Prometo encontrarme © (Comple...

By DominusNano

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Adam Houchein perdió a su padre en un incendio de su antigua casa cuando apenas era un niño y desde entonces... More

BIENVENIDO (A)
SINOPSIS
DEDICATORIA Y REPARTO
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1 | La Bienvenida.
Capítulo 2 | El Trauma.
Capítulo 3 | Los Sprause.
Capítulo 4 | El dibujo.
Capítulo 5 | Madre Nonna.
Capítulo 6 | Lo improbable.
Capítulo 7 | El castigo.
Capítulo 8 | Las indirectas.
Capítulo 9 | La fiesta.
Capítulo 10 | La advertencia.
Capítulo 11 | La apariencia.
Capítulo 12 | El amor.
Capítulo 13 | El ministerio.
Capítulo 14 | Bajo la lluvia.
Capítulo 15 | Los ojos rojos.
Capítulo 16 | La cita.
Capítulo 17 | Lo siento.
Capítulo 18 | Los adjetivos.
Capítulo 19 | Los nanorobots.
Capítulo 20 | Disfraz.
Capítulo 21 | Luciérnagas.
Capítulo 22 | Cigarrillo.
Capítulo 23 | El cazador.
Capítulo 24 | Sucesos nocturnos.
Capítulo 25 | Dejar ir.
Capítulo 26 | Asimilando.
Capítulo 27 | Huérfano.
Capítulo 28 | Provocar.
Capítulo 29 | Vínculo.
Capítulo 30 | Fetiche.
Capítulo 32 | Dependencia.
Capítulo 33 | Tatuaje.
Capítulo 34 | Multifacético.
Capítulo 35 | Pacto.
Capítulo 36 | Entropía. (Parte I)
Capítulo 36 | Entropía. (Parte II)
Capítulo 37 | El juego.
Capítulo 38 | Dones.
Capítulo 39 | Garu.
Capítulo 40 | Irregularidad.
Capítulo 41 | Tres personas.
Capítulo 42 | Ni Rey ni Reina.
Capítulo 43 | Parte de algo.
Capítulo 44 | La penúltima máscara.
Capítulo 45 | En la mente.
Capítulo 46 | Pertenecer.
Capítulo 47 | El futuro y el pasado.
Capítulo 48 | El juego final.
Capítulo 49 | Estrellas.
Capítulo 50 | Ayuda.
Capítulo 51 | Pasos.
EPÍLOGO.
AGRADECIMIENTOS
Capítulo Extra | Ethan.
Capítulo Extra | Colton.
Especial de San Valentín.
🌙 OTRAS OBRAS 🌙
🌙 CURIOSIDADES 🌙

Capítulo 31 | Retener.

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By DominusNano

No le presté mucha importancia a la súper curación que estaba presentando mi cuerpo, de hecho tampoco lo hice al salir de la clínica cuando tuve el estado de coma. En realidad, Daniela, como tutora de baile, se encargó de ello.

Bailar con la castaña fue algo extraño, pero a la vez fascinante. Ella no se burló, o al menos no completamente, de mi falta de experiencia en la pista. Ella estaba seria mientras me indicaba lo que tenía qué hacer, cómo agarrar el ritmo de la música, y prácticamente no hacer el ridículo. He de admitir que de cierto modo me sentí nervioso, nunca estuve tan cerca de ella por tanto tiempo, pero era necesario.

Mi problema con el baile era que el ritmo era difícil de predecir para mí. Podía tararear una música, y mover los dedos rítmicamente, pero hasta ahí. Era algo así como si mi cerebro procesara la melodía, pero no enviara las órdenes para ejecutar en mi cuerpo. Consecuentemente, sólo hacía que mi dignidad y orgullo alcanzaran niveles bajos críticos cuando mamá me ponía a bailar.

Claro que eso fue cuando era niño, creí que me había liberado. Sin embargo, de mamá hay que esperarse de todo. A ella no le importa mi dignidad, de hecho se encarga de mantenerla baja; por eso nunca fui alguien completamente arrogante, tampoco encajaba en mi personalidad.

Después de unas tres horas de ensayo, o intento de uno, decidimos descansar en el establo que posee la mansión, donde habitaban unos tres lindos caballos bien cuidados. Augus nos permitió sacarlos a pasear a Daniela y a mí, pero él se mantuvo alejado porque les tiene miedo a los caballos por una mala experiencia que tuvo con ellos de joven. De hecho, según él, los animales le pertenecen a su padre. Augus nos veía, pero desde la entrada de la mansión, sentado en una silla mientras esperaba que algo se le cargara en su tablet.

— Cuando Augus me dijo que irías a París a bailar, me costó procesarlo— comenta de pronto Daniela mientras acaricia el cuello del supuesto caballo favorito del Señor William—. No creí que fueras del tipo de persona que se revelara así.

