Prometo encontrarme © (Comple...

By DominusNano

81.8K 6.8K 680

Adam Houchein perdió a su padre en un incendio de su antigua casa cuando apenas era un niño y desde entonces... More

BIENVENIDO (A)
SINOPSIS
DEDICATORIA Y REPARTO
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1 | La Bienvenida.
Capítulo 2 | El Trauma.
Capítulo 3 | Los Sprause.
Capítulo 4 | El dibujo.
Capítulo 5 | Madre Nonna.
Capítulo 6 | Lo improbable.
Capítulo 7 | El castigo.
Capítulo 8 | Las indirectas.
Capítulo 9 | La fiesta.
Capítulo 10 | La advertencia.
Capítulo 11 | La apariencia.
Capítulo 12 | El amor.
Capítulo 13 | El ministerio.
Capítulo 14 | Bajo la lluvia.
Capítulo 15 | Los ojos rojos.
Capítulo 16 | La cita.
Capítulo 17 | Lo siento.
Capítulo 18 | Los adjetivos.
Capítulo 19 | Los nanorobots.
Capítulo 20 | Disfraz.
Capítulo 21 | Luciérnagas.
Capítulo 22 | Cigarrillo.
Capítulo 23 | El cazador.
Capítulo 24 | Sucesos nocturnos.
Capítulo 25 | Dejar ir.
Capítulo 26 | Asimilando.
Capítulo 27 | Huérfano.
Capítulo 28 | Provocar.
Capítulo 29 | Vínculo.
Capítulo 30 | Fetiche.
Capítulo 31 | Retener.
Capítulo 33 | Tatuaje.
Capítulo 34 | Multifacético.
Capítulo 35 | Pacto.
Capítulo 36 | Entropía. (Parte I)
Capítulo 36 | Entropía. (Parte II)
Capítulo 37 | El juego.
Capítulo 38 | Dones.
Capítulo 39 | Garu.
Capítulo 40 | Irregularidad.
Capítulo 41 | Tres personas.
Capítulo 42 | Ni Rey ni Reina.
Capítulo 43 | Parte de algo.
Capítulo 44 | La penúltima máscara.
Capítulo 45 | En la mente.
Capítulo 46 | Pertenecer.
Capítulo 47 | El futuro y el pasado.
Capítulo 48 | El juego final.
Capítulo 49 | Estrellas.
Capítulo 50 | Ayuda.
Capítulo 51 | Pasos.
EPÍLOGO.
AGRADECIMIENTOS
Capítulo Extra | Ethan.
Capítulo Extra | Colton.
Especial de San Valentín.
🌙 OTRAS OBRAS 🌙
🌙 CURIOSIDADES 🌙

Capítulo 32 | Dependencia.

1.1K 112 11
By DominusNano

Soy un maldito impulsivo que luego se arrepiente de sus acciones.

Bueno, técnicamente no me arrepiento de lo que hice, que fue enfrentar al enfermo padre de Thomas, más bien estoy reconsiderando todo lo que hablé, o grité. Él en ningún momento nombró a los Sprause, yo lo hice, y no sé si eso atraería alguna consecuencia, ya que pude haber afirmado cierta sospecha que tendría él, o que trataba de ocultar Thomas.

Definitivamente tengo que calmar esta angustia que no provoca más que un sabor agrio en mi paladar. Confío en que los Sprause controlarán cualquier posible amenaza, así sea ese señor.

Observo por enésima vez el gran reloj de aguja que reposa en una de las paredes del aeropuerto, y me indican que son las 5:30pm. No ha pasado tanto tiempo desde la última vez que lo vi, pero el esperar me desespera. Y cabe recalcar que aún falta treinta minutos de auto tortura cognitiva, pues esa es la hora a la que sale el vuelo a París. Mamá hizo todo lo posible para arrastrarme temprano hasta aquí, pues dice que primero se muere antes de perderse el vuelo.

Tiene alguna clase de fetiche raro con la puntualidad, pero así se le quiere.

Muevo los pies al ritmo de la música que se escucha en tono bajo a través de las bocinas del aeropuerto, no es que sea la mejor, es más bien alguna clase de ritmo para calmar el rato de espera, pero en realidad está logrando todo lo contrario. Considero pasar a la siguiente página mental de mis angustias, que sigue en el marco de la vida de Thomas y su aparente profesión familiar que no había analizado muy bien.

Cazadores.

Desde pequeño sabía que existían, y también reconocía de lo que eran capaces, de hecho, lo descubrí cuando fui a parar en el canal de Animal Planet. Si no mal recuerdo, estaban haciendo un documental en contra de ese tipo de personas, que son las culpables de que muchas especies sean extintas.

Pero de nuevo; ellos no matan animales, matan criaturas sobrenaturales. No obstante, ¿Eso no sería igual? ¿Cuál es la diferencia? Los seres sobrenaturales pueden llegar a ser igual de inocentes que los animales, ellos también pueden extinguirse, y necesitan de la supervivencia del más fuerte para al menos así poder comer. El único contraste que puedo hallar, es que uno tiene conciencia y razonamiento, el otro no; a lo que llevaría a cometer actos que, a través de nuestros ojos, se verían horrorosos.

