dos horas. Y di con él, a base de los letreros que había por las calles. Claro que no entendía lo que decían, más bien fueron por las imágenes que se representaban.

Estaba en modo zen, pensando en todas las acciones de las personas y los sucesos, aún creyéndome, en menor grado, que podía estar muerto. Pero no, sabía que en realidad lo de la televisión fue otra ilusión, porque eso sería mucha casualidad. Y las casualidades no existían, esa sólo era la intención de Christine, ¿Cierto? ¿CIERTO?

Adam, camate pofavo.

Disfruta el momento, o muere de vergüenza en el intento.

— Apúrate, Adam, ya vamos tarde— me avisa mamá, asomándose por la puerta de la habitación, que, por cierto, es gigante y con lujos similares a los de la recepción, pero no hay nada como mi cama.

— Aún faltan quince minutos más para que empiece la celebración— le digo mirando un reloj que se encuentra en la pared. Pero claro, su sentido de siempre estar puntual estaba primero.

— Sí sigues así, llegaremos tarde— afirma.

— De acuerdo— accedo, para no comenzar una discusión que terminará ganando ella—. Anda bajando, yo voy en un minuto.

— Bien, pero si tardas mucho me iré sin ti— dice, pero no creo que sea en serio—. Trata de no perderte ésta vez, o aplicaré una tuya y te amarraré a una silla.

Ya iba a comenzar la fiesta de gala de la hija del Doctor Henry, la cual aún no sé su nombre, ni cómo luce. La intención de todas las cosas que me sucedieron hoy, provocaron que la estrategia que Daniela me sugirió se fuera por el abismo. Nada podía impedir que hiciera el ridículo hoy, pero lo haré con la cabeza en alto, ya que sería peor dejar a la cumpleañera sin acompañante, o al menos eso es lo que pienso.

Por favor, que alguien venga y me golpee con una tabla para reconsiderar las cosas. Gracias.

Cabe acotar, que mamá casi hacía eso cuando me vio llegar hoy al hotel después de que supuestamente me perdí de una manera horrible, y cuando ya estaba buscando los números de emergencia de la ciudad de París para buscarme. Me regañó, de una manera en la que ya estaba acostumbrado, pero lo hizo. Luego se calmó, y empezó a lloriquear porque me encontró.

Normal en ella. Aunque peor hubiera sido que me encontrara en un callejón descuartizado por cuatro vampiros.

Quitando mi mal plan de hoy, me termino de arreglar y agarro alguna que otras cosas personales y necesarias para la vida, como mi celular, y salgo de la habitación para agarrar el elevador. Oficialmente comenzaba el show, que espero termine bien, o al menos no tan mal, para mi dignidad.

Salgo finalmente del hotel y el viento helado de París choca con mi rostro al instante, arruinando de una el cabello que tanto me costó peinar. Cabe decir, que la ciudad iluminada de noche es más hermosa que de día, su ambiente natural y antiguo parece brillar más cuando la luna se asoma.

No obstante, lo segundo que noto, no es la presencia de mamá a mi lado, sino lo que ella mira fijamente; una limusina negra brillante estacionada, la cual era extrañamente conocida para mí, pero sabía que no era la misma, aunque la placa Sprayberry estaba incrustada en el mismo sitio.

Y, al bajar la ventanilla, en efecto, era Augustus. Y el buen chofer Louis que se colocó a un lado, listo para abrir la puerta. El pelirrojo me miraba con una divertida sonrisa ante mi incredulidad, luego reaccioné y me acerqué a él.

— No mencionaste que vendrías a París— reconozco.

— Nunca me lo preguntaste, voy en representación de papá. Fue invitado, pero no pudo asistir— se encoge de hombros—. Comenzamos esto del baile juntos, debemos terminarlo igual. Además, pienso que terminará en un divertido video para Youtube, que me dejará muchos suscriptores.

— Dejémoslo en que me harás compañía— propongo, mirándolo mal porque se empieza a reír levemente.