— No lo soy— afirmé—, mamá, en cambio, sí.

Daniela niega sin remedio, una suave risa se escucha por parte de ella.

— Me gusta cómo es Elizabeth— señala—. Creo que, si hubieran más madres así en el mundo, los hombres serían menos ególatras y narcisistas.

— ¿Cómo Luke?— indagué con una sonrisa ladeada.

— Él es un caso aparte, sólo se podría arreglar implantándole otro cerebro— responde, ahora reconsiderando las cosas—. Aunque, así se le quiere. Hemos aprendido a tolerarlo, o al menos hasta un punto más elevado que antes.

— Igual, no creo que debería de ser legal lastimar a un hijo psicológicamente así— frunzo los labios, recordando, inclusive, la vez que mamá me tiró a una piscina para hacer una competencia con otro niño que me retaba. Las cosas terminaron mal, sobretodo porque tampoco sabía nadar a esa edad—. El viaje a París sale en dos días, sólo tengo el día de mañana para seguir ensayando.

— Opino, como tutora, que lo haces bien, sólo que te estás oprimiendo a ti mismo— señala, y toda mi atención recae en ella para seguirla escuchando. Es difícil ignorar cómo el atardecer hace juego con los tonos de su pálida piel y atuendo aparentemente deportivo—. Piensas mucho en lo que la audiencia que te observa va a decir sobre ti, pero en realidad no juzgarán tal cosa. Ellos sólo tendrán ojos en la cumpleañera, y simplemente te verán como un acompañante. Dices que tu cerebro no envía los pasos a ejecutar para tu cuerpo, no obstante, eso es porque el miedo de todos los pares de ojos sobre ti, le están impidiendo que envíe dichos pasos. Te bloqueas, como una puerta con cerradura.

— Buena conclusión— observé sorprendido—. Pero, ¿Qué posible solución me das a eso?

— A una a corto plazo, no una lo suficientemente fuerte para cerrar ese ciclo de pánico escénico danzarín— ella me dio la espalda, preparando el asiento del caballo—. Quizás puedas buscar una forma de distraerte, así no pensarás en el público. Tal vez puedas hablar con la cumpleañera, entrar a un ambiente de confianza junto con ella; buscar la manera de que ella te haga sentir augusto, que su tacto sea algo más que algo desconocido— paró por un instante, dudando en decir lo siguiente: — Hacer que su mirada te llame la atención, lo suficiente, para que tu cuerpo baile acorde a la música sin que tu cerebro procese lo que estás haciendo.

Eso último lo dijo en un murmullo casi imperceptible, aunque con un tono amargo, casi podría decir celoso. Pero eso era ridículo, ella nunca sentiría celos por mí. Claro que a veces lo decimos en juego, pero es sólo eso. No podría deducir como ella actuaría si estuviera con ese sentimiento.

Por otro lado, sé a lo que se refirió con eso. Es, básicamente, lo que hicimos en el ensayo. Si bien bailo como el propio payaso, en esta ocasión lo hice más o menos decente. Pero eso sólo era porque tenía la vista de Augus sobre mí mientras me concentraba más en los ojos enigmáticos y fascinantes de Daniela. No captaba lo que mis pies hacían, pero era porque mi mente le estaba construyendo un trono a lo que me hacía sentir la castaña. Que, por cierto, aún no tiene definición alguna.

No obstante, antes de hacerle protesta alguna a Daniela, ella se montó al caballo y empezó a andar en él a una velocidad razonable. De hecho, el animal estaba caminando mientras el viento jugaba con la trenza que Daniela le hizo en el cabello de su nuca.

No perdí el tiempo, e hice lo mismo que ella. Vi como el tercer caballo, una yegua, nos seguía a una distancia prudente. Al parecer, estaban bien entrenados en la pista de tierra que también poseía la mansión Sprayberry.

— Te gusta que te mire— concluí cuando llegué hacia ella.

Daniela me miró cual bicho raro.

— Eso sonó muy narcisista— objetó, pero no lo negó.

Repito, no lo negó. Algo cuerdo estaba sucediendo con esta chica, y eso de alguna forma me gustó.

— No es narcisismo, si es real— señalé, y ella evadió mi vista llena de diversión—. Esa era otra cosa que poseía el dibujo, ¿No? Pudiste dibujarme a mí dibujando la manzana, pero no, lo hiciste como si yo te estuviera mirando a pesar de que sólo lo hice unos escasos minutos— me paré por un momento, reconsiderándolo. La verdad fue que la vi un buen rato, pero eso no es una excusa—. Hubo muchos escenarios en los que me pudiste dibujar diferente, pero especialmente captaste ese momento. ¿Por qué sería? Además, de alguna forma, me he dado cuenta de que te gusta llamar mi atención. A tu juicio, por supuesto.

Vi cómo sonrió, lo trató de tapar con su cabello, pero fue muy tarde. Luego trató de verse seria, algo completamente inútil.