En otras palabras, si un león mata a otro león para comérselo, a nadie le importaría. En cambio, si un humano mata a un becerro para poder comer, entonces sería, irónicamente, alguna clase de inhumano.

Creo que así funcionaría la gran e infaltable lógica en este caso, ¿Cierto?

Bien, esto no está llevando a ningún lado. Tal vez debería de distraerme con lo que sea que mamá me está diciendo desde hace rato. Pero, como siempre, ella se adelanta a los hechos y me hace una pregunta que me deja descolocado por no tener información previa:

—¿ No lo crees, cariño?— mi madre me mira directamente con una vacilante sonrisa, y mis nervios actúan antes de procesar la oración.

— Por supuesto, estoy totalmente de acuerdo contigo.

Ella abre los ojos más de lo normal, como si lo que hubiera dicho fuera lo más espantoso e inadecuado del mundo. Definitivamente venía el regaño, aunque, por esta ocasión, ligado con indignación.

— Me estás diciendo gorda.

— ¿Qué?, claro que no— corrijo al instante, verdaderamente perdido en el flujo de la conversación—. ¿De qué hablábamos?

Como predije, se semblante cambió a uno serio e imponente.

— Adam Sebastián Houchein— usando mi segundo nombre, estaba más que enojada—, ¿Qué te he dicho que hagas cuando te hablo?

— Que debo de tener los cinco sentidos sobre ti— murmuro, como única defensa hacia ella.

— Bien dicho— parece relajarse ante mi acatamiento, pero la sigo sintiendo rígida—. Te estaba preguntando, ¿Que si crees que el vestido que tengo para la fiesta me haga ver un poco gorda?

— Oh, descuida, mamá— trato de calmarla mientras mentalmente repaso el vestido largo de color turquesa que se compró en Roma, sumamente elegante—. Te queda bien.

— Gracias.

Con esas palabras pude domar a la bestia, incluso más de lo esperado, porque entre nosotros se formó un sepulcral silencio por unos minutos. Pero no uno incómodo, es más bien como aquel mutismo que surge por inconsciencia. Y no fue hasta que, cuando mamá agarró el periódico de hoy para leerlo, habló:

— Estás demasiado callado— descubre, y no quiero revelar el motivo, pero fue inevitable sacar el tema a flote: — ¿Qué pasó con Thomas?, no has dicho nada al respecto. Saliste de la clínica de un humor contrario a lo que esperaba.

—  No es que detallarlo en ese estado me haga muy feliz, aunque he visto mejoras en algunos de sus moretones y heridas— me pierdo por unos segundos en el pensamiento, dudando en decir lo siguiente, pero profesionalmente era lo correcto: — Sólo lo vi unos minutos porque su padre entró.

Mi madre se tensa por consecuencia.

— ¿Su padre?, ¿Y qué te dijo? Nadie puede entrar allí, seguro me llamarán la atención en el trabajo— como creí, su voz sonó alterada.

— Tranquilízate, mamá— le corto su repentina preocupación, mentir era la única opción en este caso, no quería arruinarle el viaje—. Le dije que era un amigo cercano y lo entendió.

— Qué alivio, creí que iba a haber un problema.

Parece calmarse por segunda vez en esta sala, pero yo no puedo estar así, necesito compartir mi preocupación interna con alguien, sino iba a explotar.

— ¿Puedo preguntarte algo?— indago, dispuesto a hablar verdaderamente con ella. Mi madre asiente ante la pregunta, que no es más que un disfraz hipotético para no revelar el núcleo de la verdad—. Si tuvieras una profesión en la cual tendrías que lastimar personas, ¿La seguirías?

— Depende.

— ¿Depende de qué?

— Hay profesiones en la cual le haces daño a la persona para restablecer su salud, incluso también para salvar a otra persona— trata de explicar, pero no logra más que multiplicar mi confusión, y ella lo nota: — Por ejemplo, mi profesión, cirujano. Al operar a las personas, les hago daño físicamente, pero es por su bien. Así como aquellas personas que donan algunas partes de sus órganos para salvar otra vida, a ellos también les hago daño, pero están bien sabiendo que están protegiendo otra vida.

— Entiendo— correspondo su respuesta. No obstante, se desviaba mucho del asunto. Quise enfocarla aún más: — Pero si la profesión fuera, no lo sé, un cazador, ¿También aplicaría?

Ella se queda pensativa por un momento, mientras que yo estoy un poco nervioso por su repentino silencio. Tal vez esté sospechando algo.

— Supongo— habla finalmente—. Diría que hay dos clases de cazadores, aquellos que matan por matar, que sus acciones no tienen propósito alguno, y aquellos que matan para salvar vidas.

— ¿Cómo funciona el segundo tipo de cazador?

