Prometo encontrarme © (Comple...

By DominusNano

81.8K 6.8K 680

Adam Houchein perdió a su padre en un incendio de su antigua casa cuando apenas era un niño y desde entonces... More

BIENVENIDO (A)
SINOPSIS
DEDICATORIA Y REPARTO
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1 | La Bienvenida.
Capítulo 2 | El Trauma.
Capítulo 3 | Los Sprause.
Capítulo 4 | El dibujo.
Capítulo 5 | Madre Nonna.
Capítulo 6 | Lo improbable.
Capítulo 7 | El castigo.
Capítulo 8 | Las indirectas.
Capítulo 9 | La fiesta.
Capítulo 10 | La advertencia.
Capítulo 11 | La apariencia.
Capítulo 12 | El amor.
Capítulo 14 | Bajo la lluvia.
Capítulo 15 | Los ojos rojos.
Capítulo 16 | La cita.
Capítulo 17 | Lo siento.
Capítulo 18 | Los adjetivos.
Capítulo 19 | Los nanorobots.
Capítulo 20 | Disfraz.
Capítulo 21 | Luciérnagas.
Capítulo 22 | Cigarrillo.
Capítulo 23 | El cazador.
Capítulo 24 | Sucesos nocturnos.
Capítulo 25 | Dejar ir.
Capítulo 26 | Asimilando.
Capítulo 27 | Huérfano.
Capítulo 28 | Provocar.
Capítulo 29 | Vínculo.
Capítulo 30 | Fetiche.
Capítulo 31 | Retener.
Capítulo 32 | Dependencia.
Capítulo 33 | Tatuaje.
Capítulo 34 | Multifacético.
Capítulo 35 | Pacto.
Capítulo 36 | Entropía. (Parte I)
Capítulo 36 | Entropía. (Parte II)
Capítulo 37 | El juego.
Capítulo 38 | Dones.
Capítulo 39 | Garu.
Capítulo 40 | Irregularidad.
Capítulo 41 | Tres personas.
Capítulo 42 | Ni Rey ni Reina.
Capítulo 43 | Parte de algo.
Capítulo 44 | La penúltima máscara.
Capítulo 45 | En la mente.
Capítulo 46 | Pertenecer.
Capítulo 47 | El futuro y el pasado.
Capítulo 48 | El juego final.
Capítulo 49 | Estrellas.
Capítulo 50 | Ayuda.
Capítulo 51 | Pasos.
EPÍLOGO.
AGRADECIMIENTOS
Capítulo Extra | Ethan.
Capítulo Extra | Colton.
Especial de San Valentín.
🌙 OTRAS OBRAS 🌙
🌙 CURIOSIDADES 🌙

Capítulo 13 | El ministerio.

1.4K 127 9
By DominusNano

Narrador Omnisciente

Cleymentho, un pequeño pueblo al noreste de Transilvania.

Las nubes cubrían el cielo oscuro y las calles apenas eran alumbradas por algunos faroles y antorchas donde el fuego danzaba a distintos lados gracias al viento helado.

La estructura y carreteras del pueblo eran antiguas y góticas; piedras en los caminos y en algunos pilares de las tiendas, cuya mercancía eran mayoritariamente estacas y esqueletos que se necesitaba en los rituales que esta cultura pueblerina utilizaba. Habían carretas con pasto seco de los valles que hay en los alrededores y madera cortada y apilada en algunas esquinas. Aquí no existían los autos y el que trajera uno probablemente lo mirarían extraño. En cambio, los carruajes de carga con caballos son la tendencia de transporte aquí. Y hoy más que nunca.

Cleymentho siempre se identificó por venerar y alabar aquellos reyes y dioses que por décadas los han salvado de la muerte desde la guerra británica, pero en este día las alabanzas se intensificaban al ser el día justo en que todo eso sucedió.

Personas con máscaras rojas, capas y capuchas negras, se desplazaban en multitud a lo que era el centro del pueblo. Allí yacía una enorme estatua de Mathew; su primer rey quien se sacrificó en el último ataque británico en el año novecientos diecisiete.