— Si eso fuera cierto— se detuvo, agarrando las riendas del caballo con fuerza, dudó: — Tienes razón, creo que no te lo diría.

Y corrió con el caballo a una velocidad impresionante, tal y como una perfecta jinete. Yo no podría hacer eso, al menos no sin estrellarme. Puedo domar el caballo hasta un límite, un límite que implica sólo caminar. Sé sólo lo básico, y eso a consecuencia de un viaje familiar.

Aunque, ella eludió mi pregunta, y la única respuesta que tiene esa acción, es que tengo la razón. Le gusta que la mire, pero ¿Por qué? No quiero sacar conclusiones apresuradas.

Daniela se detiene en una colina, una más o menos alta, pero no lo suficiente para que el caballo pueda saltar y traspasar la muralla que rodea la mansión. Ella se queda ahí, mirando a la nada, se pierde por un momento y me da ventaja para posicionarme a su lado. El caballo se rehusó por un momento a salir de su vía rutinaria, pero logré controlarlo. La yegua, como buen samaritana, nos siguió hasta aquí.

La vista es hermosa, se puede ver los colores amarillos, anaranjados, azules y celestes del atardecer. El sol nos dice que se tiene que despedir, pero su amiga la luna nos cuidará desde las alturas. El viento primaveral cambia, ahora es uno un poco más frio.

— Drake me contó lo que sucedió esa noche— menciona de pronto Daniela, y me es imposible retener los recuerdos que conlleva esa oración.

— Debía esperarlo en algún momento, supongo— murmuré—. Aunque he de admitir que hubo cosas que me sorprendieron, ni siquiera mi imaginación estaba preparada. No tenía el conocimiento de que ustedes pudieran cambiar el ambiente.

— Ilusión, es un don único de Christine— dice, algo más para sí misma—. Drake también nos informó sobre eso. A veces, la sangre de un humano es tan potente al momento de transformarse, que los ancestros dicen que esas personas estaban predestinadas a ser vampiros. Por cada veinte vampiros, existe uno que debe de poseer un don, una habilidad especial que los identifica y puede hacerlos más malditamente inmortales de lo ya son— explica, perdiéndose en sus palabras y recuerdos—. El Ministerio de Sangre, antes, pensaba que aquellos vampiros que no poseían dones eran un error de lo sobrenatural, que no tenían permitido la entrada porque no estaban destinados a serlo, y por eso los mataban. O bueno, los destruían finalmente.

— ¿El Ministerio de Sangre?— indagué con curiosidad—, ¿Esa es la autoridad que rige a los vampiros?

— Sí. Aunque antes, más que una autoridad, era una dictadura. Luego se volvieron más o menos prudentes, aunque eso no los hace menor o iguales a nosotros— responde, su personalidad es muy diferente a la del principio. Nunca había visto a la Daniela distante—. Ellos son los que imponen las leyes que los vampiros debemos de seguir, gracias a ellos es que podemos mantenernos en la oscuridad de los humanos, gracias a ellos realmente podemos vivir en un mismo mundo con nuestra comida, o así los llaman algunos. Si alguien no cumple con alguna regla de ellos, tenlo por seguro que morirá.

— ¿Eso quiere decir que, si yo lo sé, ustedes están en problemas?— me preocupé.

— No realmente— pude notar una sombra de una sonrisa, tal vez me vea algo incrédulo. Pero lo dejaré pasar porque técnicamente soy un novato—. Bennys Hills siempre estuvo en lo último de la lista de importancias de la autoridad, generalmente se concentran en ciudades grandes, donde los desastres que los vampiros puedan provocar serían catastróficos. Por eso, a nuestra familia y a mí, nos gusta este lugar— argumenta—. Además, Drake siempre nos cubre.

— Drake— me recuerda—, ¿Quién es realmente? ¿Otro hermano del que no tenía conocimiento?

— Podría decirse, pero de una manera distinta— ella se acomoda el cabello a un lado, dando una perfecta vista de su piel y sus largas pestañas que chocan con sus pómulos cuando el viento lanza sus ráfagas—. Al principio, la familia Sprause sólo consistía en Margaret y Nicholas. Luego, llegó Drake, pero él ya era un vampiro antes de que mis padres lo tocaran. Él poseía un grave problema ante su control con la sangre humana, pero mamá lo ayudó, y él se lo agradeció. Tanto, que él los consideró sus padres y mis padres lo consideraron su hijo; sin embargo, Drake nunca quiso cambiar su apellido a Sprause, le tenía un gran aprecio al Grace que adornaba su nombre, al principio no sabían por qué, pero les explicó que eso le recordaba a su familia humana, y no quería quitar eso de su mente— ella hace una pausa, quizás buscando algo más en el recuerdo del que, supongo, sus padres le contaron—. Con el tiempo, Drake transformó a un chico que había tenido un accidente al subir a una estructura alta e inestable, pero resulta que el chico era uno de sus mejores amigos y jugaban de vez en cuando, y era de su edad y robustez. ¿Puedes adivinar de quién hablo?