— Hola, Augustus— se presenta mamá de pronto, un brillo fascinante pasa por sus ojos cuando detalla la limusina. Era el mismo que debía de poseer yo aquel día que fui a visitar a Augus en su mansión.

— Hola, Señora Houchein— le dice condescendientemente—. Creí que querrían llegar a la celebración con algo de lujo.

— No podría decir que no ante ese ofrecimiento— se limita a decir en una sonrisa.

Me he dado cuenta que, mientras estuve en coma, ellos se conocieron más de lo que esperé.

— No, claro que no. Sobretodo porque les traje una segunda sorpresa— avisa, y en eso Louis abre la puerta para que entremos. Y así lo hacemos, y el aturdimiento fue grande cuando vimos a una mujer en la esquina contraria a nosotros, satisfaciéndose con una bolsa repleta de distintos chocolates.

Ella nos mira, y nosotros a ella, hasta que Louis rompe el silencio cuando cierra la puerta. Luego fue mi grito que se pronunció por la pequeña sala de la limusina.

— ¡Tía Sam!— y me las arreglé para caminar hacia ella y abrazarla, a pesar de que se estaba ahogando con chocolate. No se lo esperaba—. Oh, por Dios. ¿Cómo estás? ¿Cómo llegaste aquí? ¿Y desde cuándo te gusta tanto el chocolate, si no eres fan de ellos?

Ella casi se atraganta, pero pudo controlarlo. Yo, en cambio, sentía una felicidad que tenía tiempo sin traspasar por mi cuerpo.

— Bueno, estoy viva entre la soledad que me dejaron. Llegué hasta aquí gracias al buen chico que tienes como amigo. Y, como me sentía vacía por la ausencia de sus peleas por el chocolate, recurrí a ellos para llenarme. Aunque siguen empalagándome— enumera, tuvo que sacar una servilleta de su cartera de mano para limpiarse la boca, luego prosiguió—. Y ustedes, ¿Cómo están?

— Estupendo, ahora— se entromete mamá, saludando a través de un abrazo a su hermana—. No me mencionaste que vendrías.

— Quería sorprenderlos a ambos— pasa sus brazos por los hombros míos y los de mamá—. La familia, reunida otra vez para ver el espectacular baile de mi sobrino.

— Espero que eso sea sarcasmo— insinué. Y era uno muy cruel.

— Qué va, lo harás bien. Sí la sangre Clambet corre por tus venas, brillarás más que el sol— opina, proporcionando una confianza que no creo poseer en la pista—. Y entonces, ¿Qué me cuentan?, ¿Es divertido el pueblo al que se mudaron?

Oh, divertidísimo. ¿Pero saben que es más es divertido? Meterme en la hoguera en la que me quieren encerrar los guardias de la clínica. Es decir, sólo tienen que leer mis treinta y tres capítulos de sufrimiento puro en ese pueblo. Pero, vamos, estoy vivo.

Es algo, espero.

Aunque mamá, al contrario a mí, estaba emocionadísima por todo su trabajo, y empezó a contarle todo con lujo y detalle a su hermana. Son tal para cual, pero si te concentras mucho en su conversación, puede provocar daños psicológicos, ya que mi tía es extraña… en el sentido pervertida.

Quise concentrarme, mejor, en Augus, y su factibilidad constante para mejorarme la vida.

— Así que por fin pudiste escaparte de Edward— comenté, sentándome a su lado mientras la limusina se desplazaba a la fiesta.

— Ojalá fuera así de sencillo, pero en realidad nos siguen tres camionetas repletas de guardaespaldas— explica, y, cuando volteo, lo afirmo—. Y bien, ¿Te gustó lo sorpresa?

— ¿Es broma esa pregunta? Creo que eres un gran amigo, Augus— fue una acción algo improvisada, pero le arruiné su perfecto cabello cuando se lo alboroté. No se quejó, pero me miró mal. Luego desplacé mi vista hacia la integrante sorpresa—. Aunque me desconcierta que conozcas más de mi vida que yo de la tuya.