Al fondo de la estatua estaba a lo que llamaban el gran castillo, igual de antiguo y gótico que el resto de la estructura del pueblo, sólo que éste era muy grande y de color negro. Era tan gigantesco, que resaltaba entre todo el pueblo. Tenía cuatro torres a los alrededores y el rascacielos era de forma triangular. Se podría decir que es el mismísimo castillo de una princesa, sólo si ésta fuera de una realeza demoniaca.

Entre la multitud yacía una misteriosa persona con la misma capa y mascara que el resto. Pero sus pasos eran inseguros, puesto que quería entrar al gran castillo, ya que allí habitaba el actual rey vampírico, heredero del mismo Mathew, junto con su consejo formado por cuatro poderosos y peligrosos vampiros más. Juntos, ellos formaban el Ministerio de Sangre que controlaba las acciones de los vampiros y no tenían perdón de aquellos que violaran las reglas que los regían. Ellos eran temibles, tenían una reputación inquebrantable y los problemas los hacían añicos de una u otra forma.

Esa persona sabía que no iba a ser fácil; Las personas que entraban al castillo eran porque habían cometido crímenes y no salían con vida, o tan siquiera hechos cenizas. Los únicos que podían habitar ahí, además del Ministerio, eran sus guardias vampíricos; entrenados para que sean casi igual de mortales que ellos. La mayoría poseían dones u habilidades peligrosamente increíbles.

Esa persona sólo se dirigía hacia el centro del pueblo, como lo estaba haciendo la multitud. Mientras caminaba pensaba en un plan para poder entrar castillo, pero ese plan no le aseguraba de que iba a salir con vida de allí.

Una vez que llegó a su destino, junto con la multitud reunida que formaba un punto negro si se ve a lo lejos el pueblo, comenzaron con la ceremonia. Allí las personas se arrodillaban y alababan a la estatua del Rey Mathew, para jurar eterna lealtad y así ser cubiertos por su protección por el resto de sus vidas.

Una vez que la alabaron, llegó la parte más importante de la ceremonia; el sacrificio.

A lo lejos, se podía ver a dos guardias del castillo que traían a una persona con un saco en la cabeza. Los guardias, al igual que el resto de las personas que habitaban en el gran castillo— a excepción de algunos prisioneros—, eran pálidos, y en sus miradas se podía notar que no tenían alma, eran vampiros después de todo. Aunque la persona infiltrada creía que más bien ellos eran títeres controlados por el Ministerio de Sangre, ya que éstos últimos podrían acabar con ellos como si fueran un conjunto de plumas al conocer que ellos tan siquiera piensan desobedecerlos.

No obstante, sólo la persona de la capucha misteriosa sabía la verdad del aura sobrenatural que rodea al pueblo. Ya que, sí la multitud se enterara, se formaría una muchedumbre para quemar todo el pueblo y así exterminar todos los demonios y brujos que existen por ser un peligro latente para la sociedad. Además que violarían la primera regla de los vampiros; nunca mostrarse verdaderamente hacia los humanos, eso significaría la muerte del vampiro que violó la ley y el humano que descubrió el secreto. Por más duro que suene eso, ha logrado que haya un equilibrio entre humanos y vampiros para que vivan en el mismo suelo.

Al prisionero lo llevaban al escenario improvisado hecho de tablas de madera que se encontraba frente a la estatua. La persona de la capucha misteriosa prestaba especial atención a esta parte mientras se acercaba más al escenario. Sabía que el prisionero que traían los guardias no era normal. No era humano.

Una vez que los guardias con el prisionero llegaron al escenario, lo encadenaron e hicieron que se arrodillara. Y le quitaron el saco.

Era un hechicero. La persona de la capucha lo supo inmediatamente.

Claro está, la multitud sólo lo veía como un simple humano; un británico que cometió un crimen y lo trajeron hacia el pueblo para que pague todo lo que sus ancestros dejaron. Y el castigo será que lo matarán de la forma más lenta y dolorosa posible; lo quemarán y al mismo tiempo honrarán la memoria del Rey Mathew.

La persona de la capucha misteriosa descubrió que él era un hechicero al sentir su magia, porque esa persona, al igual que el prisionero, era hechicera. O como los antiguos pueblerinos le decía, una bruja u brujo.