— Julián— deduje al instante. Ahora tenía sentido el evidente amor con el que se trataron, tampoco ignoré la particularidad de los músculos del nuevo-viejo integrante.

— Él fue, en realidad, el cuarto miembro en unirse a la familia. Pero, a diferencia de Drake, él si usaba el apellido de mis padres. Aunque tampoco es como si Julián apreciara mucho a su familia humana, de hecho, ellos son el por qué de su actual actitud tan mandona— explicó. Iba a decir que ya se estaba desviando mucho al tema de sus hermanos, lo cual no me molesta en absoluto, pero ella me dijo que eso debería de descubrirlo yo solo. No obstante, ella se da cuenta y parece cortar o resumir la historia—. Luego de eso, nos integramos mi persona, Lydia, Luke, Aris y Dylan respectivamente, cada uno conservando la tradición que mis padres querían inculcarnos acerca de guardar el apellido Sprause. Con Drake, sin embargo, nunca tuvieron éxito, pero eso no quiere decir que no lo tratamos como uno más de nosotros. O, al menos, hasta que tuvo que separarse de la familia.

— ¿Drake no vive con ustedes?— cuestioné al instante, también teniendo presente de que nunca he visitado el hogar de los Sprause.

— Ahora, no— responde algo vacilante—. Drake, a diferencia de nosotros, siempre ha tenido una ambición o meta digna de admirar. Una de ellas, era brindar su fuerza a las brigadas vampíricas que ayudaban al Ministerio de Sangre a inculcar la ley en los habitantes sobrenaturales. El Ministerio sólo formulaba las reglas, los guardias vampíricos se encargan de que sean cumplidas. La gran autoridad sólo actuará si se ve en la obligación de hacerlo, por eso tampoco nos preocupamos mucho por ello, porque Drake dirige la división de Oregón, y él nos protege o encubre— tuvo que detener su relato, ya que la yegua, entrometida, quiso meterse entre los dos caballos, al parecer se cansó de estar atrás—. Aunque no siempre fue así, Drake tuvo que esforzarse mucho para llegar a esa posición. Él tenía esa ambición, inclusive, cuando tenía problemas con la sangre humana, pero siempre fue rechazado por la propia autoridad. Hasta que, un día, luego de entrenar, y entrenar, y entrenar, y persistir, y seguir entrenando, el Ministerio vio atractivo a Drake para integrarlo a sus fuerzas. Recuerdo que estuvo muy feliz ese día.

— Espera, ¿Hace cuanto fue eso?

— Unos... ¿Veintisiete años? Tal vez— dudó con una ceja arqueada—. Años más, años menos, en realidad el tiempo es irrelevante cuando eres inmortal.

— Entonces, eso quiere decir que el niño no es tan niño como es— dije para mí mismo—. Ya lo reconocía, pero me sigue pareciendo extraño que, alguien que aparenta ser menor a mí, en realidad tiene como la edad de mi madre.

— Te recomiendo que no digas eso frente de Dylan, al menos no, si no quieres recibir un golpe. No le gusta que lo llamen niño— advirtió, luego su voz pasó a estar seria, casi sombría—. El punto es que, Drake nos visitaba de vez en cuando, generalmente cuando tenía el tiempo libre. Pero esa no es una de esas ocasiones, su llegada es pertinente gracias a que mis padres se vieron en la necesidad de llamarlo luego del incidente con Christine.

— Creen que él puede detenerla y encerrarla— deduje, luego fui más perspicaz: — O destruirla.

— Sí— Daniela confirma lo obvio, y ambos nos quedamos mirando por un momento el horizonte hermoso que estaba desapareciendo ante nuestros ojos. Sin embargo, no lo estaba analizando con detalle, mi mente estaba vagando en las espectaculares habilidades que tiene Drake, que casi fueron imperceptibles ante mis ojos. Él era alguien increíble, quizás físicamente diferente a los Sprause—. Nuestro peculiar hermano también nos dijo que, a pesar de que llegó a tiempo, no sirvió de nada. Porque lo que viste ese día sólo era una ilusión, algo intangible, pero real para los ojos de cualquiera, por eso nosotros no la pudimos sentir, y el castaño sólo lo hizo porque sintió nuestro olor, o el tuyo, que también le pareció peculiar. Drake, con su presencia, creyó que en realidad la estaba tocando, pero luego se dio cuenta de que sólo agarraba el aire, la nada. Según él, fue algo sorpresivo porque nosotros nunca le advertimos, pero tampoco es como si lo hubiéramos sabido, ella nunca lo usó, ni siquiera la noche en la que le intentamos atrapar. Por suerte, Drake fue astuto y se dio cuenta a tiempo— argumentó, y en realidad yo también pensé que peleaba de verdad—. Por eso, hemos deducido que, si desde el principio no quería provocarte un daño físico, entonces quería hacerte uno psicológico. Consecuentemente a esto, quiero preguntarte…— dudó de nuevo, ahora me doy cuenta de que, para ella, este tema no es muy fácil de hablar. Bueno, tampoco es como si fuera la majestuosidad para mí—. No, me veo en la obligación de peguntarte, ¿Qué fue lo que te dijo Christine esa noche? Drake no llegó a tiempo para escucharlo.