— Elizabeth me contó mucho mientras estabas en coma; como historias, experiencias, y tu familia. Contacté con Samantha a través de las redes sociales— se limita en decir—. Quería que la familia estuviera reunida otra vez, supongo.

— Eres inteligente, y de verdad lo agradezco— le sonrío, mirando con melancolía a mamá. Luego me aseguré de que ellas no escucharan lo que hablábamos—. Mi madre no solía ir a fiestas después de la muerte de papá, siempre se la pasaba deprimida, aunque no lo admitiera. Todo era de la casa, o apartamento, al trabajo y viceversa. Que ella esté haciendo esto ahora, me enorgullece, y me hace feliz de una manera inexplicable.

— Lo entiendo, papá también lo hacía tras la muerte de mamá. Sólo que él se encerraba en sus experimentos— parece recordar, perdido por unos segundos en sus pensamientos. Después parece recomponerse: — Aunque, es hora del verdadero show, ¿Podrían acercarse?

Eso se lo dirige a mi mamá y a mi tía. Ellas asienten al instante, colocándose a ambos lados de nosotros. Augus saca una caja del compartimiento del asiento, era de color negro y mi curiosidad viajó hacia ella.

— Traje unas de éstas— comienza a decir, abriendo la tapa de la caja. Y lo primero que detallo es una piedra preciosa—. En la entrada de la celebración te las dan, pero éstas están más personalizadas.

— Están hermosas— comenta mamá al instante.

Eran cuatro antifaces.

Uno color turquesa, igual al del vestido de mamá— el cual es ajustado hasta la cintura y luego suelto, lo que la hace ver hermosa—, con pequeñas piedras brillantes incrustadas a los bordes y una grande, casi parece un diamante, en el punto medio del antifaz. Había otro similar de color violeta, igual al vestido largo y suelto de tía Sam con un bonito escote sin mangas, sólo que no tenías tantas piedras preciosas como el primero, en cambio, poseía unas fascinantes plumas artificiales de arcoíris. Los otros dos eran iguales en composición; mitad negro y mitad blanco, y en el punto medio estaba incrustada una pequeña piedra color rojo. Combinan con el traje que cargamos Augus y yo ahora; el cual es de blanco y negro, con la corbata roja.

— ¿Es una fiesta de antifaces?— pregunto extrañado, ya que no me habían dicho nada.

—Sí, creo que es otra tradición familiar. Es eso o para que la celebración sea un poco misteriosa— me explica mamá.

— Grandioso— opino, para que luego cada uno agarrara su antifaz obviamente correspondiente. Al menos así, corro la oportunidad que no reconozcan quién pisó a la cumpleañera en su baile ceremonial.

— ¿Cómo sabías qué colores usaríamos?— le pregunta mamá extrañada a Augus, mirando cada detalle de su antifaz turquesa.

No sé porqué, pero de un momento a otro me siento acosado por mi amigo.

— Creo que sólo le atiné— responde él sin mucho rodeo.

— ¿Seguro que fue eso? No nos estarás, ya sabes, ¿Vigilando?— entrecierro mis ojos, en juego. Y parece que se pone nervioso, pero rápidamente lo desplaza, colocando esa sonrisa divertida.

— Creo que recordaría algo así— responde él, pensativo. Y por mi parte, sólo le doy un zape.

Y fue un error hacerlo cuando Tía Sam estaba a mi lado, porque me volvió a repetir las bases y técnicas para entrar en calma con el entorno, así como nuevas técnicas de Yoga que aprendió y que yo no haría. Al menos no, si no quería dislocarme algún hueso.

Al rato, llegamos a lo que creo nuestro destino. Bajamos de la limusina con nuestros antifaces ya puestos y puedo ver un gran edificio, incluso más alto que en donde nos hospedamos, si es que eso es posible.