—- Pongamos otro ejemplo, un grupo de tres serpientes venenosas entran a tu casa desorientadas, pérdidas. Ellas no saben en dónde están, pero harán lo que sea para defender lo que ellas creen que es su territorio. Son capaces de morder y envenenar a cualquiera que se les acerque. La primera acción que harán las personas será matarlas, ya que no quieren que eso pase. Ellos no quieren morir y tampoco dejarán que a sus seres queridos les pase algo malo— simplifica—. Claro, matar a tres serpientes no te hace un cazador, pero espero que hayas captado la idea.

Yo sólo asiento, entendiendo tal explicación.

— ¿Y ahora por qué tantas preguntas?, ¿Te volverás cazador?— pregunta en broma.

— Eso nunca— digo con el mismo tono, pero en realidad digo la verdad—. Es sólo curiosidad, vi una película acerca de cazadores.

Debería de dejar de mentir, el karma puede venir por mí tarde o temprano.

— Mi hijo, siempre tan curioso— murmura con algo de orgullo, como si me sentido perspicaz fuera un don. Lo que no sabe, es que a veces puede procurar ser todo lo contrario.

La última noche que hablé con Thomas, aquella en la que todo sucedió, me dijo que desde pequeño se le inculca esta profesión como una tradición, pero también aseguró indirectamente que ya no lo hace porque lo obligan, más bien parece que él mismo se exige. Pero, ¿Por qué lo haría? El rubio no parece del tipo de persona que mata porque sí, más bien parece del segundo tipo de cazador.

«Ellos no quieren morir y tampoco dejarán que a sus seres queridos les pase algo malo»

(...)

Horas y horas de viaje conllevaron a que, en algún punto, mis ojos decayeran y me durmiera en el proceso, perdiéndome la mayor parte del vuelo. No vi ciudades, y tampoco el cielo por mucho tiempo, todo fue oscuridad junto con un leve ajetreo y voces a mis alrededores. No fue hasta que, a través de aquella pesadilla del incendio de mi hogar, me desperté ajetreado.

Pero esta vez fue diferente, y no me refiero a que el día nos rodea, cuando en realidad caí en la inconsciencia cuando la luna adornaba el cielo. Sino que, por esta ocasión y las anteriores después de mi coma, no obtuve otro fragmento de lo sucedido.

Parece que la pesadilla se estancó, por más extraño que suene eso. Sueño lo mismo, una y otra vez, y me despierto con el mismo sentimiento de culpabilidad. Bueno, quizás no es el mismo, ahora puede que sea más fuerte, y temo la verdadera consecuencia de ello.

— ¿Estás bien, Adam?— indaga mamá a mi lado, y desplazo lentamente mi mirada hacia sus ojos preocupados, y los míos no tardan en ser similares a los de ella cuando me veo en la obligación de usar mi último recurso para sacar a flote el verdadero recuerdo.

—  Mamá— la nombro, a pesar de que ya tengo su atención. Aunque lo uso más para buscar el valor y contarle finalmente mi tormento—. ¿Recuerdas las terapias psicológicas?, ¿Aquellas en el que el Doctor Andrés te decía que yo no podría recuperar los recuerdos del incendio de nuestro hogar porque mi miedo al fuego provocaba que mi mente lo bloqueara? Él también te dijo que quizás, la única forma de que yo pudiera obtener ese recuerdo, era que tú me lo contases directa y detalladamente. Y en su momento sé que no fueron las circunstancias adecuadas, pero creo que ahora quiero saberlo. ¿Qué fue lo que exactamente sucedió esa noche, mamá?

Mamá me mira extrañada, pero más que eso, dolida.

— Tú sabes lo que sucedió, Adam— murmura, el tono que usa concuerda con su mirada llena de tristeza.

— No, no lo sé. Tú lo sabes— corregí, usando el mismo tono—. Cualquier cosa que digo o pienso sobre ese incidente es a base de que Tía Sam me lo contó, o que me lo dijeras en uno de los tantos consuelos del por qué yo no tenía padre, pero fue superficialmente— expliqué algo que, probablemente, ella ya sabía—. Si cuento el hecho a base de mi propia experiencia, estaría mintiendo, porque siempre uso sus palabras, nada es mío. Y por más que intente recordar, lo único que viene a mi cabeza es el fuego que una vez mató a papá, lo que no es un recuerdo concreto. Y…— me corto por un instante al ver los ojos llorosos de mamá, pero no había vuelta atrás, tenía que rechazar el nudo de mi garganta—. Y quiero recordarlo, aún tomando en cuenta de que es algo que probablemente no suceda porque en ese tiempo era apenas un niño. Y el trauma tampoco es que ayude mucho, pero hay que intentarlo.

— Sabes que no me gusta hablar de eso, Adam— dice ella en un susurro, mirando a las personas a nuestro alrededor, evitando mi mirada—. Y menos en público.

Bien, quizás ese era mi límite. Un hijo nunca querrá que su madre se sienta mal, y eso aumenta si tú eres el que lo está provocando al hablarle de una persona muerta la cual ella amó mucho. No podía seguir, pero no significaba que no pudiera justificar este acto.