No, no quería esa pregunta. La estuve evitando todos estos días, pero ahora no encuentro otra posible salida más que saltar la colina con el caballo, y eso sería muy extremista.

— Básicamente— comencé, reuniendo el valor para finalmente hablar. No quería que supiera que por un momento dudé de ellos, que los creí peligrosos, que me doblegué ante la destreza de Christine. Que los creí como ella, eso me lo llevaré a mi tumba. Así que simplemente agregué la otra oración que me atormentó—, que soy un peón; un escalón para alcanzar algo más grande. No sé a qué se refirió con eso, pero en realidad no dejo de pensar en que se refirió a ti.

Bien, lo solté. Eso era lo que había analizado, eso era lo que me preocupaba. Christine siempre ha odiado a Daniela, ¿Por qué esta vez sería diferente? Ya lo hizo con Susan, ¿Por qué no lo haría conmigo? Quizás su objetivo sea hacer sufrir a Daniela hasta que quede sola, no le gusta que ella sea el rey, o en este caso, la reina del juego de ajedrez.

— Yo puedo cuidarme sola, y no dejaré que ella te hago daño. Por eso Drake está aquí— aseguró, y no agregó nada más, pero no fue necesario.

Eso era una promesa, una tan particular que ella le hizo al aire que nos rodea, al atardecer que justamente se ocultó ante esa oración. Daniela estaba acostumbrada a perder a sus seres queridos, quizás demasiado, y quiere ponerle un fin. No dudo que ella pueda con Christine, que hará todo lo posible para detenerla, así sea destruirla. Y no quiero una imagen así de ella. Daniela me parece tan frágil, que me veo en la necesidad de protegerla, a pesar de que sé que ella puede vencerme en todos los sentidos.

Pero no importa. Lo que quiero decir es que, si se me da la oportunidad de protegerla a ella, no dudaré en hacerlo. Así sea logrando lo que Christine quiere.

(…)

He fallado— el llanto falso de Tía Sam es evidente—. La SÍA, el FBI, la Guardia Nacional, los Militares, el Presidente, todos están decepcionados ante mi falta de experiencia expiatoria.

— Claro que no, Tía— trato de consolarla—, tú no tienes la culpa de eso.

— ¡No puedo encontrar a una familia, Adam!— parece desesperarse, luego murmura sin creer: — A una maldita familia. No sé qué sería de mí sí me dejan en mis manos un asesinato. Desde pequeña siempre quise ser detective, ¿Sabes lo que es ese golpe a mis sueños infantiles?

— Dijiste que estaban en Argentina, ¿No?— recuerdo—, eso es algo.

Sí, pero hasta ahí. Eso es todo, y técnicamente no lo descubrí yo, lo hizo una vecina de la familia de Richard— se queja, gimotea muy cerca del teléfono, tuve que apartarlo de mi oído. Vaya berrinche—. Han pasado semanas, ya el vecindario donde quedaba la casa de la familia de Richard me conoce. Ya parezco loca, y nada, todo fue en vano, y…

— Y nada, Tía Sam, hiciste lo que pudiste— tuve la necesidad de cortarla. Era viernes, acababa de hacer mis maletas y quería visitar a cierto chico antes de partir al viaje—. Creo que es hora de ponerle fin a la investigación. Lo estuve pensando y, a pesar de que no lo ha hecho en todo este tiempo, esperaré a que Richard se digne en llamarme. Si no lo ha hecho, es por algo. Quizás sus padres intervienen, o qué sé yo. Pero si de algo estoy seguro, es que en algún momento encontrará la forma de comunicarse conmigo, así sea desobedeciendo a sus padres.

¿Entonces eso sería…?— aclara un poco su voz, algo incrédula—, ¿Eso sería una misión cumplida?

No quería decirle que a medias, al menos estaría feliz con eso.

— Por supuesto, Tía Sam— confirmé—. La SIA, el FBI, la Guardia Nacional, los Militares y el presidente, están orgullosos de ti. Te daría una placa, pero estás muy lejos.

Y es broma, no tengo una placa. Quizás le hubiera dado una de mis medallas de los concursos que gané de niño, pero nada más allá de eso. No obstante, ella parece que sólo se emocionó con mis felicitaciones, porque relincho cual caballo que poseía la mansión de Augus.