Nos acercamos a los guardias que habían en la entrada del Hotel París, dimos nuestros nombres, revisaron las listas, y ellos nos dejaron entrar. Literal, esto parecía la entrada a una Premiere en Hollywood, con esas luces que giran en el cielo y te pueden dejar ciego. Pude notar, sin embargo y antes de entrar completamente, que habían muchos autos, tal vez con celebridades adentro, que estaban esperando para entrar.

Una mujer nos recibió y guió dentro del edificio. Hablaba nuestro idioma y nos estaba hablando de diferentes cosas, tanto de la presentación y celebración, como del hotel cinco estrellas que estábamos pisando.

Aunque no le presté mucha atención, yo sólo estaba fascinado por lo hermoso que es aquí adentro, con sus detalles al estilo griego. Todo esto inspiraba cultura, y una muy fascinante.

Llegamos al ascensor y puedo ver que la mujer aprieta un botón de uno de los pisos más altos.

Al abrirse las puertas, me siento identificado como los reyes al entrar por primera vez en Narnia.

Era un salón muy elegante a mí parecer, dónde las paredes y cerámicas del piso eran color blanco perlado. Al final de este no había pared; sólo unos gigantescos vidrios que hacían ver la belleza de París desde las alturas. A la izquierda de dicho salón, hay unas gigantescas escaleras y, al final de estas, yacía una entrada que lleva a no sé dónde. En el centro habitaba una gran fuente con agua cristalina, un gran candelabro con piedras preciosas colgado en las alturas, y hay mesas con diferentes invitados, vestidos de gala y con su antifaz.

— Sean bienvenidos— nos dice la mujer con una especie de reverencia para que pasemos.

Nosotros nos adentramos al salón, y parece que ninguno de los tres— ya que Augus está como si nada— puede procesar lo que pasa a nuestro alrededor. Son excesivos invitados, y hay camareros por todos lados caminando con rapidez de aquí, para allá. No puedo colocar mi atención en una persona específica, o al menos no como lo hace Tía Sam.

— Vaya, creo que he encontrado una buena mercancía— menciona, mirando a un punto fijo de la gran sala, específicamente a un grupo de tres hombres que hablaban con entusiasmo. No se le podían ver los rostros, obviamente, pero poseían un gran cuerpo que apuesto todo lo que tengo a que es lo que mi tía está mirando. No, más que eso, sus posaderas—. Creo que esta fiesta está alterando mi ideal de estar soltera. Me ofreceré como tributo para unirme a esa conversación, si sabes a lo que me refiero.

Y se fue, avisándole eso a mamá, y, por prestarle atención, quedé con daño psicológico al imaginármela en una situación con esos tres hombres.

No una sucia, no mal piensen.

A mi madre le importó poco las acciones de su hermana, en realidad por ella mejor si se casa antes de los cuarenta. En cambio, prefirió empezar el plan «Arruinarle la dignidad e integridad a Adam», al agarrarme la mano— y, esperando de todo, se la agarré a Augus— para llevarme a través de los invitados. Ella parecía dispuesta todo, mientras que yo sólo me limitaba a decir un «Disculpe» o «Perdón» por las impulsivas acciones de arrastre de mamá.

— Te presentaré al Doctor Henry— me dice, emocionada y cual niña con regalo de navidad o en tienda de dulces.

Llegamos a dónde un grupo de personas, al final de las escaleras, saludaba a un señor de mediana estatura y regordete, con cabello negro y barba en forma de candando del mismo color. Sus ojos eran achinados cual asiático, y su esmoquin gris lo hacía lucir impecable. Todo eso pude deducirlo aún con su antifaz puesto, también del mismo color que su traje.

— ¡Hola, Doctor!, ¿Cómo se encuentra?— reconoce y saluda mamá efusivamente, dándole un abrazo al señor. Luego se separa y Augus suelta mi mano para acercarse a él.

— Un gusto volver a verlo, Henry— dice con condescendencia mi amigo, estrechándole la mano.