— Lo siento— lamento arrepentido, rogando que me volviera a mirar. — Es sólo que, últimamente, he soñado mucho con esa noche.

Tal vez sea mi imaginación, pero siento que mamá se tensa al escuchar eso. Inclusive, logré mi objetivo, pero sentía que a través de sus ojos ocultaba algo más que esa faceta curiosa. Sin embargo, no habló.

O al menos durante unos veinte segundos llenos de silencio.

— Y...— hace una pausa, tal vez buscando la valentía para preguntar: — ¿Qué sueñas?

— Aún no lo tengo muy claro. Como dije antes, nada es concreto— admito—. Sólo sueño con tres figuras; la tuya, una totalmente desconocida para mí, y la otra estoy casi seguro de que se trata de papá.

— ¿Cómo sabes que es tu padre?— indaga, extrañada—. Me dijiste que no recordabas nada de él.

— Sólo...— me quedo atorado en esa palabra, en realidad hice un esfuerzo en buscarle una respuesta a esa pregunta, pero nada—. No lo sé, supongo que lo siento cuando lo veo. Mi imaginación me trata de decir que ese es mi papá.

Mi mente es un caos, de verdad compadezco a las personitas que trabajan allí adentro. Debe de ser una clase de Maze Runner.

— Entiendo— hace saber. Desplaza su vista otra vez fuera de mi órbita, y no entendí esa acción. Ella está… ¿Nerviosa? ¿Por qué? Entiendo que sea una situación nada cómoda, pero ese sentimiento no encaja en esta conversación. No obstante, ella sigue hablando aún con esa actitud esquiva—. ¿Y qué más soñaste?

— El hombre extraño nos dice que ya es hora, después de eso todo es confuso, mucho fuego, humo y gritos por parte de papá para que me vaya contigo— digo, tratando de recordar—. Básicamente, quizás un fragmento del incidente. Pero lo que me llevó a hacer esa pregunta no fue el recuerdo, sino el sentimiento que poseo siempre al despertar; culpabilidad—. De verdad me costó decirlo, la garganta me ardió al emitirlo, pero más me dolió el análisis final: — Tal vez… cabe la posibilidad de que yo… y-yo… ¿Provoqué ese incendio?

Fue extraña la actitud de mamá, o quizás yo lo vi así. Su mirada cayó en mí, pero, por un micro segundo, vi la culpabilidad que me representa en este momento a través de sus ojos. No obstante, tan rápido como me di cuenta de eso, ella levantó una gigantesca muralla imaginaria entre nosotros y ese incidente.

— Tonterías— objeta ante mi conclusión. Su voz era fría, sombría y dura; algo que usaba sólo cuando estaba enojada conmigo—. Siempre has tenido una gran imaginación, creo que esta no es la excepción.

Ella me daba por loco.

Bien, sí soy algo loco. Pero soy un loco con argumentos que no se callarán hasta saciar mi curiosidad.

— Mamá, pero es que el sentimiento es muy real— replico, tal niño regañado—. Soy alguien muy impulsivo a cuanto pensamientos se trata. ¿Bien? Lo admito. Pero lo bueno de serlo es que sé cuando algo es ficticio, y cuando probablemente es real. Y esto quizás sea un indicio que mi subconsciente quiere revelar.

Eso sólo encendió la llama de su mal humor. Pero en un menor grado, porque evidentemente no quería llamar la atención.

— Eso es estúpido, Adam— refuta, al borde del colapso—. ¿Quieres que te lo cuente? Bien. El hogar en donde estábamos estaba en remodelaciones y nadie pensó que una fuga de gas pudiera salir. Eso fue lo que provocó el incendio; La casa, de un momento a otro, se cubrió en una llamarada con nosotros adentro. Los tres estábamos esparcidos por toda la casa, pero tu padre se priorizó en sacarnos a nosotros primeros, pero la explosión no aguantó hasta que él saliera, cayendo la estructura de la casa encima de él.

Y esa era la historia, en resumidas cuentas.

La misma historia una y otra vez, no había un cambio de los hechos. Y nada de mi sueño o pesadilla coincide con lo que ella dice, pero sus palabras tampoco hacen que el recuerdo llegue a mí.

Es siempre igual, la experiencia que digo tener de ese incidente, en realidad es su experiencia.

No obstante, no le llevo la contraria, simplemente asiento en concordancia a ella para que se quede un tanto tranquila, porque se alteró de una forma contraria a la que pensé.

O quizás… si de la forma que esperé, y lo que sea que esté usando contra mí en este momento sea sólo una máscara. Porque, vamos, está siendo demasiado sospechosa, y los ojos húmedos que me trata de ocultar a través de dos pestañeos por cada segundo, me indican que tal vez estoy en lo correcto.

De acuerdo, supongo que soy un mal hijo por dudar de ella. Así que por los momentos me quedé callado, dando por finalizado así el tema, y haciéndome un hueco en mi cerebro al autoregañarme por el mal momento que la hice pasar.