— ¡Oh, sí!— exclamó—, le diré a mi jefe que todas las horas de regaños por estar concentrada en cualquier cosa menos en el trabajo valieron la pena.

Y no dijo nada más, simplemente cortó, sin despedirse. Y eso sólo lo hace cuando está muy emocionada, o también muy molesta, pero no sonaba como lo último. Yo sólo pude negar con gracia, adoraba esa faceta de Tía Sam.

Coloco el teléfono de línea fija en la mesa de la sala y me dispongo a ir hacia la cocina para empezar a decirle una propuesta a mamá que sé que no le gustará. Ella estaba preparando los sándwiches para el viaje, porque, según, no le gusta la comida que preparan en los aviones. Y sé que no se puede llevar comida al avión, pero con mamá nada es imposible.

— Oye, mamá, ¿Me prestarías el auto para ir a la clínica?— pregunto en súplica.

— ¿Lo irás a ver?— responde con otra pregunta, típico de ella cuando no está muy de acuerdo con algo. No obstante, ella de alguna forma debe entender la necesidad mía de ir todos los días a verlo. Siento que así lo apoyo, inclusive si no lo puedo ver. Hasta ayer, con el contrarreloj en contra mía para aprender a bailar, fui a visitarlo.

— ¿Qué más haría allí en estos momentos?— podía jugar el mismo juego de ella. El problema de ser familia, es que su persistencia es hereditaria.

Ella suspira con pesadez para luego mirarme fijamente a los ojos, pone el cuchillo con el que cortaba los tomates en el mesón y se coloca ambas manos en su cintura, pose de regaño.

— Adam, no me gusta que te quedes ahí parado en la puerta de cuidados intensivos. Pareces un niño esperando un regalo— me dice suavemente, pero de alguna forma me hirieron sus palabras.

— Parezco un niño esperando a que su mejor amigo despierte— corrijo de mala manera. No es la primera vez que me lo dice, inclusive concuerda con Margaret para decirme que debería importarme actualmente más mi salud. Acababa de salir de un coma, y estoy como si nada.

Pero en realidad es porque no siento nada.

— Sólo digo que…— se detiene, cierra los ojos con frustración ante mi persistencia. Parece rendirse cuando los abre: — Me puedes decir a mí, yo puedo encontrar la forma de hacerte pasar. Puedo servir para algo más que para decirte su estado se salud, ¿Sabes?

— ¿Enserio?— indagué con algo de esperanza. En realidad, si recordaba que me había dicho algo así, pero no pensé en ese tipo de influencia que tiene ella.

— Claro, el primer día que lo viste también te dije lo mismo, pero tu orgullo no te dejó escuchar.

Auch.

— Gracias, mamá.

— Para eso están las madres, para hacer felices a sus hijos— argumenta con una sonrisa—. Déjame terminar los sándwiches y partimos.

Yo asiento cual niño, y luego subo a mi habitación a ponerme algo decente, ya que sólo cargaba la pijama.

Una hora después, y ya estábamos en la clínica. Yo estaba justo al lado de la puerta de cuidado intensivos, los guardias me miraban con intensidad y toda su aura decía «Si entras esta vez, te envío a la hoguera». Por ellos, principalmente, no había entrado. No es como si respetara mucho las reglas de un establecimiento al que le tengo pavor porque no tienen consideración por un chico en coma. Esto hace reconsiderar mucho mi futura profesión como doctor.

— Bien, ya arreglé todo, tienes cinco minutos para verlo— me explica mamá, acercándose a mí. Ella hace diez minutos me dijo que la esperara en ese preciso lugar.

Yo sólo asiento, para luego pasar a la sala de cuidados intensivos, claro está, no sin antes recibir una mala mirada por parte de los guardias, ellos sin duda alguna me siguen viendo como su presa, con una protección de un superior. Y de cierta manera lo agradezco, quisiera dibujarles encima de su seriedad, por más infantil que suene.

Ya sabía cuál era la habitación, así que sólo caminé hacia ésta y, dubitativo, entré. Mis expectativas por verlo mejorado no eran muy altas, en realidad. Las cosas y análisis que me ha dicho mamá me lo advirtieron, de hecho, sigue igual que la otra vez, sólo que algunos rasguños ya habían cicatrizado y los moretones ya no poseían un color tan fuerte, tal vez dejaría marcas. Pero seguía teniendo esas múltiples maquinas a su alrededor, la venda de su cabeza, y el tubo en su boca.