Llegada la parte final de la ceremonia, los guardias bañaron en gasolina al prisionero, y agarraron una antorcha. Toda la multitud estaba cabizbaja, por respeto a su gran Rey Mathew. Pero la misteriosa persona de la capucha no, tenía en cuenta de que ésta era su oportunidad.

Una peligrosa oportunidad.

— ¡Bleintho!— gritó un hechizo la persona de la capucha mientras alzaba la varita, que había sacado de su manga, hacia el guardia, lo cual hizo que un rayo de luz saliera de ésta, provocando que la antorcha saliera volando de la mano del guardia— ¡Petrificulus!— volvió a gritar otro hechizo antes de que los guardias se dieran cuenta de lo que sucedía. El hechizo provocó que ambos guardias se petrificaran, quedando como piedra— ¡Minuéndo!— finalizó con este hechizo para que, con un rayo de luz purpura, los guardias se volvieran polvo.

Antes que los demás guardias del castillo reaccionaran, la persona de la capucha misteriosa corrió hacía el escenario para liberar al hechicero.

¡Firefenixius!— recitó mientras agitaba la varita en el cielo y pronto se creaba una especie de ave de fuego donde sus alas aleteaban y dejaban un rastro azul de fuego detrás de ella. Ese hechizo eventualmente impactó contra el suelo y provocó que un círculo de fuego se formara alrededor del escenario de madera.

Los habitantes retrocedieron al ver ese fuego esparcirse con gran intensidad, pero los guardias no temían; sabían que un hechicero con su varita era terriblemente peligroso, pero sin ella no era más que una molestia. Así que empezaron a acercarse en batallón; los dos que iban al frente no saltaron lo suficientemente fuerte y el fuego los alcanzó, volviéndolos nada. Los siguientes tres que llegaron pudieron traspasar la barrera, pero la hechicera ya estaba prepara:

— ¡Cegincatatem!— conjuró y de la varita salió un rayo de luz potente y de color blanco que le dio molestia en los ojos a los vampiros hasta que simplemente les causó una ceguera temporal—. Roculusdreagon— susurró y apuntó su varita al suelo. Ese era uno de los hechizos más poderosos y peligrosos que puede aprender un mago, pero era necesario para que la tierra temblara y luego una grieta en el suelo se hiciera presente a la vez que un dragón hecho de tierra pura y minerales derivados saliera y dejara un gran camino de destrucción que derrumbó a dos de los vampiros cegados y cuatro más que se acercaban.

Faltaba uno de los vampiros cegados por destruir, el cual ya se estaba acercando a la persona que estaba formando el escándalo; pero ésta fue más rápida y lo derrumbó con un hechizo.

— Dice el árbol al que le cortaste la madera con la que está hecha el escenario, que quiere venganza— bromea la persona encapuchada y apunta a la madera del escenario para que raíces salieran de él y poco a poco atrapara al vampiro hasta ser cubierto en una especie de capullo.

La hechicera miró a ambos lados para asegurarse de que no se acercara otro guardia. Y como no lo hacían, empezó a liberar al prisionero.

— ¡Minuéndo!— hechizó las cadenas para que se volvieran polvo.

— Gracias— emitió el prisionero a la vez que le enseñaba una cansada sonrisa, mostrando tal vez que llevaban días torturándolo para que finalmente muriera en esta ocasión. Lastima para ellos que no sucedió como esperaban.

— No hay de qué. Ahora te llevaré a un valle en el que puedas descansar— informó la persona encapuchada, para luego conjurar: — Teleportium— y que el prisionero se fuera en un vórtice que lo llevó a algún lugar sano y seguro.

Antes de que la persona de la capucha pudiera reaccionar a la buena acción que hizo hoy, ya tenía a otros dos guardias encima y otro le quitó la varita. Con la multitud teniendo sentimientos comparados con la confusión, el miedo y horror ante el desastre que dejó el suceso, los guardias llevan a la persona de la capucha al castillo. Tal y como quería.

— ¡Se acabó el espectáculo. Hoy quisimos darles una ceremonia especial, ya acabó!— mintió uno de los guardias en el escenario, para explicar a la multitud lo que acaba de suceder y no formar una muchedumbre. Algo que alguien inteligente no hubiera creído, pero las personas del pueblo eran ignorantes y simplemente creían en los seguidores de su rey.