— Un gusto también verlos— habla el señor, reconociendo también las identidades de mis acompañantes—. Me alegra que ambos hayan podido asistir— luego se dirige a Augus—. Y mi amigo William, ¿Viene?

— Él está en Tokio ahora, firmando algo muy importante con una empresa— le explica Augus—. Me mandó a mí en su lugar.

— Bueno, prometo que se divertirán mucho— dice el señor con una sonrisa—. Tenemos un programa muy bien diseñado para disfrutar como se debe la mayoría de edad de mi hija.

— Oh, Doctor, casi se me olvidaba de tanta emoción— se disculpa mamá, prácticamente arrastrándome a la conversación—. Él es Adam, mi hijo. Adam, él es el fantástico Doctor Henry.

— Oh, Elizabeth, deja los grandes títulos por favor. Me vas a avergonzar, por suerte cargo el antifaz— comenta Henry, posicionando una mano en el hombro de mamá y la otra dirigida a mí—. Un gusto.

Yo la estrecho vacilante, pensando las posibles similitudes que pueden tener él y su hija. No logro nada que me pueda producir confianza para el baile, si se preguntan.

— El gusto es todo mío— respondo del mismo modo.

— ¿Así que tú eres acompañante de mi hija?— deduce él, recordando el gran momento que ansío ejecutar.

Nótese el sarcasmo, por favor.

— Se podría decir— respondo, rascándome la nuca.

— Rascarse la nuca es signo de nerviosismo. No te preocupes, lo harás bien— me reconforta el doctor.

Yo asiento, sin saber qué decir. No podía llevarle la contraria a algo que es cierto.

— Ven, mi hija pronto hará su debut— me informa él, para luego arrastrarme escaleras arriba sin siguiera dejarme decirle algo a mamá. Al parecer, el impulso es algo de profesión entre médicos.

Él me coloca en la entrada de las escaleras para bajar y me indica que me quede allí, que su hija saldrá por la entrada que poseo atrás en cualquier momento. Yo le hago caso como un títere manipulable, y a los segundos las luces se apagan, y los reflectores se encienden, al igual que las cámaras con flash en los distintos lados arbitrarios del salón. Noto cómo Augus graba la presentación, cómo mamá también lo hace, y también el cómo Tía Sam abraza a uno de los hombres que vimos al principio mientras le dice que probablemente yo soy su sobrino, orgullosa.

Veamos cuánto dura ese sentimiento.

Las luces blancas apuntan a un lugar detrás de mí, a la entrada de rumbo desconocido. Los aplausos no tardan en aparecer, y la melodía suave de una orquesta tampoco. Todo estaba fríamente calculado para cometer una futura estupidez; las noticias grabarían alguna caída mía, los periódicos me pondrán algún sobrenombre que represente mi torpeza, y Augus tendrá sus suscriptores.

No obstante, todo cambia cuando escucho los tacones resonar detrás de mí, y la oscuridad del pasillo revela la fascinación externa que representa la cumpleañera; excesivamente alta gracias a los tacones, se podría decir que un poco más alta que yo; con un vestido rojo intenso de escote que marcaba sus senos, sin mangas pero con guantes que dejaba al descubierto sus dedos con algunos relucientes anillos, que era ajustable hasta su cintura y luego suelto, nada esponjoso. En realidad, dejaba un vuelo increíble en su lado trasero y tenía una abertura al frente, dejando ver una de sus largas piernas y tacones de punta fina. El vestido era excesivamente largo, y elegante, las piedras preciosas incrustadas en lugares pertinentes lo demostraron.

Era extraño, porque ni su belleza actual me representaba más hermosa que la de Daniela. Mi vampira era única, por más meloso que suene.

Aunque no fue hasta que desplacé mi mirada de su vestido hacia su rostro, y lo que vi me intrigó profundamente, porque aquellos ojos asiáticos y cabello, adornado por una tiara, ya los había visto antes.

Era la chica del tatuaje del dragón.

Tal vez distraerme no iba a ser tan difícil después de todo.

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