— Es irónico que te vea así, siempre creí, a pesar de todo, que nadie te podía derrumbar— le comencé a decir, sin esperanzas de que me escuchara o hablara. Me posicioné a su lado, su rostro había recuperado algo de color, pero seguía sin ser él—. Creo que ni tú mismo te querrías ver así, pero aquí estoy, cuidándote, y no lo he dejado de hacer desde que asimilé mi error de dejarte solo en ese bosque. Sólo quiero que despiertes, que me golpees, que me insultes por no ser lo suficientemente valiente y apoyarte— apreté los labios, no podía seguir así—. Maldita seas, Thomas, sólo quiero que hagas cualquier cosa contra mí. Que yo pueda disculparme verdaderamente contigo y no con la nada, y puedas perdonarme. También considero, a tu juicio y punto de vista, que no lo hagas, pero puedo vivir con eso; hacer buenas acciones y molestarte hasta que me perdones, también es una opción.

Me senté en una silla que tenía al lado, era una banqueta, incluso más alta que la camilla donde estaba el rubio. Tuve la necesidad de agarrarle la mano, tan fría como el tacto de Daniela.

— Esto es raro, no sé verdaderamente cómo actuar, ni siquiera puedo recordar haber visto a Richard en un estado así. Y eso es mucho decir, él vivía más en la clínica y el psiquiátrico que en su casa— fruncí los labios ante los recuerdos—. El punto es que, incluso tu presencia me está haciendo olvidar mi vida en New York, las personas dirían que cambié a Richard por ti, pero no. Ambos son tan diferentes, que te podrías sorprender. Nunca los cambié, sólo que tú eres el ahora. Y si el destino quiso que tuviéramos esta extraña y peculiar amistad en tan poco tiempo, creo que es por algo, ¿No? Mi vida está ligada con la tuya, de una forma que no pude captar— tuve que parar por unos segundos, las palabras se perdieron en mi mente. Me sentía mal, muy mal, no creí llegar a ponerme así por otra persona que no sea mi familia—. Y diablos, Tommy, no sabes lo arrepentido que estoy el no haberlo visto antes. Siempre dudé de ti, y no había razón para hacerlo, siempre te mantuviste al margen de la realidad, y tu plan siempre fue protegerme, inclusive si te odiaba. Y yo no debí haberlo hecho, no debí de desconfiar, debí quedarme, debía haberte ayudado a enfrentar ese problema en lugar de huir— eso me ardía en mi garganta, provocaba un dolor profundo en mi ser—. Pero lo más importante, debí de respetar su secreto, eso no los hubiera distraído y no te encontrarías en esta situación. Lo siento como no tienes idea, hermano.

Siento que, de pronto, me aprieta levemente la mano que le tengo agarrada y automáticamente miro su rostro con esperanza de que ya hubiera despertado.

Pero no, su rostro seguía igual de pálido y sin expresión alguna.

«Sólo fue un reflejo» Pensé con desilusión.

— ¿Qué haces tú aquí?— pregunta una voz profunda de la nada.

Yo observo de dónde provino la voz y puedo ver a un señor parado junto a la puerta de la habitación, su presencia fue imperceptible para mí, no sé cuándo llegó, ni cuánto escuchó, pero me sentía apenado, eso sólo debía de escucharlo el cuerpo inerte de Thomas.

Aunque, ahora que lo detallo mejor, este señor se me hace conocido. No tiene nada de diferente a un hombre común y corriente, salvo que tiene una musculatura muy definida para alguien de su edad. Es bastante alto, casi como Edward, su cabello rubio es largo y está amarrado a una coleta de caballo, tiene una barba prudente y cejas gruesas. Su nariz y labios tienen cierta similitud con los de Thomas, incluso me hizo desplazar mi mirada de él hacia el rubio varias veces. No obstante, mi mirada perspicaz detalló que tenía los puños apretados, probablemente enojado con mi presencia.

— Al parecer no me recuerdas— deduce el señor—. Pero no te culpo, estabas aturdido por la frecuencia.

¿Frecuencia? Por supuesto, es el padre de Thomas.

Instintivamente me levanto de la silla más rápido de lo que hubiera querido, los nervios me invaden, y no es por su postura autoritaria, sino porque yo no debería de encontrarme aquí. Y que la familia lo sepa, puede poner en problemas a mamá.

— Y-Yo lo siento, señor, no debí entrar sin su consentimiento— mi voz falla, sin embargo, recojo la dignidad que aún me queda.

— Sí, no debiste— emitió, con una voz tan gruesa y autoritaria que me heló la piel. Definitivamente no estaba feliz de que alguien viera a su hijo sin su permiso.

— Ya me voy— aviso con rapidez, para luego disponerme a salir de allí, pero sus palabras me detuvieron. No, no fueron sus palabras, sino el cómo lo dijo.

— Tú y tu especie no durarán mucho— afirma él, con desprecio, rencor, odio.

— ¿Mi especie?— cuestiono intrigado, volteándome de nuevo hacia él.

— Sí, tu especie, rompieron el pacto y eso no se le hace a un cazador.

— No sé de lo que está hablando— mentí. Aunque de cierta forma, digo la verdad, ya que aún no sé de qué se trata el pacto, agregando una nota mental de preguntarlo luego.