Miro por la ventanilla del avión y observo un hermoso paisaje desde las alturas, lleno de edificios y casas en su mayoría lujosas, pero a la vez con un aire de antigüedad, que desde aquí parecen hormigas.

Oigo a mamá resoplar, y hasta ahora no me di cuenta que estaba proporcionando una de las técnicas de Tía Sam para entrar en algo que ella llama “Calma con el entorno”. Que, básicamente, era cerrar los ojos y contar hasta diez.

— Faltan quince minutos para el aterrizaje. Por favor, manténganse sentados y abrochen sus cinturones, sentirán turbulencias— informa de pronto una voz femenina por el altavoz.

La sonrisa que mamá tenía al principio, retorna de sus cenizas al escuchar dicha información. La actitud de psicópata y compradora compulsiva llega a ella, y la bipolaridad reencarna en todo su ser. Ya no está enojada, evidentemente, y mi sueño pasó a segundo grado cuando los nervios me invadieron al recordar que era justamente el lugar donde haría el ridículo.

— A partir de ahora, está terminantemente prohibido el no divertirte— dice con esa armoniosa voz que la caracteriza la mayoría del tiempo—. Aunque no demasiado, no quiero nietos aún.

Eso me descolocó, bastante. Sobre todo porque me las ingenié para no pensar en esa oración, o cual sería la posible madre de mis hijos. Simplemente le lancé un intento de sonrisa, luego volví a desplazar mi vista a la estructura que habita debajo de nosotros. Y me sorprendió detallar algo diferente; una gran antena llena de historia.

La Torre Eiffel.

Estaba lejana, pero sabía que lo era, dando por demostrado que oficialmente estábamos en París, alías la ciudad del amor.

Describir a París desde las alturas es como… no lo sé, tratar de ver la colonia de un grupo de hormigas, con muchas calles y avenidas. Pensando que quizás, lanzando un balde de agua desde aquí, todos iban a morir ahogados. No obstante, cuando llegas a esa colonia, cuando empiezas a habitar en ella después de que el avión baja y se hace todo el proceso migratorio, te das cuenta de que un balde de agua no serviría ni para regar uno de los árboles de aquí.

El lugar es gigantesco, incluso supe al instante que podría ser similar o algo inferior— kilométricamente hablando— a New York. Que con un simple e insignificante paso te podrías perder y también confundir al no hablar el mismo idioma que ellos. Las personas son agradables y su acento me podría fascinar, o al menos eso demostraron con su condescendencia en el aeropuerto.

El tráfico, como casi siempre, es un punto y aparte. Pero el taxi donde estábamos se las ingenió para cruzar por avenidas y calles donde no transitaban muchos autos.

Y, por otro lado, me podrías ver a mí con mi cara pegada a la ventana del auto detallado todo lo que pasaba a nuestro alrededor; los parques, los edificios, las casas, los puentes, los restaurantes, los centros comerciales, todo. Inclusive se podría decir que el fantasma compulsivo-comprador de mamá y Tía Sam me poseyó. Quería atesorar este lugar.

— Il est dans ce bâtiment, monsieur— le dice mamá al taxista con un fluido francés, señalando un gran, bello y moderno rascacielos.

No me sorprende que mamá hable Francés, de hecho, habla siete idiomas. Y quiere que yo también aprenda, pero me basta con mi limitado conocimiento del italiano.

El taxista se detiene justo en frente del edificio y descendemos del auto en seguida; mamá se limita en entrar al hotel para preparar nuestra estadía, mientras que yo saco todas las maletas de nosotros del taxi. Creí que los trabajadores o el mismo conductor me ayudaría a llevarlos, pero en realidad todos me abandonaron en el proceso que entré al rascacielos, demostrando que, quizás, el servicio es pésimo o las personas de este lugar tienen su atención en otra cosa.

Igual, no me importó. Después de todo, cuatro maletas, dos bolsos en mi espalda, seis de mano de mamá y un sombrero, no eran tanto para el fuerte Adam.

¿A quién engaño? Parezco mula de carga.

Apenas intercepté uno de esos carros donde llevan el equipaje, los coloqué ahí de una forma que no se cayera nada. Pero como yo soy yo, y a Adam nunca le pasa lo que planea, al carrito se le salió una rueda, provocando que se inclinara y cayera todo.

Ahí me di cuenta que las bienvenidas a lugares nuevos no eran lo mío.

Sin embargo, me las ingenié para acomodar todo otra vez, con la esperanza de que un trabajador viniera pronto y se hiciera cargo… o al menos que me diga que el carrito tenía ese defecto. Cualquiera de las dos es buena.

El hotel por dentro es igual de bonito y lujoso por fuera; tiene una alfombra roja sobre una cerámica blanca brillante y las paredes son de color perlado, junto con sus brillantes ventanas panorámicas y sala de estar con sofás de color rojo con detalles dorados. Es simple, en realidad, sencillamente impecable.