Los pueblerinos empezaron a irse y esparcirse, sin discutir ni rumorear lo que acaba de suceder. Eso también, en parte, hubiera ofendido a la memoria del Rey Mathew, y les provocaría indudablemente la muerte.

Mientras tanto, en el gran castillo, los guardias estaban llevando a la persona de la capucha ante el actual rey y sus consejeros, para que proclamen su condena al violar la ley de una forma catastrófica.

Por dentro, el castillo era igual de antiguo y gótico que por fuera. Estaban caminando por un gran pasillo que carecía de vida y las antorchas eran la sensación, hasta que llegaron a un ascensor con una reja abierta. Se adentraron, el guardia apretó un botón y la reja se cerró para que así empezaran a subir. Una vez que el ascensor se detuvo al piso más alto, las rejas se abrieron. Y los guardias empujaron a su prisionero para que saliera.

— No me empujes, puedo caminar— se quejó la persona de la capucha al sentir como la trataban.

— Eso es lo último que mereces— fue lo único que dijo el guardia. Y es verdad, la condena que le pueden dar es la peor. Ya que nunca nadie ha hecho lo que la persona de la capucha acaba de hacer.

— ¡Era lo justo!— gritó—. Ustedes no tienen derecho a darle una condena a un hechicero, así el crimen sea muy grave. De eso se encarga el Consejo de magia y hechicería. Sí ellos se enteran de lo que hacen, se formará una guerra entre hechiceros y vampiros.

— Tú cállate si no quieres que te matemos aquí mismo— amenazó el guardia.

— Además, sí hay una posible guerra, sabes que ganarán los vampiros— dijo serio, pero seguro, el otro guardia.

— No nos subestimes— le dijo la persona con cólera al verlos llamado débiles.

Los guardias no contestaron a su rabieta, ya habían llegado a una gran puerta hecha de madera y con figuras que tal vez un artista podría leer. Había un guardia a cada lado de la ésta.

— El rey los atenderá ahora—. avisó una secretaria que estaba a un lado de la gran puerta con su escritorio.

Los guardias asintieron, abrieron la gran puerta y se adentraron con la persona de la capucha.

Detrás de las puertas, se encontraba una gran sala, había estantes en las paredes con muchos libros; era similar a una biblioteca. Sólo que al final de ésta se encontraban cinco sillones antiguos, góticos y tétricos como el resto del castillo. El del medio estaba un poco más alto que los otros cuatro.

En esos sillones se encontraban cinco vampiros sentados. El del medio era el rey, y los demás eran sus consejeros. Era el mismísimo Ministerio de Sangre.

El Rey era castaño con el cabello peinado ligeramente hacia atrás, con ojos de color marrón claro y ligeramente regordete, aparentaba tener cuarenta años. Habían dos mujeres en el consejo; una tenía el cabello negro y largo, ojos marrón oscuro y con una gran figura. Aparentaba tener cuarenta y siete años. La otra tenía el cabello rubio y corto; sus ojos eran ligeramente achinados y color marrón oscuro, aparentaba tener veinte años y su figura era anhelada por todos los hombres vampiros o humanos. Las otras dos personas del consejo eran hombres; uno tenía el cabello largo castaño, ojos marrones y aparentaba tener sesenta años, era el más sabio del consejo. Mientras que el otro era pelirrojo, ojos marrón oscuro, casi negros como la noche, y aparentaba tener diecinueve años y tenía unos músculos dignos de admirar; la persona de la capucha piensa que este último tiene cierto parecido a un chico al que ella cuida. Todos poseen unas túnicas de color negro y con detalles dorados y rojos que sólo le dejan ver la cabeza descubierta. Aunque eso último también se podría ocultar con una capucha que lleva el traje.

— Gran Rey, le traemos ante usted a la persona que causó el desastre en la ceremonia— informó un guardia haciendo una reverencia.

— Esperamos su condena— prosigue el otro guardia, haciendo una reverencia también.

— Se pueden retirar— les ordenó el rey a los guardias con voz áspera y dura. Autoritarismo es lo que se siente cuando ese ser emite palabras.

Éstos le obedecieron y se fueron, cerrando detrás de ellos las puertas de la gran sala. Ahora sólo quedaban el rey, el consejo y la persona de la capucha.