— Deja de hacerte el tonto— ahora es brusco, demasiado. Su actitud me empieza a irritar, ni siquiera la más alta autoridad tiene derecho de hablarme así. Salvo, de alguna forma que no logro explicar, el entrenador y sus amenazas de enviarme a otro continente de una patada si llego a decir ciertas palabras—. Si Thomas no despierta, a su especie no le quedará mucho tiempo— parecía una amenaza—, así que disfruten mientras puedan.

Bien, probablemente, lo que suceda después de esto, no es mi culpa, sino la de él. Quiso invocar al diablo, y con esa amenaza hacia mis amigos, lo logró. Reuní todo el estrés que poseía, todo el miedo que Christine me dio, lo transformé en odio hacia este señor, todo lo que Thomas y Daniela me dijeron que hizo, lo transforme en balas para atacarlo. Todo se resumió, en una explosión que ninguno de los dos predijo.

— Escúcheme, señor, o intento de uno. ¿Acaso quiere hablar de la seguridad de Thomas?, ¿Acaso quiere hablar del por qué se encuentra así?, ¿El cómo terminó así? Pues bien, hablemos. ¿Quiere amenazarme a mí sin procedencia?, ¿Sin antecedentes?, ¿Sin saber de qué maldita sea está hablando?— caminé hacia él, no sé que me impulsó a hacerlo. No me importó, mi aura estaba lo suficientemente oscura para poder intimidar al mismísimo padre de Thomas—. No crea que no he escuchado historias sobre usted, conozco lo suficiente para saber qué es capaz de hacer, ¿Cree le que tengo miedo? Se equivoca, le tengo asco, le tengo repudio a la gente como usted. Sé lo que le hacía Thomas cuando era apenas un niño, y no, no me lo contó él, fue fácil de deducir. ¿Qué pensaba cuando lo hacía?, ¿Eh?, ¿Que de verdad se convertiría en un hombre? ¿Qué se convertiría en una máquina de lucha para usted? Lamento si no todo salió como el señor lo esperaba, porque Thomas si es algo relacionado con una máquina de lucha, pero actúa sobre sí mismo, no necesita de órdenes, no necesita de usted, y me alegra que lo haga— él daba un paso hacia atrás, conforme yo daba uno hacia adelante. Le estaba impartiendo miedo, su rostro me lo demostró, y no sabía cómo, tampoco era mi principal importancia en este momento—. Probablemente usted no tenga una pizca de consideración por su hijo, y no le agrada que alguien más lo tenga. Pero déjeme decirle que eso cambiará, porque yo estoy aquí, porque los Sprause están aquí, no siempre puede controlar el mundo de las personas, debería de aprenderlo de una vez por todas. He de admitir que al principio lo hizo, y ya puede ver las consecuencias de sus actos. Porque sí, lo que Thomas hizo fue a base de lo que usted le inculcó. ¡A Thomas no le hubiera pasado nada si usted no lo hubiera convertido en cazador!— grité con furia y desagrado, arrinconándolo finalmente contra la pared. Me vi en la necesidad de calmarme un poco—. No sé de lo que está hablando, ni de que especie habla, ya que solo soy un simple humano. ¿Qué piensa?, ¿Eliminar a la raza humana?, pues bien, hágalo. Pero eso no hará que Thomas despierte. Yo siento el mismo dolor que usted, incluso peor, puesto que yo estuve en esa escena y no hice nada para ayudarlo, fui un cobarde. Pero no toda la culpa es mía, ya que, como dije antes, también la tiene usted por dejar que su hijo siga esa profesión. Ser un cazador, ¿Qué le ven de especial a eso? Y si es una tradición, pues elimínela, usted tiene el poder y la potestad para hacerlo. Por el bien de su hijo y familia, acabe con ésta locura.

— Tú no sabes nada— es lo único que responde él, tratando de mantener la misma voz serena. No obstante, no puede, y lo pude reconocer—, no sabes cómo actuamos nosotros.

— Exacto, no lo sé— admito, separándome de él. No lo quería más cerca de mí, sentía asco. Pero eso pasó a segundo plano cuando me vi en el único espejo que poseía la habitación; mis ojos tenían una intensidad rojiza que fue difícil de evadir, casi igual como aquel día en la casa de Thomas. Pero, tan rápido como lo capte, desaparecieron, dándome cuenta de que no había terminado. Mi cabeza se volteó hacia el padre de Thomas, pero mi cuerpo no lo hizo—. Porque aún no entiendo cómo usted no está detrás de las rejas con todo lo que ha hecho. Espero que tenga una feliz tarde.

Y, con la dignidad y coraje que no sé de dónde saqué, salí de esa habitación, dándome cuenta de que le revelé muchas más cosas de las que tenía planeada. Pero qué más daba.

Ya estaba hecho.

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