Observo cómo mamá habla en recepción mientras espero que algún trabajador se desocupe, porque sí, hay un considerable grupo de personas aquí adentro, no estamos solos. Y así pasan unos segundos, hasta que por fin siento que alguien se mueve a mí dirección.

O eso creí por un momento.

La persona no se estaba acercando a mí, estaba caminando en sentido contrario a mí. Eso no me hubiera importado si no me hubiera puesto a detallarlo, a darme cuenta de que su caminar y figura se me hacían familiar.

Por instinto me miré a mí, luego lo volví a mirar a él. No estaba loco, lo único diferente era su ropa oscura. Todo era idéntico; su cabello alborotado, ligeramente alto, sus oídos…

Por Dios, esa persona era yo.

Y lo confirmé cuando, al voltear la cabeza él, su sonrisa maliciosa me interceptó y los ojos rojos que poseía me envolvieron, tal y cómo aquel día que me miré a través del retrovisor del taxi cuando fui a la casa de Thomas. Era como ver mi copia, mi clon… mi gemelo.

El ambiente se sintió diferente para mí, estaba extrañado, confundido y algo turbio. Pero ni siquiera lo que sucedió a continuación yo me lo esperé.

El televisor pantalla plana del hotel, aquel que estaba colgando en una columna en frente a mí, se encendió y estaba colocado en un canal de noticias. Lo evidente era que la noticia fuera en francés, pero no, era entendible para mí, estaba en mi idioma. Una mujer estaba hablando, pero nadie en recepción le prestaba atención, sólo mis ojos estaban sobre él, y fue por el enunciado que se representaba horizontalmente.

«Trágico accidente aéreo deja a los pasajeros sin vida» era lo que se leía.

La mujer hablaba rápidamente, pero pude captar lo que reportaba.

— El día de hoy, a la 4:00 horas, se ha reportado la caída de un avión desde las alturas. El impacto fue en un pueblo de la ciudad de Madrid, España, dejando a todas las personas a bordo sin vida, debido a un fallo de manufactura imperceptible que atentaba a la unidad. Informes indican que el avión había salido a horas de la noche del Estado de Oregón, Estados Unidos, y tenía un destino a la ciudad de París, Francia, provocando esta catástrofe a mitad de camino— lo decía muy rápido, sin pausas, sin tiempo de que yo pudiera procesar todo, pero algo horrible se sintió en mí cuando finalizó: — La unidad era un Airbus A321, vuelo 4471 de Air France. Alguno de los cadáveres poseían una identificación que aún eran legibles, y las unidades policiacas españolas las están esparciendo para buscar a los familiares. Algunos de los nombres que se nos fueron informados fueron los siguientes.

Y con eso, empezó a decir una serie de nombres y apellidos; identidades de las cuales no presté atención, porque mi mente estaba procesando lo sucedido. Ese era el avión del viaje, ahí estaba yo hace minutos atrás, ahí fue dónde me dormí, dónde traté de buscar la verdad del recuerdo a través de mamá.

No lo entendía, porque, a través de todo lo que estaba diciendo la reportera, mamá y yo estábamos muertos.

¿Pero qué mierda…?

Dylan Sprause

Viernes, 8:06pm.

Estoy corriendo rápidamente a través del bosque, cerca de mi casa, tratando de no ser capturado. Esquivo los árboles con facilidad, a la vez que me impulso con algunos de ellos para tener una mayor velocidad. Salto lagunas como si fuera una cuerda, subo montañas como si lo hiciera desde siempre, y bajo de ellas sin miedo a dislocarme algo.

Pero no es suficiente.

Alguien me taclea, tirándome al suelo de tierra del regalo natural del bosque. Intento levantarme por instinto, sin rendirme, pero es más rápido y se sienta encima de mí y agarra mis manos con una fuerza determinante, dejándolas aprisionadas sobre mi cabeza.

Al abrir mis ojos, me doy cuenta de que la persona que me tacleó es, en realidad, mi hermana Aris.

— Eso no es justo, no me diste unos segundos de ventaja— me quejo en un puchero, de verdad creí que podía vencerla.

Aris y yo estamos entrenando, por así decirlo, a consecuencia de la ausencia de Julián, quién generalmente es mi entrenador personal. En realidad sólo estoy practicando yo, puesto que no soy competencia para ella. Para ninguno de nuestra familia, en realidad. Todos son físicamente más fuertes que yo, pero eso no significa que no deba practicar.

— El enemigo no te dará ventaja, hermanito— me advierte ella, y esa sonrisa algo egocéntrica y victoriosa me molesta un poco. Porque claro, entre nosotros hay algo así como una rivalidad pacífica. Y como a veces no me puede ganar en las competencias intelectuales, se aprovecha de mí en las físicas.

— Yo no tengo enemigos— respondo, entrecerrando mis ojos.

— Siempre habrá un enemigo— habla una intrusa a la conversación, muy conocida para mí.