— ¿Por qué un insignificante hechicero arriesgaría su vida salvando a otro?— cuestiona el rey de los vampiros, levantándose de su trono y caminando lentamente hacia su víctima. Cada paso que daba era seguro y toda su postura era perfecta; columna recta, cabeza en alto y con las manos detrás de su espalda.

— ¿Por qué el Rey de los Vampiros condenaría a un hechicero si ese no es su trabajo? No lo sé, hay muchas preguntas sin respuesta— contesta sarcástica la persona.

— ¿Por qué no tienes miedo? Alguien normal estaría temblando de terror al saber que está a punto de morir— se encoge de hombros mientras que a través de su voz había algo de curiosidad—. Es decir, ya sabes que somos vampiros, nos ahorraste toda la explicación..

— Tal vez porque no te tengo miedo— asegura la persona.

— Déjame rectificar eso, ¿No es cierto Darwin?— le pregunta el rey al vampiro pelirrojo.

Darwin asintió y miró fijamente a la persona de la capucha, hasta que los ojos cambiaron y le brillaron a un rojo intenso. La persona de la capucha misteriosa se estaba arrodillando lentamente, pero no por clemencia; sentía que poco a poco le iban quitando su alma con dolor y sufrimiento. Un aura blanca estaba siendo desprendida de la persona de la capucha y su cuerpo estaba quedando sin vida, púes ese era el don de Darwin: desprender el alma del cuerpo hasta que la persona quede sin vida. Claro que con los vampiros es diferente, con ellos el don simplemente provoca tortura.

— Antes de morir, quiero ver como se apaga la luz de tus ojos— sonrió con malicia el rey, acercándose con rapidez a la persona y quitándole la máscara roja—. Que sorpresa— emitió después de unos segundos de silencio en el que examinó el rostro de la supuesta víctima—. Basta, Darwin. Déjenme solo con el prisionero.

Darwin dejo de usar su don en la persona, dejándola respirar y calmarse. El consejo le hizo caso a su rey sin protestar y se fueron con su perfecta postura siempre en alto a través de una segunda puerta de la sala, dejando solos al rey y a la persona.

— No te ves sorprendido— articula la persona levantándose—. Debiste de olerme.

— Para serte sincero, ya olvidé tu olor. Sólo... sabía que vendrías, pero no creí que fuera tan pronto— explica él con una sonrisa nada amable.

— Sí sabías que vendría, sabes también el ¿Para qué?— insinúa la persona con tono serio.

— ¿Cambiaste de opinión?

— Sólo quiero lo mejor para él, quiero que viva.

— ¿Ya empezó a sufrir?— pregunta el vampiro.

— No, pero ambos sabemos que eventualmente lo hará— explica la persona—. Sólo quiero evitar la catástrofe antes de que suceda. Ya lo llevé a donde todo comenzó.

— Bennys Hills— deduce el vampiro—. Tengo mucho tiempo sin pasar por allí. Creo que desde el incendio...

— No estoy aquí para revivir recuerdos, Tylor— interrumpe la persona.

— Bien, te daré lo que quieres— accede finalmente el rey, tornando una expresión seria y maquiavélica—. Pero sabes cuál es mi parte del trato, Elizabeth.

— Lo cumpliré, todo sea por Adam.

A pesar de que nadie sabía el secreto de ellos dos, y de que el consejo se tendría que enterar pronto, un vampiro escuchaba su conversación a escondidas entre los estantes llenos de libros— probablemente porque el olor a hojas ocultaba su olor de Tylor—, y le encantaba lo que escuchaba.

Continue Reading

You'll Also Like

41.6K 3.2K 82
Chico Inteligente, Léeme No ignores mis cartas por favor
95.9K 7.6K 67
GANADORA PREMIOS WATTYS 2023. Maite, una joven que acaba de perder a su madre, viaja al norte para vivir con su tía Sandra y empezar de nuevo. Leaza...
17.6K 2.6K 21
el detective Stone junto a su equipo,investigarán toda clase de casos...ven a disfrutar de los misterios qué aguardan y a ayudar a éste famoso detect...
4.3K 692 35
El evento navideño que estabas esperando. 31 días de pura diversión navideña. Preguntas, mini retos, saludos y cultura general navideña en este nuevo...