Con dificultad— ya que estoy casi inmóvil gracias a Aris—, muevo mi cabeza para mirar a mi querida otra hermana. Su cabello azul es lo primero que capta mi atención, luego caigo en sus ojos llenos de diversión por la escena. Hoy terminaba su castigo por lo que hizo con Thomas, que en realidad era quedarse encerrada en su habitación.

Lo sé, no parece gran cosa. Pero imagina que debió de estar ahí por casi dos semanas, sólo recibiendo sangre de noche. Y agregando que nosotros no podemos dormir. Básicamente era un prisionera, una que debió estar muy aburrida, hundiéndose en sus desgracias.

No obstante, traté de no representar lo que pasó, y le lancé una sonrisa de esas que dicen “Todo está bien, nada sucedió”. Si Aris ya lo había medio superado, no veo la razón del por qué deba afectarme para tratarla diferente.

— No sabía que mirabas mi entrenamiento, Lydia— emito, afable.

— He ahí otra debilidad tuya, Dy— me reprocha Aris, aún sobre mí. Debe de pesar como un vaca, pero luego desplazo el pensamiento cuando caigo en cuenta de que en realidad es la súper fuerza que emplea en mi débil cuerpo—. Cuando corres, no pones todos tus sentidos a lo que te rodea.

— Es difícil correr y poner atención a lo que me rodea al mismo tiempo— admito.

— Pues tienes que poner mayor esfuerzo— me dice ella, levantándose y liberándome.

Aris me extiende la mano para ayudarme a mí también, la cual acepto, ocultando la verdadera intención que acabo de pensar.

— Y tú tienes que aprender a no darme la mano cuando me siento frustrado— digo, ahora mostrando mi sonrisa maliciosa.

Ella al principio no entiende, pero después reacciona. Aunque ya era muy tarde, ya la estaba electrocutando con la mano que le tenía agarrada.

Sólo la solté cuando ya estaba tirada en el suelo, y en realidad que agradezca que no usara todo mi poder.

—- Eres increíble, hermanito— me felicita, acercándose, Lydia. Luego besa mi frente, demostrando su verdadera personalidad. Esta es en realidad mi hermana de cabello azul, esta es su verdadera fachada, el núcleo de las paredes duras y frías que crea alrededor de ella. Pero para que ella lo demuestre, por supuesto, debes ganar su absoluta confianza.

— Lo sé, soy el mejor— digo con un ego fingido, que no duró mucho.

De pronto, siento una cuarta presencia no muy lejos de nosotros.

Lydia también lo siente, mirando a la dirección de esa cuarta persona. Ese olor de sangre hedionda se me hace tan conocida, que recuerdo aquella noche de persecución donde algo casi terrible ocurrió.

Por supuesto, era Christine.

Por consecuencia, me preocupé. Cualquiera se hubiera sentido extrañado, pero ese no soy yo. Proceso todo con gran facilidad, y múltiples de dudas me invadieron por inercia. Aunque la más importante y absoluta es, ¿Por qué apareció en este momento? ¿Porque estamos solos? ¿Porque quiere que la sigamos? Por supuesto, ya que ella ha demostrado la habilidad de ocultar su olor, y sólo lo revela cuando está asustada.

Acaso es eso, ¿Está asustada? ¿De qué?

Sin embargo, antes de hacer o pensar algo más, mi hermana reacciona antes que yo y empieza a correr rápidamente a dicha dirección. Había dos posibilidades; o Christine nos tendía una trampa, o está huyendo de algo que es inclusive más peligroso que ella, y ninguna de las dos opciones eran buenas para nosotros.

Yo me propongo a seguirla de inmediato para advertirle, pero las palabras de Aris me detienen por unos segundos.

— No lo hagas, puede ser una trampa— dice adolorida mi hermana, aún tirada en el suelo.

Creo que fui muy duro con ella.

— Si es una trampa, con más razón tengo que ayudarla— le digo preocupado, para luego salir corriendo tras Lydia, sin importar lo que diga o piense Aris.

Lydia y Christine son muy rápidas, casi creo que no las podré alcanzar. Tampoco ayuda el hecho de que no soy un experto corredor en el bosque. Es decir, se supone que tengo habilidades súper desarrolladas, pero sólo puedo usar una a la vez. O, en otras palabras, si corro, no puedo ver con atención a mí alrededor. O, si veo con atención a mí alrededor; a los árboles, a las raíces, a las ramas, y a los animales que hay sobre esas ramas, cabe la posibilidad de que me caiga a lo jugador de fútbol.

Pero el pensar de que le pueden hacer daño a mi hermana, me hace correr más rápido, al punto de estar casi seguro que estoy siguiendo el mismo ritmo que Luke, quien es el más rápido y ágil de la familia, a pesar de su incapacidad cognitiva, por no decirle bruto.

Llego al punto de poder alcanzar a Lydia, estamos cerca de la presencia de Christine, pero ambos nos detenemos de golpe al sentir que nos disparan de algún lugar. Las balas impactan con los troncos de los árboles, algunas se incrustan y otras se desvían, pero en efecto nos tienen en la mira. Demostrando que tal vez esto era de lo que huía Christine.

— ¿De dónde viene?— pregunta desesperada Lydia, mirando hacia todos lados.

— No lo sé— respondo, imitando su acción. Estoy asustado, lo admito, nunca habían intentado dispararme, sólo me habían dañado físicamente a través de alguno que otro golpe.

Finalmente lo que temí pasó; siento que un disparo pasa muy cerca de mí y le da a Lydia en su hombro, tirándola al suelo. A penas sentí la ráfaga, pero tuve la suficiente intención y decisión para acercarme a ella y ver qué demonios le pasaba, porque de verdad quedó inestable en el suelo.

— Es sólo una bala, ¿Por qué te afecta tanto?— cuestiono preocupado. El metal no nos hace nada, y que ella quede en un estado tan débil por el simple impacto, me sorprende y aterra.

— Es una bala de ceniza de sauce— explica al instante. Quizás ya sabe sus efectos, y yo, por ende, debería tener un conocimiento al respecto. Pero mi cerebro es un lío en este instante—. Corre, estás en peligro.

Hundo mis cejas hacia ella, está loca si cree que lo haré.

— No te dejaré aquí tirada.

Percibo la presencia de dos personas más e inmediatamente las miro. Eran humanos, dos hombres. Ambos musculosos y con un gran artesanal en su cuerpo, pero lo que más me llamó la atención fueron sus armas de alto calibre; las había visto en algún lado, creo que Thomas en algún punto me las mostró.

— Son cazadores— me asegura Lydia, pero por más que intente procesar sus rostros, a mí no me llega una imagen clara de ellos, no los conocía en absoluto. No era de la familia de Thomas, pero no significa que cierto individuo los haya enviado, por venganza, a Lydia.

— ¡Vaya!, pero qué tenemos aquí— la sorpresa falsa de uno de los hombres es evidente. El otro sólo me miraba con un aura fría e inquebrantable—, un mini vampiro.

Yo me levanto con un poco de miedo y me coloco frente a mi hermana, en signo de protección.

Nunca había peleado con un humano directamente, y me asusta no saber qué hacer… si me descontrolaré al ver y oler su sangre. Pero, entiéndanme, no podía dejar a Lydia ahí. Sí, sé que se lo merece, sé que sus actos son impulsivos, pero cuando la conocen como lo hago yo, hay una justificación detrás de todo esto.

Debía cuidarla a toda costa.

— No dejaré que le hagan daño— aseguré.

— Descuida, también te mataremos a ti— sigue hablando el mismo hombre, sin pudor—. Pienso que, entre menos criaturas sobrenaturales, mejor. Y siendo tú un niño impulsivo capaz de matar medio pueblo por un berrinche, con más razón.

Bien, eso lo dijeron sin conocerme, es evidente, pero les importó poco.

Ambos están empezando a rodearnos, y yo estoy listo para hacer un intento de ataque. No obstante, antes de que yo pudiera hacer alguna acción, Christine baja de un árbol, Sorprendiéndonos a todos. Había dejado de prestarle atención cuando empezaron a dispararnos.

Luego todo pasó muy rápido, incluso a través de mis ojos; ella con agilidad se acerca a uno de los cazadores, y con un simple movimiento de manos, le arranca la cabeza.

El otro cazador le empieza a disparar asustado a la macabra vampira, pero ella esquiva, de alguna forma sobrenatural, las balas y pudo acercársele, incrustando sus colmillos en el cuello del hombre y matándolo.

Christine tira el cuerpo sin vida en el suelo, me da una última sonrisa y se va, dejando un charco de sangre delante de mí, sobre todo por el cuerpo al que le hizo la atrocidad de desprenderle la cabeza.

El olor del líquido rojo se concentra en mis fosas nasales, por consecuencia mi garganta comienza arder de una manera increíblemente molesta. Y por eso rápidamente me decido en irme de allí antes de que me descontrole, montando a Lydia en mi espalda.

La escena que acaba de suceder, más que horror, me causó confusión.

La sonrisa de Christine era una sincera, una que de cierta forma me alivió.

No lo entiendo, ella... ¿Nos ayudó?

Continue Reading

You'll Also Like

818K 71.1K 47
Remontándonos al siglo XVIII, una hermosa chica encontró en medio del bosque un, aparentemente, abandonado castillo. Entró y descubrió un millar de r...
765K 74.8K 73
Donde Blake no habla mucho y Edward es la excepción. oc x Edward Cullen. Hermosa portada hecha por; @julssmirrorball #1 en twilight...
47.8K 1.5K 11
Desde que tengo uso de razón, he sido la primera en todo. Incluso fuí la primera en nacer y la número uno en todas las clases. O así había sido hast...
3.7K 1.1K 40
Incendios, brujas y viajes en el tiempo. El amor de su vida pasada viajará hasta su época para reencontrarse con ella en el purgatorio del mundo demo...